COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE DOÑA BLANCA DE NAVARRA
CONTEXTO HISTÓRICO
Este apartado lo dividiré en dos puntos importantes:
1. Pequeño recorrido sobre la biografía de José Moreno Carbonero.
2. Contexto intrínseco de la propia obra.
Doña Blanca de Navarra es una de las obras más brillantes de José Moreno Carbonero, quien nace en Málaga en 1860, y se considera el último gran pintor del historicismo español, y además de la pintura andaluza del siglo XIX, donde recordemos que ya destacan artistas como José García Ramos o Valeriano Bécquer entre otros.
Siempre fue fiel a la voluntad académica de la época, considerándose este siglo XIX como el auge del academicismo y de las Exposiciones Nacionales. Tendría destreza y realismo en su plástica, formándose en su ciudad natal junto a Bernardo Ferrándiz, recibiendo en 1876 una pensión para viajar a París.
Su primera pintura de corte histórico fue «El príncipe Don Carlos de Viana» presentada cuando el autor contaba con tan solo 21 años de edad, más adelante veremos el parentesco que tendrían Don Carlos y Blanca. Esta obra recibió la primera medalla en la Exposición Nacional de 1881.
Normalmente la obra de José Moreno Carbonero se caracteriza por tener:
- Dibujo nítido y rotundo.
- Pincelada que suele ser limpia, jugosa y de entonación fría.
Pero lo que más caracteriza a este artista es que muestra en sus personajes retratados, la melancolía, dejando en un segundo plano el acontecimiento histórico de la obra, para mostrar así los sentimientos del propio personaje o personajes. Su consagración vino en 1884 cuando recibió una excepcional crítica por su obra «La conversión del Duque de Gandía» que fue enviada desde Roma, siendo a partir de aquí cuando empezó a recibir grandes encargos.
Cuando hablamos del contexto de la protagonista de la obra, es necesario elaborar los lazos familiares. Blanca de Navarra era hija de la reina Blanca I de Navarra y de Juan II de Aragón. De dicho matrimonio nacerían 4 hijos:
-Carlos. Príncipe de Viana y rey titular de Navarra a la muerte de su madre, nombrado como Carlos IV de Navarra.
- Juana. Fallecida a los 2 años de edad.
- Blanca. Blanca II de Navarra.
- Leonor. Leonor I de Navarra casada con Gastón IV de Foix.
Aquí es donde vemos la relación entre la obra del príncipe Carlos de Viana y de la obra que aquí comento, pareciera como si al autor malagueño le entusiasmara bastante el fatal desenlace de estos dos hermanos, y es que todos los problemas van a empezar con la muerte de su madre, Blanca I de Navarra.
Blanca I muere en 1441, dejando escrito en su testamento algo que se podría resumir como que «aunque Carlos era príncipe y heredero de Navarra, este, por respeto a su padre, aún vivo, debía esperar a la bendición del mismo para tomar sus títulos».
Lejos de evitar un conflicto, los creó, lo más sencillo era nombrar a su hijo legítimo heredero a su muerte, esté o no su padre vivo, pero vio conveniente hacer esto para no dejar en un segundo plano a su marido, creando así un conflicto entre padre e hijo. Juan se negó a abandonar su título de rey, aunque lo cierto es que Carlos ejerció la gobernación en los territorios, pero no se había coronado como tal.
El testamento también dice que «en el caso de que Carlos no tuviera herederos, sería su hermana Blanca su legítima heredera, y si esta no tuviera hijos, pasaría la corona a su hermana menor, Leonor».
Lo cierto es que la historia de Blanca no tendrá un desenlace mejor, y es que se acordará el matrimonio de Blanca y el príncipe heredero de Castilla, conocido a posteriori como Enrique IV de Castilla, hijo de Juan II de Castilla y María de Aragón (hermana de Juan II de Aragón) por lo tanto, Blanca y Enrique eran primos hermanos.
El matrimonio, como todos los matrimonios de la época, fue concertado y organizado para sellar una concordia, la de Toledo, que era un pacto de paz entre las coronas de Castilla, de Aragón y el reino de Navarra, poniendo fin de esta manera, a la guerra castellano-leonesa. Cuando la reina Blanca I de Navarra acompaña a su hija hasta Castilla para su boda, le sorprende la muerte, muriendo el día 1 de abril de 1441.
Blanca finalmente se casa con Enrique, y no tiene precisamente y como era de esperar en un matrimonio concertado, una relación feliz, pues Enrique al que todos conocemos como «El Impotente» a la hora de engendrar un vástago, decide repudiar a Blanca alegando que no han tenido hijos porque él no ha mantenido relaciones sexuales con ella.
Esto sería una patraña como otras tantas, pues se sabe por numerosos documentos de la época la dificultad que tenía el heredero de Castilla para engendrar un hijo, de hecho, la guerra de sucesión castellana, empezó por este tema, porque se sabía que su supuesta heredera, Juana, nacida a partir del matrimonio en segundas nupcias de Enrique y Juana de Avís (princesa portuguesa) fue concebida por su válido, Beltrán de la Cueva y por ello, se le llamará a la pequeña princesa de manera despectiva como «La Beltraneja».
