Cristo crucificado de Velázquez

Ficha técnica

Título: Cristo crucificado
Autor: Diego Velázquez
Cronología: 1632
Estilo: Barroco
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Museo Nacional del Prado, Madrid
Dimensiones: 248 x 169 cm
Escrito por: Gema Ballano

¿QUÉ HAY DETRÁS DEL CRISTO CRUFICADO DE VELÁZQUEZ?

El Crucificado de Diego Velázquez fue realizada a comienzos de la década de 1630, tras la vuelta del artista de su primer viaje a Italia, aunque en el siglo XX aún se pensaba que databa del año 1638.

La mayor parte de autores actuales que han estudiado esta obra la datan concretamente en el año 1632, aunque otros historiadores defienden la fecha de 1633.

Hay diferentes hipótesis acerca del encargo de esta obra. 




Hipótesis Nº1

En un libelo del siglo XVII se explica que Jerónimo de Villanueva avisó al monarca Felipe IV de la presencia de una monja bellísima en San Plácido e ideó un plan para que ambos pudieran encontrarse.

Esto no gustó a la monja, quien dio aviso a la abadesa y esta organizó en el pasadizo un catafalco rodeado de velas donde se encontraba la monja por la que se había interesado el rey.

De tal forma, el cuadro habría sido encargado por el monarca, quien lo habría ofrecido a la abadesa para mostrar su arrepentimiento.

Hipótesis Nº2

Es la recogida en este caso por Ceballos – quien niega la hipótesis anterior – y reflejada en la página web del Museo Nacional del Prado, es que el cuadro se hubiera encargado por Villanueva para decorar la iglesia de los Capuchinos de la Paciencia.

Este templo se levantó tras un episodio que conmovió al pueblo y a la corte: cinco judíos portugueses fueron denunciados por ultrajar la imagen del Crucificado e incendiarla.

Como consecuencia de los hechos, fueron ejecutados en un auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid en julio de 1632.

Por tanto, Villanueva habría encargado el Cristo a Velázquez para reafirmar su ortodoxia religiosa, demostrar su piedad y distanciarse de los judíos – pues anteriormente había estado relacionado con ellos al favorecer a judíos portugueses que eran banqueros –. 

Las siguientes obras refieren al hecho acontecido de esta hipótesis.

Ultrajes al crucifijo  o  Cristo de las injurias (siglo XVII), Francisco Camilo (1615-1673), 210×231, Museo Nacional del Prado
Profanación de un crucifijo (Familia de herejes azotando un crucifijo) (1647-1651), Francisco Rizi (1614-1685), 209×230, Museo Nacional del Prado

Hipótesis Nº3

El catedrático Cruz Valdovinos expone que este acto no habría sido determinante para la realización de la obra, pues se trataría de un acontecimiento un tanto magnificado por el conde-duque de Olivares para apartar la mirada del convento y los hechos que se habían estado produciendo allí.

De la misma manera se explica la contribución de Jerónimo de Villanueva a la Capilla de los Capuchinos, pues de esta forma hacía olvidar que él mismo había estado encausado por la Inquisición.

Por tanto, la hipótesis que presenta el catedrático es que la obra, efectivamente, fue encargada por Jerónimo de Villanueva, pero para reparar los hechos que se habían producido relacionados con el Convento de San Plácido y agradar al nuevo inquisidor que se había nombrado recientemente. 

La preparación que utiliza Velázquez para realizar esta obra es de albayalde aplicado uniformemente sobre el lienzo y pigmentos molidos cuidadosamente.

El fondo no es negro, sino que es verde realizado con azurita. El hecho de realizar un fondo neutro hace referencia a ser una obra devocional y no narrativa.

Igualmente, provoca un carácter escultórico en la figura – como si se hubiera tallado –, dándole un mayor realismo, que es algo que siempre caracterizará la pintura de Velázquez. 

Cristo crucificado de Velázquez

Como ya hemos comentado, es una obra que realiza a su vuelta del primer viaje que realiza a Italia. Es por ello que no es de extrañar el estudio minucioso de la anatomía que presenta esta obra.

Esta perfección apolínea de la anatomía podría provenir de la influencia de la obra de Guido Reni sobre Velázquez.

No obstante, es algo normal el hecho de representar a Cristo con una belleza divina ya que, según uno de los salmos mesiánicos, Cristo fue el más bello de los hombres. 

Velázquez va a tomar como referente más directo a su maestro: Francisco Pacheco. Este había realizado un Cristo Crucificado en 1614 y otro más al año siguiente.

Había un debate presente en la época a la hora de representar esta tipología de Cristo: las piernas debían ser representadas juntas y rectas o cruzadas.

Pacheco utilizará la primera fórmula, teniendo como modelo un Cristo crucificado de Durero – visto en 1611 en un libro de la colección del Escorial de Felipe II –.  

Cristo crucificado de Velázquez
Crucificado (1614), Francisco Pacheco (1564-1644), 58×37,5 , Fundación Rodríguez-Acosta
Grabado de Alberto Durero.

