Catacumbas de San Calixto

Ficha técnica

Título: Catacumbas de San Calixto
Autor: Desconocido
Cronología: Siglo II – III aproximadamente
Estilo: Arte Paleocristiano
Materiales: Piedra
Ubicación: Vía Appia Antica, Roma
Dimensiones: *

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LAS CATACUMBAS DE SAN CALIXTO

CONTEXTO HISTÓRICO

La historia de las catacumbas cristianas de Roma se puede dividir en algunos grandes períodos.

Durante el primer siglo (40 – 100 d.C.) los cristianos no tuvieron cementerios propios, es decir, catacumbas. La mayoría de ellos fueron sepultados en áreas cementeriales comunes, a flor de tierra y junto a las tumbas de los paganos. San Pedro, en efecto, fue sepultado en la necrópolis vaticana debajo de la actual basílica, y san Pablo fue colocado en una necrópolis a lo largo de la Vía Ostiense. Ocasionalmente algún cristiano, en cambio, que podía disponer de una propiedad privada, sepultó a sus seres queridos en sepulcros familiares, siempre a flor de tierra.

Hacia final del siglo II, algunas tumbas de familias de cristianos pudientes, situadas en propiedades rurales y a lo largo de las vías consulares, como podían ser la Appia, Latina, Salaria, etc., fueron puestas a disposición de los hermanos en la fe. Éstos, dada la situación económica precaria en que se hallaban, no estaban en condiciones de adquirir una tumba. Tuvo así comienzo la excavación subterránea. A este período se refieren los nombres de algunos cementerios o catacumbas que recuerdan a los propietarios, los bienhechores, como las Catacumbas de Priscila en la Vía Salaria, de Domitila en la Vía de las Siete Iglesias, de Pretextato en la Appia Pignatelli, las Criptas de Lucina en la Appia Antica…

Desde el siglo III (200 – 300 d.C.), habiendo aumentado el número de los cristianos, la mayor parte de las catacumbas pasaron a ser propiedad de la Iglesia de Roma y a ser administradas directamente por ella. lo sabemos con certeza con respecto a las Catacumbas de San Calixto, que dependían de ella, todo ello a consecuencia de la donación realizada por su propietario de los terrenos que la ocupan, desde comienzos del siglo III. La ciudad en ese período superaba holgadamente el millón de habitantes y los cristianos, según estimaciones, eran unas pocas de decenas de miles.

Con el Edicto de Milán, promulgado por Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de ser perseguidos. Se siguió sepultando a los fieles en las catacumbas por devoción a los mártires, quienes habían sido colocados allí en gran número. Sobre sus tumbas se erigieron pequeñas iglesias o basílicas. Especialmente el papa San Dámaso se distinguió por la devoción hacia los mártires, promoviendo una intensa actividad edilicia en los cementerios subterráneos. Posteriormente, dado el aumento siempre creciente de la población cristiana, algunas catacumbas, como la de San Calixto, alcanzaron proporciones notabilísimas.

A comienzos del siglo V, después del “saqueo” de Roma perpetrado por el visigodo Alarico hacia el 410, cesó la costumbre de enterrar en las catacumbas. Se adoptó la sepultura al aire libre, en los mismos terrenos de las catacumbas y, mucho más tarde, en el interior de la ciudad, contraviniendo así una norma que se había observado durante siglos.




En este largo período de tiempo (400 – 800 d.C.) aproximadamente, las catacumbas fueron consideradas auténticos santuarios de los mártires y numerosos peregrinos (los romeros) iban a visitarlas tan sólo para rezar junto a sus tumbas. A este período, especialmente, pertenecen los devotos grafitos (breves invocaciones de oraciones o recuerdo de ritos cumplidos, grabados en el revoque de las criptas por los peregrinos) y la compilación de algunos itinerarios (verdaderas guías de las catacumbas). Lamentablemente, los tiempos iban empeorando. Los godos dañaron gravemente estos lugares sagrados durante el sitio de Vitiges en el 537, y de Totila en el 545. Otro tanto hicieron los longobardos durante el sitio de Astolfo en el año 735.

En el siglo VIII los papas, no pudieron ya garantizar una adecuada defensa de las catacumbas y sin disponer de medios para continuas reparaciones y la manutención de las basílicas cementeriales, empezaron a trasladar las reliquias de los mártires y de los santos al interior de la ciudad. Estas traslaciones continuaron también en las primeras décadas del siglo IX.

