La preparación para la eternidad: la tradición de la momificación egipcia
Creencias y rituales alrededor del cuerpo y la muerte
Los egipcios poseían un concepto del cuerpo con connotaciones religiosas muy arraigadas a su cultura y sobre todo a la cultura funeraria. Creían que en el cuerpo, llamado sak y en el corazón, ib, residían otras partes importantes del ser humano, como son el ka, lo que conocemos como alma, el ba, refiriéndose al espíritu o a lo que nosotros entenderíamos como la personalidad que hace propia a una persona, el akn, la unión que se consigue del ka y el ba si se ha hecho una correcta preparación del cuerpo para el viaje al Más Allá. Y por último el ren y el shuwt que son el nombre propio de la persona y su sombra. Estas dos partes unidas se creía que protegía el cuerpo de cada ser humano.
Cada parte tenía su representación, como es el ka, el cual se puede representar de dos maneras, pues es el dios creador Jnum quien moldeaba dos personajes idénticos los cuales representaban la parte física y el ka. Un claro ejemplo de esto es la Estatua doble de Nimaasted (Fig. 1). También suele representarse con un tocado que consta de dos brazos alzados como es de la Estatua del Ka de Hor I (Fig. 2).


Tras disgregar estas partes, componentes del cuerpo humano, se deben volver a unir para así ayudar a que el difunto llegue al Mas Allá y poder merodear por el mundo de los vivos. Esto se produce a través de los rituales funerarios como la Apertura de la Boca (Fig. 3). Ésta consistía en una ceremonia de setenta y cinco pasos realizados con la ayuda de un cuchillo peshef-kef el cual tocaba cada orificio de la momia para que así el difunto pudiese volver a utilizarlos.

Origen y evolución del proceso de momificación
La tradición egipcia de momificación no apareció de un día a otro, sino que tuvo una evolución en los ritos de preparación del cuerpo y enterramiento previamente y este ritual estaba más bien dirigido a la realeza, pero este privilegio fue cada vez más accesible a todo aquel que se lo pudiese permitir. Todo ello era un negocio, como nos dejó escrito Herodoto, era una práctica bastante habitual y se tenían distintos precios que equivalían a una limpieza más o menos profunda del cuerpo.
Se tiene constancia de que antes del 3000 a.C., el difunto era enterrado en un hueco poco profundo en el desierto, lo que producía una momificación natural por deshidratación a causa del ambiente seco de este país. Durante las Dinastías I y II se comenzó a vendarse los cuerpos y embalsamarse y con ello una larga tradición de oraciones fúnebres y textos sagrados que acompañaban el ritual de limpieza y momificación y el viaje del difunto al Más Allá, como son los Textos de las pirámides, los Textos de los sarcófagos o el Libro de los muertos.
El proceso de momificación en sí, es un gran ritual que se mantuvo intacto desde sus orígenes, sin embargo no es hasta el Reino Nuevo -hacia el 1550 a.C.- que se produjeron algunos cambios en la técnica. Una vez fallecía la persona, comienza el ritual, que en el modelo de momificación clásica consta de catorce pasos. El primer paso es trasladar al muerto a una jaima que, dependiendo del estatus social se diferenciaba entre seh-necher -«casa divina»- si era un soberano, o ibu en ab -«tienda de purificación»- si era un plebeyo. En este lugar se desviste y se lava el cuerpo, trabajo que podía ser realizado por los familiares.
Una vez limpio, el cadaver se lleva al llamado «lugar puro» o wabt wat donde se hacen los pasos de la momificación comenzando por la extracción de las vísceras. Lo primero era el cerebro, para ello se fracturaba el tabique nasal y se introducía una larga ganzúa que se movía en el interior para crear una especie de pasta que después, al girar la cabeza del difunto, el líquido pudiese salir por el conducto nasal.
Seguidamente se continua vaciando el cuerpo, haciendo así un corte en el costado izquierdo para poder sacar el hígado, el estómago y los intestinos, después se cortaba el diafragma para poder sacar los dos pulmones con especial cuidado para no dañar el corazón, pues es el único órgano que se dejaba ya que es donde residía la inteligencia y las emociones.
Una vez extraídas todas las vísceras, se procedía a su lavado y secado en natrón -un tipo de jabón compuesto de carbonato sódico-, también se untaban resinas y aceites aromáticos, se envolvían en tela y se colocaba cada víscera en su respectivo vaso canopo. Estos cuatro vasos (Fig. 4) eran cuidados cada uno por uno de los hijos de Horus, por eso la tapa es representada generalmente con el busto de cada uno de ellos, siendo Imseti (o Amset), con cabeza humana, quien se encargaba del hígado. Hapi con cabeza de babuino cuidaba de los pulmones. Duamutef con cabeza de chacal cuidaba del estómago y finalmente Qebehsenuef con cabeza de águila, protegía los intestinos. Esta tradición a partir de la Dinastía XX cambia y los órganos momificados se volvían a introducir en el cuerpo.

Se purificaba el interior del cuerpo limpiándolo con agua y vino de palma, perfumándolo y rellenándolo de manera temporal con natrón para acelerar su deshidratación. El cuerpo se dejaba deshidratar durante cuarenta días en el cual éste podía llegar a perder tres cuartas partes de su peso original. Después de este tiempo, se renovaba el natrón y se embellecía el cadaver maquillándolo y perfumándolo y se procedía a vendar el cuerpos y ha colocar los amuletos funerarios que eran tapados por éstas. Mientras se realizaba este paso, los sacerdotes leían el Libro de los Muertos en voz alta. El vendado del cadáver comienza desde la cabeza y finaliza en las extremidades, que éstas se colocaban de distinta manera distinguiendo el estatus de la persona, pues si era un rey, los brazos se cruzaban en el pecho (Fig. 5), en cambio si era un ciudadano, las manos se cruzaban sobre los genitales.

Después de finalizar la momificación, el cadáver era introducido en el interior de su sarcófago para iniciar su camino al Más Allá. Pero de estos interesantes féretros ricamente decorados y con una valiosa tradición e información, hablaremos en otra ocasión.
BIBLIOGRAFÍA
Alba Libros S.L. Mitología egipcia. Albor Libros. 2010.
BENDALA, Manuel. LOPEZ, Maria José. Arte egipcio y del próximo Oriente. Historioa 16. 1996.
PARRA, Jose Miguel. CASTELLANO, Nuria. ALMAZÁN, M.D. IBÁÑEZ, M. Ángeles. Historia. National Geographic. Los primeros faraones. RBA. 2013.
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