COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE CRISTO YACENTE
CONTEXTO HISTÓRICO
Domingo Valdivieso y Henarejos nace un 30 de agosto de 1830 en Mazarrón, municipio del litoral murciano, en un entramado local muy desapacible de epidemias de fiebre amarilla, insolentes sequías, y las secuelas de la Guerra de la Independencia.
De su casa natal al final de la calle Monche Ríos, se traslada para cursar los estudios de bachillerato a Murcia. Tras lo cual se instala en Madrid con dieciocho años, y lo que empezó siendo su pasatiempo predilecto, habiendo llamado la atención con sus dibujos y la destreza en su ejecución, años más tarde consigue convertir su pasión en su modo de vida, dejando su trabajo en la Administración como empleado de Correos, tras cursar clases en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y convertirse en litógrafo y pintor oficialmente (1852).
Academia en la que fue nombrado posteriormente profesor de anatomía pictórica (1866), después de haber sido pensionado dos años en Paris y otros tantos años en Roma por parte de la Diputación de Murcia, y en donde completa su formación artística (desde 1861).
No siendo esta pensión ni holgada ni confortable, dado que lejos de lo que cabría imaginar, no se producían en las mejores de las condiciones. Pese a un cierto olvido, incluso desde el pueblo del que es originario, se trató de todo un personaje de prestigio en la época, recibiendo varias medallas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, y en otras regionales.
Su vida llega a su final en la capital española, asistido por dos de sus discípulos y el conserje de la Academia, cuando tenía pendiente de acabar un estudio histórico llamado La judía de Toledo, a los 42 años (1872). Según ha trascendido, someramente, de una enfermedad cerebral (aunque pudo intervenir un sumatorio de afecciones), después, al parecer, de un breve periodo de locura transitoria.
Aunque pudiera tratarse como también se tildaba, de melancolía. De embates melancólicos más acentuados, lo cual se ajustaría seguramente mejor a su sentir ocasional, a su inconformismo, o al carácter artístico romántico al que se adscribe; o tal vez, acabase siendo la forma inevitable e involuntaria en que inició la despedida con este mundo.
ANÁLISIS FORMAL
Una sutil, discreta, mínima e incandescente línea de fuego raya y resplandece en el horizonte, en uno de los crepúsculos más sobrecogedores que se han plasmado en pintura. Parece el cierre del telón negro aterciopelado de una historia, de una oportunidad de redención perdida, en una de las noches más oscuras de la Historia.
Inerme yace, como vino al mundo, como se enfrentó a su tiempo. El rostro entre compungido y sereno, el gesto abatido, la gran delicadeza expresiva en conjunto, destila la significancia de su obra, de su sacrificio.
En la representación del cuerpo, de un realismo atónito y casi fotográfico, un exhaustivo estudio anatómico, científico, mezclado con una extraordinaria manera de infundir sentimiento en quien lo observa, transmuta en sus pinceladas emociones con precisión.
Representa un silencio, en la noche, que sin duda no se sostiene eterno, si no que avecina, late una lucha de fuerzas inefables. Palidece su piel como la luz del día que acaba, se marca un antes y un después con sus estigmas y dispersas rasgaduras lacerantes, en esta pintura sin excesos, el sentimiento no es sangrante, invade más el terreno emocional.
En el Cristo yacente se evidencia además un enorme fervor del autor. Algo acaba, y algo empieza en la tensión fúnebre de su ambientación. Congela en un instante, el suceso transcendente, rico contraste, que es parte de su atracción.
Algo atrapa la primera vez que se ve la incandescencia de este paisaje, se genera un diálogo con el yacente y el crepúsculo, en una representación crepuscular poco explotada, que nos acentúa su estilo romántico, y que aprovecha de manera excepcional, añadiendo la particularidad y habilidad de representación de ese momento tan concreto, fugaz, pasado, de una atmósfera tan determinada; crea una atmósfera a la que se sucumbe.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Cristo yacente, cuerpo y crepúsculo forman dos paralelas sostenidas en equilibrio, constituyendo los dos elementos protagonistas, vertebradores, conectadas por la rotundidad del madero, y en conexión a su vez por una diagonal establecida entre el rostro y el ocaso, estableciéndose una comunicación de elementos, en una oscuridad profunda y evocadora.
Reposa sobre un sudario blanco de pliegues y matices magistrales, dispuesto a conciencia para rellenar estilísticamente la escena, remarcando el foco de luz que constituye el cuerpo sobre la profundidad del negro y ocres dominantes.
La escena en conjunto sobria en elementos, tan solo añadir la corona de espinas despojada en primer plano sobre fondo blanco, junto a los tres clavos diseminados, y la delgada aureola sobre la cabeza de Jesucristo, constituye una composición en armonía, donde el paisaje cobra una gran relevancia. La mano semiabierta muestra desamparo, muy expresiva en este ademán mortificado, invita a ser agarrada, a adentrarte en la escena, a sentir.
CURIOSIDADES
Se vale en esta representación del cuerpo de un común mortal, de hecho, usó al pintor Eduardo Rosales como modelo, a consecuencia de la amistad que les unía y que se remonta al periodo de pensionado italiano.
Y este último, a su vez, nos brindaría uno de los pocos retratos que nos llegan de Domingo Valdivieso en la actualidad. Tradición que Rosales también ejerció para otros artistas como fue el caso con Agapito Vallmitjana para su escultura del Cristo yacente.
Incluso se conserva alguna fotografía de Valdivieso, incluyendo un retrato en formato de carte de visite realizado en el afamado estudio de Juan Laurent regentado conjuntamente con su hijastra Catalina Dosch tras la muerte de su esposa, que se instalaba en el número 39 de la Carrera de San Jerónimo de Madrid.
La representación del anochecer pudiera estar inspirada por el lugar pintoresco en que nació, por los parajes de la bahía de Mazarrón, por algún recuerdo de infancia congelado en su memoria, o posterior.
Sin duda el territorio, los enclaves, la topografía de juventud debió de influir en sus inquietudes artísticas, siendo este un campo de estudio más inexplorado, y que pudiera dar lugar a investigaciones de interés en el ámbito del arte y a camino de la psicología, el de la influencia del entorno en la constitución, en el desarrollo y formación de los artistas, y donde se conoce en alguna ocasión ya de adulto iba a apagar sus estados melancólicos y disconformidades con su época, en la distensión que el lugar ofrece, de ecos lejanos.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
MAS HERNÁNDEZ, Ana C: Maravillas y Pedro, los retratos más íntimos de Domingo Valdivieso, Mvrgetana, Nº 140, 2019. pp. 141-153
MURCIA.COM
https://www.murcia.com/mazarron/noticias/2022/12/04-domingo-valdivieso-henarejos–150-despues.asp (Consulta: 30/01/2023)
MUSEO DEL PRADO
https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/valdivieso-y-henarejos-domingo/9c9fc310-4bc1-4f08-8c0d-1b954e818e18 (Consulta: 27/01/2023)
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https://www.museodelprado.es/coleccion/artista/valdivieso-y-henarejos-domingo/a82d405d-b477-4bbf-bdb3-5c1996ad25df (Consulta: 27/01/2023)
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
https://dbe.rah.es/biografias/4776/domingo-valdivieso-y-fernandez-henarejos (Consulta: 30/01/2023)
REGIÓN DE MURCIA DIGITAL
https://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,371,m,1447&r=ReP-3910-DETALLE_REPORTAJESPADRE (Consulta: 27/01/2023)
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