INTRODUCCIÓN
En los agitados tiempos que corren, donde nada sobre nuestro futuro tiene respuestas claras y el presente no nos ofrece, por ahora, un panorama alentador, donde las noticias que se suceden ante nuestros ojos son a cada día que pasa más fatídicas y desesperanzadoras, a la población aún le quedan, afortunadamente, medios con los que evadirse temporalmente de la realidad, y uno de ellos es, sin duda, el Arte. Escuchar una canción, apreciar un cuadro, ver una función teatral o contemplar durante un rato la arquitectura en la que vivimos inmersos son unas pocas de las tantas actividades que ofrece este vasto y rico mundo, múltiple en sus modalidades, diverso en sus enfoques e inagotable en sus fuentes y resultados.
Uno de los planes que más resuenan en aquellos amantes del Arte que buscan en él, además de un pequeño momento de escape, un tiempo de reflexión consigo mismos o en buena compañía, son las exposiciones permanentes o temporales, y lo más común es que casi todos piensen al leer esto en las organizadas por las clásicas instituciones artísticas, como los museos, las fundaciones y los centros culturales, tales como el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza o el Caixaforum (por solo citar los que más suelo frecuentar a título personal). ¿Saben ustedes, queridos lectores, la cantidad de Arte que se están perdiendo sus ojos si solo acuden a los espacios más tradicionales? Mucho, les voy avisando.
Hay varios ámbitos que, si bien tienen ya un considerable recorrido en la Historia del Arte, aún son concebidos en la mente de muchos visitantes como lugares cerrados al público general no en el sentido literal de la palabra, sino en el mental. Estoy pensando, sobre todo, en las galerías y las salas de las asociaciones, lugares que no paran de ver expuestas nuevas obras en su territorio, ya que su eje rector son las exhibiciones temporales para promocionar la obra de artistas por lo general no tan conocidos en la escena artística. Empiecen a entrar sin miedo a las galerías, contemplen las obras de los artistas representados, paséense por las salas de las asociaciones culturales… solo así podrán no pasar por alto eventos tales como la acogedora exhibición “Ángeles y cielo” y otras del estilo.
LA ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PINTORES Y ESCULTORES
Todo este preámbulo nos permite introduciros, si no la conocéis ya, una de las más vetustas, notorias y honorables asociaciones de España dedicadas a la difusión, promoción y afianzamiento de grandes talentos de nuestro país que todavía permanecen ensombrecidos en el contexto general: la Asociación Española de Pintores y Escultores. A fecha de 2025, cumple la redonda cifra de 115 años, ya que fue fundada en Madrid en 1910 por iniciativa del pintor Eduardo Chicharro, que contó con el apoyo de los artistas Miguel Blay y Cecilio Pla, y en cuya Acta Fundacional figuran nombres los de Joaquín Sorolla, Mariano Benlliure o Francisco Pradilla.
Su presidente actual es José Gabriel Astudillo López, que lleva en el cargo desde 2012; en la vicepresidencia está desde 2018 Juan Manuel López-Reina Cosso, y, finalmente, como secretaria general se encuentra M.ª Dolores Barreda Pérez, en el puesto desde 2012, igual que Astudillo. Completamente movidos por la promoción cultural y artística sin ánimo de lucro, desde sus inicios la AEPE ha buscado dar a conocer la obra de aquellos pintores y escultores que, independientemente de practicar un estilo u otro, de inclinarse hacia la figuración o la abstracción, no gozan de un reconocimiento amplio en nuestro país, dándoles así una brillante oportunidad en sus carreras.
Además de exposiciones temporales en diversas salas, destacando la sala “Eduardo Chicharro” de la sede principal de Madrid, la asociación celebra a lo largo del año diversos certámenes con temáticas bien marcadas y bases perfectamente definidas. El más conocido de todos y con mayor trayectoria es el Salón de Otoño, que cumple este año 92 ediciones desde que fuera convocado por vez primera allá por 1920. Además de tan importante encuentro del Arte desarrollado en España, completan el calendario otros eventos como el Salón de Primavera de Valdepeñas, el Certamen de Artes Plásticas “San Isidro”, el Salón de Arte Abstracto o el Salón de Arte Realista.

