Cinco de los cuadros más virales del Museo del Prado

OBRAS VIRALES DEL MUSEO DEL PRADO

Posibles razones por las que nos gustan los cuadros que nos gustan

– Perdón, La extracción de la piedra de la locura ¿dónde está?

– En la siguiente sala

Aparecía este cuadro de El Bosco en el plano de un film español de 2009: Amores locos (dirigida por Beda Docampo Feijóo -Vigo, 1948-):

La trama de la película gira en torno a la obsesión que tiene su protagonista, Julia (Irene Visedo Madrid, 1978), una joven que trabaja como vigilante del Museo del Prado, con un supuesto Anónimo de la escuela de Flandes de 1609, porque se veía retratada en el.

El cuadro es ficticio y según el director “tiene tintes de Velázquez” por el predominio de tonos rojos, grises y negros. Podría descubrirse en el la influencia de cuadros de maestros como Vermeer o de Pieter de Hooch, con esos suelos ajedrezados en perspectiva y la inclusión de la música en sus obras, tan de los flamencos.

Cinco de los cuadros más virales del Museo del Prado
Memoria Audiovisual del Museo del Prado. Fotograma donde aparece el cuadro en Amores locos

Docampo contaba cómo su primera visita al Museo había inspirado este argumento tan particular: “me pregunté qué pasaría cuando uno se descubre en un retrato de Velázquez”.

Y es que la película hace honor a uno de nuestros Museos más importantes de nuestro país; seña identitaria nacional y uno de los emblemas por antonomasia de nuestra cultura. El Museo del Prado actúa en ella como marco escenográfico en varias de sus salas y fachada.

Volvamos a la trama. Cuando Enrique (Eduard Fernández, -Barcelona, 1964), un prestigioso psiquiatra, entra en su sala, Julia lo reconoce al instante: es el hombre que protagoniza, junto a ella, la escena de aquel cuadro del siglo XVII: un amor prohibido entre un profesor de música y su alumna.

Entonces, no duda en transmitirle sus descabellados pensamientos al Doctor: son los mismos amantes de hace siglos que estaban destinados a reencontrarse ahora para continuar con su amor.




Amores locos hace referencia a los fríos métodos freudianos al tratar asuntos de la mente.

Aquellos que deshumanizan en cierta manera al paciente y lo reducen a un mero caso de estudio. Critica así “la medicina deshumanizada, que trata al paciente sin cierto cariño y sentimiento, que viene a demostrar que la razón pura, por muy brillante que sea, no funciona”.

Así, La extracción de la piedra de la locura le vale perfectamente al psiquiatra para ilustrar el caso en una de sus conferencias: el amor es una especie de enfermedad mental que logra hacer perder la razón a cualquier persona cuerda.

La extracción de la piedra de la locura, El Bosco (1501-1505). Óleo sobre tabla de madera de roble

Aquella conferencia, “Casos patológicos de pasiones amorosas”, comenzaba así:

«La extracción de la piedra de la locura. Así se llama esta pintura. El Bosco pintó al cirujano con un embudo puesto al revés en su cabeza porque considera a los médicos como unos ignorantes. Pero, si ustedes se fijan bien, lo que extrae el cirujano no es una piedra, sino un tulipán. Es decir, el médico no solo no cura al paciente, sino que le quita lo mejor que tiene: la fantasía. Porque eso es lo que simboliza el tulipán. Todos nuestros actos, pensamientos…están condicionados por nuestras emociones y nuestros sentimientos. El estado de enamoramiento es un estado tan intenso como placentero (…). El amor es un proceso alucinatorio que hace que la realidad pase a un segundo plano. De ahí “a la piedra a la locura” hay un paso muy pequeño«.

En la Edad Media existía literalmente la creencia de que el loco tenía una piedra dentro de la cabeza, por lo que para ser curado debía someterse a una lobotomía. El Bosco (Bolduque, Países Bajos; 1450-516), como buen crítico social de su tiempo, tuvo la suficiente perspicacia como para ser capaz de advertir y denunciar esta práctica.

De esta manera, se vale del embudo al revés en la cabeza del médico para simbolizar la estupidez. El tulipán puede representar la inocencia o hacer una referencia a Holanda, su país de origen.

Y, para completar la sátira, un fraile y una monja actúan como testigos de la operación. Vemos superstición e ignorancia del clero plasmados en el libro cerrado sobre la cabeza de ella, mientras que en el cántaro de vino que porta el clérigo se refleja la tendencia a darse a la bebida que caracterizaba a los frailes, según la visión del maestro pintor.

Los cuadros más virales del Museo del Prado

Haber visto Amores locos y su recorrido por algunos pasillos del Prado me ha producido -además de ganas de volver a visitarlo- curiosidad por qué cuadros serían los que más hype (dicho a lo moderno) o interés producen en la gente.

