EL REALISMO ÍNTIMO DE ISABEL QUINTANILLA, UNA BIOGRAFÍA COLECTIVA, MÁS ALLÁ DE LO MATERIAL
Isabel Quintanilla (Madrid, 1938 – Brunete, 2017) fue una artista española ligada al movimiento del nuevo realismo contemporáneo en la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI.
A lo largo de su carrera, se rodeó de figuras relevantes dentro del contexto de las segundas vanguardias como María Moreno, Amalia Avia, Antonio López, David Hockney, o su marido, el escultor Francisco López.
“El Realismo íntimo” da nombre a la nueva exposición temporal de la artista madrileña, presente en el Museo Thyssen-Bornemisza desde el 27 de febrero hasta el 2 de junio de 2024.
La exposición es la primera muestra de su obra en una institución tan reconocida como el Museo Thyssen tras su fallecimiento en 2017. Entre las obras presentes, provenientes de la colección Thyssen, así como de diversos fondos, coleccionistas y galerías privadas, podemos encontrar pinturas inéditas para el público que muestran la realidad y el contexto que acompañan la vida de Isabel Quintanilla, consiguiendo un retrato fiel a su figura como artista.
En este ámbito, la exposición nos plasma una visión general en torno al movimiento de los realistas madrileños en el siglo XX y posteriormente se ilustra cada una de las etapas y series pictóricas llevadas a cabo por Quintanilla.
El propio nombre retrata muy bien los aspectos que conectan con la idea de la visión artística presente. “El realismo íntimo”, hace referencia a la profunda relación entre la pintura y la vida de Isabel.
En este sentido, podríamos afirmar, que de alguna manera su obra es una biografía pictórica, ya que recurre constantemente a escenarios e imágenes cotidianas presentes en la vida corriente. De esta manera, consigue transmitir no solo un sentimiento familiar intrínseco a su figura vital, sino también a la de la mayoría de personas.
Este aspecto es notable, sobre todo, en las naturalezas muertas en las que muestra objetos como el menaje de duralex, diversos alimentos populares en la gastronomía española u objetos y enseres personales como llaves, botellas, cuadernos, relojes, bolsos etc… este motivo característico, es una de las razones de su éxito como artista, sobre todo gracias a su promoción y colaboración con galerías alemanas a partir de los años 70.
A grandes rasgos, se pueden distinguir tres tipos de manifestaciones temáticas. Aquellas que tienen que ver con los objetos (naturalezas muertas), que como anteriormente se menciona tienen relación con imágenes presentes en el día a día.
Los espacios, en los que Quintanilla recrea fielmente aquellos lugares en los que vive, crea o comparte momentos, y, finalmente, las que tienen que ver con los paisajes; urbanos, domésticos, o en la naturaleza, la mayoría de ellos mostrando sus viajes y experiencias pero también conectando con la imagen idealizada de España (Campos de Castilla y Extremadura), que cuenta técnicamente con una atmósfera similar a la que podemos encontrar en autores como Constable, Canaletto o Turner.
El dinamismo dentro de la obra de Quintanilla y el itinerario de exposición del Thyssen nos hacen distinguir fácilmente entre las distintas expresiones en la pintura. En primer lugar, encontramos los objetos, en segundo lugar los espacios y por último los paisajes; con algunas excepciones, cuando el relato relacionado con la vida de la artista lo requiere.
En muchas ocasiones, el realismo no transmite nada más allá de la virtuosidad técnica del artista, por esa razón está en boca de muchos aquello de “Antonio López solo hace fotografías” y sinceramente, puede verse el sentido de ese argumento, y a raíz de él, se abre un debate en el arte contemporáneo.
¿Hasta qué punto el hiperrealismo aporta al contexto artístico si ya existe la fotografía?
Desafortunadamente no existe ninguna conclusión clara al respecto, pero la obra de Quintanilla, que en muchas ocasiones se podría etiquetar como hiperrealista, no se limita simplemente a destacar a nivel técnico, sino que el uso de la luz y el ambiente que rodea las escenas consiguen una imagen inerte que nos conecta con la vida perceptible en los objetos; y la cotidianidad de estas imágenes, nos hace conectar con nuestras propias vivencias, el recuerdo, la reivindicación del pasado, el amor por la familia o por los lugares y entes que suponen esa familiaridad, por ende nuestra circunstancia.
La templanza y veracidad dentro de la situación costumbrista que infunde Quintanilla puede asemejarse a la sensación empática que pueden transmitir obras como Las Espigadoras (1857) o El Ángelus (1857-1859), de Millet.
La muestra sin filtro de la realidad, con crudeza e incomodidad, pero también la belleza de la experiencia sincera, del movimiento, de los viajes, del amor, del desarrollo de las personas y la vida de la ciudad o el campo son aspectos que también recogen cineastas como Roberto Rossellini u otros autores del Neorrealismo italiano.
D. Riezu (2022) en “Agua y jabón” también subdivide su obra, de cierta manera autobiográfica, para mostrar fielmente las reflexiones sobre los aspectos de la vida destacando la virtud del temperamento, de los objetos y de los lugares; en definitiva, de lo material e inmaterial. A fin de cuentas, Quintanilla consigue comunicar esa intimidad presente en cada una de nuestras vidas.
BIBLIOGRAFÍA
- Riezu, M. D. (2022). Agua y jabón. Anagrama.
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