COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ALTAR DE PÉRGAMO
ANÁLISIS FORMAL
La ciudad antigua de Pérgamo – hoy Bergama – se hallaba en la región de Misia, al noroeste de Asia Menor (actual Turquía). Su situación geográfica – a 30 kilómetros de la costa del mar Egeo y situada al frente de la isla de Lesbos – facilitó el acercamiento a los nuevos ideales helenísticos, los cuales influyeron en los modelos de las construcciones de la ciudad. Además, la ciudad estaba sobre un aislado promontorio y rodeada de anillos amurallados.
Pérgamo cobró importancia cuando, “a finales del s. IV a.C., fue elegida como depositaria del tesoro real por Lisímaco – general de Alejandro Magno y dueño de Tracia y de Asia Menor” – y Filetero – gobernador de la zona (desde el 283 a. C. hasta el 263 a. C.) – se encargó del cuidado de este gran tesoro. Tras las muertes de Lisímaco a manos de Seleuco, Filetero pasó a ser vasallo del nuevo gobernante Seleuco.
Sin embargo, Seleuco fue asesinado y Filetero gobernó la ciudad como un estado independiente y fundó la dinastía atálida. Los sucesores fueron proclamados reyes y entre ellos destacaron Átalo I (247-197 a. C.) y Eumenes II (197-159 a.C.), que durante sus gobiernos convirtieron a Pérgamo en un centro de poder político, económico y cultural; su esplendor se expandió por toda Asia Menor y llegó incluso a competir con una de las ciudades más importantes del mundo helenístico: Alejandría.
La ciudad presentaba unas características únicas que se amoldaban al paisaje natural pues se distribuía en terrazas que se organizaban según los desniveles, como si de una superposición de tres villas se tratase, que llegaban hasta el acrópolis.
En la ciudad alta se encontraban los edificios administrativos y cívicos; en el medio un gimnasio, los templos de los dioses Démeter y Hera Basileia, y el pritaneo; y, finalmente, en la parte baja se encontraban los comercios. Además, la ciudad contaba con un santuario dedicado a la diosa Atenea Nicéforos (victoriosa) y un altar dedicado al dios Zeus.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El Altar de Pérgamo es la expresión del aparataje propagandístico del poder estatal y a la vez una exaltación política del soberano. Por tanto, la monumentalidad del Altar responde a la tradición arquitectónica que se empleaba en la Grecia oriental: el uso del orden jónico de las grandes columnas; la majestuosidad de los tramos de las escaleras; la ornamentación y el tratamiento de las formas constructivas basadas en el momento cultural y artístico vigente de esta época.
Sobre un podio que se encontraba en la segunda terraza de la acrópolis se alzaba el Altar, su estructura presenta un cuerpo central rectangular en cuyos lados se abrían dos prominentes alas laterales. El zócalo superior estaba recubierto por un gran friso que rodeaba el exterior del edificio y que representaba uno de los mitos griegos más importantes: la Gigantomaquia (la lucha entre dioses y gigantes).
La zona superior estaba constituida por una doble galería de columnas jónicas, con una cubierta de casetones. Asimismo, esta zona estaba dividida en dos por un tabique central, “que permitía su comunicación, formando una especie de deambulatorio que se extendía por sus extremos oriental, meridional y septentrional” y en el interior del edificio se encontraban los paneles con la representación escultórica inconclusa de la historia de Telefo, que fue hijo de Heracles y fundador legendario de Pérgamo.
Por último, el techo estaba decorado con cuádrigas de caballos, figuras de dioses y escenas de la caza de león. En el patio central cuadrangular se realizaban los sacrificios y las libaciones en honor a las divinidades, según la tradición jónica.
No se sabe a quién estuvo dedicado este altar, pero es probable que estuviese consagrado a la diosa Atenea o a Zeus. Además, ya existían precedentes asiáticos de este tipo de altares, como el altar de Hera en Samos (s. VI a. C.), el de Zeus en la propia ciudad de Pérgamo (s. VI a. C.) y el de Asklepios en Cos (s. IV a. C.). El acceso al ara sacrificial en los tres ejemplos se hacía a través de una escalinata, siendo la de Pérgamo de 28 peldaños hechos en mármol.
La Gigantomaquia fue uno de los temas que más se representó en el arte griego puesto que suponía la proclamación de la victoria de los griegos sobre los persas (Guerras Médicas, 480 a. C.). En el contexto de Pérgamo fue Eumenes II quien utilizó esta simbología para destacar la derrota de los gálatas los cuales fueron identificados con los gigantes, mientras que los dioses serían los vencedores. “El monarca atálida convertía, así, a su pueblo en el nuevo salvador de la civilización griega contra la amenaza bárbara”. Se trata de la victoria del orden frente al caos.
Sobre 100 losas de mármol se narran las escenas de la Gigantomaquia y ha resultado difícil de advertir la interpretación del conjunto, sin embargo, a través de los nombres de los dioses y gigantes se aprecian algunas figuras realizadas en altorrelieve. Las expresiones patéticas o exageradas y las posturas de los personajes nos hablan de ese estilo barroco helenístico que se caracteriza por el tratamiento detallado de las figuras en sus caras, cuerpos tensos, movimientos, ropaje, etc.
Resulta interesante admirar la cara norte de la escalinata, ya que los dioses empujan a los gigantes hasta arrinconarlos y mientras el espectador sube las escaleras, los gigantes van hundiéndose en los peldaños.
En el friso este podemos observar a las principales deidades griegas: Ares, Atenea, Zeus, Heracles, Hera, Apolo, Leto y Artemisa, mientras que a la izquierda se encuentran Hécate luchando contra el gigante Clitio. Otro de los paneles interesantes es el de Atenea Niké luchando contra Alcioneo, mientras que Gea se levanta.
El friso sur representa a la diosa Rea/Cibeles la cual acude a la batalla montada sobre un león y a la izquierda Zeus sujetando sus rayos. En el ala sur aparece Dioniso que lucha junto a sus dos jóvenes sátiros, mientras que a su lado se encuentra su madre Sémele. Afrodita aparece en el friso norte extrayendo una lanza de un gigante muerto y cercana a su amante Ares.
Este friso se cierra con Poseidón, el dios del mar, el cual emerge del océano junto a sus hipocampos abriendo la escena del ala norte del friso oeste, en donde se encuentran todos los dioses del océano.
La autoría de estos frisos es difícil de saber, no obstante, algunas placas conservan los nombres de Menécrates, Dionisiades, Melanipo, Orestes o Teorreto. Además, es muy importante señalar la representación mayor de deidades femeninas ya que ellas desempeñan el papel de progenitoras. De esta manera se evidencian los valores de la sociedad hesiódica: la solidaridad entre parientes y la importancia de la fertilidad de las mujeres.
BIBLIOGRAFÍA
– Delgado, C.: «La Gigantomaquia, símbolo socio-político en la concepción de la polis griega», en Espacio, tiempo y forma. Serie II, Historia Antigua, 12, 1999, pp. 107-127.
– Delgado, C.: «El grandioso altar de Pérgamo: Emblemática obra del mundo helenístico», en Cuadernos de Filología Clásica: Estudios griegos e indoeuropeos, 12, 2002, pp. 329-344.
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