Pintura e historias con moraleja sobre la solidaridad humana
«You’re a mean one
You really are a heel
You’re as cuddly as a cactus
You’re as charming as an eel
Mr. Grinch, you’re a bad banana
(Mr. Grinch), with the greasy black peel
You’re a vile one (…)You’re a monster
Your heart’s an empty hole
You got garlic in your soul…«
El pobre desdichado y cascarrabias Mr. Grinch se levantaba, con su mal humor de siempre, una mañana cualquiera. Bueno, no es que fuera una mañana cualquiera, es que era una mañana de Navidad, para más inri.
Todo iba bien: había maldecido todas las emisoras de radio de su despertador, se había bañado y aseado con sus mejores vapores de moho y vestido con su traje de “muy miserable” a juego con el color de su pelo.
Muerto de hambre, levantó con ganas la tapa que cubría su plato y lo que encontró fue ¡una mísera judía! Eso era lo que había quedado de comida porque no administró bien las provisiones que tenía hasta enero, por esos atracones “anti-stress” de los que ya perdió la cuenta. ¡No tenía ni sopa! Su querida “sopa de Quien que sabe tan bien”.
Pero aquello no era lo peor: tendría que pisar las calles del adorable y gentil Villaquién, ese pueblecito que tanto le irritaba, para surtirse suficientemente y no tener que volver a salir de casa en toda la temporada navideña.
Y es que esta era su peor pesadilla: la Navidad. ¡Hasta le costaba pronunciar su nombre! Su corazón estaba endurecido (tenía, domo dice la canción del principio, «un ajo por alma») desde la niñez: había sido criado en un orfanato, lejos del calor de su familia, marcándole esto de por vida.
Antes de sufrir cualquier desilusión o rechazo, era preferible aislarse y mantenerse en el ostracismo de su cueva, inaccesible totalmente a cualquier ternura o calidez humana.
Pero, ya lo decía el pintor Malcolm T. Liepke (Minnesota, 1953):
“Marcar las distancias para no ser herido, equivale a marcar las distancias para no ser amado. Y al final, ¿de qué sirve morir ileso?”.
Es por esto que no podía soportar tanta alegría y alborozo ajenos; abetos decorados y dulces navideños en mercados callejeros, regalitos y reuniones familiares. Tanto exceso y tontería era “codicia vulgar”.
Había entonces que actuar: el Grinch decide ejecutar su malvado plan: robar la Navidad de los ciudadanos de Villaquién, (ciudad ficticia del Dr. Seuss).
Se adueñaría de un trineo con renos y asaltaría esa noche casa por casa de cada Quien para adueñarse de todo el surtido navideño: regalos, árbol y adornos varios.

En la película a la que nos referimos, -que es una adaptación de la novela original de la que hablaremos más adelante-, El Grinch (2018) de Illumination Entertaiment, aparece paralelamente una niñita que, al contrario que el protagonista verde, vive en un clima de luz y color protegida entre los brazos de su madre, con sus hermanos.

Con un corazón noble y aún sin magullar, la pequeña se solidariza con su progenitora porque trabaja sin descanso y casi no tiene tiempo de disfrutar de mayor tiempo libre. Así que decide emprender un viaje al Polo Norte para llevarle personalmente su carta a Santa Claus en la que solo pide una cosa: que su mamá sea feliz.
Y esto es precisamente lo que empieza a ablandar el corazón -en el fondo tierno- del Grinch. Cuando él mismo se disfraza de Papa Noel para recorrer las casas la noche del reparto de regalos se encuentra con esta pequeña, que le pregunta si ha recibido su generosa petición y esto le desarma por completo.
Aquí uno de los mayores gestos de solidaridad de la película: Cindy Lou no quería juguetes, prefería destinar sus esfuerzos a pedir algo más noble, la felicidad de su madre.

