Cómo la serie de HBO supo apropiarse de clásicos en el arte para adaptarlos a nuestros días
“No creo que podáis entender cuánto quiero a Jules (…)
Puede que esto sea lo mejor que me ha pasado nunca;
(también es la primera vez que me ha pasado) …”
Es la voz en off de Rue -interpretada por Zendaya (California, 1996)- la que abre así el cuarto capítulo de la segunda temporada de Euphoria -disponible en HBO-.
Como podrás sospechar, se había enamorado de su mejor amiga, Jules –Hunter Schafer (Nueva Jersey, 1998)-. Profundamente.
La chica, entonces, empieza a fantasear. En su ensoñación, la pareja recrea imágenes y escenas pertenecientes ya al imaginario colectivo, fruto tanto de la mano de pintores como de cineastas. Imágenes familiares para (la mayoría de) los espectadores y que son identificables con la imagen del amor romántico.
Y como la imaginación es gratis, sueña a lo grande.
Primero, convierte a Jules en una suerte de Venus, -la de Botticelli- actualizada; la besa como lo hicieran Les Amants de René Magritte y la disfraza de Frida Kahlo como ella misma lo hiciera en su Autorretrato como Tehuana.
Recrean juntas la famosa escena del torno de Ghost y se asoma a la barandilla de Titanic desplegando sus brazos como lo hacía Rose, que confiaba ciegamente en la protección de su querido Jack.
Se imagina, como en Blancanieves, despertándola con un beso, como si fuera el príncipe de la película de Disney. Y al fin se seducen una a la otra como lo hicieran los protagonistas (masculinos) de Brokeback Mountain.
La ruptura, hoy en día, de los convencionalismos, en escena
Hay algo que todos estos planos tienen en común y que explica que hayan sido los elegidos para escenificar la pasión de las dos jóvenes. Evocan uno de los sentimientos más profundos que podemos experimentar como seres humanos: el amor.
Pero va más allá: y es que reinterpreta las reglas en las que este mismo se había manejado siempre; sus pautas convencionales.
Se ha asimilado que el amor ya no es únicamente heterosexual y se empiezan a desdibujar las barreras entre identidades sexuales y roles de género.
Jules en El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli
Pues en ese estado febril y de enajenación -cuando no ceguera- que producen estos sentimientos tan intensos, existe una tendencia a colocar al ser amado todos los atributos deseados, aunque no todos sean suyos realmente.
Esa idealización es la misma con la que se protege al enamorado cuando ya no está cerca, de manera que se conserva la imagen como un tesoro, inmaculado y desprovisto de deterioro.
Así lo expresaba Ángel González, poeta español, en su Muerte en el olvido (1956).
“Yo sé que existo porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees alto,
y limpio porque tú me miras con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace inteligente,
y en tu sencilla ternura, yo soy también sencillo y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie lo sepa.
Verán viva mi carne,
pero será otro hombre -oscuro, torpe, malo- el que la habita…”
En la escena de Euphoria, Rue sublima la imagen de Jules como diosa y musa del amor. Y de repente la vemos transfigurada en la Venus botticellesca, desnuda sobre aquella concha de vieira gigante, pura y perfecta.
Una mujer trans encarnando el ideal sexual femenino.
Sandro Botticelli (Florencia, 1445) quiso ofrecer al mundo su versión sobre el mito del nacimiento de la Diosa en un cuadro que actualmente se encuentra auspiciado por la Galería de los Uffizi, de Florencia.
Cuenta la mitología griega que Saturno (Cronos romano), dios del tiempo, había desgarrado y arrojado los genitales de Urano al mar, así con el roce de la espuma Venus fue engendrada. Sobre una concha marina, la fuerza del viento la va llevando hasta la orilla de la isla de Chipre, donde es retratada en el pasaje de Botticelli.
En el cuadro, Venus emerge desde las profundidades gracias al soplo de aire con el que el dios Eolo (que aparece a la izquierda del cuadro) la propulsa. Aura (diosa de las brisas y el aire frío) es quien aparece al lado de este dios.
