COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL BALDAQUINO DE SAN PEDRO
ANÁLISIS FORMAL
Con la llegada de Maffeo Barberini – más conocido como el Papa Urbano VIII – al poder eclesiástico concluye la obra de la Basílica de San Pedro iniciada en su día por Bramante, rematada por Miguel Ángel y reformada por Maderno. El siguiente paso fue dotar a la iglesia de una obra litúrgica que logre resaltar el centro de la misma y a la vez enfatizar el lugar sacro en donde se halla la tumba del mártir San Pedro.
Anteriormente, el interior de la iglesia se decoraba con arquitecturas efímeras, como los baldaquinos, que se levantaban durante la cuaresma o celebraciones eclesiásticas. A partir de este momento se requirió de un baldaquino permanente y este encargo se lo dejan en manos de uno de los artistas preferidos de Urbano VIII, es decir, se lo encargan a Bernini (1598-1680) el cual trabajó de la mano con quien fue posteriormente su mayor rival, Franceso Borromini. Así mismo, en esta obra colaboraron parte de su familia y otros artistas italianos y flamencos.
El objetivo principal de elevar el Baldaquino de San Pedro fue para legitimar el poder y la imagen del pontífice y a la vez relacionarlo con la iglesia y la fe católica. Por ello, esta obra está llena de simbolismo ya que se la equipara con lo que fue el Templo de Salomón en Jerusalén a través de sus columnas helicoidales o salomónicas. Además, se decía que la antigua Basílica de San Pedro ya contaba con doce columnas salomónicas que habían sido traídas desde Grecia por el emperador Constantino I en el siglo II y, actualmente, algunas de ellas conforman la decoración interior de la iglesia.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El Baldaquino de San Pedro es una obra que combina elementos escultóricos y arquitectónicos. Está conformado por cuatro columnas rematadas con un dosel y ubicada en el centro del crucero de la basílica, es decir, bajo la monumental cúpula de Miguel Ángel y sobre la cripta del apóstol San Pedro. Bernini se remite a la influencia de la arquitectura paleocristiana la cual tenía la función de exaltar las tumbas de los mártires a través de altares que se enmarcan dentro de un baldaquino.
Esta colosal obra de casi 29 metros de altura fue construida por partes: basas, capiteles y fustes. Las basas son de mármol mientras que todo lo demás está fabricado en bronce. Los materiales que se utilizaron fueron expoliados del Panteón de Agripa.
Las columnas son de orden corintio con fuste helicoidal o salomónico y rematadas con capiteles compuestos. La decoración de las columnas está conformada por volutas, hojas de laurel, racimos (que simbolizan la eucaristía), y abejas (símbolo distintivo de la familia Barberini). Sobre los capiteles se levanta un entablamento que se asemeja a una fabricación textil a modo de guirnaldas y pendones.
El dosel que remata el baldaquino presenta unas formas cóncavas y convexas dinamizando y creando un espacio en continuo movimiento. Así mismo, vemos que en la parte superior del entablamento se encuentran unos angelotes y unos querubines los cuales portan los atributos del pontífice: la tiara y las llaves de San Pedro. Por último, el conjunto finaliza con un orbe y una cruz que resalta la universalidad de la iglesia cristiana. Este dosel fue realizado por el padre de Bernini, Pietro, y Borromini. Dentro del baldaquino podemos observar la ornamentación del techo basada en un sol (símbolo de familia Barberini) y el Espíritu Santo en forma de paloma.
La armonización del baldaquino con la iglesia determina ese juego de contrastes entre claros y oscuros, generando una sensación etérea y sublime, de ligereza y transparencia. A la vez, el baldaquino rompe con la racionalidad con la que el espacio está configurado dando lugar a un escenario cargado de movimiento y exaltación que derivan en una especie de conexión entre los creyentes y la divinidad.
GALERÍA DE IMÁGENES





