LA TUMBA DE TUTANKHAMÓN
«¿Ve usted algo?» «Si, cosas maravillosas».
Quizá Tutankhamón sea el faraón más famoso de la historia de Egipto. Su fama no procede de grandes hazañas bélicas o por haber sido el responsable de grandes construcciones, como si ocurrió con otros grandes gobernantes del país del Nilo. Su importancia radica en el hallazgo, prácticamente intacto, de su tumba el 04 de noviembre de 1922 por el arqueólogo Howard Carter.
¿QUIÉN FUE TUTANKHAMÓN?
Tutankhamón era hijo de Ajenatón (o Akenatón) conocido como «el faraón hereje» por instaurar una suerte de monoteísmo. Ajenatón elevó al dios Atón como el único dios del reino de las dos tierras.

Tutankhamón sucedió su padre en el trono con unos nueve o diez años, actuando como regente hasta que el niño alcanzase la mayoría de edad Ay.
Reinó unos diez años, pues murió muy joven, de ahí que sea conocido como «el faraón niño». Tutankhamón perteneció a la XVIII Dinastía y con él se inauguró uno de los periodos más brillantes: el Reino Nuevo (aproximadamente entre el 1550-1070 a.C.)
Cuando el joven faraón accedió al trono de Horus, lo primero que hizo fue cambiarse el nombre (pues su nombre original era Tutankhatón, imagen viva de Atón) por Tutankhamón «imagen viva de Amón» restableciendo así el culto a Amón y volviendo a encauzar el país hacia las creencias tradicionales. Además, para hacer efectiva esta restauración, promulgó un edicto de restauración, en el que recogía su cambio de nombre. Este decreto se encuentra hoy en el Museo Egipcio de El Cairo y fue tallado en una enorme estela consagrada a Amón en el templo de Karnak.

En el año 1327 a.C. el faraón falleció con sólo diecinueve años por causas que aún no se conocen con exactitud a pesar de las numerosas pruebas médicas y estudios que se han ido realizando en los últimos años. Se enterró en una pequeña tumba en el Valle de los Reyes conocida hoy como KV62.
UN DESCUBRIMIENTO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA
El 04 de noviembre de 1922, Howard Carter se topó con los primeros peldaños que conducían a un pequeño hipogeo que resultó ser la tumba del faraón niño, tanto tiempo buscada por diferentes arqueólogos.

Días después del descubrimiento, Carter junto a Lord Carnarvon (mecenas de Carter), parece ser que la hija de éste y varias personas más, se introdujeron en la tumba antes de la «apertura oficial» para inspeccionar el lugar y comprobar que aquello que habían encontrado en realidad era un únicum y merecía la pena, pues se tenía a la prensa convocada para que presenciasen el momento. Será en este momento cuando, con mucho cuidado y tras abrir una oquedad en el pared que daba a la antecámara, se produce la famosa conversación entre Carnarvon y Carter: «¿Ve usted algo?/Si, cosas maravillosas».

La excavación duro nada mas y nada menos que diez años y se encontraron hasta 5.398 objetos que formaban el ajuar funerario de Tutankhamón. Tan meticulosa fue la labor de excavación y el vaciado de la tumba que Carter estableció un protocolo, sabedor de la importancia de su hallazgo. Se numeró cada objeto o grupos de objetos, se fotografiaron in situ (con y sin numeración), se situó su ubicación en un plano de la tumba, se apuntaron los detalles en fichas numeradas y, finalmente, se trasladaban al taller de restauración que se había montado a las afueras de la tumba, aunque si el objeto necesitaba un tratamiento urgente antes de moverlo o trasladarlo fuera de la tumba, se trataba con parafina para reforzarlo y no correr el riesgo de dañarlo y perderlo.

Llama la atención como en una tumba de dimensiones tan modestas se puedo encontrar un tesoro de tal envergadura. El hipogeo del faraón constaba de una escalera de acceso, un pasillo que se adentraba unos 7 metros bajo el valle, una sala anexa, la cámara funeraria y otra sala anexa, esta ultima bautizada pro Carter como «el tesoro» por la riqueza de objetos que contenía.
A grandes rasgos, esto es lo que Carter y su equipo encontraron en las diferentes salas de la tumba:
Antecámara. Lechos rituales, carros desmontados, un busto con el rostro del gobernante, cajas y arcones con una riquísima decoración o el trono dorado.


