COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ÁNFORA DE DIPYLÓN
CONTEXTO HISTÓRICO
Antes de comenzar a analizar la Ánfora de Dipylón, hay que decir que Atenas, entre otros núcleos destacados de la Grecia continental, vivió en el siglo VIII a. C una etapa de suma importancia en su devenir, caracterizado por la consolidación de distintos procesos históricos, así como, inmersos en estos, tendencias artísticas y comerciales, que tienen origen en el siglo X en respuesta a la irrupción que sufrieron algunas civilizaciones mediterráneas al término de la Edad de Bronce (en torno al año 1200 a. C), concluyendo con su afianzamiento el período conocido como «edad oscura» griega, y dando con ello paso a una fase donde los cimientos de lo que entendemos como Grecia clásica comienzan a fraguarse: la edad arcaica.
El colapso que acabó con la preponderancia micénica o el Imperio hitita, suscitando diversas hipótesis entre los especialistas actuales, dinamitó con seguridad la red comercial establecida en el Mediterráneo, dando lugar a un período donde las tradiciones autóctonas debieron dar un paso al frente, retomando sus prototipos tradicionales y progresivamente innovando ante la falta de modelos exógenos. En el caso de la escultura y la pintura, este factor se traduce en cierta continuidad entre los períodos sub-micénico y proto-geométrico, no obstante, la diversidad tipológica previa se vio reducida exponencialmente en pro del utilitarismo, observándose también una simplificación en sus formas.
ANÁLISIS FORMAL
Nos encontramos ante un vaso cerámico de tradición ática, cuya utilidad es meramente conmemorativa, a modo de séma o sémata, funciones que cumplirán las estelas funerarias andando en el tiempo. Pese a que durante el siglo VIII a. C la inhumación con «bienes sepulcrales» tradicional de Micenas iba perdiendo espacio frente los procesos de cremación, los rituales funerarios, como nos narra la literatura clásica y evidencia los yacimientos arqueológicos, seguían poseyendo gran importancia, especialmente, entre la aristocracia terrateniente helena. La riqueza y monumentalidad del vaso escogido nos habla del poder de la difunta. En la conmemoración de la muerte existe una clara diferenciación de géneros, empleándose cráteras en el caso de los hombres y, como es este el caso, ánforas en el de las mujeres.
«Así que se detuvo allí, aunque anhelaba el camino, para enterrar a su compañero y hacerle las honras fúnebres«.
Odisea, Homero
«Cortamos enseguida unos leños y lo enterramos apenados, derramando abundante llanto, en el lugar donde la costa sobresalía más. Cuando habían ardido el cadáver y las armas del difunto, erigimos un túmulo y, levantando un mojón, clavamos en lo más alto de la tumba su manejable remo».
Odisea, Homero
El ánfora de Dipylón fue hallada en la necrópolis del mismo nombre, activa entre los siglos IX – VIII a. C y ubicada a extramuros de la arcaica ciudad ateniense, junto al barrio de los alfareros, en la vía dirección al Santuario de Eleusis. Este vaso cerámico, junto a la Crátera de Dipylon y la Crátera del pintor Hirschfeld, son las obras más destacadas del período, que se caracterizan por un principio de representación figurativa bidimensional y muy esquemática, con dejes de frontalidad, posiblemente reminiscencia de las representaciones egipcias; la monumentalidad de las obras, que provocaría el necesario trabajo por secciones, siendo posteriormente unidas por finas bandas de arcilla; y, la representación de tres tipos de escenas arquetípicas: thapsos (juegos fúnebres en honor del fallecido), ekphora (traslado del fallecido en carro, normalmente un guerrero, a su lugar de reposo) y próthesis (o llanto fúnebre, donde se realiza una exposición del difunto sobre el lecho rodeado por sus seres queridos).
La tipología más común dentro del estilo geométrico y las veintena de vasos hallados en esta necrópolis es la ovoidal. El ánfora que tratamos presenta esta forma, con una estructura muy equilibrada que nos habla del conocimiento por parte de los alfareros de la proporcionalidad, siendo su altura dos veces el ancho del vaso, y su cuello la mitad del largo del cuerpo. Observamos que tiene una base pequeña y circular, que ensancha alcanzando su mayor diámetro en torno a las asas, donde se localiza la gran escena metopal, cerrándose mediante un cuello estrecho y cilíndrico.
La pintura, por otro lado, fue una labor claramente diferenciada respecto a la alfarería, caracterizándose por una decoración minuciosa que cubre todo el vaso con una marcada tendencia al horror vacui, mediante un tejido decorativo in crescendo hasta la escena central, divididas en bandas horizontales. La pintura en este período se caracteriza por ser en color oscuro sobre un fondo claro y mate, hecho característico dado que se invertirá en épocas posteriores.
Por su uso, este tipo de vasos se realiza en una arcilla con alto contenido de hierro, que aporta una gran plasticidad durante el modelado y resistencia una vez seca. Su estabilidad, por otro lado, se garantizaba mediante un agujero en la base, que pudo servir para que las libaciones y ofrendas en aceite y vino se filtraran, así como para sujetar el vaso al túmulo mediante un poste de madera.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El cuello de la Ánfora de Dipylón se caracteriza por una decoración divididas en bandas horizontales y líneas divisorias a base de dientes de lobo, meandros, losanges, ovas, grecas y dos tiras donde se presenta una secuencia rítmica de animales, tal vez gacelas y cápridos alimentándose. Esta área, junto a las asas, son partes que el alfarero debía trabajar aparte y unirlas posteriormente al cuerpo ovoidal de la ánfora.
Los motivos geométricos se suceden en el cuerpo de la Ánfora de Dipylón, pero, sin duda, la pieza clave de la decoración de este vaso cerámico es la próthesis que se sucede a la altura que alcanza su mayor diámetro. En ella vemos como en torno a un lecho o kline donde se encuentra la difunta, se concentran distintas figuras, cuyo género es de difícil distinción por su abstracción. Bajo el cuerpo, visionamos lo que parecen ser cuatro plañideras, quizá dos hombres y dos mujeres, mesando sus cabellos mientras se lamentan por la pérdida; en total, observamos 19 figuras humanas en el llanto fúnebre, siendo una de menor tamaño, quizá en referencia a un niño; 8 de estas figuras se ubicarían en la banda posterior, así como seis más en cada asa, siendo un total de 39 figuras humanas realizadas mediante triángulos invertidos, líneas y puntos.
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