EL COLOR ROJO EN EL ARTE
No podemos negar la fuerza del rojo. Rojo pasión, rojo valentino, ponerse rojo, al rojo vivo…
Qué tendrá este color que no podemos dejar de nombrarlo.

El rojo es uno de los colores más llamativos de toda la escala cromática y no podía pasar desapercibido para los artistas. Es por esto que ha tenido un valor simbólico en el arte que ha traspasado los límites del tiempo.
Destacado sobre otros colores, la curiosidad del color rojo radica en su ambivalencia. Es decir, por sus fuertes connotaciones tanto positivas como negativas.

Por un lado se asocia a la vida por su relación con la sangre y su color enérgico. Por esta razón en muchas ocasiones ha sido interpretado como signo de alegría, victoria y poder.
Sin embargo, también carga con el sentido opuesto. El propio del fuego. Símbolo de destrucción, peligro y la maldad.

Tanto es así que su fuerza supera lo visual y está presente en nuestro lenguaje oral. Expresiones como “Cruzar la línea roja” o “Pulsar el botón rojo” nos advierten de su potencia.
Pero no solo eso. Existen otro tipo de lenguajes que también hacen uso de la fuerza que otorga. Un ejemplo lo podemos ver en el mundo de las banderas donde el tono colorado alerta de un peligro, de una forma mundialmente reconocible.

EL ORIGEN DEL ROJO
Encuadrado en la gama cálida, esta presente en la naturaleza como en el fuego o nuestra sangre. Es un color primario (es decir, no se obtiene de la mezcla de otros colores) que conecta con nuestro instinto más básico.
Se encuentra presente desde el inicio de las representaciones artísticas
Si viajamos hasta el Paleolítico, vemos que este color ya forma parte de las pinturas rupestres.
En concreto en forma de pigmento procedente del ocre. Un mineral terroso formado por óxido de hierro que se puede mezclar con arcilla. A su vez se diluía en agua o aglutinantes procedentes de grasas animales. Esta mezcla se usaba para pintar y daba lugar a estas tonalidades coloradas, amarillentas y anaranjadas tan características de este periodo.

El ocre no solo servía para realizar estas pinturas históricas, sino que también se usaba como maquillaje corporal o facial.
Porque recordemos que el arte va mucho más allá de las representaciones que llegan hasta nosotros. La historia está incompleta si olvidamos las expresiones artísticas efímeras o aquellas que simplemente no han perdurado.

A lo largo de los años han sido múltiples las formas de este color, y si bien el ocre es la más antigua no es la única. Contamos con el carmesí, bermellón, rojo plomizo, rojo cadmio, el cinabrio, el rojo chino… siendo todos ellos de diverso origen.
LOS PELIRROJOS, FIGURAS APARTE
Uno de los aspectos más curiosos de la historia del arte es la representación de los pelirrojos ya que tienen su propio lugar dentro de la iconografía occidental.
El pelo dorado o cobrizo se convirtió en un signo externo muy llamativo, habitualmente asociado al demonio y con matices negativos.
Uno de los ejemplos más destacados es el de María Magdalena, la mujer pecadora. Uno de los atributos más reconocibles que se le adjudicó fue precisamente el color rojo para el pelo.

Este personaje bíblico encarna el pecado, más concretamente la lujuria.
Por otro lado, María Magdalena representa la amargura más profunda tras la muerte de Jesús. De hecho, a menudo la podemos ver en escenas cargadas de teatralidad, dejándose llevar por sus emociones. Sufriendo incluso más que la Virgen, madre de Jesús.
Esta última se mantiene firme ante el dolor, dejando caer apenas unas lágrimas. Por su parte es habitual ver a María Magdalena en el suelo, con el pelo suelto y medio desnuda.

El manto azul podría llevarnos a error, pero la melena pelirroja suelta y la semi-desnudez nos alejan de la posibilidad de confundir a María Magdalena con una Virgen.
Esta diferenciación podría tener que ver con la distinción entre la sobriedad de la mujer modélica y la emocionalidad de la pecadora. Además también influyó en la cultura popular calando la idea del gran temperamento de las mujeres pelirrojas.
Actualmente seguimos teniendo ejemplos de personajes populares como La Sirenita, Brave, Fiona de Shrek… que nos muestran a mujeres rebeldes y con carácter.

Los hombres tampoco se libran
Al igual que en el caso de María Magdalena, en el arte medieval se usaba el color rojo para identificar a los hombre desdeñables dentro de una escena.
Un ejemplo de ello lo encontramos en la Crucifixión de Cristo, donde para distinguir a los ladrones (pecadores), se recurre de nuevo al color rojo para su pelo. De esta forma nos deja claro una vez más, el origen malvado de aquellos que acompañan a Jesús en su muerte.

