COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ALTAR 4
CONTEXTO HISTÓRICO
La cultura olmeca fue una civilización milenaria que se mantuvo en un periodo de progreso cultural que comprende del 1200 a.c al 400 a.c., aunque hay evidencias que nos lleva a ubicarlos en el periodo protoclásico, pero se logra definir un declive escultural y con ello aparece la presencia de un sistema de calendarización y de escritura.
La manifestación cívico-cultural se extiende por las regiones sureñas de Veracruz y mantiene una extensión en el occidente tabasqueño. La arqueología nos ha mostrado los principales asentamientos significativos de esta cultura, que si bien son los sitios de San Lorenzo-Tenochtitlán, Tres Zapotes y La Venta, siendo este último el centro ceremonial más importante.
Lo más sobresaliente de este grupo es la escultura monumental, manteniendo así un poderoso estilo artístico que refleja el poder de los gobernantes y que son inmortalizados en los grandes bloques basálticos. Los diseños lo podemos ver en las grandes cabezas colosales, en los altares-tronos y en las estelas, que si bien, se manifiesta la asociación religiosa con el culto al jaguar. Los elementos que se graban en ellas, se refleja una iconografía simbólica que detalla, exclusivamente, a una clase alta y de rango superior.
ANÁLISIS FORMAL-ICONOGRÁFICO
El Altar 4 fue localizado por Frans Blom y Oliver La Farge en 1925, durante las exploraciones que hicieron en La Venta; no obstante, los primeros reportes de su avistamiento se le acredita a Policarpo Valenzuela, que explotaba una tala de selva dentro del sitio arqueológico y descubrió a este apoteósico altar, pero no pudo trasladarlo a San Juan Bautista (Villahermosa) a causa del peso enorme de este monolito.
Fue recuperado en el Complejo B durante las excavaciones de Matthew Stirling y ceñido entre sus bases este y oeste por otros altares. Las dimensiones del Altar 4 son de 1.60 metros de altura, 3.19 metros de ancho y 1.90 metros de espesor; por consiguiente, lo hace el altar más grande de La Venta y es una obra excepcional por las precisiones artísticas que se enmarcan.
Las descripciones de esta figura pétrea se componen en un solo bloque rectangular, con una plancha en la parte superior, que se proyecta a los lados. En la parte superior frontal aparece el rostro del <> y que se muestra con características felinas: los ojos son ovales y marcados por gruesas cejas con bandas curveadas; el entrecejo es aplanado.
La boca está abierta, y solamente se delineó el labio superior a manera de banda gruesa y ondulante; la encía se deja mostrar como una franja horizontal sobre la cual aparecen colmillos puntiagudos y entrelazados por el símbolo de la cruz olmeca.
Debajo del rostro del jaguar, aparece un nicho central que simula las fauces de este felino y que estaba asociado con la entrada al inframundo y era el medio que comunicaba el mundo interior con el exterior. Es notable que, fuera de la cavidad, sobresale la esencia de una figura humana con un esculpido realístico del físico humano.
En algunas figuras exentas y en estos famosos altares-tronos, los individuos aparecen sedantes, con las piernas cruzadas y sus manos descansan sobre sus piernas; pero en este caso el sujeto aparece en una posición distinta, donde la mano izquierda toca el tobillo y en la otra sostiene una cuerda.
El rostro del personaje principal se encuentra completamente erosionado, sin embargo, es probable que portara una máscara. El sujeto ‘’lleva un tocado alto que probablemente era una especie de máscara con dos oquedades grandes en el extremo superior. Alrededor del tocado se ven, en bajo relieve, dos hileras de elementos flamígeros que aparecen plumas’’.
El personaje porta un collar de dos bandas gruesas; la superior se ve amarrada al centro. El collar se prolonga hasta abajo con otros dos elementos decorativos: uno es grande, ovalado y en forma de pectoral; el otro es alargado y del cual sobresalen dos tiras como si fueran las puntas de una banda anudada.