Aquellos con los que estás deseando toparte al entrar en el Museo. De los que tanto hemos oído hablar, los que tanto hemos visto en libros de texto y arte y que cuando vemos en persona se añade un componente más: a la admiración previa se une el impacto y la sorpresa de, por fin, verlo en persona.

¿Cuáles son esos cuadros? Los que busca la gente, por los que se pregunta por los pasillos a los encargados del Museo, como lo hiciera Enrique en Amores locos.

Los más buscados, deseados, admirados y esperados…

Cinco de los cuadros más virales del Museo del Prado
Museo Nacional del Prado, Madrid

El Museo posee una de las mejores pinacotecas del mundo, contando con más de treinta y cuatro mil obras de grandes maestros como El Bosco, Tiziano, el Greco, Rubens, Velázquez o Goya; además de poseer también obra escultórica, piezas decorativas, dibujos y grabados, entre otros.

Pero hay ciertas obras, de las que traemos únicamente cinco, que han impactado especialmente al público.

Cada una produciendo una sensación que es capaz de impresionar al que la mira y quedarse en un rincón de su psique y acervo visual.

Probablemente por esto, por las sensaciones que provocan, es que son, las siguientes, unas de las mayores protagonistas del Prado.

Caos, lujuria y pecado: El jardín de las delicias, de El Bosco

Esta obra maestra del XVI está ubicada en la misma sala que la que le valía al doctor de la película para sus exposiciones, La extracción de la piedra de la locura, concretamente en la 056A del Museo. Y también es de El Bosco.

Este tríptico contiene una grisalla sobre el tercer día de la Creación del mundo -cuando se separaron las aguas de la Tierra y se creó el Paraíso terrenal- cuando está cerrado y contrasta con una explosión de color al ser desplegado.

El tema del tríptico abierto se ha identificado con el destino de la humanidad, ligado al pecado. Comienza con Adán y Eva en el panel izquierdo, que pecan y reciben su castigo en el panel de la derecha, donde se representa el infierno.

Las tablas -sobre todo la central, representante del “Paraíso terrenal”- poseen una fuerte carga erótica, pues se encargan de transmitir el pecado de la lujuria, que aboca al mundo a su propia hecatombe.

La representación de la maldad en dos animales, un cárabo y un mochuelo (situados a ambos extremos de las tablas) acentúan esta sensación de desenfreno y el hecho de rehuir el bien por parte de la humanidad.

La parte referida al infierno se ha conocido como Infierno musical. Nuevamente y como decíamos al principio, un pintor flamenco se apoya en la música para describir las situaciones de sus cuadros: esta vez los instrumentos “infernales” torturan a los pecadores que se dejaron llevar por la música profana.

Horror y repulsa: Saturno, Francisco de Goya y Lucientes

Cinco de los cuadros más virales del Museo del Prado
Saturno, Goya (1820-1823). Técnica mixta sobre revestimiento mural trasladado a lienzo

Otra de las obras que más llama la atención del espectador es Saturno devorando a su hijo, de Goya (Fuendetodos, 1746-1828), porque es capaz de despertar una emoción muy intensa.

Si en El jardín de las delicias nos enfrentábamos al caos y al desenfreno tan criticados a finales de la Edad Media, el de Goya suscita, directamente, el horror. No puede pasar desapercibido que un ser humano se trague a otro. Nos llega esa expresión de voracidad, fiereza y locura.

En el siguiente paso de descubrimiento del cuadro, al localizar el título, nos terminamos de horrorizar aún más. Ese pequeño ser se trata del propio hijo de Saturno, que lo engulle con desesperación. Lo devora porque teme que sus hijos acaben destronándolo.

Este cuadro está expuesto en la sala 067 del Museo del Prado y pertenece al conjunto de catorce escenas popularizado como las Pinturas Negras, por su uso de tonalidades de ese color y sus temas, muy sombríos.

Serenidad, calma y armonía: Las tres gracias, de Pedro Pablo Rubens

Si las dos anteriores obras nos pueden producir sensaciones más extremas, Las tres gracias de Rubens (Siegen, Alemania; 1577-1640) consiguen apaciguarnos. Nos traen la calma, serenidad y armonía propias de los rasgos plásticos del Renacimiento, junto al tema mitológico de las hijas del dios Júpiter y Eurymone: Aglae, Eufrosina y Talía.

Puede ser considerado como símbolo de belleza, amor, fertilidad y sexualidad. Aunque también hay quien lo asocia con la amistad y la generosidad.

