EL AMOR POR EL SOL NACIENTE: LAS TREINTA VISTAS DE EDO DE FERNANDO BELLVER
INTRODUCCIÓN
El ukiyo-e, un género artístico japonés que floreció durante los siglos XVII al XIX, ha cautivado los corazones occidentales con su encanto inconfundible y su visión poética del país.
Este estilo de grabado japonés, que se traduce literalmente como «imágenes del mundo flotante», se caracteriza por sus representaciones vívidas de la vida cotidiana, paisajes exquisitos y retratos de actores kabuki, geishas, luchadores de sumo, etc.
La fascinación occidental por el ukiyo-e va más allá de su técnica magistral y sus colores vibrantes, debido a que encapsula una estética que trasciende las fronteras culturales, invitando a los espectadores a sumergirse en la delicada armonía entre lo efímero y lo eterno.
Aunque también es un estilo que ha provocado que numerosos artistas, desde que Japón abrió sus fronteras al mundo en el último tercio del siglo XIX, se hayan visto influenciados profundamente por ello y lo hayan adaptado a sus propias obras, incluso hasta en la actualidad.
Esta es la temática que veremos en este artículo, la adaptación del arte japonés de la mano de un artista español llamado Fernando Bellver.
CONTEXTUALIZACIÓN
Fernando Bellver destaca por ser uno de los máximos exponentes del arte figurativo contemporáneo en España.
Proveniente de una prestigiosa familia de escultores, cuenta con una destacada genealogía artística, ya que es descendiente directo del escultor Ricardo Bellver, reconocido por su obra emblemática «El Ángel Caído» situada en el Parque del Retiro, y nieto de otro destacado escultor, Francisco Bellver y Collazos.
Además, es un artista que ha dejado su huella en diversas exposiciones tanto nacionales como internacionales, destacando su participación en la Feria Internacional ARCO.
Su obra ha sido reconocida con varios premios en bienales y ferias y ha colaborado con galerías de renombre como Estiarte, Juana Mordó y Max Estrella en Madrid.
El proyecto en el que me quiero centrar en este artículo se tituló «Vistas de Tokio», concebido como una comisión de la galería madrileña Photosai a cargo de Fernando Bellver.
Desde el inicio del año 2009, surgió como un fructífero acuerdo de colaboración entre el artista y el difunto director de la galería, Alfredo Mateos Paramio.
Lo distintivo de esta empresa artística radica en la conexión que el artista español establece, fusionando su arraigado afecto y pasión por el país del Sol Naciente con uno de los personajes de cómic más icónicos a nivel mundial, Tintín.
La primera etapa de este proyecto se centró en la elaboración de un diario durante la primera visita de Bellver a Japón, llevada a cabo entre los meses de septiembre y octubre de 2009.
Este diario fue presentado en una exhibición el 20 de octubre del mismo año en la Sala de Exposiciones del Instituto Cervantes en Tokio, bajo el título «Tokio Nikki» (traducido al español como «Diario de Tokio»).
En este primer viaje del artista se puede apreciar una doble visión, que es lo que aquí destaca principalmente: el seguimiento de los famosos grabados de Utagawa Hiroshige en sus “Cien famosas vistas de Edo”, y la descripción de una ciudad como Tokio, dentro de su espíritu personal y artístico.
El proyecto no terminó aquí con un solo viaje, debido a que tres años después, en el año 2012, el artista volvió de nuevo a Japón para enriquecer aún más sus conocimientos y experiencias.
Sus andanzas en este viaje fueron recreadas posteriormente en el diario realizado en 2014. En este segundo tomo de los “Diarios de Tokio”, que editó también la galería Photosai, se puede observar que muchos de sus dibujos constituyen una preparación de lo que será la serie de estampas “Treinta vistas de Tokio” o “Treinta vistas de Edo” relacionada con Tintín, de la que vamos a hablar ahora.
ANÁLISIS FORMAL
En lo que respecta a la técnica empleada para estas obras, es crucial destacar que las estampas logran fusionar una hábil destreza artesanal con la aplicación de la tecnología.
Es imperativo recordar que las «Cien vistas de Edo» de Utagawa Hiroshige, uno de los referentes de Bellver, representan una de las series más destacadas del grabado japonés del siglo XIX.
En estas obras, se plasmaban escenas populares, de género y paisajes, siempre imbuidos de una notable belleza y lirismo. Como señala Fernando Bellver, «Me di cuenta de que Hergé, en la representación de Tintín y los demás personajes, utilizaba una técnica muy similar«.
Así, queda evidente que la fusión de ambos universos ha generado un resultado sumamente atractivo e intrigante.
A continuación, nos adentraremos con mayor profundidad en esta hermosa serie de obras del artista español, la cual se puede dividir en cuatro apartados distintos, que tienen que ver con cada una de las estaciones del año, tal cual como dividió también Hiroshige su obra.
En el ámbito de las estampas primaverales, un ejemplo sobresaliente se encuentra en la obra titulada «Cascada de Oji». Bellver exploró este sitio sagrado al norte de la ciudad de Tokio, reconocido por su naturaleza sacra y propiedades beneficiosas para la salud, siguiendo los pasos trazados por Hiroshige.
