Discóbolo

Ficha técnica

Título: Discóbolo
Autor: Mirón de Eleúteras
Cronología: 450 a.C original / II d. C copia
Estilo: Primer Clasicismo griego
Materiales: bronce original/ mármol copia
Ubicación: Museo Nazionale Romano (en el antiguo Palazzo Massimo alle Terme en Roma, Italia)
Dimensiones: 1,56 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL DISCÓBOLO DE MIRÓN

CONTEXTO HISTÓRICO

En un tiempo donde el enfrentamiento con el enemigo persa se había saldado con la destrucción de gran parte del legado monumental precedente, denominado y clasificado a posteriori como arte arcaico, figuras como Mirón de Eléuteras, quien desarrolló su obra en la poleis ateniense, cobran una crucial importancia en el desarrollo de un nuevo lenguaje, un modelo innovador que, si bien no debemos entender como arte al uso, dado que no lo consideraban tal y como lo entendemos actualmente; sí podemos contemplarlo como una forma de plasmar su mundo simbólico e idiosincracia como grupo, la materialización del poder ateniense en medio de un programa de propaganda política, así como una muestra de su progreso y evolución técnica ligado a su posición como núcleo difusor de cultura.

Alumno de Agéladas de Argos al igual que otros personajes reconocidos como Fidias Policleto, Mirón destacó como broncista y escultor, aunque por el azar de la historia, solo conocemos su obra a través de las copias romanas en mármol y la literatura grecorromana.

Entre los autores más destacados que le citan deberemos reseñar a Plinio, quien en su Naturalis Historia reseñó algunas de sus mejores obras, como una vaquilla ubicada en la Acrópolis de Atenas y un Apolo de Éfeso que fue tomado por Antonio durante el triunvirato y devuelto por Augusto a los efesios (Plinio, XXXIV, 57).

Petronio, que por su parte elogió la obra de Mirón en su Satyricon, diciendo sobre la misma: «cuyos bronces traslucían en cierto modo hasta el alma de los personajes y fieras que esculpía» (Petronii, satyricon, 88-6); y, como último ejemplo, Luciano, el cual nos legó una descripción del Discóbolo que permitiría su reconocimiento siglos más tarde, así como su  correcta restauración gracias a la riqueza de los detalles aportados (Philos, XVIII, 45).

Otras obras destacables de este autor son un Heracles de bronce de pequeño formato y un grupo de Atenea y Marsyas reconstruido a través de sus mejores copias marmóleas, en concreto, la Atenea de Frankfurt y el Marsyas de Laterano.

ANÁLISIS FORMAL

La obra que analizamos, copia del original en bronce de Mirón, fue hallada en la Villa Palombara en la colina romana del Esquilino en 1781. La historiadora del arte Lea M. Stirling señaló que a día de hoy existen unas veinte versiones a tamaño natural y siete idolillos de esta obra, la mayoría datadas en el siglo II d. C.

De estas deberemos destacar las conservadas en los Museos Vaticanos, en el Museo Nacional Romano y en el British Museum, poseyendo esta última la particularidad de tener el rostro en sentido contrario al disco por una mala restauración, posición que rompe parcialmente el dinamismo original planteado por Mirón.

Al Discóbolo Lancellotti le siguió en la década siguiente, fruto de las excavación en la Villa de Adriano de Tivoli, el hallazgo de dos copias más, entre ellas, el Discóbolo de Townley, parte actual de la colección del Museo Británico. Este descubrimiento sin duda está relacionado con la admiración que sentía el emperador Adriano hacia la cultura griega, rasgo que le hizo ser tachado por sus propios coetáneos como grecófilo.

Discóbolo
Discóbolo Lancellotti

De bulto redondo exenta, la escultura se caracteriza por la captación de un equilibrio fugaz en pleno lanzamiento; un dinamismo que se agudiza por la postura de las extremidades superiores, a modo de arco, que muestran el impulso previo al lanzamiento del atleta, logrando no solo captar la acción, sino también su traslación a un objeto inmóvil como la escultura logrando la sensación de haber captado un instante.

La figura humana apoya su peso sobre su pierna derecha, flexionando sus extremidades inferiores que, por su posición, se contraponen a la dirección del torso en tensión y el brazo que prepara el lanzamiento y sostiene el disco, dando lugar a una línea serpenteante con distintos ángulos. A su vez, la figura del atleta es acompañada por un tronco de palmera que sirve de soporte garantizando su estabilidad.

