HILMA AF KLINT Y LA ESPIRITUALIDAD EN EL ARTE
Hilma af Klint nació el 26 de octubre de 1862, y fue una artista sueca que desarrolló el arte abstracto desde 1906, adelantándose a las obras de Wassily Kandinsky, Piet Mondrian y Kazimir Malévich, los proclamados precursores de este estilo artístico.
Desde que era pequeña, Hilma se sintió muy atraída por la naturaleza, interesándose por explorar los paisajes, la luz y la vegetación, lo que formó su mirada sensible y artística. Además del interés por la naturaleza, heredó de sus antepasados una sensibilidad especial que le permitía ver más allá de lo visible y contactar con fuerzas espirituales.
Esta faceta de su vida hizo que su carácter fuera muy introspectivo. Cuando era niña, tuvo una visión en la que aparecieron dos ataúdes en su cuarto sobre los cuales estaban escritas dos fechas, fechas en las que enfermó gravemente y estuvo a punto de morir.
En el año 1872 la familia se trasladó a Estocolmo, donde Hilma empezó a estudiar en una escuela para niñas. Desde la adolescencia buscó un camino devocional en el cual pudiera estar al servicio de algo mayor, dirigiéndose así al cristianismo y tomando clases de catecismo.
Un duro golpe frenó la vida de Hilma: en el año 1880 falleció su hermana menor, Herminia, con la que tenía una relación muy estrecha. Noches después de este suceso, vio a su hermana sonriendo y acompañada de dos ángeles que se llevaban su alma, dejando un rastro de luz coloreada y un perfume en el cuarto, que nunca volvió a oler. Esta experiencia intensificó su interés por “el otro lado”.
Tras la muerte de la hermana de Hilma, sus padres la animaron a tomar clases particulares de pintura. Posteriormente, frecuentó la Escuela Técnica de Artes, Artesanato y Diseño, que era un paso obligatorio para acceder a la Real Academia de Bellas Artes de Suecia. Durante esta época realizó sus primeras pinturas, estudios botánicos en acuarela, que eran el resultado de esa observación precisa de la naturaleza.
Hilma era una persona independiente, con fuerza de voluntad, que se interesaba por los acontecimientos de su época. Era consciente de las grandes fuerzas espirituales que configuraban su vida y la prepararían para misiones trascendentales.
En el año 1882 por fin pudo entrar en la Real Academia de Bellas Artes, que abrió sus puertas a las mujeres. Durante sus estudios en la academia, Hilma se hizo amiga de Anna Cassel, que también era pintora de paisajes y con quien compartía el interés por el espiritismo. El apoyo de Anna fue fundamental para la culminación de la misión de Hilma.
Los artistas de su época, como Kandinsky o Mondrian, serían considerados los padres del Arte Abstracto ya que buscaban ir más allá de la forma y de los límites del mundo físico.
Cassel y af Klint también perseguían esto, sin embargo, eran conscientes de que su trabajo no iba a ser entendido ni valorado: lo que en un hombre se percibía como experimental o novedoso, en una mujer se podía malinterpretar como infantil o inexperto.
Hilma mantuvo una amistad con la fotógrafa y pintora Bertha Valerius, fundadora de la Asociación Edelweiss, una sociedad religiosa de base ecuménica formada exclusivamente por mujeres y basada en el cristianismo espiritualista esotérico.
Gracias a Valerius aprendió a acceder a su subconsciente y a entrar en contacto con los espíritus. Durante esta época se dedicó a la investigación sistemática y analítica del mundo espiritual, para la percepción de una realidad más allá de lo visible.
En Edelweiss estuvo con Cassel y algunas de las hermanas de ésta. Esta participación fue de gran relevancia para las actividades que af Klint y las Cassel realizaron en el futuro.
A partir de 1848 se extendieron por Europa doctrinas como la orden Rosa Cruz o la Teosofía, atrayendo el interés de Hilma por la trascendencia y el entendimiento del mundo suprasensible.