Sala anexa. Una gran cantidad de objetos, desgraciadamente muchos de ellos fragmentados, como vasijas, figurillas o muebles. También se halló en este lugar una especie de despensa con alimentos para asegura el sustento del faraón en el mas allá (vino, cereales, legumbres, aceites o ungüentos)
Cámara funeraria. En ella se localizaron hasta cuatro capillas doradas que protegían el magnífico sarcófago del faraón cubierto por tres ataúdes, además de la bellísima máscara mortuoria de oro macizo y piedras semipreciosas.

El tesoro. Entre los objetos aquí hallados podemos destacar la capilla revestida de pan de oro con el cofre contendor de los cuatro vasos canopos que guardaban las vísceras del rey.

El descubrimiento suscitó un enorme interés y gran revuelo mediático en todo el mundo. Corresponsales enviados de todos los puntos del planeta querían ser testigos de es hito histórico. Pero este revuelo no quedó exento de polémica pues, para evitar el acoso, Lord Carnarvon firmó un contrato en exclusiva con The Times, además un 75% de todos los ingresos que el periódico obtuviese por la publicación de sus artículos en todo el mundo.
HOWARD CARTER Y LORD CARNARVON
Howard Carter nació en Kensignton en 1874. Su padre era un conocido dibujante de animales,que formó a su hijo en este campo, cosa que después le fue muy útil como egiptólogo.
Con tan solo 17 años, Carter viajo por primera vez a Egipto como ayudante del arqueólogo Percy Newberry, que excavaba en Beni Hasan. La habilidad del joven para reproducir las decoraciones de las tumbas impresionaron a Newberry, que dio buenas referencias sobre él para futuros trabajos. Un año después, Carter colaboraba con Flinders Petrie en Amarna.

Tras pasar unos años con un egiptólogo suizo en Deir el-Bahari, en 1899 fue nombrado Inspector Jefe del Servicio de Antigüedades para el Alto Egipto.
Justo cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera, ocurrió un hecho que lo hundió en la miseria. En 1905, unos franceses pasados de copas intentaron entrar sin pagar en una de las tumbas de Saqqara, provocando que los guardianes de la tumba dieran una buena tunda a los franceses. Carter defendió la actuación de los vigilantes que, al fin y al cabo estaban contratados para velar por la seguridad del lugar, pero lo que trascendió fue que Carter apoyó a unos africanos que agredieron sin motivo a unos franceses. Carter se vio entonces solo, apartado de la comunidad científica y despreciado, por lo que tuvo que sobrevivir unos años gracias a sus dibujos y acuarelas y también con algunos trapicheos de antigüedades en Luxor.
En su momento más bajo, entró en su vida Lord Carnarvon. Este noble ingles viajó a Egipto por recomendación médica. Pero Carnarvon se aburría soberanamente en el país del Nilo y decidió patrocinar algunas expediciones arqueológicas. En la búsqueda de algún arqueólogo competente surgió el nombre de Carter. Y aquí comenzó una relación de casi tres lustros.
El primer proyecto conjunto fue la excavación de la necrópolis de Gurna, en la orilla occidental de Tebas. Se sucedieron diversas campañas con mayor o menor éxito, hasta que en 1914, un rico americano que tenía la exclusiva de las excavaciones del as necrópolis reales de Tebas, abandonó los trabajos al creer que aquel lugar no tenia nada que ofrecer, pero Carter estaba seguro que se equivoca, por eso puso su ojo en la zona. Y es que, alguno documentos y hallazgos localizaban pro la zona la tumba del faraón niño.
No será hasta 1917 cuando se comiencen los trabajos en la zona, atrasados por el estallido de la I Guerra Mundial. Tras cuatro años de hallazgos casi irrelevantes, Carnarvon decidió poner fin a su aventura arqueológica y abandonar Egipto, pero Carter lo convenció para que financiase una última campaña.
La campaña empezó en noviembre de 1922 y, justo tres días después de su inicio, apareció al huella del primer escalón de acceso a lo que parecía una tumba. Al día siguiente, se toparon con la parte superior de una pared donde se podía ver la impronta de numerosos sellos reales, pero desgraciadamente estaban tan dañados que no se podían identificar.
Se avisó a Lord Carnarvon del descubrimiento, que inmediatamente viajo a Egipto junto a su hija, Lady Evelyn (que se convirtió en gran amiga y confidente de Carter), llegando el día 23. El 24, mientras se limpiaban los escalones, fueron testigos de la aparición de un acceso tapiado donde, ahora sí, podía leerse el nombre de Tutankhamón. Carter había logrado lo que tanto había anhelado durante años, encontrar la morada eterna del faraón niño.

