COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE AURIGA DE DELFOS
CONTEXTO HISTÓRICO
Todos/as almacenamos momentos fetiches delicadamente seleccionados. Algunos reconfortan, otros animan; la mayoría deberían servir para inspirar, entusiasmar. Incluso, es recurrente apropiarse de los ajenos. Yo, personalmente, fantaseo con ser quién descubriera y tuviera el placer de contemplar, después de 2269 años, el rostro del Auriga.
Y es que esos seductores ojos estuvieron tapados por un buen montón de tierra y piedras, por los siglos de los siglos, después de que este buen señor quedara sepultado tras el terremoto que sacudió las montañas de Delfos en el año 373 a.C. Causa por la que no pudiera volver a lucir palmito hasta 1896, año en el que (por suerte, ¡gracias!) las excavaciones de la Expedición Arqueológica Francesa lo rescataran de entre los muertos, eso sí, fragmentado en varias partes. Théophile Homolle, su director, dio con él en la que había sido la terraza superior norte del todo poderoso Templo de Apolo. ¿Cómo te quedas? Esto arranca bien, vamos.
El sueño milenario no fue en vano ya que sirvió para proteger la pieza de agentes externos y saqueos romanos que bien hubieran puesto en peligro esta maravilla de escultura que, a día de hoy, sigue siendo uno de los escasos bronces originales de época clásica griega. Pena que el Auriga llegara solo y taciturno hasta nuestros días porque bien se sabe que, en su época dorada en Delfos, gozaba de compañía en su puesta en escena dentro del santuario. Cuatro caballos tiraban de su cuadriga y varios jóvenes lo rodeaban ayudándole a sostener las riendas y guiar a las bestias. Juntos formaban parte del monumento encargado por Polyzalos de Gela, hijo del tirano Dinómenes, quien ofreció altruistamente semejante pieza aunque parece que, además de su generosidad, su intención era sacar pecho tras hacerse con la victoria en una de las carreras de los juegos píticos en honor a Apolo y su oráculo.
ANÁLISIS FORMAL
Más allá de lo imponente de su nombre, el estilo Severo fue una forma de venirse arriba y dejar atrás el modelo arcaico, glorioso y desfasado a partes iguales. Digamos que, como viene siendo habitual en los saltos de estilos artísticos, pretende romper con los convencionalismos del anterior. En este caso, siendo uno de los primeros modelos ya apunta maneras.
Giro de cabeza, cierta torsión de cuerpo, brazos inclinados, posición oblicua de los pies. Lo necesario para acabar con el frontalismo y escultura a partir de un cierto dinamismo aunque tampoco para fliparlo. Lo más importante y, quizá, evidente de la transición estilística es el tratamiento de los elementos decorativos que otorgan eso tan perseguido: la naturalidad y realismo con el modelo real. El tío es guapo, no nos vamos a engañar y eso ya es muestra de un trabajo diferente. Sigue mostrando rostro idealizado pero la dupla: ojos expresivos de pasta vítrea (perfectamente conservados) y labios carnosos, sube el nivel de atractivo considerablemente con respecto a sus tatarabuelos los koiros y su arcaica sonrisa.
Tampoco hay que olvidar que en su época de plenitud todo estaba coloreado con acierto e intensidad. Las formas del cabello ondulan en una cabeza simétrica adornada por la cinta anudada en la parte trasera. Los pliegues de la túnica son los encargados del dinamismo de la pieza ya que a pesar de conta con pinceladas dinámicas no deja de mostrar una actitud un tanto hierática. Parece asumible, además, que sabiendo que lo que más luciría en el conjunto sería la parte superior del Auriga, se percibe algo más de «dejadez» en los detalles inferiores al presentarse tras toda la tropa que le acompañaba. Como era habitual en estos bronces, la pieza fue fundidas en varias piezas ensambladas a posteriori, de ahí que uno de los brazos se desprendiera y no lograra encontrase.
CURIOSIDADES
Cambiemos de tercio y recurramos a una gran saga de pintores que protagonizaron panorama artístico español durante el siglo XIX: Fortuny y Madrazo. Más concretamente el hijo del pintorazo Mariano Fortuny y de Cecilia Madrazo hijísima del, también pintor, Federico Madrazo. Tremenda genética tenía Mariano Fortuny y Madrazo que resultó ser un artista 360 destacando en pintura, grabado, escenografía. luminotecnia, fotografía y… ¡diseño textil! Apodado como el mago de Venecia, Mariano fue el creador de uno de los diseños más reconocidos en la historia de la moda: el vestido Delphos.
Y, ¿en quién se inspiró? Et voilà, en nuestro Auriga de Delfos tras un viaje a Grecia con su mujer en torno a 1907. Basado en una sencilla túnica plisada que cae libremente a ambos lados del cuerpo, se utilizaron tintes especiales basados en antiguas recetas tintoreras y materiales naturales recreando los colores originales de la época helena. El diseño suscitó los suspiros de las mujeres protagonistas de la Belle Epoque que se vendía y distribuía enrollado como una madeja en cajas personalizadas.
Un último cotilleo: se dice, se comenta que, tras la muerte del diseñador, su mujer tiró todas las muestras que quedaban al río de tal modo que nadie pudiera volver a recrearlo. Fuera como fuese, no sirvió porque el Delphos ya gozaba de gloria eterna…