Ambas obras – tomando como referencia la pintura que realizó Pacheco en 1614 – tienen en común algunas características importantes: la frontalidad de Cristo, el fondo oscuro, el detalle de poder observar las vetas de la madera y, evidentemente, los cuatro clavos.

Sin embargo, como es lógico, presentan grandes disimilitudes que marcan la diferencia entre Velázquez y Pacheco.

En la obra de este último Cristo se representa mostrando una mayor parte de la cara y es significativo que los travesaños sean más largos que la propia figura de Cristo, lo que no ocurre en la obra de Velázquez, que da un total protagonismo a la figura. 

Cristo crucificado de Velázquez

Otra de las diferencias que se pueden apreciar entre ambos cuadros es la inscripción del letrero: Pacheco comienza la frase con HIC EST, mientras que Velázquez suprime estas palabras.

Además, uno de los detalles más representativos es que Velázquez escribirá el letrero en tres lenguas: latín, hebreo y griego.

Tal como expone Ceballos, el pintor sevillano habría cometido algunas faltas tanto en la frase en latín como en griego.

De tal manera, habría escrito NAZOIOS  en lugar de NAZORAIOS en griego y NAZAERENVS en lugar de NAZARENVS.

Detalle de la obra de Pacheco
Detalle de obra de Velázquez.

Como suele ser común en la obra de Velázquez, realizará algunas rectificaciones. En este caso, cambiará la disposición de la cabeza, la cual se planteó en un principio un poco más ladeada de la posición actual.

Además, también se cambia la separación que hay entre las piernas, siendo más ancha que en el proyecto original. En cuanto a la disposición del cuerpo, levantará la parte izquierda de la cadera y modificó el paño de la misma zona. 

En origen, cuando Velázquez concluyó la obra, no tenía algunos de los elementos que se observan.

Lo planteó primero sin la herida de la lanza en el costado, la aureola dorada tras la cabeza y los mechones de pelo que caen tapando parte de su cara, elementos que fueron incluidos y superpuestos por el propio Velázquez pero después de haber finalizado la obra, lo que no deja de ser significativo.

Estos pequeños elementos hacen que sea una imagen muy singular de Cristo. Al retocar detalles de la figura, dará luces al paño a través de pinceladas blancas empastadas, y obscurecerá el cuerpo de Cristo con pinceladas diluidas – esto ya lo había realizado en la Fragua de Vulcano, en la figura de los cíclopes –. 

Cristo crucificado de Velázquez

Velázquez acentúa el aspecto doloroso de la figura de Cristo y su sufrimiento pasado – sobre todo se entiende si se valora como cierta la hipótesis de los judíos –, pero también el deseo de Villanueva (por su implicación en los sucesos del convento de San Plácido y los actos sospechosos del prior nombrad por él, don Francisco García), de presentar a Cristo redentor como exvoto y única verdad para el cristiano.

Esto que se observa en la gran cantidad de sangre que sale de los agujeros de las manos o los dedos de los pies. En toda la cara de Cristo hay hilillos de sangra, procedente de la corona de espinas. 

Cristo crucificado de Velázquez
Cristo crucificado de Velázquez
Cristo crucificado de Velázquez

El Museo Nacional del Prado conserva una obra llamada Cristo en la cruz (1631), cuya autoría ha sido muy discutida.

Si bien es cierto que muchos estudiosos sobre la figura de Velázquez han desechado la hipótesis de que se trate de una obra de este, muchos historiadores del arte sí son defensores de que se trata de una pintura del sevillano.

Defienden que la técnica utilizada para realizar la obra es la propia que utiliza Velázquez: la preparación utilizada es de albayalde algo grisácea – tal como se observaba en el Cristo crucificado ya expuesto y algo común en su etapa en Roma –, los pigmentos son muy molidos y el fondo oscuro con tonos verdes, los consigue con azurita. 

Cristo en la cruz (1631), Diego Velázquez (1599-1660), 
100×57, Museo Nacional del Prado

Además, algunas características como el detalle de las manos, la aureola alrededor de la cabeza son muy similares y la representación con los cuatro clavos.

El letrero también es trilingüe, aunque en este caso sí comienza la frase como su maestro: HIC EST.

Por tanto, se trataría de una obra que habría realizado nada más volver de su primer viaje a Italia, en 1631 – según recoge además el Museo Nacional del Prado –. 

Actualmente, esta última obra no se encuentra expuesto en las salas del citado museo. 

Para ver el Cristo Crucificado de Velázquez tan solo tenéis que pasaros por la sala 014 del Museo del Prado, donde tenéis otras obras del artista como San Antonio Abad y san Pablo, primer ermitaño (1634), La Coronación de la Virgen (1635-1636), Sibila (1632) o Ferdinando Brandani (1650).

BIBLIOGRAFÍA 

RODR1GUEZ G. DE CEBALLOS, A.: «El Cristo crucificado de Velázquez: trasfondo histórico-religioso», Archivo Español de Arte, 305 (2004), pags 14-17.

CRUZ VALDOVINOS, J.M.: Velázquez, vida y obra de un pintor cortesano, Zaragoza (CAI) 2011.

Velázquez, Catálogo de la exposición. Museo del Prado, Madrid, 1990.

Página web oficial del Museo Nacional del Prado:

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