COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL SANTÍSIMO CRISTO DE BURGOS
Sevilla es una ciudad en que los acontecimientos y onomásticas se suelen celebrar por todo lo alto. El V centenario del Descubrimiento de América fue una de las justificaciones principales de la organización de la Expo 92 encabezada por la mascota más universal de la Historia, Curro. Por supuesto, tuvo su reflejo en las procesiones con la celebración del Santo Entierro Magno en 1992, acontecimiento que sólo se da cada X años, salvo que se dé algún hecho destacado como aquel.
Nos encontramos en una situación de este tipo, en la parroquia de San Pedro de Sevilla podemos ver al Santísimo Cristo de Burgos. Una talla que cumple este año 450 años de su hechura. Un acontecimiento único en la ciudad, ya que se trata de la imagen procesional de Sevilla datada más antigua, ya que se conoce su autor y su fecha, tanto de encargo como de entrega.

Un hecho que debería ser celebrado a la altura del mismo y que podría sentar base y ser ejemplo a seguir para el resto de cofradías de nuestra ciudad, y de las que se quieran sumar. ¿Cómo suelen las hermandades celebrar aniversarios de este tipo? Pues con una salida extraordinaria. Así seguiremos el artículo, haciendo un recorrido histórico para conocer esta imagen, un recorrido que podría hacer la imagen cristífera para reflejar toda su importancia tanto en la ciudad como en el resto de España, e incluso de América.
CONTEXTO HISTÓRICO
Antes de llegar a la imagen que vamos a revisar en este artículo hay que irse a los precedentes que le dan nombre a nuestra talla. El Santo Cristo de Burgos, que hoy podemos encontrar en la catedral burgalesa. Es una reproducción de Jesús crucificado y muerto del siglo XIV. De autoría anónima, es articulable, ya que sus brazos y piernas se pueden mover para la celebración de distintos cultos, como era muy habitual en la etapa medieval.
Cuenta con pelo y uñas naturales, mientras que sus articulaciones y la herida del costado están recubiertas de piel curtida para dar una mayor sensación de realismo a la escena. A los pies de la cruz se colocaron cinco huevos de avestruz, símbolos de la futura resurrección de Cristo.

Inicialmente, esta devoción parte de la orden agustina, que serán los “culpables” de extender la advocación por toda Europa y América con la fama que ganó de ser milagroso. Tanta influencia tuvo la orden con respecto a esta representación, que en muchos lugares empezó a conocerse como el Cristo de San Agustín.
Empezó la expansión de la imagen por muchísimas urbes, se hicieron reproducciones para ciudades europeas como Amberes o Brujas, donde los comerciantes lo difundieron rápidamente por donde llevaban sus negocios. En la península podemos encontrar al Cristo de Burgos en la Catedral de Santiago de Compostela, o por Castilla en ciudades como Cuenca.
Muy difundido estuvo por Andalucía, donde la orden agustina tuvo una gran influencia en ciudades como Écija, Castilblanco de los Arroyos, Granada, Antequera, Cádiz, Jerez de la Frontera, Chucena o Jaén. Llegando incluso a ciudades como La Laguna de San Cristóbal en la isla de Tenerife, el paso previo para dar el salto a América.



El nuevo continente también recibió con gran devoción al Cristo de San Agustín en ciudades como Lima, Ayacucho o Huánucho. Curiosos son los casos de la ciudad amazónica de Chachapoyas, donde hay una iglesia dedicada al Señor de Burgos, o Recuay, cuyo patrón es el Señor de Burgos con festividad propia en el día 14 de septiembre.
A Sevilla llegó esta advocación en torno al año 1314, cuando aparece de la mano de la orden agustina el Santo Crucifijo de San Agustín. La orden se ubicó en el extrarradio de la entonces ciudad amurallada, muy pegada a ella, en el entonces convento de San Agustín, del que hoy sólo contamos con sus ruinas, muy próxima a la actual parroquia de San Roque.
Siguiendo la descripción del historiador Hazañas y la Rúa era una escultura en madera de cedro, de tamaño natural, muy expresiva, con cabellera tallada, pero con dos más superpuestas, una de pasta y otra de cabello natural. También contaba con una corona de espinas colocada sobre su cabeza, representando a Cristo muerto en la cruz tras recibir la lanzada de Longinos.

