COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA EVOLUCIÓN DE LA ICONOGRAFÍA DE LA COLUMNA Y AZOTES DE JESUCRISTO
En plena Cuaresma y a pocos días de que comience la Semana Santa, vamos a tratar sobre la evolución histórico artística de la iconografía de la Flagelación de Cristo, una escena pasionista que en muchas ocasiones se menciona como la Columna y Azotes de Jesucristo.
CONTEXTO HISTÓRICO
Después de ser prendido en el monte de los olivos, de Getsemaní, Jesús fue llevado a un juicio político totalmente ilegal. Primero fue interrogado por Anás, el que era suegro del sumo sacerdote, tras no recibir respuesta y ser abofeteado, se le envía a Caifás, quien era el líder del sanedrín en ese momento.
Jesús responde a la pregunta de si es el Hijo de Dios, tal como iba predicando, con un: “Ego Sum, “Yo soy”. Es decir, reconociendo y cometiendo, bajo las leyes judías, el delito de herejía.
Esto ya era suficiente para que los sanedritas lo enviaran a Pilatos, prefecto en Judea, por tanto, la máxima autoridad de este territorio que estaba controlada por Roma.
El sanedrín no tenía poder político para tomar decisiones como las de crucificar a alguien y por eso deciden enviarlo a Poncio Pilatos con las acusaciones y los falsos testimonios que querían aportar contra Jesús. El romano le preguntó lo mismo que anteriormente hizo Caifás y Jesús respondió “Tú lo has dicho”.
Pilatos lejos de alterarse siguió preguntándole con la pretensión de salvarlo de las acusaciones de los sacerdotes, pero Jesús nada más respondió.

En un intento por evitar llegar a la muerte de Jesús, Pilatos aprovecha la costumbre de liberar a un preso por Pascua y ofrece al pueblo a Barrabás, un asesino, o a Jesús. Los sacerdotes manejaron a la plebe para que pidieran que se liberara a Barrabás y condenaran a Jesús.
Además, Poncio Pilatos dejó claro que no veía culpa alguna en él y se lavaba las manos de lo que hicieran con él. Y aquí llegamos a la escena que vamos a analizar, ya que Pilatos intentando calmar la sed de sangre de la muchedumbre ordenó que los azotaran como castigo.
Este momento viene recogido en los cuatro evangelios, indicando Marcos, Mateo y Juan que lo mandó azotar, mientras que Lucas señala que Pilatos dijo: “Lo soltaré, pues, después de castigarlo”.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
A continuación, veremos la evolución histórica artística de esta iconografía, fundamentada en los evangelios y en visiones como las de Santa Brígida, que define en uno de sus momentos místicos la escena como si ella lo viera a través de los ojos de la Virgen María.
La representación artística más antigua que se conserva de esta temática es La Flagelación del Salterio de Stuttgart, que está fechada entre el año 820 y el 830. En ella, podemos ver a Jesús completamente desnudo, atado a una columna y de espaldas al espectador, mientras es azotado por dos verdugos, cada uno a un lado.
Es interesante ver cómo aparece el elemento de la columna, ya que en ninguno de los cuatro evangelios se hace mención alguna a esta estructura arquitectónica y que, sin embargo, siempre está presenta en las obras artísticas centradas en esta escena.

Será en el periodo tardomedieval cuando ya veamos cómo se convierte en una iconografía central respecto a la representación de la Pasión de Jesús. En este periodo se deja atrás la indiferencia y la poca expresividad que tenían las tallas cristíferas, se busca un mayor dramatismo, centrándose en el dolor que padeció Cristo en este martirio.
Gran parte de culpa de esta tendencia reside en la orden franciscana, que pretendía dar una imagen más humana de Jesús, generando así mayor cercanía con el fiel devoto.
También es de destacar una característica tanto de esta etapa como del Renacimiento y es que la columna a la que se ata a Jesús siempre es elevada. Y es que en muchos casos, se ha utilizado esta escena como excusa para una representación arquitectónica y con la intención del artista de demostrar su dominio de la perspectiva.
Así se refleja en La Flagelación de Cristo, de Piero de la Francesca (h.1444), en la que la escena que titula la obra pasa incluso a segundo plano y genera la sensación de perspectiva jugando con los tamaños de los personajes. En este caso aparece Pilatos presenciando el martirio de Jesús atado en la columna de su pretorio, un magnífico palacio clásico con columnas corintias.

Esta obra tendrá tal difusión e influencia que podemos ver cómo llega incluso a España con pinturas como la realizada por Jaume Huguet (1462-1475) bajo el encargo de la cofradía de maestros zapateros de Barcelona y que estuvo ubicada en la catedral de la misma ciudad. Hoy se puede contemplar en el Museo del Louvre.
La escena nuevamente está planteada dentro del pretorio de Pilatos, que contempla la escena, rodeado de una muchedumbre, mientras Jesús es atado a una larga columna clásica.
Interesante el valor simbólico de los ángeles a los pies de Cristo que recogen su sangre, y es que además del significado pasionista, esta escena será utilizada como un reflejo del cuerpo y la sangre de Jesús en referencia al Santísimo Sacramento.