En este enclave, se encontró con la sorpresa de que solo quedaba una placa de bronce que hacía referencia al pasado.
Su representación en los diarios revela una cascada erguida entre edificaciones, a lo que posteriormente incorporó en su estampa las setas gigantes de «La estrella misteriosa», uno de los álbumes más famosos de Tintín, creando una atmósfera de irrealidad en ese espacio desaparecido que Hiroshige pudo contemplar, pero que lamentablemente quedó fuera del alcance de Bellver.
Una estampa perteneciente a la temporada de verano sería la titulada “Nihonbashi”, de la que Bellver dice con una sutil ironía: «Buscando uno de los puentes dibujados por Hiroshige. Le encuentro un poco cambiado, pero lo dibujo igual».
Aquí descubre el famoso puente del barrio de Nihonbashi bajo una autopista de dos carriles que circula por encima del puente del que partían todas las rutas de Japón y que aún hoy sigue siendo el kilómetro cero de todas sus carreteras.
El puente dibujado por Bellver bajo el circuito de coches y trenes es el puente de estilo europeo que se levantó a finales del siglo XIX durante la era Meiji, cuando Japón decidió adoptar los modos y la arquitectura occidentales.
El Nihonbashi original era de madera, y se encuentra parcialmente reconstruido en una gran maqueta del Museo de la Ciudad de Edo. Una vez más demuestra como la ciudad de Tokio ha cambiado de imagen para convertirse en la gran metrópolis que es actualmente.
Bellver adapta la estampa de Hiroshige, situando en ella a un Milú melancólico, vestido con un kimono masculino de verano mientras se pone el sol detrás de los almacenes de mercancías.
Una de las estampas más graciosas de la serie, en este caso dentro de la estación otoñal, sería “Kodenmachō”. Al pasear por las grandes avenidas de este barrio, situado pleno centro de Tokio, resulta imposible imaginar su antigua configuración de calles estrechas y ordenadas, que acogían los establos y casas de los mensajeros que mantenían comunicado el antiguo imperio japonés.
El barrio se distinguía también por ser curiosamente el lugar de residencia del grabador Hiroshige.
Esta última circunstancia es la que impulsó a Bellver a escoger la estampa japonesa que utiliza en su composición, realizada por el grabador japonés probablemente desde su ventana, de la que pende su yukata (kimono de verano), puesto a secar a la derecha, y al fondo, entre la niebla, la torre contra incendios propiedad de su padre.
La brisa que mueve los bambúes nos indica la llegada del otoño. La inclusión de Tintín dota de instantaneidad a la imagen y genera un primer plano que refuerza la profundidad de la composición.
Por último, de la estación invernal un buen ejemplo sería la estampa “Asakusa”, relacionada con uno de los templos más destacados de la ciudad. Incluso Fernando Bellver lo visitó y anoto en su diario:
He leído cómo comportarme en un templo de este tipo. Primero el lavado de manos y boca con un cacillo en la fuente, después se echa una moneda, luego se da un golpe en el gong para atraer a la deidad. Se enciende una vela o incienso, se coloca en el altar, se dice una oración, y al final para que el dios se entere se dan dos palmadas. Creo que lo he hecho perfectamente, pero la gente me ha mirado como si estuviera loco.
El templo Sensō-ji de Asakusa es el más antiguo de Tokio y uno de los más importantes de la ciudad, dado que era el principal templo de los shogunes del clan Tokugawa que regían Japón.
Fue destruido por los bombardeos norteamericanos de la Segunda Guerra Mundial, aunque se reconstruyó posteriormente. En esta estampa de sus “Treinta vistas de Tokio”, Bellver superpone la conocida como “Kaminarimon”, la gran Puerta del Trueno, con Hernández y Fernández en un extraño equilibrio sobre un coche dos caballos.
CONCLUSIONES
En consecuencia, como queda patente, las «Treinta vistas de Tokio» representan una amalgama de las vivencias de Bellver en Japón y un imaginario dual, ya que no solo rinde homenaje a Utagawa Hiroshige, sino que también incorpora la influencia de Hergé, el genial creador de Tintín, quien ha sido objeto de numerosas reinterpretaciones en el arte pop de Fernando Bellver.
En sus estampas, emergen destacados personajes de este comic, como Tintín, Milú, el capitán Haddock y Castafiore.
Cada una de estas obras resalta la originalidad del arte pop del artista en conjunción con el grabado japonés ukiyo-e, estableciendo así una conexión íntima y atemporal entre el Tokio del siglo XIX y el renombrado maestro belga de la línea clara.
Este diálogo entre dos tradiciones artísticas aparentemente dispares confiere a las obras de Bellver una riqueza y profundidad que trasciende las fronteras temporales y culturales.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
FACH BECKER, Gabriele: Grabados japoneses. Taschen, Colonia, 2007. SCHLOMBS, Adele: Hiroshige. Taschen, Koln, 2023.
TREDE, Melanie: Hiroshige: Cien famosas vistas de Edo: Ota Memorial Museum of Art. Taschen, Koln, 2010.