COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES
CONTEXTO HISTÓRICO
Para analizar la Adoración de los pastores nos tenemos que desplazar hasta la Sevilla de mediados del siglo XVII. A pesar de que Murillo apenas ronda los treinta años de años de edad, ya es uno de los pintores más populares de la ciudad, sobre todo después de sus recientes trabajos en el claustro chico del Convento de San Francisco.
El sevillano, que se autorretrata en estos años como vemos en la imagen de la parte superior, contrae matrimonio en 1645 con Beatriz de Cabrera y Villalobos, convirtiéndose ambos en padres por primera vez (después vendrían 9 hijos más) tan solo un año más tarde. El artista, además, abre su taller y comienzan a entrar los primeros aprendices.
A los beneficios económicos derivados de su actividad artística hay que sumarles los propios de los arrendamientos de las viviendas heredadas tras el fallecimiento de sus padres. A Murillo le va bien, pero la familia no está del todo asentada, puesto que entre los años 1648 y 1650 tenemos documentados hasta tres cambios de residencia.
Sin embargo, en el periodo más próximo a la ejecución de la obra que hoy nos ocupa, ocurre un hecho trascendental en la ciudad que indudablemente tuvo que afectar anímicamente al genio sevillano: la epidemia de peste de 1649.
El azote de la enfermedad fue tal, que la población de Sevilla se redujo a la mitad, llevándose por delante también a la hija primogénita de Murillo. Pero a pesar de ello, este será también un periodo de oportunidades: la primera de ellas, la gran vivienda a la que se traslada la familia, en la collación de San Nicolás y frente al convento de Madre de Dios, donde el pintor instalará de nuevo su taller y dará cabida a nuevos aprendices.
A nivel artístico, Murillo se encuentra en los años claves para la conformación de su estilo. Las influencias de su maestro, Juan del Castillo, y de Francisco de Zurbarán, con quien mantuvo una relación más que cordial, se hacen patentes en sus obras de esta etapa.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Para la ejecución de este trabajo, Bartolomé Esteban Murillo se basa en el pasaje evangélico conocido popularmente por el mismo nombre que la obra:
15. Luego que los ángeles partieron hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos hasta Belén y veamos este acontecimiento que el Señor nos ha manifestado.16. Vinieron, pues, a toda prisa, y hallaron a María, y a José, y al niño reclinado en el pesebre.17. Y, habiéndole visto, manifestaron cuanto se les había dicho acerca del niño.18. Y todos los que supieron el suceso se maravillaron igualmente de lo que los pastores les habían contado.19. María, empero, conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón.20. En fin, los pastores se volvieron, no cesando de alabar y glorificar a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, según se les había anunciado.
Lucas, 2
Según esto, nos introducimos en una escena en la que el pintor sevillano nos representa, ante todo, una imagen humilde, de carácter popular, que hace que el fiel que la observe sienta cercanía con los personajes representados. La Virgen (vestida a la manera tradicional y no como recomendaba Pacheco) y el Niño son los grandes protagonistas del lienzo, quedando San José en un intencionado segundo plano, tanto posicional como lumínico.
Los tres pastores, que portan ofrendas para el recién nacido, dejan entreveer en sus rostros la alegría y admiración ante lo que contemplan sus ojos. El naturalismo en ellos resulta evidente, no hay más que ver las vestimentas que portan, pero sobre todo se puede apreciar en el detalle de los pies sucios del personaje que se encuentra más próximo al Niño.
Entre las representaciones animalísticas podemos encontrar, además de la mula y el buey tradicionalmente asociados al pesebre, a un animal de claro sentido iconográfico cristiano: el cordero, que alude al sacrificio y a la metáfora de Cristo como Cordero de Dios. Para realizarlo, Murillo pudo inspirarse en los populares (y numerosos) Agnus Dei que Zurbarán ejecutaba fundamentalmente para una clientela privada de la ciudad.
ANÁLISIS FORMAL

Nos encontramos ante un espacio en semi penumbra, donde arquitectura y paisaje apenas tienen importancia, puesto que el foco de luz irradia del personaje principal: el Niño, generando un claroscuro no demasiado intenso pero que nos revela influencias zurbaranescas.
Los colores utilizados ayudan a fomentar esta sensación, destacando en sobremanera la vestimenta de la Virgen que rompe con la tónica ocre predominante en el lienzo. El dibujo aún tiene importancia en esta etapa de la obra de Murillo, como podemos ver en las líneas bien marcadas en los personajes, pero que pronto desaparecerán dando rienda suelta a la pincelada típicamente barroca.
Lo que si es propiamente barroco de esta composición son las constantes diagonales que forman los personajes, y que otorgan dinamismo a la obra pese a la aparente serenidad de sus protagonistas.
CURIOSIDADES
Con motivo del IV centenario del nacimiento de Murillo, esta obra ilustró los décimos de la Lotería Nacional de 2017. Curiosamente, con otra Adoración de los pastores del pintor sevillano, presente en el Museo de Bellas Artes de la capital andaluza, se inició esta costumbre de acompañar los boletos con imágenes artísticas, allá por el año 1960.
GALERÍA DE IMÁGENES



BIBLIOGRAFÍA
HEREZA, Pablo: Corpus Murillo: Biografía y documentos. Sevilla, 2017.