La figura del bandolero en la pintura romántica española

CONTEXTUALIZACIÓN

Cuando nos referimos al término “bandolerismo” o pensamos en la figura del “bandolero”, se nos vienen a la cabeza aquellos ladrones tan comunes en la España de los siglos XVIII y XIX, montados a caballo y agrupados en cuadrillas, los cuales robaban sus bienes a los incautos viajeros en los caminos de tierra o zonas de alta montaña en nuestro país. Sin embargo, hay que destacar que esté es un “personaje” que ha existido desde incluso varios siglos atrás y que incluso ya existieron bandoleros desde época romana y musulmana. 

Durante el transcurso de estos siglos, tomaron especial importancia gracias a la visión que numerosos personajes ilustres dejaron por escrito durante sus estancias en nuestro país. Estamos hablando de una época en la que muchos hombres, dentro de la pobreza en la que se veía asumida España, se convirtieron en asaltantes de caminos para sobrevivir mientras huían de la justicia. 




Con la llegada al reinado de Fernando VII, el movimiento “bandolero” incluso se intensifica, forjándose realmente el mito que conocemos actualmente.  

ANALISIS FORMAL

Existieron numerosos focos donde tuvo lugar en gran medida el “bandolerismo”, tales como Cataluña, Galicia o la zona de los Montes de Toledo, aunque será Andalucía la comunidad en la que más se desarrolló. Digamos que era la “patria” oficial de los bandoleros y el lugar perfecto para desarrollar sus fechorías debido a su situación geográfica o terreno, asentándose en lugares emblemáticos como la Serranía de Ronda, las Alpujarras o Casariche.

Serán estos los lugares donde aparecerán representados estos asaltantes en las pinturas románticas de la época que posteriormente vamos a ver. En ellas se refleja una visión arquetípica de estos hombres, una imagen basada en los tipos populares andaluces, también conocidos como “majos”. Llevaban una vestimenta que se basaba en una chaquetilla y chaleco con camisa blanca y pañoleta adosada al cuello, un pantalón estrecho metido entre sus botas y un “calabrés”, que es un sombrero puntiagudo. También solían llevar una manta sobre el hombro para aquellas noches que solían pasar al raso. 

A destacar en este tipo de representaciones es que la escena se situase en parajes de una excepcional belleza y exotismo, muy típico y propio para la visión de algunos artistas que se englobarían dentro del movimiento romántico costumbrista.

Dentro de esta temática podemos destacar artista como Francisco de Goya, predecesor dentro de este tipo de temática debido a que varias fueron las obras que realizó representando a estos bandoleros.

Sabía representar de una forma muy significativa los peligros que existían ciertos caminos de montaña, fundamentalmente durante las décadas finales del siglo XVIII y principios del siglo siguiente. Su primera obra relacionada con el tema sería Asalto a un coche, creada entre los años 1786 y 1787, cuando la Duquesa de Osuna le encarga realizar las pinturas para su Quinta de recreo (llamada “El capricho”), en las que Goya eligió esta temática, la de unos bandoleros asaltando un coche, con unas consecuencias muy dramáticas. Se piensa que el suceso en el que se inspiró Goya para realizar esta escena sucedió en las Ventas del Espíritu Santo, en Madrid. Le gustó tanto este tema que lo repitió entre los años 1794-1794 con otra obra llamada Asalto de ladrones

La figura del bandolero en la pintura romántica española
Asalto a un coche o diligencia, Francisco de Goya, 1786

Goya también tiene una serie destacada sobre el bandolerismo cuyo título es Fray Pedro de Zaldivia y la captura del maragato, del año 1806. En estos seis cuadros el artista muestra el intento de robo de un famoso bandolero de la época conocido como “El Maragato” en su intento de atracar al fraile y robarle los zapatos que esté llevaba puestos. Se ve a los dos personajes forcejeando, resultando victorioso el religioso al final debido a que le arrebata el arma al bandolero y le apresa. 

El “Maragato” amenaza con un fusil a fray Pedro de Zaldivia
El “Maragato” amenaza con un fusil a fray Pedro de Zaldivia, Francisco de Goya, 1806. Fuente: Fundación Goya en Aragón

Tenemos a otros artistas dignos de mencionar en este aspecto, más relacionados con el pintoresquismo y costumbrismo español de la época, los cuales explotaran al máximo el romanticismo de las escenas andaluzas mencionadas anteriormente. Serán tres los artistas principales dentro de este tipo de representación: Manuel Rodríguez Guzmán, Manuel Barrón Carrillo y José Domínguez Bécquer. 

El primero de ellos, Manuel Rodríguez Guzmán, sevillano, fue discípulo de Domínguez Bécquer, por lo que la relación y la influencia entre estos pintores es directa. Un ejemplo es su obra El bandolero arrepentido, donde muestra a un bandolero que se encuentra de rodillas arrepintiéndose ante un fraile de la vida que ha llevado hasta ahora, todo ante la atenta mirada de una virgen. 

