COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA REPRESENTACIÓN DEL AMOR EN EL MUNDO CATÓLICO
Todos sabemos que el 14 de febrero es el día de los enamorados, una fecha para celebrar el amor en torno a la figura de San Valentín. Curiosamente, la Iglesia Católica desde el año 1969 tiene eliminado del calendario eclesiástico la festividad de este santo, debido a que seguramente sea un personaje legendario, ya que incluso se piensa que pudiera tratarse de tres personas distintas que sufrieron martirio en tiempos del Imperio Romano.
Es por ello, que vamos a centrarnos en este artículo en algunas de las representaciones del Amor en el mundo católico, dejando de lado a los amigos «Valentines». Dejó dicho San Juan en su primera epístola:
“Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor”.
Una de las representaciones más antiguas del arte paleocristiano es la del Buen Pastor, una iconografía que es tomada por el mundo católico del mundo grecorromano. Inspirados en las esculturas del Crióforo o el Moscóforo, donde se puede apreciar como un Efebo transporta sobre si un carnero. Este tipo de tallas se realizaban a modo de exvotos para los templos griegos y romanos, en muchos casos vinculados a sacrificios para contentar a los dioses.
El mundo católico asume el esquema representativo, pero la adapta para un mensaje totalmente distinto como es en una de las parábolas de la misericordia, la de la oveja descarriada. Esta historia fue contada por el propio Jesús de Nazaret con el que pretende manifestar el amor de Dios Padre y, por ende, de sí mismo por todos sus hermanos.
Narraba que un pastor con cien ovejas, si perdía una de ellas, dejaba las noventa y nueve en búsqueda de la descarriada, y que el gozo por encontrar a la perdida sería mayor que si se quedara con el resto que tenía. El mensaje es claro, en el que el propio Jesús es el pastor de todos nosotros y por amor perseguiría a cualquier alma perdida hasta poder acogerla en su rebaño.
De esta iconografía conservamos pinturas en las catacumbas de San Calixto con la representación del Buen Pastor, datadas en torno al siglo III. Siguiendo el modelo clásico grecorromano hay esculturas de esta iconografía también del siglo III como la alberga el Museo Pío Cristiano de la Ciudad del Vaticano.
La Casa de Pilatos de Sevilla puede presumir de tener una talla original del Buen Pastor del año 325, en la que hay interés por mostrar la temática con más soltura, ya que podemos ver al pastor sosteniendo la oveja por sus cuatro patas y girando la cabeza hacia un lado, generando un mayor dinamismo.
En pintura, sobresale la obra realizada por Bartolomé Esteban Murillo hacia el año 1660 y que hoy se puede contemplar en el Museo del Prado de Madrid.
El pintor sevillano rompe el esquema tradicional y opta por representar al Buen Pastor como un niño que mira directamente al espectador mientras acaricia con su mano izquierda la oveja, consiguiendo que pasemos a ser nosotros la oveja perdida a la que el pastor centra su mirada y no abandona, un alarde de virtuosismo de un artista que consigue crear una escena devocional de lo que podría ser una escena cotidiana de campo.
Hemos hablado de las parábolas de la misericordia, pero estaría bien saber qué es la misericordia en el mundo católico. Por definición es la forma de compadecerse de los demás, de una forma amable, ayudando al que más lo necesita, ayudándose del perdón y buscando la reconciliación.
Sin duda, todos sabemos que, sin nada de esto, no hay amor posible. Por lo que la misericordia se acerca bastante a este concepto. Si además, desgranamos la palabra misericordia desde su etimología en latín, lo veremos más claro:
Misere (necesidad), cor (corazón), ia (hacia los demás). Es decir, dar el corazón a los demás. El amor.
Y posiblemente, quede más claro con otra de las parábolas de misericordia como es la del Hijo Pródigo, o como se ha conocido también, la parábola del amor del padre.