Se ha barajado la posibilidad de que el tema del cuadro, como símbolo del amor y la belleza, fuese sugerido por el poeta Agnelo Poliziano y que la obra fuese un encargo de algún miembro de los Médici. El hecho en el que se apoya esta teoría es la existencia de naranjos en el cuadro, emblema de esta dinastía.
Venus, en el centro de la composición, ladea sus caderas suavemente hacia la derecha en un contraposto testigo de su feminidad. Lleva suelto su cabello rubio (ideal de belleza bajomedieval), aunque con una fina liga que lo recoge un poco.
La palidez de la piel de la de Botticelli contrasta con el ligero bronceado de la protagonista de Euphoria. Así, también lo hace el cuerpo de la primera, más redondeado en formas que el de la segunda.
Hay seis siglos de distancia entre original y recreación y el ideal de belleza ha cambiado: hoy somos más amigos de la delgadez como modelo ideal de belleza, aunque últimamente se esté apostando más por romper con la normatividad y se promueva la diversidad de tallas.
En la parte derecha del lienzo, una mujer joven (probablemente una de las Gracias o la Hora de la primavera) recibe a Venus tendiéndole un precioso manto cubierto de flores.
La imagen que aparece en Euphoria parece un collage en el que se “despegan” las figuras originales del fondo del cuadro (que pareciera, por sus azulejos, el de una piscina) y las telas de los personajes están sustituidas por las de tejidos reales. Jules está colocada en el centro iluminada por la luz lateral de un foco; otorgando un aspecto escenográfico y teatral que el original no tenía.
El beso ¿oculto? de Les Amants de René Magritte
René Magritte (Lessines, 1898) retrataba en su cuadro un beso en el que se desconocen ambas identidades (salvo -seguramente- sus protagonistas). Algo oculto, protegido de miradas externas, agobiado y asfixiante con telas que cubren los rostros.
Algo podría recordar a aquella canción de Mecano en la que Ana Torroja cantaba: “un amor por ocultar, aunque en cueros no hay donde esconderlo…”.
Pero Euphoria es una serie de 2022 que ya convive con una realidad diferente, en la que no existen -o no debería- amores por ocultar. Quizá esta imagen aluda a que aún hoy, en ocasiones y lamentablemente, esto siga sucediendo.
Gracias a la vestimenta de los personajes, podemos intuir que se trata de un hombre y una mujer. Primero por la estatura de cada uno y luego por la vestimenta: los hombros al descubierto de ella y el traje negro con corbata de él.
En Euphoria se elimina esta distinción: se trata de dos sujetos neutrales, sin atributos identificables con ningún sexo.
Al fondo, lo que pudiera ser la pared que encaja con la moldura blanca del techo o el cielo, como si ellos estuvieran besándose bajo el techo de un porche.
Finalmente, la gran incógnita: ¿qué significa el velo? ¿Significa lo prohibido de un amor, una historia imposible, angustiosa, asfixiante…? Pues parece ser que hace alusión al suicidio de la madre del artista, ahogada en un río.
El arte abre preguntas que no siempre son contestadas para que sea el espectador quien lo interprete. Así, la incógnita continúa.
El cuadro es el primero de una serie de variantes que Magritte hizo sobre Les amants. Es curioso el hecho de que evoque el primer plano de un beso cinematográfico y en Euphoria se haga a la inversa: desde un medio audiovisual se recupera una obra pictórica.
Si visitas el MoMa podrás ver el cuadro original de cerca.
Jules “autorretratada” como la tehuana de Frida Kahlo
Como Frida Kahlo (México, 1907) hacía con el también pintor Diego Rivera (Guanajuato, México, 1886), Rue deseaba que así lo hiciera Jules: habitar en su mente día y noche.
Así, la artista mexicana pintó un doble retrato: el suyo propio y el de Rivera, pintado en su frente. De la misma manera, Jules lleva a Rue en la suya.