En el desenlace de la película, el (ya no tan) arisco protagonista consigue arrebatarles a los habitantes del pueblo sus adornos, pero esto no impide que sus corazones sigan festejando la Natividad.
En corros y aunque lamentasen el incidente, seguían cantando sus mejores villancicos de Navidad, esos cánticos que llevamos entonando los cristianos desde finales de la Edad Media y cuyo hábito, por cierto, se inició en España.
La historia tiene final feliz, como no podía ser de otra forma en una película tan entrañable y para toda la familia: un reformado Grinch acaba disculpándose públicamente.
Su venenoso deseo de acabar con la felicidad de otros no era otra cosa que arrebatarles aquello de lo que él mismo carecía, así la pena le resultaría más llevadera, o eso creía él: porque como era deseable, solo consiguió sentirse peor.
La familia de Cindy Lou lo invita a cenar en Navidad porque “ya había pasado mucho tiempo solo”. En ellos existía el perdón más sincero porque habían comprendido su dolor, compartiendo con él su mesa en una fecha tan especial.
Desde entonces y en adelante el villano responsable de arrebatarles su luz consiguió recuperar la cordura gracias precisamente al amor del prójimo y así disfrutar lo que más había odiado hasta entonces: el día de Navidad. El amor consiguió salvarlo de la mezquindad.
¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, novela de Dr. Seuss
El libro original en el que se basa la película es una novela infantil escrita por el conocido como Dr. Seuss (Theodor Seuss Geise, 1904, Springfield) en versos con rima e ilustraciones suyas. Fue publicado en 1957 por la editorial Penguin Random House.
La historia es en realidad una crítica a la visión de la Navidad como alimento al desarrollo capitalista y fuente del consumo exacerbado.


La primera adaptación que se hizo de esta historia a la ficción fue para una película de dibujos animados en 1966 y fue en el 2000 cuando la protagonizó el histriónico Jim Carrey.
En 2008 los Quien protagonizaron para Blue Sky Studios la película de Horton, también basándose en la solidaridad como componente fundamental de la trama.

Es curioso, porque el Grinch, -personaje cuyo corazón era “dos tallas menor”, según palabras del propio Dr. Seuss-, guarda mucho parecido con Mr. Scrooge, personaje de Cuento de Navidad de Charles Dickens (1812, Reino Unido), de 1843.
Ebenezer Scrooge era un hombre cascarrabias, avaro y codicioso que no se permitía disfrutar de la dicha ajena y, como el Grinch, odiaba la Navidad. A medida que avanza la historia, se van dando una serie de acontecimientos que consiguen enternecer el corazón del hombre. También con final feliz.

Día Internacional de la Solidaridad humana
El 20 de diciembre de 2005 la ONU instauró el Día Internacional de la Solidaridad humana y desde entonces se celebra cada año, en la víspera de Navidad.
El Programa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de este mismo organismo pone su foco en los derechos humanos y busca una alianza mundial que ayude a la gente a superar la pobreza, el hambre y la enfermedad, fomentándose una base de cooperación y solidaridad a nivel global para los países miembros.
Sin tener que buscar gestas tan arduas como las que pueden emprender instituciones internacionales, nuestro “granito de arena” individual puede estar en acciones pequeñitas, del día a día, pero cuyo impacto tal vez sea muy importante:
Como decía el periodista y escritor Eduardo Galeano (Montevideo, 1940):
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.”
Con palas y protegidos con mascarillas, guantes, botas de agua y EPIS como único material de batalla, así lo hicieron los miles de voluntarios que llegaron a Valencia, procedentes de toda España, trabajando hombro con hombro para limpiar las calles de lodo y escombros.
El pasado 29 de octubre una Dana asoló 84 municipios en la Comunidad de Valencia, arrasándolo todo a su paso. Fue una auténtica catástrofe que acabó cobrándose cientos de vidas y personas desaparecidas donde mucha gente llegó a perderlo todo.
“El pueblo salva al pueblo”: Nuestra Nación vio de cerca la tragedia y la gente quiso apoyar a sus vecinos, como si hubiese sido su propia casa la que se hubiera inundado.