Una vez terminadas las traslaciones de los mártires y de los santos a la ciudad, las catacumbas fueron definitivamente abandonadas. Derrumbes y vegetaciones obstruyeron y ocultaron los accesos. En el transcurso de pocos decenios se perdió todo rastro de la mayor parte de los santuarios y cementerios. Las catacumbas, por lo tanto, permanecieron en el olvido durante prácticamente la totalidad de la Edad Media. No sólo se olvidó la ubicación topográfica de casi todos los cementerios subterráneos, sino que también empezó a abrirse camino una gran confusión acerca de sus nombres.

Después del abandono de la Edad Media, las catacumbas empezaron a ser descubiertas, exploradas y estudiadas por el arqueólogo maltés, Antonio Bosio. Él, por sí solo logró localizar unas treinta, mereciendo por ello que De Rossi lo calificara como “el Colón de la Roma subterránea”. No fue capaz, sin embargo, de ordenar de nuevo la toponimia, es decir, asignar a cada catacumba su verdadero nombre. Después de que Bosio falleciera, tuvo comienzo un período infausto para las catacumbas. Los custodios de estas áreas sepulcrales, dejando de lado el método científico de aquél, estaban convencidos de que muchos cuerpos de mártires, todavía se encontraban sepultados en las catacumbas. Dieron, pues, la orden de abrir sistemáticamente todos los lóculos para inspeccionar sus sepulturas, causando así graves perjuicios a los cementerios subterráneos.

En completar la obra de destrucción y saqueo de las catacumbas se distinguió sobre todo un grupo de buscadores de mártires, que no respondían a la autoridad eclesiástica. Eran personas ruines y sin escrúpulos. Recorrieron las galerías de las catacumbas extrayendo cuanto pudiera procurarles ganancia. Como si esto no fuera suficiente, también los viñadores, propietarios de los terrenos que estaban sobre las catacumbas bajaron a las galerías para sacar de allí material que les sirviera en la construcción de sus casas de campo. Y así vastas zonas subterráneas tomaron ese aspecto desolador en que el visitador las ve hoy en día. Tumbas abiertas, mármoles rotos, frescos irremediablemente dañados, etc.

Finalmente, el papa Pío IX, a fin de favorecer las excavaciones y la obra de conservación de las catacumbas, fundó en 1852 la “Comisión de Arqueología Sagrada”. En 1925, Pío XI creaba el “Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana”. Finalidad de tal instituto de especialización, único en su género, para potenciar los estudios de arqueología cristiana y promover sus investigaciones científicas.

ANÁLISIS FORMAL

A pocos metros de la pequeña Iglesia de Domine, quo Vadis?, en la parte superior de una colina volcánica flanqueada por la celebérrima Vía Appia Antica, fueron excavados algunos cementerios cristianos o catacumbas, como hacíamos mención anteriormente. Es aquí donde se encuentran las Catacumbas de San Calixto. Las galerías de ésta, se extienden por tres pisos, aunque tiene un cuarto nivel, siendo este raro y muy limitado. En su conjunto alcanzan la longitud de casi 20 kilómetros. Las tumbas son numerosísimas, quizás medio millón.

Catacumbas de San Calixto
Plano de las Catacumbas de San Calixto

Este conjunto de catacumbas es conocido también como el Complejo Calixtino. El cementerio más importante de este complejo se llama, como hemos hecho referencia anteriormente Catacumbas de San Calixto. Juan Bautista de Rossi lo definió como: “Las Catacumbas por excelencia, el primer cementerio oficial de la Comunidad de Roma, el glorioso sepulcro de los Papas del siglo III”. Al igual que los otros grandes cementerios de los primeros cristianos, las Catacumbas de San Calixto no han sido excavadas en breve tiempo. Se originaron, en cambio, por la fusión de algunos hipogeos, es decir, pequeñas áreas funerarias subterráneas, construidos en tiempos diversos independientemente los unos de los otros. Cada hipogeo tenía una escalera propia y estaba formado por algunas galerías y por algún cuartito sepulcral o cubículo.

Toman el nombre del papa mártir San Calixto I, que nació en una familia de esclavos, trabajó duramente en las minas de Cerdeña y, liberado, llegó a ser diácono y colaborador del papa San Ceferino. Durante casi veinte años Calixto fue custodio y administrador de este cementerio, asegurando a tantos cristianos indigentes una digna sepultura. Después de la muerte de Ceferino fue elegido papa. Vivió tan solo cinco años más, porque en el 222 fue martirizado.

