EL SAQUEO DE NAPOLEÓN BONAPARTE EN SEVILLA
Para hablar sobre el Expolio Napoleónico en Sevilla, hay que volver en el tiempo para recordar los diferentes saqueos que Napoleón había llevado a cabo a lo largo de la historia.
El 1796 Napoleón Bonaparte llevó a cabo su primera incursión en Italia, constituyendo un gabinete técnico, dirigido por el artista, diplomático y coleccionista Dominique Vivant. Seleccionaron obras de arte de la Antigüedad y el Renacimiento Italiano. Sólo en pintura tomaron 506 cuadros. El Vaticano “cedió” 100 obras de arte, donde se encontraba el Laoconte, la Venus Capitolina y el Apolo Belvedere. Todas estas obras estaban destinadas al Museo del Louvre, abierto en 1793. En 1803 pasaba a denominarse “Museo Napoleónico”, con el principal cometido de albergar la mayor colección universal posible. De esta manera comienza el sistemático y selectivo expolio artístico francés.
El 1 de febrero de 1810 las tropas napoleónicas entran en Sevilla. La ciudad había sido el lugar donde se habían instalado la Junta de Defensa de España. Desde que se toma Madrid, Sevilla se convierte en la capital de la España no ocupada, aunque los franceses sabían del desconcierto de las tropas, al ver el implacable avance francés realizado en el norte de la península. El Cabildo de la ciudad reunido en el Ayuntamiento deciden capitular ante las fuerzas francesas, presentándose en la actual barriada de Torreblanca donde pactan las capitulaciones que, aunque fueron totalmente incumplidas evitaron un baño de sangre en la ciudad. El día 1 las tropas entran en la ciudad al mando del mariscal Claude – Victor Perrin y José Bonaparte, convirtiendo a Sevilla en la capital de un virreinato dirigido por el mariscal Soult, Duque de Dalmacia.
Una vez en el trono declaró la amortización de los bienes eclesiásticos, aportando un ingente patrimonio religioso a la nación, manteniendo la idea de fundación de un museo nacional denominado “Museo Josefino”. Así quería equiparar la dinámica cultural de Madrid a otras capitales europeas, evitando la dispersión del patrimonio fuera del país que su hermano estaba provocando.
Napoleón otorgó plenos poderes a sus comandantes para que acometan el expolio del patrimonio español, donde todo hacía indicar que su destino sería el Museo Napoleónico en París. Los encargados de la rapiña habían consultado previamente el “Diccionario de Artistas Españoles”, obra de Agustín Ceán Bermúdez en 1800, por lo que sabían perfectamente las obras a requisar y su ubicación. Esta “especialización” del expolio viene de una década anterior, cuando el secretario de Estado Mariano Luis Urquijo convenció a Carlos IV para que ordenara a todas las instituciones religiosas que cedieran sus mejores obras al proyecto de Museo Real dedicado a Napoleón, donde se recogieran las mejores pinturas de España.
El 13 de febrero de 1810 se publicó en el diario sevillano “La Gaceta” un oficio de José I, donde mandaba el traslado de todas las obras requisadas en la ciudad al Real Alcázar, con el fin de escoger las mejores para integrarlas en el museo de Napoleón. Para ello se creó una comisión ejecutiva con miembros de la Academia de Bellas Artes para escoger las obras, la mayoría de instituciones religiosas, que debían llevarse al Alcázar. El inventario de las obras confiscadas ascendió a 999 cuadros organizados en 39 salas. De ellas partieron unas 150 con dirección a Francia en 1812, mientras que una pequeña parte se quedó en Madrid siempre a disposición del imperio francés, entre las cuales podemos destacar la Santa Isabel de Hungría que después de la Guerra de Independencia fue reclamada para su devolución a su lugar de origen, que no se produjo hasta 1943.