Un ejemplo de entereza, solidaridad, apoyo y humanidad sin precedentes. Aquella avalancha de personas acudió a estos pueblos como marea humana. Imágenes que ayudan a “recuperar la fe en la humanidad”, si la teníamos un poco perdida, auténticamente emocionantes y sobrecogedoras.
“He comprendido que mi bienestar sólo es posible cuando reconozco mi unidad con todas las personas del mundo, sin excepción.”. León Tolstói
Gran parte de los pueblos afectados quedó prácticamente destruida por la Dana. Pero con la ayuda de todos, cada uno poniendo su poquito, siempre queda la esperanza de que lo destruido vuelva a construirse.
Recuperamos un ejemplo de una gran reconstrucción en otro país, Francia: con trabajo duro -y una innegable cuantiosa cantidad de dinero- las campanas de la Catedral de Notre Dame (que ardió en llamas el 15 de abril de 2019) volvieron a repicar el pasado 8 de noviembre.
Todo un símbolo de esperanza: la gran Catedral recuperaba su antiguo esplendor, aquel arrebatado por el incendio, sonando triunfales sus campanas para acoger nuevamente a sus fieles (el pasado 8 de diciembre) y comenzar una nueva era.
La solidaridad pintada por Sorolla
Joaquín Sorolla (Valencia, 1863), que hubiese pertenecido, por geografía, a la misma comunidad que está sufriendo y luchando por salir adelante, pintó cuando tenía 24 años lo que acabó convirtiéndose en uno de los emblemas culturales de la comunidad valenciana: “Porque aparte de que es una instantánea de la historia de Valencia, es como un símbolo de paz” en palabras de Juan José Sanz Maseres para LAS PROVINCIAS en un artículo muy interesante de Laura Garcés.
Un cuadro donde un sacerdote, el padre Jofre, defendía a un loco del ataque de un grupo de niños convirtiéndose así la obra “en un símbolo de solidaridad».

Óleo sobre lienzo, se ubica en el Palau de la Generalitat valenciana, aunque es propiedad de la Diputación de Valencia.
Afortunadamente, la capital de Valencia no sufrió las consecuencias de las nefastas inundaciones y sus instituciones museísticas permanecen a salvo –Museo de Bellas Artes, el IVAM, el Museo de las Ciencias y un largo etcétera-, conservándose tan importantes piezas de la historia del arte como esta de Sorolla.
Aunque la obra del Padre Jofré es una de las favoritas de expertos como Sanz Maseres, esta pieza pertenece a la etapa formativa del pintor, comprendida entre 1885 y 1889.
Joaquín Sorolla pudo formarse gracias a una beca en la Diputación en la Real Academia de España en Roma. De hecho, fue en Asís donde concluyó la pintura del Padre Jofré y fue esta la que le garantizó la prolongación de su beca.
La escena de la obra, que posee grandes influencias de Emilio Sala (Alcoy, 1850), se remonta a lo que aconteció el 24 de febrero de 1409: el padre Jofré, fraile mercedario valenciano, se dirigía a dar el sermón del primer domingo de Cuaresma en la Catedral de Valencia cuando se topó con una desagradable situación: un joven con problemas mentales estaba siendo hostigado por un grupo de niños crueles y despiadados.
Tras defender al joven, el Padre entendió que su misión en la vida era salvar a personas que padecían problemas similares. Gracias a sus palabras y su iniciativa pudo fundarse el primer centro psiquiátrico de la historia: el Hospital dels Folls, Inocents y Desamparats, que abrió sus puertas en 1410.

Volvamos a la obra de Sorolla: compositivamente, el protagonista de la obra está un poco desviado del eje central, interponiéndose entre los jóvenes muchachos y el maltratado, que se oculta la cara con sus manos tendido en el suelo del margen derecho.
En cuanto a la escenografía, la pieza se apoya en una estructura arquitectónica con dos arcos de medio punto, dando lugar a una especie de pasadizo que desemboca en la calle, hacia donde van dirigidas las líneas que convergen en el punto de fuga.
Hay dos focos de luz: el que procede de la calle y una especie de clima dorado que ilumina el lugar donde se desarrolla la escena, en la que predomina el uso del dibujo sobre el color, propio de los inicios como pintor de Sorolla.
Decía Aristóteles: “¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien.”
Una escena de solidaridad y compasión hacia el semejante. Ante la burla de los demás, el Padre supo tenderle al joven una mano amiga, ofreciéndose como alguien que amortigüase un poco su dolor, lamentándolo con él.
Desde La Cámara del arte os deseamos mucha dicha en estas y próximas fechas.
Feliz Día internacional de la Solidaridad Humana y Muy Feliz Navidad.

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La bata rosa de Joaquín Sorolla (Paula Pérez, 28 de octubre de 2024)
Cosiendo la vela de Joaquín Sorolla (Patricia, 23 de abril de 2024)
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WEBGRAFÍA
Las Provincias. Un símbolo de paz y de Solidaridad. (Laura Garcés, 6 de febrero de 2023)
El Día de Córdoba. La evolución de la atención psiquiátrica. (Rafael Recio, 28 de enero de 2024)
Diario de España. El pueblo salva al pueblo”, el grito desesperado de los voluntarios (EFE, 2 de noviembre de 2024)
Wikipedia. ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!
Naciones humanas. Día Internacional de la Solidaridad Humana