Las Catacumbas de San Calixto guardan algunas criptas y cubículos muy importantes para el arte paleocristiano. Por ejemplo, en primer lugar, podemos hablar de la Cripta de los Papas. Fue descubierta por De Rossi en 1854 y en seguida la definió como “el pequeño Vaticano, el monumento central de todas las necrópolis cristianas”. Comenzó como cubículo privado. Después de la donación del área a la Iglesia de Roma, el cubículo fue completamente reestructurado y transformado en cripta. Contenía doce lóculos y cuatro sarcófagos, y además una tumba monumental en la pared del fondo.

Fueron sepultados ahí nueve papas y ocho obispos. De Rossi, al liberar la cripta de los escombros, encontró las lápidas originales de cuatro de ellos (Antero, Fabián, Lucio y Eutiquiano). Una quinta (la de Ponciano) fue descubierta por su alumno, Mons. Wilpert. Dichas inscripciones estaban en lengua griega llevando el nombre , la calificación de Obispo y en dos de ellas el título honorífico de mártir. Los nueve papas sepultados en dicha crista son los siguientes: San Ponciano, San Antero, San Fabián, San Lucio I, San Sixto II, San Dionisio, San Félix I, San Eutiquiano y San Esteban.

Catacumbas de San Calixto
Cripta de los Papas

Otro de los lugares importantes dentro de este complejo sería la Cripta de Santa Cecilia. La excavación fue practicada para que fuera lugar de sepultura cerca de la Cripta de los Papas. Muchos cristianos deseaban ser sepultados junto a la tumba de los mártires. Después de la deposición de Santa Cecilia, se debió proceder a reiteradas ampliaciones de la cripta, con anexo cripto-pórtico, para acoger a todos los peregrinos que afluían allí en gran número. El cuerpo de la mártir fue colocado donde está ahora la estatua, y allí quedó hasta el 821, cuando el papa San Pascual I (817 – 824) lo hizo trasladar a la basílica dedicada a ella, construida sobre el lugar de la casa de la santa, en el barrio romano del Trastévere.

La estatua es copia de la célebre de Esteban Maderno. El original se halla en la Basílica de Santa Cecilia. Representa el cuerpo de la mártir como fue visto en el 1599, cuando fue abierto el sarcófago para el reconocimiento de sus restos mortales. El escultor puso en relieve el tajo que produjo la espada en el cuello, y la fe de Cecilia en la unidad y trinidad de dios, que se manifiesta a través de los dedos de las manos. Mientras que no hay dudas sobre la existencia de la mártir, no sabemos, sin embargo, a ciencia cierta durante qué persecución fue martirizada, dado que Diocleciano destruyó los archivos de la iglesia para borrarlos de la historia.

La Cripta fue reiteradamente restaurada y embellecida con frescos, mosaicos y mármoles. En un pequeño nicho y en estilo bizantino se halla representado Cristo con la aureola alrededor del cuello, sobre el cual se destaca la cruz. Con la derecha hace el gesto de quien está hablando, mientras con la izquierda sostiene el libro de los evangelios, adornado con gemas. Al lado se encuentra el fresco del papa mártir San Urbano. Sobre el pequeño nicho de Cristo se destaca la imagen de Santa Cecilia, vestida como una princesa bizantina.

Por último, también podemos destacar Los cubículos de los Sacramentos. Son tumbas familiares con decoraciones pictóricas muy antiguas, de comienzos del siglo III aproximadamente, que representan particularmente el Bautismo y la Eucaristía. Con estos frescos los cristianos de los primeros siglos querían ante todo recordar su catecumenado (la catequesis en preparación del Bautismo, Confirmación y Eucaristía), y después pretendían dejar un mensaje a los contemporáneos: se habían hecho cristianos mediante el Bautismo y habían perseverado en su vida cristiana gracias a la Comunión frecuente. Entendían así hacer presente a los propios seres queridos y a cuantos visitaban su tumba que un día se habrían unido nuevamente a ellos en el paraíso si hubieran hecho uso del mismo medio de salvación

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

 BARUFFA, Antonio.: Las Catacumbas de San Calixto. Historia-Arqueología-Fe, Ciudad del Vaticano, 2004

BARUFFA, Antonio.: Giovanni Battista de Rossi, Ciudad del Vaticano, 1994

http://www.catacombe.roma.it (Consulta: 17/11/2019)

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