Sea como fuere, esas tonalidades suaves sin grandes contrastes entre luces y sombras, la delicadeza y minuciosidad de los detalles -se aprecia especialmente en las flores de la parte superior o en las joyas que llevan ellas-, la luz cálida, así como la suavidad en las formas corporales y dulzura del gesto de las hermanas, son elementos capaces de conferirnos ese estado placentero de sosiego y confort visual.

Esta obra maestra de Rubens se localiza en la sala 029 del Museo del Prado.

Placer visual mediante la riqueza del color: La Anunciación de Fra Angelico

La Anunciación, de Fra Angelico (Hacia 1426) Témpera sobre tabla

Pintado por Fra Angelico (Roma, 1395-1455), este cuadro permanece hoy ubicado en la sala 056B del Museo.

Lo que más me llama la atención de este cuadro son los colores, muy llamativos. El pan de oro de las alas del ángel centra la atención del espectador, haciendo que se entretenga en los delicados detalles de sus alas, que contrasta con el azul ultramar de la bóveda del templo y el manto de la Virgen, así como los tonos oliváceos del jardín en el que se detallan los frutos y florecillas.

Toda una explosión de color que acerca al creyente un pasaje de la religión cristiana de la vida de la Virgen, buscando alimentar el fervor y devoción del fiel bajomedieval.

Pese a presentar algunos fallos de perspectiva, el Maestro ensayaba aquí soluciones que irán siendo perfeccionadas con el tiempo a través de su trabajo.

Las Meninas de Velázquez: un retrato familiar que esconde misterios

En pleno Siglo de Oro español, Velázquez (Sevilla; 1599-1660) trabajó sin saberlo en esta obra que terminaría siendo uno de los iconos de la Historia del arte universal.

¿Qué vemos en ella cuando la vemos? Quizás, por conocida y difundida, aún no habíamos reparado realmente en ella. Es evidente el virtuosismo técnico, pero al adentrarnos en la escena pareciera que sus protagonistas también nos miran a nosotros, como si se nos incluyese en la sala. Algo que termina por apelarnos de forma directa e inquietarnos un poco.

Esta es una de las obras de mayor tamaño del artista español y está expuesta en la Sala 012 del Museo del Prado, junto a otros retratos reales.

Tradición y convencionalismo en el retrato de la familia del rey Felipe IV en el cuarto del príncipe del Alcázar de Madrid. Pero es un retrato familiar bastante enigmático, posicionándose así esta pintura como una de las obras occidentales que ha generado mayor cantidad de especulaciones e interpretaciones.

Aquí Velázquez “puso mayor empeño para crear una composición a la vez compleja y creíble, que transmitiera la sensación de vida y realidad y al mismo tiempo encerrara una densa red de significados”, tal y como se explica en la página oficial del Museo del Prado.

La infanta Margarita aparece junto a doña María Agustina Sarmiento de Sotomayor y doña Isabel de Velasco, meninas de la reina. Velázquez aparece trabajando ante un gran lienzo.

También aparecen Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato azuzando a un mastín; y la dama de honor doña Marcela de Ulloa junto a un guardadamas.

Al fin, al fondo y tras la puerta, el aposentador José Nieto.

Los que aparecen reflejados en el espejo son los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria, que atestiguan la escena.

Uno de los secretos de la magia de los Museos

Sea lo que sea lo que cada cuadro nos haga sentir, hay multitud de ellos capaces de hacernos conectar con nuestras propias emociones, deseos y sensaciones.

Aunque para cada uno no sean todos, siempre se conectará con, al menos, uno. Y eso vale la pena.

Llegar a un Museo (esta vez al del Prado) e ir dejándose llevar y ser sorprendidos por lo que nos transmiten sus obras es, a mi parecer, una de las mejores sensaciones que hay.

Incluso, aún ya conociéndolas, siempre se pueden descubrir nuevas cosas: valores y elementos, detalles que permanecían escondidos ante nuestros ojos hasta que nos percatamos de ellos…con cada visita que se hace al Museo.

Sus obras se renuevan y actualizan cada vez que volvemos a mirarlas.

WEBGRAFÍA

Museo Nacional del Prado. La extracción de la piedra de la locura. El Bosco.

Museo Nacional del Prado.

Museo Nacional del Prado. El Prado, escenario cinematográfico.

Museo Nacional del Prado. Tríptico del jardín de las delicias. El Bosco.

Museo Nacional del Prado. El Museo Nacional del Prado entre los diez museos mejor valorados del mundo.

Travesías. Las diez imperdibles obras del Museo del Prado. (Frida, 24 de febrero de 2020)

Museo Nacional del Prado. Saturno, Francisco de Goya y Lucientes

Museo Nacional del Prado. Las tres gracias, Pedro Pablo Rubens

Museo Nacional del Prado. La Anunciación de Fra Angelico

Museo Nacional del Prado. Las Meninas, de Velázquez

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