Como objetivo primordial del expolio de Soult tenemos a Murillo. El ejemplo más determinante son las Obras de Misericordia, desmanteladas del Hospital de la Santa Caridad, cuyo programa iconográfico mostraba las intenciones que los hermanos de la Hermandad de la Santa Caridad debían acometer para obtener la salvación eterna. Estas fueron sustraídas por el propio Soult para su colección particular. Después de su fallecimiento, sus herederos las vendieron en 1852, estando hoy en día repartidas en distintos museos del mundo. La hermandad posteriormente mandó realizar copias de los cuadros para que de esta manera recuperar el mensaje original de la iglesia y restablecer así su primigenio sentido. Sólo el convento de los Capuchinos, quienes eran conocedores de las intenciones depredadoras de Soult, desmontó los lienzos de Murillo del Retablo Mayor y las capillas laterales, trasladándolos a Cádiz, donde se ocultaron en casas particulares hasta el final de la guerra, cuando regresaron a Sevilla. Gracias a esta hazaña podemos contemplar actualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla la importante colección de obras de Murillo, patrimonio de los capuchinos, entre las cuales podemos destacar San Antonio de Padua con el Niño, Santas Justa y Rufina o Virgen con el Niño (Virgen de la servilleta).
Otros edificios de gran belleza como, San Francisco, San Buenaventura, Santa Isabel, Santa maría de Gracia o la Catedral vieron mutilado su patrimonio al arrebatárseles sus pinturas, donde podemos ver obras de Zurbarán, Herrera el Viejo, Roelas o Pacheco, de quien expoliaron el Cristo servido por los ángeles pertenecientes al refectorio del convento de monjas de San Clemente y el Juicio Final procedente de la Iglesia del Convento de Santa Isabel. Ambas se conservan actualmente en el Museo de Castres en Francia. Otras obras destacables son el Descendimiento de Pedro de Campaña procedente del Monasterio de Santa María de Gracia, que se llevó a París José María Aguado “Marqués de las Marismas”.
Tras la huida de los franceses en 1813, los nombrados Tenientes de Alcaides del Alcázar organizaron la devolución de las obras allí requisadas a las más de 60 instituciones religiosas de Sevilla y su provincia por orden de Fernando VII. Según el inventario de 1813 ya sólo se contabilizaban 878 obras, es decir, se expoliaron 121 acabando la mayoría en manos de coleccionistas privados, muchos de ellos oficiales franceses como Soult. Otras muchas fueron requisadas por los propios militares. Era conocido que el monarca no acostumbraba a pagar solventemente a sus soldados, y estos rapiñaban su botín particular.
Tras la guerra el gobierno español tampoco se quedó callado y pronto emprendieron gestiones para que al menos alguna pintura importante se devolviese, especialmente las realizadas por Murillo. Así se consiguió que parte de las pinturas de Santa María la Blanca volviesen a España, aunque nunca regresaron a Sevilla ya que se quedaron en el Museo del Prado. Lo mismo ocurrió con la Inmaculada de los Venerables que no fue devuelta al lugar donde había sido robada, si no que se integró en la pinacoteca madrileña. Francia no devolvió esta Inmaculada gratuitamente, si no a cambio del Retrato de una infanta de Velázquez que el Prado tuvo que entregar al Louvre.
En definitiva, muchos hispanistas señalan que los españoles debemos de estar muy orgullosos y satisfechos del saqueo puesto que por esta causa pudo difundirse a escala universal la grandeza e importancia de la pintura española, consiguiendo sus autores gracias a estos expolios fama mundial. Otros, en contraposición a estos pensamientos opinan que estos artistas ya gozaban de gran fama con anterioridad a estos robos. Sea como fuere nos queda la satisfacción de que Sevilla haya sido protagonista de un esplendor artístico cuya fama superó fronteras alcanzando renombre internacional.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
VALDIVIESO GONZÁLEZ, Enrique: El expolio artístico de Sevilla durante la invasión francesa, Sevilla, 2009.
CONOCER SEVILLA:
https://conocersevilla.com/wp/las-tropas-napoleonicas-entran-en-sevilla/ (Consulta 23/09/2022).
ABC DE SEVILLA:
https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi-999-cuadros-robaron-franceses-sevilla-201612090008_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F (Consulta 24/09/2022).
LEYENDAS DE SEVILLA:
http://leyendasdesevilla.blogspot.com/2013/04/el-expolio-del-mariscal-soult-i.html (Consulta 24/09/2022).
EUROPA PRESS: