Hoy es 14 de abril. Hace 93 años que se proclamó la II República en España. Surgió como un soplo de aire fresco ante un largo periodo de Restauración Borbónica (1874 – 1923) en el cual los partidos dinásticos que Alfonso XII y Cánovas del Castillo aceptaron como legítimos, dejando al margen a una gran diversidad de ideologías y nacionalismos.
Una época en la que el gobierno se lo repartían entre dos, los liberales y los conservadores, mediante unas elecciones viciadas basadas en el caciquismo y la corrupción. Una época en la que ni los catalanes, ni los vascos, ni los obreros y ni los socialistas, ni los emergentes anarquistas y los pensamientos marxistas tenían cabida.
Un periodo turnista y poco representativo que duró más de lo esperado y que estalló en el momento en el que Primo de Rivera se alzó como dictador siguiendo el patrón común: el golpe de Estado. Dejaban atrás un intento de I República (1873- 1874) que nació muerta debido al poco interés parlamentario que había en mantenerla.
A pesar del mal papel que había protagonizado la última borbona, Isabel II, algunos españoles seguían defendiendo el trono monárquico de intentarlo una vez más con la esperanza de que su hijo, Alfonso XII, lo hiciera un poco mejor. De ahí el nombre de Restauración Borbónica; intentarlo de nuevo con otro borbón.
De ese 14 de abril de 1931 surgió un nuevo espíritu democrático que recogía, esta vez sí, a todos los españoles y españolas del país. La ciudadanía salió a la calle para celebrar este nuevo gobierno y el exilio de Alfonso XIII. Por primera vez en la historia de España teníamos una república democrática basada en la igualdad y la tolerancia.
De ese sueño hecho realidad nació la constitución de 1931, corta y concisa a la par que ambiciosa, la cual pretendía solucionar los problemas históricos que España estaba sufriendo desde hacía ya un siglo.
- Problemas agrarios, sociales y eclesiásticos.
- Problemas con el ejército atrasado y saturado que estaba perdiendo sus últimas batallas en el frente rifeño y que poco impresionaba al resto de países enemigos.
- Problemas con la alfabetización y sobre todo, con el problema histórico que nos concierne; el territorial autonómico.
Poco duraron estas reformas progresistas que Manuel Azaña y su gobierno tomaron para el país. El gobierno de la CEDA (Confederación Nacional de Derechas Autónomas) en 1933 deshizo lo que habían hecho un par de años antes el gobierno progresista.
O al menos lo intentaron con una serie de contrarreformas. Pero lo más peligroso de eso, fue la entrada al ministerio de personajes como Gil Robles o Francisco Franco, con rasgos filofascistas. Este gobierno aumentó las tensiones y polarizó las ideologías unificando los partidos de izquierdas en el Frente Popular, quienes intentaron reparar los daños y contrarreformas causadas por la CEDA en el gobierno de 1936.
En ese mismo año, en cuestión de unos pocos meses, Franco, Mola, Sanjurjo y unos cuantos militares más, dieron un golpe de Estado a esta legítima república para acabar con ella.
Lo que no esperaban era la reacción del gobierno, del pueblo y de toda esa España que salió a la calle arma en mano a defender esta soberana república que había sido fruto del vientre de todos los españoles y españolas que querían progresar y sentirse representados en el parlamento.
Una gran mayoría de España resistió, intentó por todos los medios que aquel golpe de Estado no tuviera un final complaciente para los golpistas. Panaderos, labradores, agricultores y un largo etcétera de profesiones de a pie que nada tenían que ver con el ejército y el sector militar, se armaron para salir a las calles a combatir y a intentar parar el fascismo.
La negativa de países demócratas como Francia o Gran Bretaña a ayudarles fue crucial, puesto que Alemania, Italia y Portugal sí tendieron su mano a los mal llamados nacionalistas, quienes recibieron armamento y ayuda militar para luchar contra la República.
Tres largos años de Guerra Civil fueron testigos de estas tensiones. Las fotografías de Robert Capa y los textos de Hemingway inmortalizaron esta guerra que finalizó el 1 de abril de 1939 con la firma del último parte de guerra.
Y a partir de ese momento, Francisco Franco, quien había sido proclamado Caudilllo de España mientras durase la guerra, alargó su mandato hasta nada más y nada menos que 1975. Un largo periodo dictatorial que dejó atrás más muertes que la propia guerra.
