COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE DEATH LEADING HELL’S ARMY
CONTEXTO HISTÓRICO
El siglo XVIII se caracterizó pictóricamente en Reino Unido por la consolidación de una Escuela Nacional de Pintura fuerte con figuras de la relevancia de Joshua Reynolds, Thomas Gainsborough o William Hogarth, artistas estos, que se vieron terriblemente atraídos por estilos pictóricos galos, como lo eran el rococó y el neoclasicismo.
Esta generación, predecesora del anónimo a analizar, se desarrolló en un contexto muy particular que determinó su proceder, donde la Revolución industrial iniciada en la centuria anterior, había mellado en la jerarquía social vigente durante siglos, logrando un nuevo equilibrio de poderes donde las clases burguesas anglosajonas habían ascendido, logrando una posición antes solo reservada a la aristocracia y el clero.
La burguesía, como grupo social, se caracterizó por ser una gran demandante de arte, en especial, de retratos, género que alcanzó durante los siglos XVIII y XIX una posición privilegiada en este territorio. Cabe reseñar otras composiciones que gozaron de gran fama, como los paisajes; técnicas como la acuarela o estilos pictóricos como el romanticismo, con el que el óleo escogido guarda una clara relación.
ANÁLISIS FORMAL
La obra que pretendemos analizar ha suscitado gran atención a lo largo de los últimos años. En 2016, durante la Master Paintings Evening Sale de Nueva York, llegó a triplicar su precio estimado vendiéndose a un coleccionista privado por 162.500 dolares estadounidenses (unos 144.901, 25 euros). Este hecho, sin duda, impulsó su irrupción en una esfera mucho mayor que la compuesta por el círculo especializado de los coleccionistas de arte, tanto es así, que, en mayo de 2019, la banda de Black Metal noruega Kampfar adoptó esta obra como imagen de su disco Syndefall.
El óleo se caracteriza por ser una obra dinámica y colorida, donde las líneas no parecen tener un papel predominante frente a los pigmentos y, una figura huesuda en medio de una escena apocalíptica focaliza nuestra atención, encabezando esta, a su vez, a un séquito difuso de animales y demonios en forma humana.
Algunos de estos animales señalados por Elvira Barba como prototípicos en las representaciones infernales, al igual que del primer cristianismo, son: los saurios, serpientes, dragones, basiliscos y leones, pudiendo además, apreciarse otros como cocodrilos y, finalmente, caballo, desde dónde el jinete arenga a sus tropas.
La titularidad de la obra presenta una discusión bastante controvertida. Especialistas en la materia relacionados con la casa de subastas Sothebys, sugirieron como posible autor al colorista inglés Edward Dayes, cuya obra «La caída de los ángeles rebeldes» (1798), muestra cierta similitud temática y estilística con la pintura escogida.
Otros artistas barajados son el estadounidense Charlie Deas, cuya obra se encuentra generalmente centralizada en la cotidianidad norteamericana de su tiempo, siendo las tribus indígenas y el lejano oeste como última frontera temas recurrentes.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
Para un correcto análisis de esta composición, deberemos recurrir a fuentes primarias de la importancia del Libro de Zacarías o el Apocalipsis. Ello nos hace ineludible el reseñar el papel de la literatura bíblica a lo largo de la historia occidental como generador de arquetipos estilísticios, tipologías que se plasman en las artes en función de sus divergentes objetivos, destacándose el papel adquirido desde el medievo en manos de las élites letradas, quienes vieron en las plasmaciones artísticas, una herramienta comunicativa sin parangón, que les permitía instruir, aleccionar e, incluso, advertir moralmente a los creyentes.
«Alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre montes; y los montes eran montes de bronce. Del primer carro tiraban caballos rojos, del segundo carro, caballos negros, del tercer carro caballos blancos y del cuarto carro, fuertes caballos tordos y entonces hablé y le dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué son estos, señor mío? Y el ángel contestó y me dijo: estos son los cuatro vientos del cielo que salen después de prestarse ante el señor de toda la tierra”
Libro de Zacarías, 6:1-8.
Como antesala al Juicio Final, los jinetes del apocalipsis son la representación simbólica de las calamidades que ha de sufrir el género humano antes del último día: Guerra, Hambre, Peste y Muerte. Rosa Giorgi postuló que las representaciones figurativas más tempranas de este motivo se fechan entre los siglos XI y XIV, siendo, quizá en nuestro imaginario, la obra más representativa con este motivo la realizada por Alberto Durero (1498), modelo que, sin duda, ha sido fuente de inspiración para todos sus sucesores.
La obra que nos reúne, a diferencia de la plasmada por Durero, solo presenta un único jinete, rasgo que se repetirá en otros artistas como Doré o Dalí, en concreto, es representado en todas estas composiciones el cuarto de los jinetes, conocido como la Muerte. La iconografía de este personaje es muy variada. Tradicionalmente, podremos hallarlo como una figura esquelética sobre un equino también reducido a huesos, siendo su atributo una espada o una guadaña.
En «Death leading hell’s army«, la figura central aparece a caballo despojada de sus vestimentas, que le rodean como un halo oscuro. En una de sus manos, porta una guadaña, característica de su función como segadora de la vida; mientras, con la otra mano parece por su postura hacer referencia a una de las obras más icónicas de la Historia del arte, el fresco de Miguel Ángel sobre la creación de Adán.
La Muerte, como antagonista de Dios, se opone a su papel creador como la última calamidad, el cuarto sello.
Otras traducciones retratan a la muerte como una figura femenina, de largos cabellos y vestimenta roída y desgastada, que, con el paso del tiempo, acabaría dando lugar al jinete esquelético a lomos de un caballo khlôros (χλωρóς), pálido, ceniciento; una plasmación de las consecuencias en la vida humana de las acciones de los tres primeros jinetes (Guerra, Hambre y Peste).
“Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra”
APOCALIPSIS, 6:7-8
En tradiciones como la mexicana, donde la muerte es aún un pilar característico y fundamental de su idiosincracia, esta figura sigue siendo representada por una mujer que, sin montar a caballo, puede adoptar distintos papeles, más benévolos o macabros.
Tras el caos suscitado por los cuatro jinetes, quienes representan los primeros cuatro sellos del Apocalipsis, los supervivientes deberán enfrentarse a un quinto y a un sexto, conocido como la Gran Tribulación, tiempo de persecución y desastres naturales que, según la literatura bíblica, antecederá al Reino de Dios o Reino de los Cielos, el último y séptimo sello.
“porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran acortados, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados […]”
MATEO 24:21-24
Como séquito de la Muerte, vemos a un ejército conformado por los integrantes del infierno cristiano, hallándose, en primer plano, tres figuras destacadas por la incidencia de la luz que conforman un triángulo: la primera, la Muerte portando su guadaña a caballo, animal este que tradicionalmente se ha relacionado con la civilización, un rasgo su uso de la complejidad de las sociedades; la segunda, un demonio que sostiene en posición de ataque una espada y, por último, otro diablo que sostiene una antorcha. Espada, antorcha y guadaña, que también pueden ser leídas como guerra, intelecto y muerte, son una clara alusión a la historia de la humanidad.
Un ciclo constante donde el género humano vaga de ángulo en ángulo por esta figura geométrica.
Death leading hell’s army
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