Por otro lado, Manuel Barrón Carrillo es, de los tres mencionados, quien trató en mayor medida la imagen del bandolero en sus obras. También sevillano, era un excelente paisajista, por lo que en sus obras mostró estos bellos paisajes unido a la mítica imagen del bandolero. Su obra más conocida al respecto es Contrabandistas en la serranía de Ronda, del año 1849. En esa obra representa el escenario perfecto para unos bandoleros y una joven campesina acompañada de un niño en los brazos.

La escena, sin ninguna carga simbólica, narrativa o histórica, es la excusa perfecta para que el autor cree un paisaje romántico junto a algunos de los personajes más comunes del momento, lo que hace que sea un reclamo decorativo perfecto para todo aquel viajero que visitaba España en aquellos momentos. 

La figura del bandolero en la pintura romántica española
Contrabandistas en la serranía de Ronda, Barrón Carrillo, 1849

Otras obras conocidas de Barrón Carrillo son La cueva del gato, del año 1860, y Paisaje rondeño con bandoleros, de 1856. La cueva del gato, localizada muy cerca de la localidad de Benaoján, fue uno de los lugares más conocidos de la Serranía de Ronda como el escondite perfecto de estos contrabandistas en la Sierra morena del siglo XIX.

Se trata de una enorme cavidad de tierra caliza, próxima al rio Guadalevin. En la obra, bajo la imponente mirada de la cueva, una partida de bandoleros hace frente a la emboscada que les tiende la autoridad, los cuales se aproximan desde un cerro cercano disparando sus fusiles. Sobre las rocas del pedregal, los bandidos se defienden con trabucos del ataque de la Benemérita.

Uno de ellos resuelta herido y reposa tendido en el suelo, mientras un chico lloroso ante el ruido de los disparos, se refugia en las faldas de su madre, que les suplica a gritos que cese el fuego. En la segunda obra, aparece en un primer plano una pareja de viajeros montados a caballo que dialogan amistosamente mientras continúan su trayecto sin sobresaltos.

A pie, retrasado unos metros, les sigue otro personaje tapado con una gruesa manta que debe ser su escolta, puesto que sujeta en sus manos un trabuco preparado para cualquier ataque de bandidos que pudiesen tener. La escena destaca por el clima de serenidad y tranquilidad de la composición, a lo que se añade una luz rosácea y crepuscular que inunda el paisaje dándole un toque de melancolía y una influencia muy clara de la obra de Richard Ford. 

La figura del bandolero en la pintura romántica española
Emboscada en la cueva del gato, Barrón Carrillo, 1869. Fuente Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

No solo los artistas andaluces llevaron a cabo la representación de este tema, sino que otros también supieron aprovecharlo, como es el caso de Jenaro Pérez Villaamil, quien realiza por ejemplo una obra titulada “Asalto a la diligencia”, de 1850, una escena nocturna situada en un angosto paraje, donde un carruaje es interceptado por un grupo de bandoleros. Al fondo, un amenazante cielo cargado de nubarrones contribuye a reforzar el dramatismo de la escena. 

CONCLUSIONES

Este bandolerismo fue un fenómeno, como se ha visto, muy vinculado y destacado en la pintura del momento, aunque no solo se podría relacionar con el mundo del arte, sino que su importancia también se debe al mundo literario. En este sentido, los bandoleros se convirtieron en auténticos elementos novelescos, llegándose a considerarles en ocasiones como héroes. 

Muchos de los viajeros que venían a España incluso visitaban los lugares en donde ellos se solían esconder ya que, a pesar de que podría ser algo peligroso, sentían que era una gran aventura para el burgués medio (que en ocasiones deseaba con saciedad ser asaltado por estos personajes, como bien narra por ejemplo Théophile Gautier en su “Viaje a España”). Serían, por lo tanto, los textos de estos escritores los que le dieron la identidad y el exotismo con el que ahora se ve a la figura de este personaje, los cuales llegaron a ser muy queridos y admirados. 

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

BLANCO FERNÁNDEZ, E: Los bandoleros en Andalucía: un oficio de leyenda. National Geographic. 

CABRA LOREDO, Mª: Una puerta abierta al mundo: España en la litografía romántica. Museo Romántico, Madrid, 1994. 

La imagen romántica del legado andalusí. Legado andalusí, Granada, 1995. 

LÓPEZ MORÁN, B: El bandolerismo gallego en la primera mitad del siglo XIX. Ediciones do Castro, A Coruña, 1995.

SOLER PASCUAL, E: Mito y realidad en el romanticismo español. Madrid, 2006. 

MINISTERIO DE CULTURA Y DEPORTE: 

https://www.culturaydeporte.gob.es/dam/jcr:f618e694-2963-4318-a22a-50fbb1da1d0a/itinerario-bandolero.pdf (Consulta: 12/06/2023).

CERVANTES VIRTUAL: 

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-mito-romntico-del-bandolero-andaluz-los-viajeros-romnticos-y-jos-mara-el-tempranillo-0/html/ffe47ae0-82b1-11df-acc7-002185ce6064_4.html  (Consulta: 12/06/2023).

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