El texto está recogido en el evangelio de San Lucas y cuenta la parábola en la que un hombre tiene dos hijos, el menor pidió el dinero de su herencia por adelantado al padre, marchándose con el dinero a un país lejano y derrochándolo por completo.
Tuvo que ponerse a trabajar a cuidar cerdos y en ese momento vio cómo hasta los jornaleros de su padre vivían mejor que él. Decidió volver a casa y decirle al padre que había pecado contra él y que no merecía ser llamado hijo suyo.
Llegando a casa, el padre lo vio de lejos, salió corriendo a su camino, lo abrazó y lo besó. El hijo le pidió disculpas como había planeado y el padre sin inmutarse le dijo a sus siervos que trajeras las mejores ropas y que prepararan un banquete en su honor.
El hijo mayor al escuchar la música y ver la fiesta montada para su hermano montó en cólera con el padre, ya que él siempre había estado a sus órdenes sin crear problema alguno y no había recibido tales honores. La respuesta del padre fue clara:
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo, pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado”.
Una clara manifestación del perdón y el arrepentimiento sincero del hijo y la misericordia y el amor que un padre tiene por sus hijos, que siempre son acogidos con los brazos abiertos.
Esta escena fue magníficamente representada por Rembrandt (1212-1222), pintura que podemos contemplar en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Vemos cómo el padre recibe justo a su hijo arropándolo entre sus brazos, mientras el arrepentido viste harapos medio roto y aparece medio rapado.
A la derecha, con el rostro iluminado y con ropajes lujosos, el hijo mayor contempla la escena, justo antes de discutir con su padre por abrirle las puertas de la casa al que había lapidado su herencia.
Pero si hay un concepto que represente el amor en el mundo católico ese es el de la Redención de Cristo. ¿Cuándo se produce esta redención? Jesús pasó a ser redentor en el momento en el que muere en la cruz, su sacrificio fue por amor a la humanidad, abriendo así las puertas del cielo redimiendo de los pecados a todos nosotros.
Es decir, el mayor acto de amor de Cristo fue morir en la cruz. En el arte cristiano podemos ver representado este dogma central en la iglesia colegial del Divino Salvador de Sevilla con la talla del Santísimo Cristo del Amor, obra del insigne imaginero Juan de Mesa y Velasco del año 1618-20. Se trata de una obra barroca que representa a Cristo muerto en la cruz en la que el escultor se enfrenta a lo natural y trata de mostrarnos la divinidad del Hombre en el momento de su redención.
Para fortalecer el discurso del Amor de Cristo, a sus pies aparece una escultura de un pelícano, una iconografía de larga tradición en el mundo cristiano y que es símbolo del amor.
Se representa al ave abriéndose el pecho por amor, para darles de comer a sus crías de su propia sangre. Santo Tomás de Aquino ya incluyó al pelícano en su Adoro te devote haciendo el paralelismo de Jesús como el pelícano que limpia los pecados con su sangre. Igualmente hará San Agustín planteando esta misma comparación a la hora de mostrar a Jesús como este animal que se inmola y con su cuerpo y sangre alimenta a los hombres.
Incluso Dante lo menciona en su obra La Divina Comedia evocando a San Juan al decir “Ese es aquel que descansó sobre el pecho de nuestro pelícano, es el que fue elegido desde la cruz para el gran cargo”.
Actualmente, todos estos conceptos católicos se ven reflejado en el arte igualmente. En 2020 el famoso cantante C. Tangana estrenó la canción «Demasiadas mujeres», en cuyo inicio cuenta con la melodía de la marcha «El Amor» del disco «Eternidad» de la Banda de Cornetas y Tambores Rosario de Cádiz y que está dedicada al Cristo del Amor de Jerez de la Frontera. Una imagen que representa a Cristo muerto en la cruz, cerrando el círculo del Amor de Cristo que hemos comentado a lo largo de este artículo.
“El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa, ni descansa”.
San Juan de la Cruz