Otra de las escenas en las que es muy habitual encontrar a un pelirrojo es en la Última Cena. En este caso para señalar a Judas, el gran traidor.
En ocasiones se hace deformándole la cara, a causa de sus pecados, quitándole la aureola o portando un saco con las monedas por las que vendió a Jesús. Sin embargo, más allá de estos detalles, podemos reconocer a Judas de una forma clara y rápida: a través de su pelo rojo.

EL ROJO AVANZA EN LA HISTORIA DEL ARTE
Por lo tanto podemos ver que esta asociación ya estaba muy extendida en la Edad Media. Sin embargo a la hora de hacer gala de ella debemos destacar a los Prerrafaelitas.
Este grupo de artistas ingleses del siglo XIX tenían por principio volver a la pintura anterior a Rafael, pues consideraban al artista como el punto culmen e insuperable de la historia del arte.
Estos artistas huyen del arte de su tiempo y vuelven la mirada al pasado, al Quattrocento y al medievo, así como a Grecia y Roma. Es por ello que no nos puede extrañar el uso del rojo para ciertos personajes. Quizás el más llamativo sea para la Femme Fatal.
A la femme fatal se la ideó con una melena larga y rojiza. En esa vuelta hacia el pasado recuperaron el personaje de Lilith. La mitológica primera mujer de Adán con características demoníacas según la tradición judía. Ataviada como una mujer bella, sensual y seductora, no podía faltarle la cabellera rojiza que tanta información transmitía.

Podría parecer una tontería del pasado, pero es algo de lo que todavía quedan reminiscencias. Tanto es así que hay quien cree a día de hoy que los pelirrojos dan mala suerte.
EL ROJO EN POSITIVO
Tal y como hemos dicho al principio, el color rojo no siempre tiene tanta mala fama. Por ejemplo en la sociedad china representa la buena suerte y atrae el dinero. Lo mismo ocurre con muchos pueblos precolombinos.
Lo que es seguro es que el rojo llama nuestra atención. Esta cualidad lo ha convertido en protagonista indiscutible en otro mundo: el de las banderas. Se trata de uno de los colores más repetidos por los diferentes países, equipos y divisiones como signo de fuerza y valentía.
En el caso de España el rojo aparece desde hace siglos. Llega de la mano de Felipe el Hermoso, cuando instauró la Cruz de Borgoña entre su séquito. Posteriormente fue adoptada por su hijo Carlos V y su nieto Felipe II. En ese momento cada compañía tenía su propia bandera por lo que el reconocimiento entre soldados amigos en el campo de batalla podía ser confuso. Fue entonces cuando esta cruz roja se adoptó como parte del ejército español, colocándose sobre paños de distinta forma y colorido.

Desde entonces el color rojo ha formado parte de la bandera rojigualda española.
Por supuesto esto ha sido representado en los cuadros de temática histórico-bélica infinidad de veces.

ARTISTAS ENAMORADOS DE LA FUERZA DEL ROJO
Sin lugar a dudas si hubo un grupo de artistas enamorados del rojo, esos fueron los fauvistas.
El fauvismo fue un movimiento vanguardista nacido en París a principios del siglo XX. Su máxima era la exaltación del color, por encima de la forma o el realismo. Se pintaba de un modo instintivo, casi irracional. Lo interno primaba por encima del intelecto.
Por lo tanto no nos puede extrañar que si un grupo de artistas revolucionario se sienta motivado por el color, el rojo sea un elemento recurrente en sus cuadros.
Un ejemplo lo vemos en Matisse. Es capaz de combinar el retrato, el bodegón y el paisaje. Pero lo hace de un modo casi loco.
En su momento el artista no fue bien valorado. Sus pinturas eran calificadas de infantiles. En ellas no se respetaba la perspectiva, ni la proporción ni mucho menos el uso natural de los colores. Sin embargo transmitían una fuerza capaz de cautivar a aquel que la mirase.

Una de las pintoras que conoció el fauvismo, lo exploró y fue más allá fue Sonia Delaunay. La artista rusa fue una de las mayores representantes del arte abstracto. Sus creaciones traspasaron la pintura. La abstracción geométrica que había trabajado se llevó a la moda, los muebles, la decoración, libros… llegando a todo el público.

Son muchos los artistas que habiendo llegado a la abstracción han renunciado a la forma pero no al color. Y una vez dentro del mundo del color se decantan por los primarios, o por aquellos puros y monocromos. Uno de los exponentes universales en este sentido es Mondrian y su teoría estética sobre el color.
A través del uso de planos geométricos intenta eliminar incluso la curva, todo aquello que tenga que ver con lo formal. El objetivo es llegar a la esencia primera y más auténtica del arte. El rojo, por supuesto, tenía que estar presente.

A DÍA DE HOY…
A día de hoy, los artistas siguen experimentando con el color. La japonesa Yayoi Kusama utiliza los colores a través de los puntos como si de un juego se tratase. Ver sus exhibiciones supone una contemplación que puede acarrear todas las preguntas o ninguna.

Y todo esto nos pasa gracias a la fuerza del rojo.
7 respuestas a «El poder del rojo en el arte»
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