COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE AUTORRETRATO DE DURERO
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
Al igual que el todopoderoso Miguel Ángel en Italia, Durero fue la figura más relevante y personal del Renacimiento aunque, en su caso, alemán.
No es casualidad que fuera un gran admirador del arte italiano y es evidente que este influyó directamente en sus grabados, xilografías y pinturas.
Principalmente, en forma de perspectiva y proporción ya que, a su vez, mantuvo intacto el gusto por el detallismo típico alemán.
Pero centremos el tiro, que es fácil divagar por vida y obra en tan importante figura. Vengo a hablar de un autorretrato y como tal, más allá del estilo o la técnica, importa el contexto psíquico y personal. Se dice que el artista tenía una impecable autoestima, y yo lo celebro enormemente.
Creer en uno/a mismo/a te hace grande, libre poderoso/a y capaz de dar tu mejor versión. Me permito decir que estoy muy segura de que te aporta dignidad, siempre y cuando tu orgullo no dependa de la comparación o la envidia.
El artista se sabía único y, alcanzando la fama antes de los 30, se preocupaba por dejar su digna vida documentada mediante numerosos diarios y cartas.
Mirad que tanto Rafael como Tiziano le admiraban muy mucho e intercambió alguna misiva con Leonardo (sí, el Da Vinci).
Sigamos la estela escogida y, por tanto, demos buena cuenta de su interés por engrandecer su ego. En su época, no siempre era común fechar y firmar las obras (prueba de ello las, todavía hoy, complicadas labores de atribución artística).
Bien. Pues, este señor lo firmaba todo y se enorgullecía del momento preciso. Como aquél que traza un plan minucioso para construirse y asegurarse una evolución, una historia, una leyenda.
Además de único, se sabía famoso. Influencer renacentista que, en nuestro mundo comido por el postureo, el Durero pasaría las horas subiendo stories, reels, directos y colaboraciones comerciales con marcas de pinceles y pigmentos. Tiembla Kylie Jenner.
Igual, también, conviene mencionar que el pequeño Albertito se inicia con su padre, un estimado orfebre en Núremberg. Un oficio que le enseña a observar y a ser meticuloso en los detalles, a trabajar perfectamente concentrado, como un buen artesano.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
Recomiendo pararse delante del pequeño cuadro a una distancia media. A la necesaria para percibir su atractivo pero no su magnetismo.
Acércate, como si el rostro llamara tu atención con un gesto de cejas apenas perceptible. Aún sin intimar del todo. Recréate, déjate seducir. Tómate el tiempo necesario.
El cuerpo te lo pedirá, se moverá sólo; ahora sí, por fin: pégate y ríndete a sus encantos. Recorre cada pincelada, embelésate con cada detalle.
Pero, ¡espabila!, abandona por un momento el goce estético y céntrate en averiguar cada información valiosa detrás de los, tan sólo, 52 x 41 cm.
Pregúntate cómo el artista se ve y considera a sí mismo y cómo cree que merece ser visto y considerado por los demás. Porque, estás en lo cierto, Durero sujeta con fuerza el estandarte con el emblema de su profesión aportándole la dignidad que otros/as le niegan.
Creedme si os digo que en 1498, no era fácil demostrar que un pintor era más que un simple artesano. Manchaban sus manos, trabajaban dentro de un taller.
Siguiendo los preceptos del propio Miguel Ángel o Velázquez, el alemán quiere demostrar su intelectualidad mostrándose como un caballero noble, sereno.
Sus manos, muy al contrario de albergar suciedad, acetona o pigmentos, se esconden dentro de unos guantes finos y elegantes (de piel de cabritilla, ahí es nada) logrando expresar lo sublime.
Dueño y señor de todo el espacio pictórico, podrías confundirle con un príncipe, con un rey. Y, además, es consciente de su atractivo. Aprieta ligeramente los labios y clava su mirada en ti con un ápice de descaro. Un poco «sobrado» que se sabe único, famoso y guapo.
Se protege con capa y se adorna con un cordón de pasamanería cruzando el pecho, por cierto, definido. Se viste con jubón de algodón puro y camisa con cenefa bordada con hilo de oro. Se gusta con su sombrero de fieltro con borla.
A pesar de todo, nada consigue ser más importante en el lienzo que el propio artista que ha dispuesto todos los elementos para engrandecer su imagen y consideración enmarcándose en su tiempo pero para perdurar en el futuro.
Se apoya en el mismo límite del cuadro aludiendo a ese conocido como «codo de poder» históricamente reservado a los retratos de las clases privilegiadas. A modo de un todo gentiluomo.
CURIOSIDADES
Como leyenda que fue, es y será, la figura de este genio está rodeada de un sin fin de especulaciones, teorías y, en definitiva, chismorreos. Aunque también es cierto que dejó buena muestra de su puño y letra:
«Cuando regresé a casa, Hans Frey negoció con mi padre y me dio a su hija, cuyo nombre de soltera era Agnes, me dio y celebró la boda, en el año 1494».
«Mis inclinaciones me llevaban más a la pintura que a la orfebrería. Así se lo hice saber a mi padre, pero esto no le causó ninguna alegría, pues se lamentaba del tiempo que había perdido enseñándome el oficio».
Alberto Durero
El maestro de Núremberg no dejó nunca de viajar, recorrió Europa y picó de aquí y de allá. Para poder permitírselo, ahorraba con meticulosidad porque vivía obsesionado con la contabilidad.
Ahora bien, igual que contaba cada centavo que entraba en su bolsillo, los gastaba sin pensar en toda clase de objetos inútiles, como coleccionista apasionado de las mayores rarezas exóticas.
Le pirraba la naturaleza y sus elementos y, aunque no directamente, a causa obsesión enfermiza encontró la muerte en 1528.
Fue consecuencia de la noticia de que el mar había arrojado una ballena a la costa de Zelanda. El animal desapareció antes de que Durero pudiera verla, pero tuvo la mala fortuna de contraer unas fiebres palúdicas que minaron su salud.