Kahlo rodeó el retrato de Diego Rivera pintando una especie de telaraña, como queriendo capturar en sus redes al hombre que la había abandonado en 1940, tras diez años de matrimonio, y así recuperarlo y mantenerlo a su lado para siempre.
A esta obra, perteneciente a la colección privada de Jacques y Natasha Gelman en México, también se la conoce por dos títulos: Diego en mis pensamientos y Pensando en Diego.
El traje con el que Frida se representa a sí misma es el tradicional de tehuana, haciendo honor a los gustos de Diego.
La artista sufría por recuperar su amor, pero, en Euphoria, Rue se queda con la mejor parte: el enamoramiento profundo que sentía Kahlo por Rivera.
Aunque en su caso, sus sentimientos sí son correspondidos. Mientras Frida se mantiene lánguida, apesadumbrada, Jules acaba sonriendo plenamente, con un gesto franco, sincero y de felicidad completa, haciendo gala de una situación amable, dulce y favorable para las dos chicas en la serie.
La identificación del personaje con el icono que Frida Kahlo supone para la historia del feminismo no es casual.
Imagen de una mujer libre que se reflejaba en sus obras para tocar abiertamente temas como la sexualidad, el aborto, la lactancia o la maternidad, y que luchaba por dar voz a aquellas mujeres reprimidas y “enjauladas” en sus casas, donde permanecían relegadas a las tareas “propias de su género” impuestas por la sociedad.
Ghost, Titanic, Blancanieves y Brokeback Mountain
En Euphoria, la pareja adolescente vuelve a recrear la imagen de una pareja heterosexual: aquella a la que dieran vida Demi Moore (Nuevo México, 1962) y Patrick Swayze (Texas, 1952) en Ghost.
En Titanic, Rose soltaba la barandilla del barco confiando plenamente en que no se caería al mar porque Jack cuidaba de ella. En Euphoria es Rue quien protegería a Jules de posibles peligros.
Vayamos al plano en el que se recrea la famosa escena de Blancanieves. Esa en la que el príncipe la besa para despertarla.
Existe actualmente una oleada de críticas sobre ese beso «no consentido» por Blancanieves.
En la serie se aprovecha este dato para promover la actitud contraria: en su sueño, Rue se encuentra con una nota escrita por Jules en la que deja autorización expresa para poder ser besada mientras duerme:
“Si por algún motivo acabo en estado comatoso y la única forma de despertarme es con un beso, no me queda otra opción que consentirlo”.
Y, por último, Rue y Jules en su propia adaptación de Brokeback Mountain. Aquí Jack (Jake Gyllenhaal; California, 1980) y Ennis (el fallecido Heath Ledger; Australia, 1979) protagonizan la historia de amor que es emulado por las chicas de Euphoria.
Siglo XXI: Recalculando ruta…
Mientras para unos Euphoria podría resultar un poco escandalosa e irreverente, para otros es fresca, chispeante y rompedora.
Seas detractor o amante de la serie, lo cierto es que, como buena pieza artística, es un buen testimonio de la cultura y sociedad actuales.
Testimonio y promotor: síntoma y causa al mismo y del mismo tiempo. Refleja con justicia los estándares y criterios de la juventud más temprana actual: buen producto de la Generación Z.
El arte siempre busca la inspiración en otras piezas; se retroalimentan entre ellas y resulta clave para comprender en qué punto de la evolución humana se encontraba el mundo cuando dicho trabajo se creó: ya sea en el siglo XV, del XX o del XXI. Y eso es lo bonito y emocionante: que todo acaba relacionándose entre sí, formando parte de la misma espiral.
WEBGRAFÍA
Galería de los Uffizi. Nacimiento de Venus, Sandro Botticelli
Chiqaq News. Los amantes. La historia detrás del beso y el velo. Por Camila Gómez Hurtado (2021)
Kahlo.org. Autorretrato como tehuana
2 respuestas a «Botticelli, Frida Kahlo y Magritte en Euphoria»
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