EL DESNUDO: UNO DE LOS TEMAS MÁS RECURRENTES A LO LARGO DE LOS SIGLOS
Si realizamos un breve análisis de los temas que aparecen en historia del arte vemos que la mayoría de ellos se repiten una y otra vez. Tanto es así que en la mayoría de las ocasiones, los cambios dentro del arte no vienen determinados por qué pintar, sino por cómo pintar. Se repiten paisajes, bodegones, caballos, batallas, reyes y por supuesto el desnudo. Es decir, la vida misma plasmada a la manera de cada momento.
En esta ocasión hablamos del desnudo en la historia del arte. Uno de los temas más recurrentes a lo largo de los siglos.
Si nos remontamos a la prehistoria encontramos las llamadas Venus paleolíticas. Realizadas en marfil, piedra o terracota, mostraban el cuerpo de una mujer desnuda, presumiblemente embarazada, con formas exageradas o distorsionadas. Con respecto a su función, históricamente se creía que eran diosas de la fecundidad o incluso estatuillas que mostraban un canon de belleza.
Posteriormente han surgido teorías acerca de la posibilidad de que se tratara de autorretratos de las propias gestantes que, en ausencia de espejos, plasmaban los cambios experimentados por su cuerpo desde su propia perspectiva. Esto explicaría que el resultado fuera una imagen diferente a la percibida por el resto de personas.
El estudio del cuerpo humano, especialmente del desnudo, nos ocupa desde el Renacimiento, tanto es así que es parte fundamental en la formación de cualquier artista.
Sin embargo, no todos tuvieron la oportunidad de acceder a los privilegios reservados para aquellos que podían ingresar en academias o talleres. El uso de cadáveres por parte de Leonardo Da Vinci es famoso, pero otros, especialmente las artistas mujeres, tuvieron que valerse de su propio cuerpo o el de sus amantes para conocer a fondo un tema tan cercano pero tan complejo y reservado.
Otro ejemplo que simboliza bien el poder del desnudo está presente en la didáctica cristiana sobre el bien y el mal. Existen dos tipos de mujeres claramente enfrentadas. La madre buena y recatada que vemos en una Virgen María vestida y la fuerza del mal representada a través de Eva o María Magdalena. Siempre desnudas, sufridoras y desafiantes.
Esto hizo que la presencia de los desnudos quedara relegada al pecado, el infierno, la pasión y los deseos. Temas peliagudos. Controlados por la censura, en occidente se limitó la libertad de dibujar abiertamente el cuerpo humano, especialmente el femenino. Es por ello que la mayoría de los cuadros que vemos con esta temática necesitaron valerse de un filtro que excusara el tema escogido: la mitología clásica era el preferido. Pero también lo era la pintura de historia o en su defecto escenas bíblicas del Antiguo Testamento, como es el caso de Adán y Eva en el paraíso.
Por supuesto tenemos ejemplos de cuadros que se saltan estas normas. La Venus frente al Espejo de Tiziano de 1555 perteneció a un acaudalado abogado veneciano y la Venus de Velázquez apareció por primera vez en la colección privada de Marqués del Carpio, un protegido de Felipe IV.
Por su parte, el cuadro de las Tres Gracias de Rubens fue pintado por el artista para disfrute personal una vez que ya había alcanzado el éxito y podía permitirse estos caprichos. Aunque en todos estos ejemplos el tema mitológico está presente, son una demostración clara de que la excusa era un requisito imprescindible.
En el siglo XIX Courbet da un golpe en la mesa y escandaliza a su entorno cuando pinta Las Bañistas. Una imagen en la que la presencia de mujeres desnudas no obedece al orden clásico.
Unos años después, en 1863 Manet se suma al carro al pintar Almuerzo Campestre o Almuerzo Sobre la Hierba en la que se veía a una mujer completamente desnuda junto a dos hombres vestidos. Una vez más sin un contexto histórico que pudiera justificarlo.
