DELHY TEJERO: UN CAMINO HACIA LA MODERNIDAD
Adela Tejero Bedate, más conocida por su nombre artístico, Delhy Tejero, fue una de las grandes artistas del siglo XX. A pesar de su talento y trayectoria, su figura cayó en el olvido tras su muerte. Hoy, sin embargo, se encuentra en pleno proceso de redescubrimiento y revalorización. Muestra de ello es que el Museo Nacional Reina Sofía ha elegido uno de sus autorretratos como imagen de su colección permanente, en un momento en que la historia del arte está saldando su deuda con las mujeres artistas.
Delhy desarrolló una carrera profesional que abarcó más de cuatro décadas, desde finales de los años veinte hasta los años sesenta. Aunque obtuvo reconocimiento en vida, su obra quedó relegada, quizás por su condición de mujer, por haber vivido bajo el régimen franquista o por su estilo difícil de encasillar. Su arte, con una figuración muy personal, estuvo influido por múltiples estilos, desde el art decó, pasando por el surrealismo y llegando a la abstracción, absorbiéndolos para dar forma a un universo propio.
73,5 x 60 cm
Nació en Toro (Zamora) en 1904, en el seno de una familia acomodada y conservadora. La muerte prematura de su madre marcó su infancia y dejó una huella emocional que la acompañó toda su vida. Criada en un entorno rural, su mirada se formó entre escenas cotidianas, tareas agrícolas y costumbres populares, elementos que más tarde se reflejarían en su obra.
Desde niña mostró una fuerte inclinación artística. En 1919 inició su formación en Toro y en 1924 comenzó a publicar ilustraciones en la prensa local. Su objetivo era estudiar en Madrid, y en 1925 lo logró. Ingresó en la Escuela de Artes y Oficios y, posteriormente, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Durante su etapa de formación, empezó a firmar sus trabajos como Delhy y colaboró activamente en revistas gráficas, incluidas publicaciones infantiles como el suplemento de la revista Crónica, con la que trabajó entre 1930 y 1935.
20,6 x 14,3 cm
La Segunda República trajo consigo un momento de apertura para las mujeres, y Delhy fue parte de esta transformación. En 1936 ya era una artista reconocida a nivel nacional y obtuvo una plaza como profesora en la Escuela de Artes y Oficios. Sin embargo, la Guerra Civil truncó estos avances. Durante un viaje a Marruecos fue sorprendida por el estallido del conflicto, y tras su regreso a Toro, consiguió huir a Florencia en 1937 gracias a un salvoconducto. En Italia continuó su formación, centrándose en la pintura mural, y en 1938 viajó a París, donde entró en contacto con la teosofía y el surrealismo.
172 x 395 cm
Propiedad Constructora Arranz Acinas
Con el final de la Guerra Civil, regresó a España tras destruir todas sus obras surrealistas y desnudos, una decisión influida por su acercamiento a la teosofía y su rechazo de lo corporal y material. A su regreso, se encontró con un país empobrecido y sometido a una fuerte represión, especialmente hacia las mujeres. Aunque logró reincorporarse temporalmente a su puesto como docente, en 1942 fue depurada debido a sus vínculos con círculos liberales. Comenzó entonces un periodo de exilio interior: pese a recibir encargos oficiales y participar en exposiciones, se refugió en su intimidad creativa, desarrollando una expresión cada vez más introspectiva e individualista.
100 x 70 cm
La innovación fue una constante en su trayectoria. Empleó técnicas como el raspado, la fragmentación de figuras o la decalcomanía, y exploró diversos géneros como el retrato, el paisaje, el autorretrato o la abstracción.
Gouache, tinta y raspado sobre cartulina.
49 x 65 cm
Entre sus creaciones más singulares destaca la serie Las Brujas, iniciada en los años treinta. Publicadas por primera vez en Crónica en 1930 y expuestas en 1933 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, estas obras retratan personajes fantásticos ideados por la propia Delhy: cinco brujas, Pitocha, Kirta, Taruja, Rabina y Kulinda, y su hijo común, Kariko. Cada una posee poderes específicos y actúan como musas de la artista.
En la ilustración Lápiz y tinta sobre papel, de 1930, muestra su propia mano para reflejar el proceso creativo y como las brujas la ayudan, una sacando punta al lapicero, otra borrando los restos de dibujo, o limpiando los pinceles. Son como las hadas y gnomos de cuentos infantiles, una fantasía en movimiento.
29 x 36,5 cm
Trabajó en ellas casi una década, dando lugar a una serie de siete cuadros: “Kariko dormido”, “Taruja velando a Kariko”, “Pitocha enseñanado bajo el mar”, “Brujas con candil”, “Pitocha meditando”, “Serpiente de las siete colas con la bruja Rabina” y “Kirta y Kariko”.
Los escenarios en los que Delhy sitúa a sus brujas reflejan su afán por la experimentación plástica. Uno de los recursos que emplea es la decalcomanía, una técnica propia del surrealismo que consiste en aplicar tinta sobre un papel y presionarlo contra otra superficie para transferir la imagen de forma aleatoria. A través de este procedimiento, y con el uso de gouache y acuarela, logra crear atmósferas oníricas, subterráneas e irreales. Incluso llevó estas figuras al volumen, construyéndolas con metal y telas cosidas, explorando así nuevas dimensiones expresivas.
Conocer a Delhy Tejero exige mucho más que unas breves líneas. Fue una mujer moderna, decidida, que supo construirse una carrera artística en un entorno poco favorable, viviendo de su talento y su compromiso con la creación. A pesar de ello, su figura sigue siendo escasamente reconocida. Redescubrirla no es solo un gesto de justicia, sino una forma de valorar su mirada singular y el lugar que le corresponde en la historia del arte.
BIBLIOGRAFÍA
- Cabanillas, África. «Delhy Tejero, retrato de una pintora caleidoscópica.» Conferencia presentada en el XII Encuentro Arte Pensamiento, Santa Cruz de Tenerife, diciembre 2022. https://www.youtube.com/watch?v=1L70vP1lLUE
- Patio Herreriano. Museo de Arte Contemporáneo. “Delhy Tejero. Geometría y misterio.” Consultado el 19 de abril de 2025. https://museoph.org/exposicion/delhy-tejero
- Romero López, Dolores. “Delhy Tejero, ilustradora en Crónica y sus primeras narraciones inspiradas en Elena Fortún”, Lectora, no. 28 (2022): pp. 165-184.