Con el Renacimiento, se deja atrás ese dolor y sufrimiento, para mostrar un Cristo sereno, no se busca la teatralidad. Además de las obras que hemos mencionado anteriormente, tenemos el caso del Cristo atado a la Columna de Francesco Vanni, en la que se incluye a la Virgen María, las Santas Mujeres y a San Juan.
En este caso, Cristo aparece sin heridas, observando cómo su Madre se desvanece como se menciona en las Visiones de Santa Brígida, tras ver cómo su Hijo era azotado.
En España, habría que mencionar La Flagelación de Alejo Fernández (1500-1505), que pretende mostrar sus dotes artísticas con unas ruinas clásicas como el palacio del pretorio de Pilatos decorado con bóvedas y arcos de medio punto, con Jesús atado a una estilizada columna en el centro de la escena y con cuatro sayones rodeándole y azotándole, uno de ellos tirándole incluso del pelo.
A la derecha, uno de los soldados porta la túnica de Jesús, un guiño que adelanta una de las escenas que veremos en el periodo Barroco. En la terraza, Pilatos contempla el martirio.


En escultura también hay una amplia selección de obras que tratan esta temática. Desde el Cristo atado a la columna de Pedro Millán (h.1490) que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, al Cristo del Perdón de Granada, obra de Diego de Siloé. Ambos aparecen atados a largas columnas siguiendo la misma línea recta del elemento arquitectónico.
La gran variación y el desarrollo máximo de esta iconografía se dará en el periodo Barroco y todo a causa del Concilio de Trento (1545-1563).
La necesidad de realizar una labor pedagógica a los devotos, conseguir mayor cercanía y generar una sensación de realismo impulsó a que todas las temáticas religiosas fueran revisadas y se buscaran nuevas vías a la hora de ejecutarlas.

El primer gran cambio, se optó por representar la flagelación en una columna de fuste bajo. ¿Qué se conseguía con ello? Pues lo primero a nivel artístico, un mayor dinamismo, el Cristo se tiene que doblar, se generan nuevas posturas y sobre todo, mayor sufrimiento.
El Barroco siempre busca mayor patetismo, una teatralidad que nos lleve a sentir lo que sintió en este caso Jesús. Eso lo consiguió plasmar a la perfección Gregorio Fernández en 1619 con el Señor Atado a la Columna que realizó para la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Valladolid. En este caos, la imagen mira directamente al fiel, generando una gran conmoción en el espectador.
Lo segundo que se obtuvo era conseguir que la Columna fuera una reliquia más del catolicismo. En la iglesia de Santa Práxedes de Roma se puede rendir culto a la que se considera la columna donde Jesús fue azotado. Con esta nueva representación difundida por todo el mundo católico gracias al Barroco, se creó una nueva devoción.
Surgieron además nuevos modelos iconográficos, como la de San Pedro acompañando a Jesús durante la Flagelación. Se pretendía mostrar al discípulo arrepintiéndose después de haberle negado en tres ocasiones. Como sabemos, tras esas negaciones, cantó un gallo, por eso se llegó a popularizar el colocar al gallo sobre la columna en estas representaciones.

Otra novedad fue la escena de Jesús recogiendo sus ropajes después de ser azotado. En esto tuvo gran parte de culpa la ciudad de Sevilla, donde el estilo Barroco tuvo una gran influencia y desarrollo. Entre los “culpables” de estas nuevas ocurrencias, estuvo Francisco Pacheco, que dejó recogido haber realizado una obra con esta escena, aunque hoy es una obra que no conservamos.
Si tenemos la fortuna de poder contemplar la que ejecutó Bartolomé Esteban Murillo y que hoy se encuentra en Boston, por culpa del expolio del mariscal Soult durante la invasión francesa de la ciudad andaluza. En esta obra, Jesús a gatas intenta llegar a por sus ropas, dejando al fondo la columna de fuste bajo, mientras dos ángeles contemplan atónitos el dramático momento.
En esculturas, José de Mora supo representar esta escena de forma magistral, que se perdió en el incendio provocado en 1936, pero que conservamos en imágenes.
Es difícil llegar a mayor dramatismo y teatralidad que en esta escena, en la que transmite cómo Jesús no puede prácticamente ni avanzar después de la paliza recibida. Al espectador no le queda otra que observar y quedarse paralizado, como le pasaría a la Virgen al contemplar el martirio de su Hijo.

La última iconografía que surgió en este periodo en torno a la Flagelación de Cristo es la de Cristo contemplado por el alma cristiana. El propio Francisco Pacheco en su Tratado de Arte y Pintura (1649) describe cómo se debe representar esta escena.
Y como buen discípulo, así lo representó Diego de Velázquez entre 1626 y 1632 en la pintura que hoy se conserva en la National Gallery de Londres. Podemos contemplar a Jesús una vez ya azotado, todavía atado a la columna baja, que provocar que quede medio colgando, sin poder ponerse de pie del dolor, mientras un niño con un ángel lo contemplan.
El niño aparece con las manos entrelazadas, con actitud piadosa, como enviando el mensaje al espectador de cómo debe rendir culto ante la figura de Cristo.

Una iconografía riquísima en cuanto a su desarrollo histórico como artístico, que aún a día de hoy sigue provocando la creatividad de los artistas como es el caso de la nueva talla del Cristo de la Púrpura de Antonio Navarro Arteaga (2016), que representa a Jesús después de ser flagelado, todavía atado a la columna, una columna desgastada, ruinosa.
Mientras, el propio Cristo recoge sus ropas, mirando directamente al espectador para transmitir tristeza, más allá del dolor físico, buscando generar una conmoción espiritual. La Columna y Azotes.
Una respuesta a «Evolución de la iconografía de la Columna y Azotes de Jesucristo»
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