COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA ESCULTURA ÁNGEL CAÍDO
CONTEXTO HISTÓRICO
Es posible que hayas estado en Madrid. Es más que probable que hayas visitado el Parque de El Retiro y es casi seguro que has visto la fuente-escultura del Ángel Caído. Y es así porque es uno de los puntos de reunión más famosos de la ciudad.
Siempre rodeada de paseantes, turistas, ciclistas, runners y patinadores/as, destaca entre el gentío por su valor artístico, aunque, a la mayoría, lo que les atrae es su significado.
Es en 1667 cuando se publica ‘El Paraíso Perdido’ de John Milton, considerada obra maestra de la literatura. Dividida en «cantos», dentro del primero de ellos, el autor inglés fantasea fuerte y describe a Satanás (o Ángel Caído) como un ser de una gran belleza; el más bello y alto de todos los ángeles.
El más mejor, el mega guay de la Bóveda Celeste. También es cierto que la idea de pibón celestial puede inspirarse en la representación de Constantino Corti en su ‘Lucifero’, que figuró en la Universal de París en 1867. Por cierto, una historia que también tiene tela, puedes leerla aquí.
En 1878, el madrileño escultor Ricardo Bellver y Ramón usa al Ángel Caído como trabajo reglamentario del tercer año de pensionado. Una primera versión en yeso que se presenta a la Exposición Nacional de Bellas Artes del mismo año.
El propio catálogo de la expo reza:
Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ella el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia funesta y el odio más obstinado.
Y del subidón de lo atractivo del ángel al bajón de verle caer (nunca mejor dicho). Por si la cita no lo deja claro, Milton viene a decir que Satanás, después de haber sido la mano derecha de Dios, se dio importancia pasándose de soberbio y ¡hasta luego Mari Carmen!
El empujón tuvo que se tremendo porque el pobre de Lucifer cayó durante “nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales”, acompañado de la serpiente de siete cabezas que le agarra de piernas y brazo derecho.
A pesar de las críticas de algunos de los académicos, Bellver se alza con la segunda medalla (no primera) otorgada por la Academia Nacional y pone rumbo a la Universal de París de 1878 bordeando las malas consideraciones y, desde entonces, acumula respeto y buenas consideraciones.
El Estado español compra la obra por 4500 pesetas y reconvierte el yeso en bronce tras lo que pasó al catálogo del Museo del Prado que, inmediatamente, comenzó los trámites para exhibirla al aire libre sobre el pedestal diseñado por Francisco Jareño.
La fuente, según hoy la vemos, fue inaugurada por la reina regente María Cristina de Habsburgo en 1885 después de que fuera cedida en depósito al Ayuntamiento de Madrid.
ANÁLISIS FORMAL
Bellver pertenece a esa escuela decimonónica romántica, dramática, pasional y en constante espiral. Porque, para estos autores, el mundo está lleno de emociones y tormentas interiores que apesadumbran el alma. Aquí tenemos a Satanás como prueba de ello.
A esa congoja se le suma en la técnica la inspiración helenística del ‘Laoconte y sus hijos’ o el gusto barroco del gran Bernini.
Lucifer luce sentado con las alas desplegada sobre el tronco de un árbol, se protege con el brazo izquierdo del rayo que le derribó y abre la boca expresando un grito ahogado por la sorpresa y la ira ante tremendo gesto del Dios Padre.
La línea compositiva diagonal y abierta, el cuerpo en tensión y el gesto de desesperación del ángel (que ya no lo es), proporcionan dinamismo a la a la vez que alude a esa expresividad barroca de tendencia berniniana.
Como puede leerse en la ficha técnica de la obra en la web del museo: ese juego de tensiones frente a las composiciones estáticas de una visión frontal, la sinuosidad, una muestra de la libertad de elección y el genio atormentado.
CURIOSIDADES
Hasta aquí bien pero puedo leer la mente de muchos/as de vosotros/as esperando la carnaza y misterios alrededor de la obra. Empecemos con el más famoso, sin rodeos: los que creen en el Mal piensan que es una puerta el mismísimo Infierno. Pues ya está dicho.
El dato que apoya la tesis, además de que sea una de las pocas esculturas que representan a Lucifer cayendo, es que se sitúa a 666 metros sobre el nivel del mar. Los más «gatos» incluso dicen saber que su colocación tiene algo que ver con la desaparición del antiguo cementerio en 1874, tras la creación del Paseo Fernán Núñez.
Rumores que anda que no han atraído a unas cuantas concentraciones satánicas.
Deberes hechos, vamos con una segunda que, puede, no sea tan conocida. En Madrid, existe, lo que parece, un segundo ángel caído. Para verlo tienes que dirigirte al número tres de la calle Milaneses (muy cerca del mercado de San Miguel, cuando sales por uno de los arcos de la Plaza Mayor) y mirar para arriba.
Verás que este señor, en lugar de caído, está más bien estrellado. Apareció por sorpresa en 2005 y los vecinos llegaron pronto a la conclusión de que, una vez más, Madrid era el centro del universo y, a falta de uno, tenía dos ángeles expulsados del Paraíso.
Sin embargo, cuando se le pregunta a su autor Miguel Ángel Ruiz Beato viene a decir: «hace diez mil años un hombre alado salió a dar una vuelta y al volver, volando tranquilamente de espaldas mientras tomaba el sol, no se percató de que en el prado donde siempre aterriza ha crecido toda una ciudad. El resultado es este accidente: iba un señor volando tan tranquilo y se estrelló«. Si quieres saber más, no te costará encontrar información pero puedes empezar por aquí.