En la muñeca izquierda contiene un adorno en forma de brazalete. En la cintura se ve una especie de ceñidor que asemeja a un posible taparrabo. Alrededor del nicho hay una banda que adorna su curvatura y que asemeja un tipo de arco triunfal. De ella sobresalen cuatro elementos posicionados simétricamente; es un diseño en forma bandas ondulantes y que parecieran flores; la arqueología los ha interpretado como plantas en germinación, todo esto asociado con la tierra.
En el lateral derecho del Altar 4, en aquella pared, de la cual se conserva íntegramente en aquella zona, se esculpió una figura humana ‘’alejada espacialmente de la figura central pero conectada a ella por una cuerda que corre sobre la tierra y a lo largo del frente […] Estos seres están unidos al personaje, pero se piensa que estarían en un espacio distinto al primero’’.
La posición del personaje se muestra sentado, con las piernas cruzadas, y está sujeto de la muñeca. El sujeto tiene rasgos mayenses por la nariz aguileña y los ojos grandes y alargados, es probable que esto sea el resultado de una mala restauración en los tiempos de Pellicer. El tocado y la parte superior se muestran completamente destruidos. Sus labios son delgados. Su torso está formado en tres cuarto; el brazo derecho tiene una flexión en ángulo agudo. Tiene los dedos cerrados, exceptuando el pulgar y el índice que parece señalar algo.
La arqueología temprana afirmaba que esta pieza demostraba el poder absoluto que tenían los gobernantes hacía los esclavos, tal aseveración se afirmaba por la forma en la se representaban los personajes de los laterales, como si estuvieran en una manifestación de sometimiento, por ejemplo, el Monumento 14 de San Lorenzo muestra un diseño parecido al altar que estamos describiendo.
Sin embargo, con las nuevas investigaciones, Grove reformuló también el parentesco del simbolismo de la cueva: ‘’a) el registro de la sucesión, b) la conmemoración de otros personajes ancestrales, o c) la representación de los altos parientes de alto prestigio aliados del gobernante. Hay representaciones de que estas figuras laterales pudieran ser retratos de candidatos en la sucesión del cargo’’.}
DATOS CURIOSOS
Actualmente, la denominación de altar que se le adjudicó a estos monolitos ha quedado obsoleto y se ha empleado erróneamente. Fue Frans Blom y Oliver La Farge quienes lo acreditaron de esa manera al afirmar que, sobre la base superior de estas piezas, se efectuaran ritos ceremoniales y que se asemejaban a las mesas sagradas de uso religioso. Sin embargo, con las nuevas investigaciones que ha realizado la arqueología, se demostró la posible utilidad de estas piezas megalíticas.
El término altar perduró por casi por medio siglo en la literatura arqueológica sobre los olmecas, hasta que David Grove reexaminó la idea tradicional de estas grandes figuras rocosas y reformula la función que le deban esta antigua civilización.
El génesis de esta reformulación comienza en las exploraciones de las cuevas de Oxtotitlán, Guerrero, donde Grove pudo observar una pintura policromática que se ubicaba arriba de la boca de la cueva; en aquella figura se mostraba ‘’la pierna derecha de un hombre sentado y ricamente ataviado cuelga frente al rostro de un monstruo, como si estuviera en un trono’’.
Así pues, con las declaraciones que Grove mostraba en sus estudios, señalaba una semejanza entre el mural pintado de Oxtotitlán con el altar 4 de La Venta. El soberano está en una posición sedante, aunque parece vestido como un ave y está por encima de una base personificada que refleja ciertos elementos iconográficos y que, por la simetría rectangular, se asociaba con una forma parecida al del altar señalado.
Por lo tanto, el autor interpretó que el sujeto masculino es un ‘’ancestro sagrado que emerge de la cueva, la cual a su vez es la boca del monstruo-jaguar y la entrada al inframundo. A partir de esas premisas planteó que los conceptos olmecas relacionados con el origen, la lluvia y el inframundo legitimaban al gobernante que usaba el trono como su asiento de poder’’.
BIBLIOGRAFÍA
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