La creencia en el más allá en Egipto

EL MÁS ALLÁ EN EGIPTO

CONTEXTO HISTÓRICO

En la Antigüedad, los egipcios pensaban que su país era el más perfecto del mundo y el centro del universo. Bajo su punto de vista, los dioses egipcios habían ordenado y establecido el entorno, el orden natural y la organización social de Egipto.




Los egipcios pensaban que para mantener tales disposiciones y conservar la existencia física y cultural del país era necesario mantener el maat, el orden divino. Para ello, todos sus habitantes tenían la misión de conservar el equilibrio del cosmos (maat), aunque la mayor parte de la responsabilidad recaía en el faraón y los sacerdotes.

La creencia en el más allá en Egipto
Maat

Además, para garantizar la continuidad de la vida egipcia, brindaban ofrendas y oraciones a sus dioses y llevaban una vida acorde a las leyes del maat. Por todo ello, existía un gran temor a que la vida en el más allá no estuviese garantizada para aquel egipcio que muriese fuera del país.

Los egipcios tenían una concepción diferente sobre la vida, pensaban en la continuidad tras la muerte en un Egipto celestial, un lugar más perfecto que el terrenal llamado «Campos de Iaru«.

Representación de «Campos de Iaru» en el Libro de los Muertos

Por otro lado, los egipcios pensaban que tras su paso transitorio en la Tierra disfrutarían de una vida permanente en un lugar que era una especie de Egipto mejorado. Este lugar, era dominio del dios Osiris y allí, el fallecido, una vez declarado maa jeru (hombre justo), podía vivir durante toda la eternidad junto a los dioses.

CARACTERÍSTICAS DE LOS EGIPCIOS PARA EL MÁS ALLÁ

Para comenzar, hay que decir que el cuerpo físico era fundamental para disfrutar de la existencia en el más allá, ya que el ka y el ba, debían reunirse periódicamente con él para sobrevivir.

La creencia en el más allá en Egipto
El ba del difunto se cierne sobre su momia mientras yace sobre un féretro

El cuerpo del fallecido, además de las ofrendas y los jeroglíficos inscritos en los muros del santuario sepulcral, proporcionaban un gran vínculo con la Tierra. Posiblemente, este gran deseo de proteger y conservar el cuerpo físico llevase al proceso de momificación.

Para los egipcios, el corazón de las personas era la parte más importante del cuerpo físico, ya que ahí, suponían que residía el alma, el espíritu, la personalidad y la esencia del individuo. Este órgano permanecía en el cuerpo a lo largo del proceso de la momificación y lo protegían con un amuleto: el escarabajo del corazón (escarabeo).

Momia con escarabeo

El corazón, como órgano que identificaba la esencia de la persona, se colocaba en una balanza para pesarlo contra la pluma del maat. Si había equilibrio entre el corazón y la pluma, quería decir que la persona había tenido una vida buena y justa. En cambio, si era más pesado el corazón, la vida en el más allá estaría vetada y Ammit devoraría al individuo.

La creencia en el más allá en Egipto
El proceso de la balanza

En la Antigüedad, los egipcios creían que, además del cuerpo físico, las personas estaban compuestas por unos componentes que, a su vez, ensamblados conformaban a la persona:

  • Ren: el nombre
  • Shuyet: la sombra
  • Ka: el doble o la fuerza vital
  • Ba: la personalidad o el alma
  • Akh: el espíritu

En los ritos funerarios egipcios no solo se pretendía asegurar la supervivencia del cuerpo, sino también estos componentes.

El nombre de una persona era para los egipcios uno de los elementos más importantes, tanto en esta vida como en el más allá. El nombre otorgaba identidad, sin nombre uno quedaba relegado a la categoría de «no persona» y, por tanto, dejaba de existir.

Por esta razón, los egipcios tomaban muchas medidas para salvaguardar y perpetuar sus nombres. Uno de los más claros ejemplos era escribir los nombres y títulos de sus dueños en diferentes lugares de su tumba, comenzando por las hojas de las puertas o entradas, las jambas y diversos puntos del interior.