De entre los numerosos premios con que se reconoce el talento de los artistas merecedores de tal honor, el más trascendental es, sin duda, el Premio Reina Sofía de Pintura y Escultura, llamado Premio Princesa Sofía desde su primera entrega en 1964 hasta que se acordara su renombramiento en 2014. Inicialmente ligado al Salón de Otoño, bajo la presidencia de Astudillo ha ganado una mayor autonomía a la que ha contribuido el patrocinio de Google, siendo la AEPE la única asociación del mundo en tenerlo, y el inestimable apoyo de Su Majestad la Reina Doña Sofía, presidenta de honor de la misma. Se consiguió con todo ello hacer de este histórico galardón una oportunidad dorada para la creatividad artística en España.
No podemos olvidar mencionar la existencia de la Gaceta de Bellas Artes, publicación con que la AEPE informa al público de los principales eventos, actividades y conmemoraciones que se van a llevar a cabo cada mes. En el número de abril de 2025, además de abordar las biografías de personas importantes para la historia de la asociación, se anuncia la inauguración el 1 de abril de la exposición “Ángeles y cielo” de los artistas granadinos Antonio Espigares y Tatiana Suárez, celebrada en la mencionada Sala “Eduardo Chicharro” hasta el próximo martes 15 de abril. Es esta muestra la verdadera protagonista del artículo, y toda la presentación de la AEPE de los párrafos anteriores nos ha servido para, además de ahondar en su historia y cometidos, introducir adecuadamente una de las muchas exposiciones con que se enriquece su nutrida agenda.
EL PLUMÍFERO DÚO DE ANTONIO ESPIGARES Y TATIANA SUÁREZ

Quienes han leído algunos de mis anteriores artículos, como el de Art Battalion VIII, la exposición “Punto & Arte” del hotel VP SOGNIO Metropolitano o “100% L’EXPO Madrid” del Institut Français, habrán podido ver que acostumbro a analizar a los artistas de cada evento individualmente, dándoles el espacio que se merecen. Hay veces en las que es imposible desligar a determinados individuos que, por trabajar en grupo o por unir sus fuerzas en una exhibición conjunta, me llevan a tomar la decisión, espero que acertada, de abordar sus figuras de forma entrelazada, eso sí, atendiendo a sus cuestiones propias cuando la ocasión lo solicite.
“Ángeles y cielo” es un proyecto que se llevaba planificando desde hace un año aproximadamente, como nos declaró la propia Tatiana, a quien agradezco enormemente tanto su carácter abierto y sincero al hablarme de su trayectoria y responder las preguntas que le fui realizando, como su infinita amabilidad, cálida acogida y maravillosa sonrisa. Antonio Espigares y Tatiana Suárez, a quien llamaremos de ahora en adelante por el apodo que está comenzando a adoptar, Tatiana Akila, son viejos amigos y compañeros del instituto de diseño gráfico que han retomado el contacto a nivel personal y artístico, y han aunado esfuerzos para sacar adelante esta humilde pero intensa muestra de sus preocupaciones y estilos.
Si este proyecto no ha podido salir adelante anteriormente se ha debido, principalmente, a que ambos artistas cuentan con unos horarios muy apretados, como es habitual en el mundo del Arte, al que hay que dedicarle largas y duras jornadas para conseguir resultados y poder llegar al público para, de esta manera, ir abriéndonos paso paulatinamente. Antonio Espigares, en concreto, cuenta con una agenda en la que la pintura es solo una de las tantas vocaciones que copan su tiempo, pues él de formación, amén de especializarse en diseño de interiores, está vinculado al arte dramático, habiendo realizado diversos cursos de interpretación, expresión corporal, voz, dramaturgia e incluso flamenco, lo que le ha permitido realizar papeles como actor, ser presentador de televisión y modelo fitness.
En un momento de su vida, Espigares comenzó a practicar la pintura como terapia, como un ejercicio con el que conocerse mejor a sí mismo y un medio en el que proyectar su incansable trasiego mental, pero hace unos dos años y medio, tras poder disfrutar de un periodo de descanso, sintió la llamada y retomó seriamente la actividad pictórica hasta el punto de llegar a exponer sus obras en Málaga, Madrid, Roma y Nueva York, en ese orden. Desde allí ha regresado a su Granada natal, y, acto seguido, viajado de nuevo a Madrid, esta vez de la mano de Tatiana, para seguir afianzando su faceta de pintor a nivel profesional, engrosando su ya de por sí heterogéneo currículum.

