COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE CENA DE EMAÚS
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
La cena de Emaús no es más que el relato de la sorpresa. Que en sí, no es poco. Caravaggio sorprende, hasta cuando intenta no hacerlo. La sorpresa es quizás la emoción escondida en nuestros enseres sensitivos, pero cuando unos ojos saben captarla, son deleitados por la misma.
La sorpresa es el camino, la vía, hacia la felicidad, tristeza, angustia, exaltación. Y en el Arte, se ha considerado de igual manera. El Arte no es más que un medio. El medio más importante para la raza humana. Sin él no podríamos concebir la historia, pensamiento o el mismo sentir. La sorpresa le es a nuestras emociones lo que el arte nos es a nosotros.
Puede parecer paradójico o contradictorio, pero es sencillo de entender si estudiamos lienzos como el dispuesto a comentar. Tras la Pasión de Cristo, se abrieron dos grupos -entiéndase como una metáfora suave y meramente comprensiva- entre sus seguidores. Aquellos que se mantuvieron fieles a las ideas que Jesús había promulgado y los que desconfiaron por la muerte del protagonista judío.
La historiografía cristiana, o llamémosla Biblia, se ha encargado de no culpar a aquellos que bajaron la mirada en los momentos más trágicos; como Jesús portando la Cruz o su dolorosa Crucifixión. Canta Jorge Escorial (Recycled J) en Jealousy feat. Cristina Vela (Juicy Bae) que; “Cuando se está a oscuras hasta el propio sol se esconde de la luna.”
Dudo que un verso se relacione mejor con este pasaje bíblico. Fueron dos de sus discípulos los que, tentados por el miedo huyeron de Jerusalén camino de Emaús. Pasadas unas horas encontraron a un peregrino que caminaba en la misma dirección que ellos, y tras una larga caminata y conversación, invitaron al extraño a una cena ansiada.
Cuando el caminante se paró a bendecir los alimentos y lo hizo de la misma manera que Jesús aplicó en su última cena, la sorpresa invadió las almas y los rostros de los dos discípulos. Únicamente Caravaggio podría retratar este esencial momento de una manera tan realista.
El retrato de la sorpresa, la Cena de Emaús, en suma es el encontrarse con Dios a pesar de las dificultades propuestas en el camino. Pues los discípulos huían del cristianismo, de Dios, de Jesús y de Jerusalén, pero en ese largo camino apareció Jesucristo, en un retrato diferente al común pero igual de válido iconográficamente, para mostrar la Resurrección.
En palabras del Párroco Extremeño José Ignacio ‘Nacho’:
“Aquellos que son capaces de encontrarse con Jesús en la Eucaristía, se están encontrando con el Resucitado.”
Y esto mismo es lo que Caravaggio nos susurra al oído cuando ejecuta esta magistral pintura.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO Y FORMAL

Lo cierto es que el fragmento bíblico le otorga un carácter narrativo genial a la pintura (¿O quizás es al revés?) De cualquier manera, si alejamos la narración la obra pictórica sigue sorprendiendo hasta al más inocente de los espectadores.
Una vez más, Caravaggio y su claroscuro ambientan la escena en una posada de los tiempos antiguos que contextualiza el personaje del centro. Y es que la imagen de Jesús, aunque sea representada de la manera que se hacía en el cristianismo primitivo, rasurada, nos muestra el camino hacia los alimentos que serán su cuerpo y su sangre. Representados mediante el pan y las uvas, en este caso.
Los brazos tendidos hacen eco de la crucifixión, mientras que su rostro sereno nos muestra la tranquilidad de una doctrina que se turna verdadera, pues la Resurrección se había dado a pesar de todos aquellos que dieron por muerto al ‘Rey de los judíos’. Aquí viene el verdadero valor pictórico de este lienzo, la reacción por parte de los discípulos y las diversas teorías que buscan los nombres de los asombrados.
En esto era Caravaggio un maestro, en retratar el momento exacto, en hacernos partícipes de bien una cena, una decapitación o un entierro. Siempre con el adyacente santo o santa. El maestro barroco nos invita a participar en un momento de nerviosismo, de tensión, de incomprensión. De los discípulos que con su lenguaje corporal nos gritan un claro ‘no puede ser’.
Del peregrino de la derecha sospechamos que su identidad se corresponda a la de Santiago el mayor, o también conocido como Santiago de Zebedeo, que estuvo presente en momentos esenciales para la vida de Jesús de Nazaret, como la Oración en el huerto de Getsemaní y la propia Crucifixión. A todo esto llegamos por la concha que Caravaggio posiciona en sus ropajes, elemento característico de tal santo.
Del seguidor de la izquierda no tenemos registro ni sospecha. Aunque muchos piensen que es Cleofás. Sus ropajes, a pesar de estar ejecutados de una magnífica manera y de haber elegido el pintor una paleta de colores excelentes con sus correspondientes brillos y oscuros, no nos desvela nada más que análisis de composición meramente geométrica. Y su rostro permanece prácticamente oculto en la propia expresión exaltada.
Siguiendo en la línea descriptiva de los personajes que aparecen, el que se muestra sereno tras el Mesías de la religión cristiana no parece ser más que el dueño de la posada que proporcionó cena en la localidad israelí.
Pero tras el estudio iconográfico sabemos que Caravaggio quiso expresar la incomprensión, el silencio, la representación del mundo para los no creyentes. Excelente manera de soltar el regalito como siempre, Merisi.
Gracias a que el supuesto Cleofás es levantado por el pincel de Caravaggio y por la bendición de la eucaristía, nos da paso a una vista a la comida. La materia inerte dentro de tanta vividez.
Esta naturaleza muerta no está más que reforzando el mensaje protagonista. La fruta en mal estado simboliza el pecado primitivo y el detalle vinculado con la granada nos permite estudiar el inmenso conocimiento religioso de Caravaggio. Y el nuestro. Pues este fruto había estado relacionado con la Corona de espinas, elemento que no necesita presentación en una cultura cristiana.

Como curiosidad informativa de este, ahora conocido por todos los lectores, lienzo magnífico, podemos conocer otra versión caravaggista de esta misma escena. Pues en 1606, Caravaggio pintó una segunda versión, que no copia.
Una versión con los gestos mucho más restringidos. Que quizás tenga algo que ver con el momento de la vida del autor en el que ubicamos esta segunda versión; acababa de huir de Roma tras el asesinato de Ranuccio Tomassoni. Pero nunca sabremos esto con certeza.
Lo que sí sabemos con certeza es que las formas de Merisi de representar las escenas bíblicas, que a priori pueden llegar a ser lineales, conocidas y llegar hasta el extremo aburrido por la continua repetición en un arte parcialmente cristiano, fascinan hasta al menos amante del Barroco. O del Arte en general.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
GOMBRICH JOSEF, Ernest Hans: “Visión y visiones”, La Historia del Arte, Nueva York, 1995.
CARAVAGGIO | VIDA Y OBRA
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