Asimismo, con mucha frecuencia escribían el nombre del dueño de la tumba en los objetos incluidos en su ajuar funerario. Las esculturas y las representaciones bidimensionales del fallecido también se etiquetaban de modo similar para que el nombre del dueño se conservase durante toda la eternidad.

Estas estatuas, además del cuerpo momificado, proporcionaba el vehículo mediante el cual tenía lugar la animación del ka y recibían el nombre de «estatuas Ka«.

Estatua Ka

Por este motivo, se prestaba mucha atención a garantizar que se adjuntaba el nombre de esa persona a lo largo de su vida y muerte. Bastaba con borrar su nombre para condenarla a la no existencia. Esta práctica de damnatio memoriae se consideraba un modo eficaz de hacer desaparecer para siempre la existencia de cualquier individuo.

A partir del Imperio Antiguo los textos indican que el ka continuaba viviendo tras la muerte del cuerpo y requería del mismo sustento que este había disfrutado en vida.

Otro modo de referirse a la tumba era «la morada del ka«. El ka era el mayor receptor de las ofrendas alimenticias dedicadas a un individuo tras su fallecimiento.

Las fórmulas de ofrendas inscritas en los muros de las tumbas o sobre los altares dedicados a ellas se dirigían directamente al ka del difunto, pero sin provisiones ni el ka ni el fallecido sobrevivirían a lo largo de la eternidad.

El ka no consumía los alimentos, sino que absorbía el potencial sustento contenido en ellos y de ese modo obtenía la energía necesaria para disfrutar de una vida activa en el más allá.

La creencia en el más allá en Egipto
Relieve del Juicio de Osiris

El ba se representaba como un ave con cabeza humana, a veces con brazos. Con esta forma el espíritu se trasladaba desde la cámara funeraria subiendo por el pozo o pasillo del sepulcro hasta el cementerio.

Una de las características con más movilidad de la personalidad del individuo, se manifestaba principalmente tras su muerte, aunque hay una gran cantidad de textos dedicados a los sueños que indican que podía liberarse y viajar mientras la persona dormía.

El ba podía viajar en este mundo, en el venidero e incluso junto al dios del sol a bordo de su barca sagrada. A pesar de su capacidad para viajar, el ba tenía que regresar al cuerpo del fallecido para reunirse con su anclaje físico, pues de otro modo el difunto no sobreviviría.

Tanto los dioses como los humanos tenían ba, aunque el ba divino poseía unas características más variadas que el ba humano.

Este fue adquiriendo una importancia cada vez mayor en los textos funerarios a partir del Imperio Medio, aunque sus representaciones no comenzaron a ser habituales hasta el Imperio Nuevo, cuando las imágenes del ba pasaron a ser un elemento común y mantuvieron su popularidad hasta final de la época romana.

Ba

El ba se representa en varios contextos: sobrevolando el cuerpo del fallecido mientras sujeta con sus garras el símbolo shen (emblema de la eternidad), en la entrada de la tumba, en la galería del sepulcro y sujeto entre las manos del difunto.

De todas las características de la personalidad del difunto, el concepto akh es el más difícil y esotérico. Pensamos que el akh es fruto de la unión del ba y el ka. Asimismo, el akh era el difunto transfigurado en un ser viviente eterno e inmutable, a menudo vinculado con las estrellas.

No todo el mundo se convertía en akh, pues aquellos que no hubiesen llevado una vida en armonía con el maat eran aniquilados. No obstante, todos los rituales y textos funerarios se dedicaban a la obtención de la vida eterna y la creación del akh.

El akh solo se convertía en un ser tras el fallecimiento de una persona y simbolizaba el logro del renacimiento y la resurrección: el difunto se transformaba y dejaba de ser un ente mortal para convertirse en uno inmortal.

En tiempos del Imperio Antiguo, el akh se identificaba principalmente con dioses y reyes y solo en épocas posteriores fue más habitual su identificación con individuos ajenos a la familia real.

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