Seguro que muchos os estaréis preguntando si su experiencia en la interpretación tiene influjo en su estilo pictórico o en la elección de sus temáticas, y la respuesta por su parte es concisa y directa: “que yo sepa, no”. En la misma entrevista de la que extraigo estas palabras, realizada para Multicanal Radio, argumenta que, a diferencia de un cuadro, en el mundo actoral tienes que amoldarte al papel que te dan, perdiendo así una buena parte de la libertad que sí ofrece la pintura. En este medio, Antonio no solo desarrolla un estilo personal y elige el tema que tratar, sino que, además, siente lo que desea transmitir como en ninguna otra modalidad.
Bajo el paraguas de “Ángeles y cielo”, Antonio se ha focalizado en pintar una serie de lienzos con su técnica predilecta, el acrílico, cuyos motivos principales son las alas, aquellas que, como señalaron él y el presidente de la AEPE durante la inauguración, no solo otorgan a su portador la libertad de viajar y llegar al destino que se propongan, sino que sus etéreas plumas ofrecen también protección durante el periplo celestial.
Sobre unos fondos abstractos de gamas predominantemente frías, el artista granadino afina sus pinceles para modelar unas alas formadas por plumas de gruesas y empastadas pinceladas cuyos pronunciados relieves aportan tridimensionalidad al soporte. A estas se suman plumas de verdad que, además, como se diría en lenguaje teatral, rompen la cuarta pared al sobrepasar los límites físicos no solo de la tela, sino también del marco, como vemos en Ángel blanco.

Si bien utiliza en general formatos apaisados, como en Ángel en N.Y., una de las obras que, bajo mi punto de vista, más atrae a la mirada es Ángel dorado, que se compone de dos lienzos circulares, llamados tondos en nuestra jerga, que forman un pendant con visos de simetría. Las áureas y relucientes alas, proyectadas en direcciones opuestas, resaltan sobre el fondo de bandas abstractas en las que, dentro de la tónica fría general, se cuelan unas franjas anaranjadas que recuerdan el atardecer. Algunas de las más amplias, empastadas y alargadas pinceladas de Antonio se encuentran en esta pareja de lienzos, delineando verdaderas cascadas ascendentes cuyos enérgicos tramos parecen querer desbordar el margen superior.

Muy destacable es también El bien contra el mal, que plantea juegos de contrastes a varios niveles ya desde el propio título. Dos alas, una de gamas blancas y otra de tonos negros de la que caen un par de plumas tangibles, se enfrentan en el cielo teniendo como intermediario al sol, que irradia sus cálidos rayos en armónico descenso. El color rojo, aplicado mediante brochazos en la parte inferior y gotas y ríos de dripping a modo de sangre en el ala oscura, genera una llamativa armonía visual con el negro. Esa misma ala del mal despliega un esquema compositivo, también presente en el ala del bien y otras del conjunto expositivo, mediante el cual las plumas terminan en remates redondeados que se van afilando según se acercan a la base.

Tatiana Akila, por su parte, tiene un muchísimo mayor recorrido en el terreno pictórico, pues lleva pintando, según sus padres, desde los cuatro años de edad, ha estado participando en concursos desde 1979 y ha celebrado exposiciones colectivas e individuales por varias décadas no solo en España, sino en el mundo entero. Fue a través de sus palabras en el propio espacio de la sala “Eduardo Chicharro” que pudimos conocer en mayor profundidad todo el proceso que había llevado finalmente a la celebración de esta exposición tras un año de habérselo propuesto a Antonio.
En un periodo histórico como el que vivimos ahora, tan convulso, incierto y malo con la tierra que nos da la vida, se hace todavía más necesario transmitir mensajes como los de los sueños y la libertad por medio del Arte, uno de los pocos ámbitos que aún son capaces de transmitir a nuestra alma serenidad, calma y reflexión. Tatiana piensa que este nuestro mundo “necesita mensajes de paz, amor y espiritualidad”, valores que se encuentran en la base del estigma de esta vibrante artista, quien, además de irradiar un aura de bondad y cercanía, siempre muestra en las exposiciones un grado sumo de compañerismo, una sensibilidad estética extraordinaria y unas ganas férreas de luchar por dar a conocer en la escena internacional tanto su nombre como el de otros artistas compañeros.