El propio José Gestoso la consideraba como “una de las más curiosas e interesantes esculturas que quedan en esta ciudad al estilo románico del siglo XIV”. Esta talla se perdió en el incendio provocado en la parroquia de San Roque en los acontecimientos de 1936. La talla que hoy podemos contemplar en el mismo templo es una reproducción que realizó Agustín Sánchez Cid en 1948.
Y aquí, tras ponernos en situación, iniciamos el recorrido de la procesión extraordinaria que queremos realizar con este artículo.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
Si hablamos de la imagen del Cristo de Burgos de Sevilla hay que relacionarlo hoy día con la hermandad que le rinde culto, que recibe el mismo nombre y hoy reside en la parroquia de San Pedro.
Esta corporación surge retomando el camino de otras ya extinguidas, como fue el caso en 1522 de una hermandad fundada por burgaleses que rendían culto a la Inmaculada Concepción y una imagen del Santo Cristo de Burgos en el convento Casa Grande de San Francisco, lo que hoy es la Plaza Nueva. En 1676 se tiene constancia de que en la parroquia de San Ildefonso se encuentra una hermandad conocida como del Santo Cristo de Burgos.
Sin ser la misma hermandad que actualmente, ya que el origen de la corporación que hoy procesiona los Miércoles Santo es de 1888 por el fruto de una casualidad que veremos más adelante, no debemos obviar el germen de la devoción a la advocación del Cristo de Burgos en la ciudad de Sevilla.
Sin duda alguna, si hubiera una procesión extraordinaria por el 450 aniversario de su hechura hay varios puntos fundamentales a visitar. El Ayuntamiento de Sevilla, por el origen de la hermandad de burgaleses en el antiguo convento de San Francisco, además de la vinculación institucional que hoy se mantiene entre el consistorio sevillano y el de Burgos; la parroquia de San Ildefonso por la continuidad en el tiempo de una hermandad dedicada a este Cristo en este emplazamiento; y, sin dudas, la parroquia de San Roque con el convento de San Agustín, origen devocional del Cristo de San Agustín, que permitió la hechura de la imagen cristífera que estamos analizando.
Y es que el Santísimo Cristo de Burgos es una talla fundamental para entender el desarrollo de la imaginería sevillana. Sevilla (1573), tres siglos después de la conquista de Sevilla por parte de Fernando III tras cinco siglos de pertenencia al mundo islámico. Andalucía no contaba con una tradición escultórica como podía tener el resto de Europa donde se había mantenido el catolicismo, es por ello que la mayoría de imágenes que llegaban era de artistas extranjeros, flamencos o franceses.
Era el caso de artistas reputados como Alejo Fernández, Roque Balduque, Pedro de Campaña, entre otros.
Esta tendencia cambiaría con Juan Bautista Vázquez, el Viejo. Un imaginero salmantino, cuyo primer encargo en la ciudad no fue nada más y nada menos que realizar el retablo mayor del monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas en 1560. Su gran trabajo le sirvió para asentarse en Sevilla y establecer su propio taller.
Un paso importantísimo, ya que en su taller formará a sus discípulos y creó, por tanto, el inicio de la escuela sevillana de imaginería. Esto es fundamental para comprender que sin llegar a este momento habría sido mucho más complicado tener lo que tuvimos más adelante con Martínez Montañés, Juan de Mesa, Pedro Roldán, entre otros.

