Bailarina en la barra

Ficha técnica

Título: Bailarina en la barra
Autor: Fernando Botero (1932-2023)
Cronología: 2001
Estilo: Boterismo – Naive art
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Colección particular
Escrito por: Priscila Cánovas Morales

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE BAILARINA EN LA BARRA

CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO

Partiendo del llamado Naive art, pero con reminiscencias al impresionismo, a las mujeres del ideal renacentista y en directa conexión con la tradición colombiana: así podemos perfilar las líneas del estilo de la Bailarina sobre la barra de Fernando Botero (2001).

Esta obra, que forma parte de una serie de óleos dedicados a la danza, es un buen ejemplo para hablar de los tipos de mujer, o de los tipos de lenguaje que ha empleado el arte a lo largo de su historia para retratar a las mujeres.




Botero, recientemente fallecido, forma parte del conjunto de artistas autodidactas que desarrollaron una pintura “inocente” (naive), un concepto que surgió a principios del siglo XX para definir a las vanguardias rupturistas que, a medio camino entre la figuración y la abstracción, planteaban un arte aparentemente “regresivo”, “primitivista” o ligeramente infantil.

De este entorno emergieron figuras trascendentales como Wassily Kandinsky, Franz Marc o Henri Rousseau, naive por antonomasia.

Botero fue autodidacta y naive porque desde su infancia solo vio arte colombino y precolombino: en su tierra no había Picassos ni Braques expuestos en los museos; más bien, una influencia del muralismo mexicano de José Clemente Orozco (1883-1949) o del universo Rivera-Kahlo.

No fue hasta los años 50 del siglo pasado que empezó a visitar Europa y, más concretamente, París; escenarios en los que observó y aprehendió las líneas directrices del Renacimiento, el Barroco, las artes plásticas decimonónicas y el sinfín de vanguardias que eclosionaban sin cesar.

En dicho momento, Botero comprendió que la dificultad del arte no estriba en recrear, sino en definir un lenguaje propio a partir de la evidencia de lo existente.

ANÁLISIS FORMAL

Bailarina en la barra es un retrato individual de género. La figura solitaria aparece en el centro de la imagen, acompañada del reflejo trasero que el espejo registra de ella, el cual contribuye a lograr la escasa perspectiva de la obra.

A pesar de ir ataviada con el maiot y las puntas de ballet clásico, su pelo rizado se muestra suelto y coronado con una flor de cariz flamenco, similar a un clavel.

Esta inmersión cultural de lo hispano-latino es un rasgo muy característico de Botero, que siempre muestra el cariz autóctono en sus obras, pese a que la temática sea clásica o universal.  

Bailarina en la barra
El pelo, los pendientes y la flor: una imagen castiza.

El rasgo más evidente del estilo de Botero es la sobredimensión de las figuras, la voluptuosidad de los cuerpos, que se prestan magnificentes en cualquier escena, género o actitud: ya en lo cotidiano, ya en lo sensual, ya en el retrato…

Las figuras de Botero definen su estilo único y personal: el boterismo. En este caso, el artista rompe los cánones de la bailarina tradicional: hierática, fría y profundamente delgada, cuasi frágil.

Otra evidencia en esta obra es la clara inspiración de la temática que Botero toma de Edgar Degas (1834 -1917), el impresionista que capturaba las bailarinas, en danza o en movimiento.

La sala de danza en la ópera de la calle Le Peletier.
Edgar Degas, 1872.

Además de la temática, a nivel compositivo y técnico, Botero recrea un espacio reducido en profundidad, concentrándose en un único personaje, si bien no impide, gracias a detalles como el espejo, la barra y la cortina, que la escena se represente en todas sus dimensiones.

Este recurso que logra dar protagonismo a la figura localizada en un espacio de escasa profundidad puede hallar un precedente en la técnica de Velázquez, quien logró la perspectiva sobre el espacio ambiguo en obras como Pablo de Valladolid (163-1636).

En lo que respecta al color, el colombiano recurre a los tonos cálidos y vibrantes, caso del magenta y el carmín empleados en los detalles de la bailarina y en la cortina del fondo.

Se aleja así de la tendencia de tonos pasteles que caracteriza las salas de baile de Degas, aportando una calidez particular que se relaciona directamente con el significado de su obra.

ANÁLISIS INCONOGRÁFICO

Lo corpóreo en Botero se justifica como una “forma expresiva divergente”, según sus propias palabras. La expresión que diverge de lo normativo es en el artista una nueva forma de identidad, así como una nueva forma de normalidad: en su universo, el canon es el volumen.

Botero consiguió reinventar los cuerpos, así como deslocalizar escenas áureas hacia espacios banales y cotidianos, con sus luces y sus sombras.

Dicha extrapolación ya fue practicada por Velázquez, quien contextualizó a las grandes figuras clásicas en talleres y fraguas.

Además, la Bailarina en la barra forma parte de una temática bastante explotada en el siglo XIX por los impresionistas y postimpresionistas: no solo se nutre de Degas, sino que recrea en su obra otras versiones de lo que fueron El salón de baile de Arlés (1888), de Van Gogh; Baile en Bougival (1883), de Renoir o, en la misma línea de la representación de las costumbres, el Déjeuner sur l’herbe (1862-1863) de Manet.

Bailarina en la barra
Versión de Botero de Déjeuner sur l’herbe, 1932.

Además de La bailarina, Botero ya había recurrido a esta temática desde obras como Bailando en Colombia (1980), Pareja bailando (1982) o Los bailarines (1987), sacando a escena el ocio lúgubre de los lugares más populares de su patria.

En este sentido, el artista realiza una pintura social y conceptualmente realista: abre al mundo la ventana de las costumbres mundanas de su cultura, aquellas que adormecen los dolores de la vida, especialmente sufridos por los estratos más bajos de la sociedad.

Botero danza entre diversos estilos artísticos y diversos tipos de cuerpos hasta conseguir un estándar propio.

El boterismo ha logrado trascender a su creador para convertirse en un estilo artístico, el cual aúna en su ser el sentido de la tradición y un profundo estudio de los clásicos del arte, desde el Renacimiento hasta las vanguardias.

BIBLIOGRAFÍA

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