A lo largo de sus numerosos viajes, Tatiana se ha sentido atraída por latitudes diversas, destacando los países orientales, inspiradores de una exposición anterior bastante reciente titulada “Países lejanos”, formada por doce obras centradas en países como Egipto, Japón o India, dando cabida también al continente africano y Venecia, colorida ciudad que da título a una de las pinturas de “Ángeles y cielo” que más me embelesaron y una de sus preferidas. En esta tesitura, alguien llegó a decirle a nuestra artista granadina, textualmente, “Tú tienes antepasados egipcios”, y ha habido quienes la han llegado a catalogar por su temática y estilo como “simbolista” y “surrealista”, mas ella nunca ha gustado de ser etiquetada, siendo esto en la Historia del Arte un vicio que todavía debemos expurgar y redimir, sobre todo, quienes nos dedicamos al Arte contemporáneo.

Evitando usar denominaciones concretas para definir la esencia artística de Tatiana Akila, aplicando en cada momento las consideraciones oportunas, pero sin ofrecer lecturas e interpretaciones cerradas, es la manera óptima y más adecuada de analizar la obra de la granadina. En el plano técnico sí podemos dar nociones objetivas, empezando con que ella abraza toda clase de técnicas sin discriminar ninguna, y si bien su favorita es el óleo, para “Ángeles y cielo” ha optado, igual que su compañero, por el acrílico en la mayoría de los lienzos, de secado más rápido.

No obstante, decimos mayoría porque sí que hay algunas obras puntuales pintadas al óleo, sobresaliendo La mándala y el colibrí, un impactante juego de colores vibrantes y llamativos cuyo trasfondo nos permite valorar esta tela todavía más. Es una de sus producciones estrella realizadas durante su estancia de dos años en Costa Rica, país cuyos aires penetraron incisivamente en todos y cada uno de los poros de Tatiana, que ha sabido captar sus aguas caribeñas, cielos despejados y rica fauna y vegetación, donde el colibrí, especie muy abundante en aquellas tierras, se erige como símbolo del lugar que marcó una prolífera etapa de su vida.

Tatiana es también una amante de las técnicas mixtas, aquellas en las que se hace uso de materiales de la más variada índole y naturaleza para conseguir unos efectos y resultados muy concretos. En el amplio abanico de posibilidades que ofrecen, si tuviera que quedarse con una sería, sin duda, la arena del mar que tanto la ha estado acompañando en su existencia, y es ese material el que vemos en Sueño, lienzo de mayor formato que la media que, por desgracia, no pudo traer a la muestra de la AEPE. El influjo de las culturas orientales se palpa en su personaje protagonista, que parece meditar inmerso en unos azulados celajes muy característicos de la aguda sensibilidad cromática de la paleta de la artista.

Sueño nos permite corroborar las palabras de Tatiana al declararnos que donde más cómoda se siente es en el gran formato, solo que, por falta de tiempo, para “Ángeles y cielo” ha tenido que pintar en pequeño formato, hecho que, por otro lado, ella ha afrontado con buenas dosis de creatividad e imaginación. Es así como una obra tan humilde y aparentemente sencilla como Pluma de colibrí, de escasos 30×20 cm, destila una belleza espiritual en su cuidada factura, armonía de colores y elegante sinuosidad que no necesita de ningún elemento añadido para lucirse por sí sola.

Su diestro manejo del espectro cromático atañe también al blanco, por supuesto, y así lo demuestra en Ángel custodio del camino y Dragón de la paz, donde la pureza lumínica de sus seres protagonistas permite entrever mejor que en ningún otro lienzo el esqueleto dibujístico con que va dando forma a sus ideas. Esto no quiere decir que el estilo pictórico de Tatiana Akila suponga un absoluto predominio de la línea sobre el color, basta ver, una vez más, la soltura y libre albedrío de sus fondos, en estos dos casos con gamas frías y cálidas dispuestas en estrecha sintonía, para darnos cuenta de que, como dijimos antes, las etiquetas nos alejan de la realidad visible.

Uno de los cuadros que, a nuestro modo de ver, mejor condensa el alma artística de Tatiana Akila y, en general, el mensaje que articula la exposición, es Pronto el vuelo. La figura angelical, que reposa en una plataforma elevada hasta la estratosfera, extiende en ascendente diagonal su presencia desde las puntas verdes del vestido blanco, armónicamente yuxtapuestas a los patrones y vegetación de la plataforma, hasta las violáceas alas, cuyo contorno prolonga el azul del cielo hasta las oscuras inmensidades del universo, salpicado con los destellos de estrellas a millones de años luz. Su rostro sereno de ensoñación es el de aquel que, después de un largo y accidentado camino, empieza a vislumbrar el destino al que siempre quiso volar, y ahora toma un descanso para que no le falten energías en este último tramo del viaje.