El Discóbolo es una de las representaciones que evidencian con mayor precisión y claridad la transición entre la escultura severa y la propiamente clásica, donde la simetría y proporcionalidad innovadora conviven con la inexpresividad facial y el tratamiento poco elaborado del cabello, clara reminiscencia de la forma de esculpir los kurós arcaicos.

Los atletas fueron muy admirados en la Grecia clásica, es por ello que se piensa que muchas de las esculturas broncineas perdidas en este período los representaban como competidores y ganadores que sobresalieron en su participación en los distintos juegos, decidiendo patrocinar la elaboración de sus propias representaciones para su glorificación.

El lanzamiento de disco, como particularidad, lograba en los virtuosos de esta disciplina que ningún grupo de músculos se desarrollase en exceso, siendo una referencia para los escultores clásicos por la armonía y simetría que adquirían sus cuerpos.

En concreto esta obra ha obtenido distintas lecturas por parte de los especialistas, pudiendo representar a un atleta concreto como marcador de victoria, e incluso a un ideal atlético más genérico; o, específicamente, a Hyankinthos, también conocido como Jacinto.

Este héroe, amante de Apolo, moriría por el lanzamiento de un disco, tiñendo de sangre el prado donde nacería la flor del mismo nombre en su memoria.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

El bronce como material predilecto de Mirón le permitió una destreza y detallismo imposible entonces en otros materiales como la piedra, rasgo por el que fue reconocido ya en su tiempo por la simetría proporcionalidad de sus obras. Una característica sobresaliente que ya mencionamos es su total desinterés por reflejar las emociones y expresiones acordes a la acción retratada, reproduciendo simplemente un rostro idealizado y sereno.

Esta convivencia entre tradición e innovación que sedujo a sus coetáneos como parte del programa propagandístico ateniense, también impresionaría y sería empleado por contemporáneos que lo dotarían de nuevas connotaciones políticas y propagandísticas, destacándose el uso dado en el Tercer Reich.

En su búsqueda de referentes, Adolf Hitler halló en la Grecia clásica y, en concreto, en el ideal entonces atribuido a lo espartano, una fuente de legitimación para sus ideas militaristas y eugenésicas. Las glorias de la Grecia clásica renacían con él como führer en el Tercer Reich para la conclusión de sus objetivos.

Con esta línea de pensamiento en el horizonte, se desarrollaron los Juegos Olímpicos de Berlín en el año 1936, donde el Ministerio de Propaganda liderado por Joseph Goebbels, puso en marcha una férrea maquinaria propagandística para demostrar las bondades y virtudes del nazismo. Ejemplo de ello sería el posterior documental de Leni Riefenstahl llamado Olympia (1938).

En este largometraje, Riefenstahl da vida a algunas de las estatuas más significativas de la antigüedad clásica, entre ellas, y conociendo las preferencias del canciller imperial y su admiración por la estatuaria helena, el Discóbolo de Mirón.

Discóbolo de Mirón

Para ello se basaron en su copia más fideligna, el Discóbolo de Lancellotti, un mármol impoluto que aunaba desde la visión aria la perfección de rasgos a los que todo alemán debía aspirar. Sobre ello el profesor Rolf Michael Schneider postuló que: «sin la tradición clásica, la ideología visual nazi habría sido muy diferente».

Tal fue la admiración de Hitler por esta obra, que decidió comprarla a la familia Lancellotti por cinco millones de marcos, siendo presentada en sociedad el 9 de julio de 1938 en el Museo Glyptothek.

No sería hasta la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, que la nueva administración italiana comenzó los trámites para su retorno al país, lográndose en noviembre de 1948 y exponiéndose desde 1953 junto al Discóbolo de Castelporziano en el Museo Palazzo Massimo alle Terme, sede del Museo Nacional en Roma.

Discóbolo
Discóbolo de Castelporziano

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA

ARRANZ SANTOS, Rebeca: Breve historia de la antigua Grecia, Madrid, 2019.

BIANCHI BANDINELLI, Ranuccio: El arte de la antigüedad clásica, Madrid, 1998.

FERNÁNDEZ ARRIBAS, Gloria, PÉREZ-PRAT DURBÁN, Luis: Holocausto y bienes culturales, Huelva, 2019.

LEÓN ALONSO, Pilar: El arte griego (II), Madrid, 1989.

SEKUNKA, Nicholas: Desafío heleno a Persia, Barcelona, 2009.




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