En 1573, Juan Bautista Vázquez se compromete a realizar la talla de un crucificado “según y en la forma que está y lo tiene el Santo Crucifijo de la Capilla de San Agustín de esta ciudad”. Tardaría un año en realizarla y entregarla para la capilla funeraria del licenciado Castañeda en la parroquia de San Pedro, su actual sede canónica. Como era habitual en este periodo de control gremial, el salmantino se ocupó de la talla, mientras que de la policromía se encargó el pintor Juan de Zamora, su suegro.
Aunque inicialmente no tuvo una hermandad que le rindiera culto, la talla contó con gran devoción como se puede comprobar con el acontecimiento que se desarrolló en 1809, cuando el Cristo de Burgos presidió una procesión de rogativas hasta la catedral por los sucesos de la Guerra de Independencia contra los franceses.
¿Cómo surgió la hermandad actual que cuenta con esta imagen como uno de sus titulares principales? Pues avanzamos a 1888, cuando otra de las corporaciones del Miércoles Santo, la Hermandad del Buen Fin, tuvo que abandonar su iglesia de San Antonio de Padua por problemas con las autoridades eclesiásticas a la hora de continuar en su sede y marcharon a la parroquia de San Pedro sin poder llevarse sus imágenes.
Al llegar a este templo, contemplan al crucificado de Juan Bautista Vázquez y deciden adoptar la talla del Cristo de Burgos como su titular cristífero. Al año siguiente, procesionaron con Él en la jornada del Miércoles Santo.
No fue poco tiempo, hasta 1909 no se resolvieron las tiranteces del Buen Fin con las autoridades eclesiásticas. En este año retornaron a San Antonio de Padua, recuperando sus anteriores imágenes, pero ya se había creado también la Hermandad del Cristo de Burgos que con sus propios hermanos continuó realizando sus estaciones de penitencia y cultos como otra corporación más.
La talla originalmente fue ejecutada siguiendo el canon del Santo Cristo de San Agustín que, a su vez, imita el modelo del crucificado de la ciudad de Burgos. Es decir, un crucificado muerto con llaga en el costado, portando corona de espinas, llevando pelo natural y revestido con un faldellín. Difiere mucho de la imagen que nos ha llegado hoy día, ya que sufrió una gran transformación a finales del siglo XIX, cuando el escultor Manuel Gutiérrez-Cano intervino a la hora de eliminar el pelo natural, tallándole cabellera y quitando también el faldellín, colocándole un sudario encolado.


A nivel formal, se trató de una talla que rompía el modelo gótico francés que había en la ciudad, representado en tallas como el Cristo del Millón de la Catedral de Sevilla o el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, que hoy recibe culto en la capilla del Dulce Nombre de Jesús.
Aquí es donde vemos el virtuosismo de Juan Bautista Vázquez, un artista criado en la tradición castellana, pero que supo leer e interpretar los conceptos que llegaban del Renacimiento italiano. En una ciudad que principalmente estaba recibiendo arte flamenco o francés, él supo cómo avanzar hacia el Manierismo y se puede observar a la perfección cómo le impregna de una suave curvatura a la caída del cuerpo del crucificado de Burgos para romper la rigidez de las líneas que tienen tallas del Gótico final o del primer Renacimiento, caso de los ejemplos que hemos mencionado anteriormente.
Juan Bautista asume todo los conceptos manieristas del momento, e incluso se adelanta a grandes maestros como podemos ver en la comparativa de la pintura del crucificado de El Greco, obra que podemos contemplar en el Museo del Louvre de París y que nada tiene que envidiar en cuanto a calidad técnica y sobre todo, al profundo estudio previo que ambos artistas realizaron.

Como un recorrido procesional hemos querido revisar la historia del Santísimo Cristo de Burgos de Sevilla. Una historia que parte en el siglo XIV en el convento de San Agustín, que contó con hermandades en los siglos XVI y XVII en San Francisco y San Ildefonso, vinculadas a burgaleses y la devoción al Santo Cristo de Burgos, que contamos con una talla dedicada a esta advocación con 450 años, del que se conoce su autor, culpable del origen de la escuela sevillana de imaginería y que, por cosas del destino, por la expulsión de San Antonio de Padua de otra corporación, hoy día, contamos con una hermandad que le rinde culto y que va a poder poner a la altura que se merece una talla artística y devocional como es el Santísimo Cristo de Burgos.
BIBLIOGRAFÍA
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