El culmen de “Ángeles y cielo” lo constituye, sin duda, Ángeles custodios en los cuatro elementos, forjada por la unión de los pinceles de Antonio y Tatiana, siendo ella quien le propuso a su compañero, además de la propia idea de esta exposición, el pintar una obra firmada por ambos. Sobre el fondo abstracto de Espigares, conformado por cuatro bandas horizontales cuyas gamas representan simbólicamente los cuatro elementos de la naturaleza (aire, fuego, agua y tierra), Tatiana traza en color blanco las aéreas siluetas de dos ángeles, uno de pie y otro sedente. En ellos pueden reconocerse, con la suficiente inspección, las figuras reales de Antonio y Tatiana, que sobrevuelan los cielos para erigirse con las alas de su arte en protectores de nuestra peregrinación en este valle de lágrimas que es nuestro mundo.

La experiencia que Antonio y Tatiana han planificado durante un año desde su Granada natal y que han trasladado a Madrid se completa in situ con el aroma del incienso, cuya suave y penetrante fragancia se introduce en las fosas nasales de los visitantes para hacer de su acto contemplativo una auténtica explosión sensorial. Se concibe así, en definitiva, una exposición inmersiva que nos invita a dejarnos llevar por la atmósfera de las obras y que nos impulsa a no dejar de volar hasta lograr nuestros sueños.
CONCLUSIÓN
Con mucha pena tuvimos que salir de la sala, ya que el reloj marcaba las ocho y media de la tarde, hora a la que cierra oficialmente la sede principal de la AEPE, cuyo descubrimiento ha demostrado en la exposición “Ángeles y cielo” un primer y prometedor contacto con una de las asociaciones más comprometidas en España y, permítaseme decirlo, del mundo entero, con la promoción de aquellos valores culturales y artísticos cuyas voces y estilos están en trámite de ocupar su merecido lugar en los anales de la historiografía, la cual, esperemos, comience pronto a analizar y estudiar con detenimiento la multiplicidad de tendencias en boga de nuestra escena. Seguiremos acudiendo y cubriendo, dentro de nuestras posibilidades y horarios, los eventos a los que vayamos de aquí en adelante para ir ofreciéndoos renovadas y frescas muestras de talento, pasión y creatividad.
Hoy los protagonistas han sido dos artistas granadinos, Antonio Espigares y Tatiana “Akila” Suárez, que se han reencontrado después de mucho tiempo para inaugurar esta interesantísima y profunda exposición, que nos ha abierto las puertas al conocimiento de dos de las miles de sendas del Arte español, gracias a las cuales deseamos seguir llevando a cabo estos ejercicios de introspección para poder recorrer muchísimas más. Las potentes alas empastadas de Antonio y las espirituales y sensibles composiciones llenas de color de Tatiana esperan vuestra atenta mirada hasta su clausura el 15 de abril. No olvidéis que esto no es un museo, por lo que, si os cautiva lo que veis, recordad que en vuestras manos está la posibilidad de adquirir una de estas obras para que haga las delicias de vuestro hogar.
Tatiana en particular está en estos momentos desarrollando una nueva serie centrada en el textil, llamada “Vestir con arte”, en la que plasmará su personal estilo y sensibilidad estética en camisetas con las que todos podremos sentirnos obras de Arte andantes en nuestro día a día. Es justo a raíz de esta serie que está comenzando a adoptar el ya conocido apodo de Tatiana Akila, que hasta ahora reservaba a un reducido círculo formado por su familia y amigos cercanos, mas, con su permiso, La Cámara del Arte tiene el grato honor de difundirlo abiertamente para que sea cada vez más sonado.
Cuando ya estábamos a punto de marcharnos de la exposición, cuando la sala se estaba vaciando cada vez más, Tatiana volvió a encontrarse conmigo para, además de pedirme una foto con ella ante la obra pintada junto a su estimado compañero, brindar para que en el futuro se desarrolle una segunda parte. El propio Antonio, embriagado de felicidad, no solo aprobó la propuesta de Tatiana, sino que, además, dijo animarse hasta a elaborar “un culebrón” si se tercia la situación. De corazón esperamos que así sea.