Tras años de excavación, el último objeto de la tumba salió en 1929, mientras que la consolidación de todos ellos se prolongó hasta 1932. Un año después, se publicó el tercer volumen de lo que Carter quería que fuese una amplia serie de libros que recogiesen, de manera pormenorizada, todo el proceso de descubrimiento, excavación, extracción de piezas y de los múltiples trabajos realizados en la tumba. Desgraciadamente, falleció en 1939 y no pudo finalizar esa ambiciosa colección de seis volúmenes.
A día de hoy aún se siguen realizando estudios y publicaciones sobre los objetos del amplísimo ajuar de Tutankhamón.
DESMONTANDO LA TUMBA DEL FARAÓN NIÑO
El hipogeo tenia unos 3,7 metros de alto y no llega a los 8 metros de ancho. En total, su volumen es de 277 metros cuadrados y unos 30,8 metros de longitud.

Resulta imposible incluir en un sólo artículo todos y cada uno de los objetos encontrados en la tumba y su descripción. Por ello, y a modo de ejemplo, se han seleccionando algunos de los más relevantes.
ATAÚDES PARA EL DESCANSO ETERNO DE UN REY
Hasta tres lujosos ataúdes se usaron para el descanso eterno del rey del Alto y Bajo Egipto. Se encontraron uno dentro de otro, al modo de las famosas matrioshkas rusas. Estos estaban resguardados por una capilla.
El primer y segundo ataúd son de madera, enyesada (cubierta de yeso) y dorada. Precisamente el segundo muestra una riquísima decoración usando cristales coloreados, tanto en el pañuelo nemes como en las plumas de las alas de la diosa Nejbet.
El último ataúd, que guardaba la momia del soberano, es de oro macizo. Nada más y nada menos que 110 kilos de peso. Y no sólo eso, además cuenta con incrustaciones de piedras semipreciosas.
LA MÁSCARA MORTUORIA MÁS BELLA DE LA HISTORIA
Con 54 cm. de alto y un poco mas de 10 kilos de peso, esta mascara de oro macizo y piedras semipreciosas cubría el rostro de la momia del faraón. Esta fantástica máscara está realizada a través de dos hojas de oro superpuestas. Hay que apuntar que, para los egipcios, la piel de los dioses era dorada, de ahí que esta máscara y muchas representaciones de faraones aparezcan con la piel en ese tono.
Es increíble el detallismo en el rostro del rey, completamente idealizado como era costumbre. El blanco de los ojos está realizado con cuarzo trasparente. El detallismo es tal que hasta se puede apreciar cierto enrojecimiento en los lacrimales y el rabillo del ojo, para dar mayor realismo al rostro. Este realismo es típico del arte del periodo de Amarna. El rabillo del ojo y las cejas están realizados con lapislázuli.
Barba y orejas fueron añadidas posteriormente. Las orejas presentan agujeros y es que en la corte de Tutankhamón estaba de moda que los hombres de la realeza llevasen pendientes. En el momento del descubrimiento de la mascara, estos agujeros estaban cubiertos con unos discos realizados en hojas de oro, que emularían esos pendientes.
El rostro idealizado del faraón está tocado en el nemes, el pañuelo de rayas azules horizontales propio de la realeza egipcia.
Podemos ver los símbolos del Alto y Bajo Egipto en la máscara, como la cabeza de buitres de la diosa Nejbet y la cobra de Uadyet. Ambas son de oro de macizo con incrustaciones.
En la parte posterior de la máscara, además del pico del nemes, se puede leer un texto jeroglífico que corresponde al capitulo 151 del «Libro de los Muertos» y que se recitaba en el momento de poner la máscara mortuoria sobre el difunto.

UN TRONO DIGNO DE LOS DIOSES
Este trono ceremonial apareció en la antecámara, que contenía entre seiscientos y setecientos objetos.
Sobre un delicado fondo dorado emergen las figuras de los esposos reales: Tutankhamón y Anjesenamón, representados en bajorrelieve, usando la técnica del tallado y la incrustación.
Ambos visten ropajes tratados con plata y las zonas del cuerpo que quedan visibles están realizadas con incrustaciones de pasta vítrea en tono rojizo y azula para los tocados y casquetes.
La pareja real está protegida por el disco solar, radiante, de cuyos rayos salen unas manos que dan vida a los soberanos, materializándose a través del anj.