Sobre todo, en el primer periodo del nacional sindicalismo en el que la represión institucionalizada y los fusilamientos se convirtieron en el pan de cada día para un país silenciado y asesinado. Miles y miles de españoles murieron en esta época de posguerra en la que el hambre fue la peor de las enfermedades.
Franco pronunció palabras tan duras como que no le importaría matar a media España para pacificarla. Para él, los nacionalismos periféricos, los obreros socialistas, republicanos, marxistas, todo aquel que no fuera católico, los sindicalistas… en resumidas cuentas, todo aquel que no fuera cercano a su régimen, era considerado enemigo. Y desencadenó la tragedia.
España, hoy en día, está levantada sobre las fosas comunes de todos estos cadáveres que fallecieron en la época de Franco. Cuerpos enterrados y soterrados unos encima de otros, en sacas en las que se entremezclan los huesos con la cal.
El hecho de que los golpistas ganaran esta Guerra Civil silenció el periodo de la República hasta el punto de borrar a todos sus partidarios de las actas oficiales. Personas que no existían. Muertes que se producían por arte de magia. Asesinatos de Estado legales, en los que el fusilamiento se conocía como un acto de ajusticiamiento.
![14 de abril](https://lacamaradelarte.com/wp-content/uploads/2024/04/image3-1.jpg)
Desde el Museo de Prehistoria de Valencia y de la mano del grupo de arqueología ArqueoAntro, se están abrieron estas fosas, curando estas heridas silenciadas durante la dictadura franquista. Es un problema que nunca hemos acatado como país y un tema tabú del que siempre hemos intentado huir, argumentando que se trata de algo innecesario que reabre heridas.
No obstante, cuando estás en una fosa común o en la exposición que el grupo de arqueólogos ha llevado hasta el museo, no ves la herida (para nada) curada. Ves como emana la sangre a borbotones, como la herida sigue latente, como el pasado está en el presente.
Gracias a la exposición “Arqueología de la Memòria”, podemos contemplar el resultado de estas exhumaciones. No se trata de la exposición frívola de los huesos ni mucho menos. Es una exposición que arropa, que acerca, que pone cara y nombre a todos esos asesinados por el franquismo.
Se pueden observar restos de ropa, cartas escritas a mano de civiles encarcelados por ser “rojos” y que iban dirigidas hacia sus familiares, fotografías de hombres que fueron fusilados de la noche a la mañana, juguetes que muchos padres hicieron en sus últimas horas de vida como legado para sus hijos.
Restos materiales encontrados en fosas comunes del cementerio de Paterna se exponen a lo largo de cuatro salas que nos trasladan al pasado. Más que recomendable, la exposición invita a la reflexión, a la importancia de la Memoria Histórica en la actualidad, a las políticas de exhumación y a la justicia de entregar los cuerpos y restos perdidos durante décadas a las familias de las víctimas, que necesitan hacer las paces con su pasado.
![14 de abril](https://lacamaradelarte.com/wp-content/uploads/2024/04/image1-1.jpg)
No se trata de reabrir heridas, se trata de cerrarlas. De restaurar el silencio dando voz a aquellos que nunca tuvieron un entierro digno, un hueco en la memoria oficial.
Y hoy, 14 de abril, reflexiono sobre el hecho de que esta II República democrática, igualitaria, plurilingüe y laica no tiene lugar en la Memoria de un país actualmente demócrata. No recordamos de manera oficial a todas estas víctimas que la dictadura nos arrebató.
Aunque hoy en día tengamos una monarquía parlamentaria, me sorprende el hecho de no recordar un momento como aquel 14 de abril en el que un país entero tuvo un mismo sueño y lo hizo realidad. Y que esos soñadores estén, en una desconocida mayoría, enterrados en fosas sin memoria alguna, me espanta.
Porque, a pesar de las discrepancias entre monarquía o república que podamos tener actualmente, somos un país levantado en democracia y constitución, en el parlamentarismo político y el entendimiento. Por lo tanto, no se concibe tener un trozo tan extenso de nuestra Historia, una cantidad indecente de represaliados, todavía enterrados en fosas comunes, silenciados e ignorados.
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El pasado no se puede cambiar, es obvio, pero si podemos aprender de él. Y podemos restaurarlo como sociedad, entregar los restos a las familias, dignificar nuestro país y levantar nuestra democracia a un plano más asertivo.
Que aquel 14 de abril siga sirviendo de ejemplo de país unido, y para eso, es fundamental que los que hicieron y protagonizaron ese 14 de abril, salgan de las cunetas y tengan un hueco en la Historia.