En ambos casos y en numerosos cuadros a partir de ese momento se crea una asociación entre la mujer bella, idílica y sensual, conectada con una naturaleza llena de flores y luz, en la que el erotismo y la vida paradisiaca se deja ver.
Por un lado, este paso puede verse como un gesto liberador. El cuerpo es materia viva y natural a la que habría que liberar de muchos prejuicios. Pero no podemos caer en la ingenuidad, porque sabemos que esta liberación puede ser usada como otra forma de usar el cuerpo femenino para el placer ajeno. Un ejemplo es el cuadro de Las Señoritas de Avignon de Picasso en 1907. Gracias a él, el artista da un volantazo en la historia del arte y expone al mundo una nueva forma de expresión plástica: el cubismo. Sin embargo no podemos olvidar que lo hace retratando, sin tapujos, e el escaparate de un prostíbulo en el que las mujeres se exhiben públicamente.
A día de hoy la difusión de imágenes continúa.
De hecho gracias a la tecnología el mismo contenido que antes nos llegaba a cuentagotas hoy inunda nuestras vidas. Seguimos haciéndole fotos a la comida cual bodegones decimonónicos. Continuamos exponiendo nuestros viajes y experiencias de forma épica como si de batallas ganadas se tratara. Mostramos nuestra opulencia como la riqueza del rey más poderoso y, por supuesto, realizamos retratos que inmortalizan nuestra belleza y juventud aderezados con unos filtros que idealizan nuestra imagen mejor de lo que lo haría el pintor más amable.
Continuamos haciendo lo que nuestros antepasados. Cambiamos el pincel y la acuarela por los píxeles, las aplicaciones web y la inteligencia artificial. Y esto incluye al desnudo.
Por supuesto seguimos expuestos a las exigencias de la sociedad. De hecho, contamos con el riesgo de sentirnos infinitamente más amenazados que en siglos anteriores, ya que ahora estos cánones imposibles están a golpe de click y en la palma de nuestra mano, también llamada smartphone. Estar constantemente estimulados con estas imágenes nos provoca desasosiego, tristeza y vulnerabilidad ya que perseguimos la validación propia a través de la mirada de los otros. Algo muy perjudicial a cualquier edad, especialmente durante la infancia y la adolescencia.
Sin embargo, existen ejemplos de artistas que han ido más allá. Artistas que buscan un cambio de paradigma en la forma en la que miramos nuestros cuerpos.
Uno de los primeros autorretratos desnudos que no se esconden tras el personaje de una historia fue el de Paula Modersohn-Becker en 1906. Con el pecho al aire, adornada únicamente por un collar y en formato tres cuartos, la artista se pintó en un estado de gestación sin estar realmente embarazada. A través del color cálido, el dibujo y la mirada directa al espectador vemos el cuerpo de una mujer visto con nuevos ojos: los de su dueña.
Otro caso es el de Amrita Sher-Gil, considerada la pintora más destacada de India. Con cuadros como Autorretrato como tahitiana se alejó del modernismo academicista e introdujo el modernismo y la revolución pictórica en el país.
Por último y si vamos más allá de la pintura, el cuerpo humano ha sido el soporte favorito de los artistas performáticos, que buscan crear conciencia social a través de sí mismos. Ana Mendieta por ejemplo, profundizó a través de la fotografía en su cuerpo, su género y la espiritualidad, conectándose con la naturaleza.
Un ejemplo más es Carolee Schneemann. Artista feminista, usó su cuerpo de forma radical como arma de denuncia política creando incomodidades a su alrededor.
En definitiva, a día de hoy el desnudo sigue reclamando nuestra atención de la forma más poderosa. Todavía es un tema, a ratos controvertido, a ratos atrayente y subversivo. Lo que está claro es que no deja de removernos por mucho que creamos estar acostumbrados a ver a gente sin ropa.
Una respuesta a «El desnudo en el arte»
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