La composición y el tratamiento de los soberanos es indudablemente fruto del estilo de Amarna, un estilo realista y que se puede distinguir por rasgos como los vientres fláccidos, los cráneos alargados y rostros con trazos muy marcados.
UN AJUAR PARA LA ETERNIDAD
Mención aparte merece el increíble ajuar que debía acompañar a Tutankhamón a la otra vida: joyas, pectorales, artículos de uso personal, abanicos, armas, ushebtis…

Después de miles de años sellada, y pese a haber sufrido dos saqueos en los años posteriores al enterramiento del faraón, entre los objetos de ajuar se han encontrado algunos realizados con material aparentemente perecederos, como los veintisiete pares de guantes, ricos vestidos e incluso piezas de ropa interior.

Algunos de los objetos más curiosos que formaban parte de este ajuar son un estuche de afeitado o un botiquín.
La música también tenia un papel importante y, además de sistros y otros instrumentos, había dos trompetas intactas que, como curiosidad, fueron tocadas en directo en un programa de la cadena británica BBC en 1939 por un músico militar, haciendo uso de boquillas modernas.

CURIOSIDADES Y FALSOS MITOS
Los trabajos de excavación y extracción de piezas fue arduo y meticuloso y Carter lo sabía. Por eso se rodeó de un equipo interdisciplinar entre los que se encontraban: Arthur Meis (egiptólogo), Alfred Lucas (químico), Henry Burton (fotógrafo), Arthur Callender (ingeniero) y Alan Gardiner (filólogo).
En 2016, unos análisis realizados mediante radar, detectaron materia orgánica en unos espacios vacíos anexos a la sala donde se encontraba el sarcófago del faraón, siendo dos cámaras ocultas que podrían pertenecer a tumbas de miembros de la familia real, posiblemente al enterramiento femenino.
En la tumba, además de encontrase la momia de Tutankhamón, aparecieron dos fetos momificados que parecían pertenecer a dos hijos no natos del faraón. Se estudiaron en 1920 y, después, desaparecieron misteriosamente. Hasta quince años después no volvieron a aparecer en un hospital de El Cairo. Se realizaron estudios de ADN que confirmaron que, efectivamente, eran hijos de Tutankhamón.
Uno de los grandes bulos alrededor del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón es la famosa maldición. Nunca existió. No todos los participantes en la excavación murieron en extrañas circunstancias al poco tiempo de abrir la morada eterna del faraón. Cierto es que Lord Carnarvon falleció al poco tiempo, pero fue por la infección que contrajo en una picadura de mosquito que se cortó al afeitarse. Es más, a finales de los años 90 falleció el último de los miembros del equipo, que es el niño que lleva el pectoral del faraón en una famosa foto.
Otra mentira es la del niño aguador, que precisamente tenía como protagonista a este niño con el pectoral. La historia la contó Carter en una conferencia de 1924 en Estados Unidos. Esto se publicó en un periódico y, de ahí, se expandió por todo el mundo, llegando incluso hasta nuestros días. En muchas publicaciones y/o documentales siguen aludiendo a esta historia como verdadera.
Para terminar, otra leyenda urbana. La protagonizó Richard Adamson, un militar que parece ser colaboro con Carter. Este señor se dedicó a dar conferencias entres los año 40-60 contando su experiencia. Narraba como, estando dentro de al tumba a modo de vigilante, escuchaba ópera con un gramófono que Carter le había dado. Pues bien, esto es completamente falso, pues nunca estuvo en Egipto. Pero tan lejos llegó el bulo que incluso llego a ser recibido por Isabel II en el palacio de Buckingham.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
Colección «Arqueología» Volumen «Tutankhamón». National Geographic. RBA. 2017.
CORDÓN I SOLÁ-SAGALÉS, IRENE: «El Antiguo Egipto. Los primeros imperios de la Historia» Tomo 1 de la colección «Descubrir la Historia». SALVAT. 2016.
FASSONE ALESSIA; FERRARIS ENRICO «Grandes civilizaciones. Egipto». RBA. 2008.
Podcast «Dentro de la pirámide». Nacho Ares. Episodio 5 «El descubrimiento del siglo. Tutankhamón». 02 de nivembre de 2020.
HISTORIA NATIONAL GEOGRAPHIC
https://historia.nationalgeographic.com.es
MUSEO EGIPCIO DE EL CAIRO: https://egyptianmuseumcairo.eg/emc/
Una respuesta a «100 años del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón»
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