COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE DÁNAE DE CORREGGIO
CONTEXTO HISTÓRICO
Para poder introducirnos en la obra, es importante una información contextual relacionada con la mitología griega y, en particular, con la historia específica de Dánae para apreciar plenamente la obra en cuestión.
La narrativa de Dánae constituye un elemento fascinante dentro del corpus mitológico griego. Su relato se erige como parte esencial de la mitología clásica, siendo objeto de variadas interpretaciones en manifestaciones artísticas y literarias a lo largo de la historia.
Hay que decir que, la figura de Dánae ha alcanzado un estatus de inmortalidad a través de la representación en obras pictóricas realizadas por destacados artistas, entre los que se incluyen Tiziano, Rembrandt y Gustav Klimt, quienes han elaborado interpretaciones notables.
MITOLOGÍA
Dánae, una princesa de Argos e hija del rey Acrisio, protagoniza la historia más emblemática relacionada con la concepción de Perseo, quien se erige como uno de los héroes más célebres de la mitología griega.
La trama se inicia con Acrisio, el progenitor de Dánae, consultando el oráculo de Delfos en busca de una profecía concerniente a su linaje. La respuesta oracular prevenía que Acrisio encontraría su destino fatal a manos de su propio nieto.
Con el propósito de eludir dicha profecía, Acrisio confina a Dánae en una torre de bronce o en una cámara subterránea en algunos relatos, con la intención de apartarla de los hombres y evitar su descendencia. A pesar de tales precauciones, Zeus, la deidad suprema del Olimpo, se enamora de Dánae y, metamorfoseandose en una lluvia de oro, penetra el techo de la cámara, llegando así a Dánae.
Como fruto de la unión entre Dánae y Zeus, bajo la forma de lluvia dorada, Dánae queda embarazada y da a luz a un hijo al que nombra Perseo. Otra versión dice que júpiter se le apareció a la bella virgen, y este dios se convirtió en gotas de lluvia doradas. El resultado de la relación amorosa fue el nacimiento de Perseo.
Acrisio descubre el nacimiento de Perseo y, temeroso de la profecía, decide castigar a su hija y nieto encerrándolos en un cofre que arroja al mar. No obstante, el cofre llega a la isla de Serifos, donde son rescatados.
Perseo, al crecer, emprende diversas aventuras, culminando su regreso a Argos con un desenlace trágico: durante unos juegos atléticos, accidentalmente asesina a su abuelo Acrisio, concretando así la profecía.
En resumen, la historia central de Dánae en la mitología griega destaca principalmente por su papel como madre de Perseo y como catalizadora de eventos que condujeron al cumplimiento inexorable de la profecía.
ANÁLISIS DE LA OBRA

La pintura en cuestión fue comisionada por el primer duque de Mantua, Federico II Gonzaga, y formaba parte de una serie de obras que representaban el tema del amor de Júpiter.
Se presume que la obra de Correggio tenía la finalidad de ornamentar las paredes de la Sala de Ovidio en el Palacio Te. Este palacio manierista, de notable esplendor, fue diseñado por el arquitecto Giulio Romano y se ubica en las proximidades de Mantua.
El encargo de esta pintura se contextualiza en el mecenazgo artístico renacentista, donde los gobernantes y nobles encargaban obras de arte para embellecer y enaltecer sus residencias.
En este caso, la serie temática relacionada con el amor de Júpiter sugiere una elección de contenido mitológico, común en la época renacentista, que simboliza tanto el refinamiento cultural como la conexión del patrón con las virtudes y el poder divino.
La Sala de Ovidio, destinada a albergar estas representaciones pictóricas, evidencia la importancia del programa iconográfico en la decoración palaciega renacentista. El Palacio Te, obra maestra manierista, es un testimonio arquitectónico de la visión estética y cultural de la época.
La elección de artistas destacados, como Correggio, para la realización de estas obras, subraya la relevancia del mecenazgo artístico como medio para consolidar el prestigio y la magnificencia de la nobleza.
Tras la muerte de Federico II Gonzaga, la pintura fue exportada a España, lo cual refleja los movimientos y transferencias de obras de arte entre las cortes europeas, fenómeno común durante el Renacimiento y la Edad Moderna.
Este traslado puede deberse a razones políticas, diplomáticas o a la demanda de obras de prestigio por parte de otras cortes europeas. En este contexto, la obra no solo adquiere un significado estético y cultural, sino también una dimensión histórica y sociopolítica en el contexto de las relaciones entre las cortes europeas del periodo.
La obra representa el momento culminante en el cual Júpiter se manifiesta ante Dánae, en ese entonces virgen. El dios adopta una forma divina, materializándose como gotas de lluvia doradas, las cuales son hábilmente recogidas en los pliegues de las sábanas por el amorcillo alado, simbolizando así la concepción de Perseo como resultado de la unión amorosa entre Júpiter y la virgen.
La iconografía despliega un escenario que amalgama elementos mitológicos y amorosos, evidenciando la destreza del artista para plasmar narrativas complejas en una composición visual cohesionada.
En el lado derecho del lienzo, a los pies de la cama, se observan dos puttis, siendo uno de ellos portador de una flecha. La flecha dorada simboliza la prueba de la fuerza de los sentimientos amorosos. La representación de este gesto amoroso revela la profundidad simbólica incorporada por el artista a la obra, explorando la temática del amor dentro del contexto mitológico.
En la parte izquierda de la obra, una ventana brinda una visión del exterior que se identifica como el Palacio Té, situado a las afueras de Mantua y considerado la residencia de verano de Federico II.
La inclusión de este detalle arquitectónico establece un vínculo entre la obra, la mitología y la realidad histórica y geográfica, conectando así el relato mitológico con la figura del mecenas que encargó la obra.
La característica distintiva de la obra se encuentra en la incorporación cuidadosa de medios tonos, los cuales son empleados con destreza para resaltar el resplandor divino que se proyecta sobre la escena. Este resplandor ilumina de manera brillante el cuerpo seductor de Dánae, otorgándole una calidad celestial.
Asimismo, la elección de tonalidades suaves y armónicas desempeña un papel crucial en la creación de una atmósfera serena que acentúa la manifestación de la divinidad en la composición artística. El uso hábil de estos elementos visuales no solo realza la estética de la obra, sino que también contribuye a la transmisión efectiva de la trascendencia divina presente en el cuadro.
La representación de Dánae como una «bella virgen» se delinea con delicadeza, utilizando contornos suaves que sugieren gracia y feminidad. La blancura de las sábanas y la figura de la virgen transmiten un mensaje simbólico, pudiendo interpretarse como un símbolo de pureza o, en este contexto, como una sugerencia de la fugacidad de la belleza física.
La elección de tonos suaves y la representación delicada de la figura femenina indican que la belleza física es efímera, tendiendo a desvanecerse en la nada.
El uso experto de estos elementos visuales no solo destaca la divinidad que irradia en la escena, sino que también agrega una capa de reflexión filosófica sobre la naturaleza efímera de la belleza terrenal.
La combinación de tonos, contornos y simbolismo en la representación de Dánae y su entorno invita a una lectura más profunda, donde la estética visual se entrelaza con ideas metafísicas y la temporalidad de la belleza humana.
Este enfoque artístico refleja la capacidad del artista para no sólo capturar la realidad visual, sino también para transmitir mensajes simbólicos y conceptuales más allá de la mera representación literal de la escena.