La Teosofía fue una doctrina difundida por Helena Blavatsky a finales del siglo XIX. Se basaba en el conocimiento de la verdadera realidad, que se encuentra por detrás del mundo sensible. Esta doctrina trataba de conectar la religión, la filosofía y la ciencia, sus seguidores se consideraban los “amantes de la verdad”.
En el año 1896, Hilma comenzó a reunirse con varias amigas de la sociedad Edelweiss todos los viernes para realizar sus propios rituales. Llamaron a este nuevo grupo “De Fem” o “Las Cinco”; todas ellas habían recibido influencias de los rosacruces y de la Sociedad Teosófica.
Estos encuentros se alargaron hasta 1906, el procedimiento que llevaban a cabo era el siguiente: una de ellas se sumía en un trance para comunicarse con los espíritus y escribía los mensajes recibidos, mientras que el resto practicaba la escritura y pintura automática.
En una de estas sesiones, los espíritus les comunicaron que lo que realizaban en estas sesiones tenía que ser conocido, de ahí surgió la idea de crear un templo en el que exponer sus ideas y las obras que creaban.
A partir de esto, Hilma af Klint comenzó a introducirse en el lenguaje abstracto, pero ella no buscaba la abstracción del color ni de la forma en sí mismos, sino que trataba de modelar lo invisible.
Durante esta época, en 1908, conoció a Rudolf Steiner, un filósofo austriaco especializado en esoterismo y fundador de la Antroposofía. Esta doctrina fue conocida como una vía de conocimiento que trataba de conducir lo espiritual del hombre a lo espiritual en el universo, estudiando las cuestiones sobre la esencia del ser humano y del mundo como una necesidad vital igual que el hambre o la sed.
Este pensador influyó también en artistas como Malevich o Kandinsky (artistas que también Hilma conocía). Hilma se interesó por Steiner debido a sus “teorías de conectar ciencia y religión con el arte”. Fue este filósofo el que hizo ver a Klint que su obra no sería entendida en el contexto en el que vivían y que deberían permanecer escondidas 50 años antes de ser mostradas al mundo.
Entre los años 1906 y 1915 Hilma se dedica a crear la serie Pinturas para el templo, 193 pinturas organizadas en subtemas. Esta colección fue creada por encargo de uno de sus guías espirituales, una entidad llamada Amaliel, y sus obras tratan del desarrollo y la aparición del mundo material, el surgimiento de la materia a partir del espíritu.
El primer grupo eran pinturas limitadas al amarillo, azul y verde, llamadas Caos Primordial, seguidas de la serie de Los diez Mayores, que representaba las cuatro etapas de la vida, y La Paloma y Parsifal.
Sobre estas obras Hilma escribe en sus diarios:
“Las imágenes fueron pintadas directamente a través de mí, sin dibujos preliminares, y con gran fuerza. No tenía idea de lo que se suponía que representaban las pinturas; sin embargo, trabajé con rapidez y seguridad, sin cambiar ni una sola pincelada”.
En estas obras trataba temas como la dualidad, la unidad universal, el macrocosmos y el microcosmos.
Tras un desencuentro con Steiner, al no sentirse comprendida deja de lado su pintura y su misión espiritual, para retomarla años más tarde, entre 1912 y 1915. En esta etapa realizó obras de manera más consciente.
En obras como El cisne y La paloma, encontramos que Hilma utiliza una gran simbología, repitiéndose motivos como conchas marinas, lirios y rosas cruces, cisnes o letras, por ejemplo “U” significaba espíritu y la “W”, materia. Además en su obra vemos un movimiento armonioso y la búsqueda de belleza.
A pesar de su distanciamiento de Steiner, Hilma siguió su consejo y mantuvo ocultas las obras que realizó durante el resto de su vida. Poco antes de su muerte en 1944, se las legó a su sobrino, Erik af Klint, que se encargó de conservarlas.
En su testamento, Hilma expresó el deseo de que ninguna de sus obras, entre las que constan más de mil trabajos, tanto pinturas como documentos escritos, se mostraran al público hasta dos décadas después de su muerte. Actualmente su obra se encuentra expuesta en el Guggenheim de Nueva York; de esta manera, Hilma consiguió llevar sus obras a su templo deseado.
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