EL PINTOR DE PESADILLAS: ZDZISŁAW BEKSIŃSKI
Terrorífica, grotesca, perturbadora… son muchos de los adjetivos empleados a la hora de hablar de la obra de Zdzisław Beksiński, obra que podemos englobar dentro del llamado realismo fantástico, aunque él mismo ha definido su pintura como gótica o barroca, mientras otros expertos la han clasificado como surrealismo gótico.
Lo cierto es que sus pinturas están repletas de elementos propios del surrealismo y la pintura metafísica, con paisajes y elementos puramente oníricos, pero siempre teñidos de un aura de misterio y oscuridad, como recién sacados de una vívida pesadilla.
Ya sea por el críptico imaginario que recoge en sus cuadros, o por la ausencia de títulos en todos y cada uno de ellos, lo cierto es que la mejor manera para acercarnos a la mente de Beksiński es atender a su universo en su totalidad, a como era el propio artista, y a su trayectoria, truncada por un trágico final.
Beksiński nació en 1929 en Sanok, Polonia. Estudió arquitectura y trabajó en la construcción, siendo a partir de los años 60 cuando comienza a interesarse por el arte.
En esta primera etapa centra su atención en la fotografía, anticipando el tenebrismo que mostrarían sus futuras pinturas, con retratos sin cara, rostros deformados o envueltos en vendas, y paisajes y objetos con marcadas texturas; también experimento con la escultura.
Empezó a pintar de manera autodidacta, y tras una exitosa primera exposición en 1964 en la que vendió todos sus cuadros, fijo la pintura como su principal medio de expresión.
Fabricaba él mismo todos sus soportes y tenía una clara preferencia por el óleo, aunque también experimento con los acrílicos.
Sus primeras pinturas están más cerca del arte abstracto, siendo durante la década de los 60 cuando empieza a incluir ciertas reminiscencias del surrealismo francés.
Llegados los años 70, Beksiński ya lideraba como exponente del arte contemporáneo polaco, inaugurando su etapa más conocida y prolífera, encuadrable dentro de ese realismo fantástico que supo llenar de potencia y personalidad.
En sus obras vemos imágenes hipnóticas a la par que aterradoras, con temas casi incomprensibles, aunque siempre con la muerte y la catástrofe como aparente telón de fondo.
Logró crear su propio universo de pesadilla fusionando lo onírico, lo surrealista y lo fantástico, todo aderezado en un ambiente que nos lleva a un extraño futuro post-apocalíptico de atmósferas delirantes y opresivas, pero tratado en tono real, con pinturas muy detalladas y perfeccionistas.
Su imaginario está repleto de figuras torsionadas y deformadas, pormenorizadas escenas que parecen hablarnos de la muerte, paisajes y desiertos sobrenaturales y misteriosos, edificios fosilizados o seres imaginarios salidos de la peor de las pesadillas.
Acostumbraba a mezclar colores vívidos con gamas suaves y tenues, creando potentes pero armoniosos contrastes.
Siempre evitó hablar sobre el análisis del contenido de sus cuadros, mostrándose molesto con aquellos que intentaron descifrarlos u ofrecieron respuestas sobre los mismos.
El propio pintor confirmaba que el significado de muchos de sus trabajos era indescifrable incluso para él mismo, y no tenía el más mínimo interés en buscarlo. Siendo consecuente con este pensamiento, nunca dio título a ninguna de sus pinturas, envolviéndolas más en la incertidumbre.
Pero, para más inri, no se cortó al afirmar que algunas de ellas realmente encerraban un tema alegre y optimista, incluso divertido, adjetivos que difícilmente nos llegarían a la mente al contemplar su obra.
Sin embargo, un episodio acaecido en 1977 quizás demuestra que sabía más sobre su contenido de lo que realmente manifestaba: quemó gran parte de su trabajo en el patio trasero de su casa, eliminando también toda la documentación correspondiente; su justificación fue que consideraba que incluían temas demasiado personales para que fueran vistas en público.
Pese al tono tétrico de su arte, aquellos que lo conocieron lo definieron como un hombre excepcionalmente agradable, incluso tímido, aunque amaba la conversación y tenía un gran sentido del humor.
Rehuía de los eventos, incluso de las aperturas de sus propias exhibiciones, y admitía no estar demasiado influenciado por el trabajo de otros artistas, ya que paradójicamente nunca visitaba museos o exhibiciones.
Ciertamente es difícil rastrear cualquier referencia externa en sus pinturas fantásticas. Si acaso, es posible ver ciertas similitudes con Ernst Fuchs, pintor de realismo fantástico vienés, o con las quimeras de su contemporáneo H.R. Giger.
A la hora de hablar de sus fuentes de inspiración, Beksiński expresó de forma literal: “deseo pintar como si estuviese fotografiando los sueños”, acercándose a la consigna surrealista de pintar aquello que vive en nuestro subconsciente, en la imaginación.
Junto a ello, el polaco siempre encontró inspiración en la música; de hecho siempre que trabajaba lo hacía al son de música clásica, expresando ser incapaz de concentrarse en absoluto silencio.
La década de 1980 supuso una época de enorme expansión para el polaco: sus obras alcanzaron la fama en los círculos artísticos de Francia, granjeándose así la popularidad en Europa, Estados Unidos y Japón.
En estos momentos centró su atención en realizar imágenes que emulaban pictóricamente a la escultura, usando una escueta paleta de colores, y jugando con la textura y las luces y sombras; también en este periodo realizó una serie de características cruces.
En 1990 descubrió la edición digital, haciendo uso de manera experimental del ordenador en sus últimos trabajos.
Fue a partir del último tercio de los años noventa cuando la tragedia frustaría la trayectoria del artista. Su esposa, Zofia, murió en 1998, y tan solo un año después, su único hijo se suicidó tras una fuerte depresión; el mismo descubrió su cuerpo.
Pese a nunca aceptar la muerte de su hijo, estos escabrosos hechos no detuvieron su actividad: siguió produciendo obras de forma más dispersa, manteniendo su toque único, pero jugando con tonalidades más claras y motivos menos intrincados, cargadas de cierta melancolía.
Pocos años después, ocurrió el fatal desenlace. El 21 de febrero de 2005, Beksiński fue hallado muerto en su apartamento de Varsovia: le habían asestado 17 puñaladas.
El asesino confeso, hijo del conserje del inmueble, afirmó que fue porque el artista se negó a prestarle el dinero.
Así fue el triste desenlace de un pintor que parecía empeñado en mostrar el lado más oscuro de la mente humana; una oscuridad, que como una broma macabra, o una especie de premonición, terminó inundando su vida.
El polaco había afirmado temer más el hecho de morir que la muerte en sí misma; no temía al vacío, temía al sufrimiento, y por desgracia, sus peores miedos se hicieron realidad.
Nos dejo un inmenso legado con un estilo surrealista único, inconfundible, donde dejó patente su peculiar visión del mundo y de su maravillosos subconsciente: «Surco mi propio mundo. Un autorretrato espiritual capaz de acarrear pesadillas en los demás».
WEBGRAFÍA
- MUSEO HISTÓRICO DE SANOK: http://muzeum.sanok.pl/en/wystawy-stale/galeria-zdzislawa-beksinskiego (30/11/2022)
- BEKSIŃSKI WEB OFICIAL: http://www.beksinski.com.pl/ (30/11/2022)
- Imágenes: https://www.wikiart.org/es/zdzislaw-beksinski (30/11/2022)