Blanca regresa a Navarra sin ningún bien de aquellos que se acordaron en las capitulaciones matrimoniales, por lo que su padre se tendría que hacer cargo de ella y mantenerla, a esto se le unía la animadversión que su padre tendría por ella más unida a la que le tendría también, su madrasta, Juana Enríquez, ya que Juan II de Aragón se casó en segundas nupcias con Juana en 1447.
La poca estima que le tendría Juana a Blanca, tendría un motivo, el hijo de esta, Fernando, conocido como Fernando II de Aragón o Fernando el Católico, cuyo interés prioritario de su madre era ponerlo en el trono de Navarra.
Al morir Carlos de Viana, nombró a Blanca como su legítima heredera, complicándose aún más si cabe la historia, pues su padre decide encerrarla en Olite (esta historia nos recuerda a lo sucedido con Fernando el Católico y Juana I de Castilla).
Juan II propone casar a Blanca con el hermano del rey de Francia, Carlos el Duque de Berry, lo que buscaba Juan II de Aragón era alejar lo máximo posible a Blanca de tierras navarras, para así evitar que sus partidarios provocaran una revolución hasta verla sentada en el trono.
Blanca se negó a este matrimonio, por lo que su padre, cansado de la rebeldía de su hija decide dejarla en manos de la hermana de esta, Leonor, y de su marido Gastón IV de Foix. Cuando era conducida a Béarn, siendo este uno de los señoríos de sus peores enemigos, Blanca decide escribir una carta alegando que estaba siendo trasladada en contra de su propia voluntad, y que si en algún momento se pedía que Leonor fuera quien reinase en Navarra, se considerara inválida esta propuesta, pues ella, por mandato del príncipe Don Carlos de Viana, era la única y legítima sucesora para el reino de Navarra.
Días después y al ver como la cosa se iba complicando, e incluso temiendo por su vida y al no tener herederos, decide nombrar como su sucesor a la corona navarra, a su ex cónyuge, Enrique IV de Castilla, si la historia hubiera seguido su curso, estaríamos ante la unión de las coronas de Castilla y de Navarra.
Blanca finalmente es encarcelada y muere en Orthez (Francia) en 1464 en extrañas circunstancias, algunos historiadores sostienen que fue un asesinato por orden de su hermana, mientras que otros apuntan a que fue por orden de su padre.
El final de esta terrible historia es que no se cumplió ni la última voluntad de Carlos ni de Blanca, y su padre Juan II de Aragón siguió como rey de Navarra y a su muerte, lo sería Leonor, como Leonor I de Navarra.
Pareciera esta, la precuela de lo que sucedería con la desdichada, aunque legítima reina de Castilla, Juana I de Castilla, conocida injustamente como Juana la Loca. Ambas fueron víctimas de los hombres de su familia, Blanca lo fue de su marido Enrique, quien la repudió cuando no pudo engendrar vástago, siendo el impotente él; y posteriormente de su propio padre quien por el poder, la encerró cuando fue designada heredera por su hermano Carlos.
Juana también fue víctima de su padre Fernando el Católico quien la encerró en Tordesillas, de su marido Felipe el Hermoso, y también si nos extendemos en la historia, hasta de su propio hijo, Carlos I de España. Tenían ambas un parentesco lejano, pero a las dos las sentenciaron los hombres de su familia como si pareciera que no pudieran estos soportar, que ellas fueran las legítimas herederas de sus reinos.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO Y FORMAL
En Doña Blanca de Navarra, la escena principal parece que sitúa a nuestra protagonista en una alcoba de un castillo, pudiera ser el Castillo de Olite en Navarra donde fue recluida por su padre, o bien el Castillo de Orthez donde más tarde perdería la vida. Se piensa que es un castillo por esos sillares del fondo perfectamente trabajados y dispuestos. Hay cierta decoración y trabajo de cantería en la piedra superior de la pared frontal, por lo que pudiera ser este detalle o bien una ventana o bien un elemento decorativo del propio muro.
La alcoba tiene ausencia decorativa, por lo que es sobria y fría, no hay más que el atril tallado en madera al estilo gótico. Sobre él hay una Biblia cuya encuadernación parece muy rica, como de cuero y con los remates en metal y parece que marca la página por donde ha dejado la lectura, con un objeto que tiene un trozo de tela o lazo de color azulado. Al lado de la Biblia, aparece un gran rosario negro que cae hacia el lado izquierdo de la imagen y que se remata con una cruz labrada en plata.
Al ver el conjunto entero de Biblia y rosario, da la sensación de que estuviera orando instantes antes de captar la escena.
Coronando el atril hay un tríptico de estilo gótico, realizado en tabla por lo que su técnica pudiera ser bien óleo o temple, se remata en forma de punta, detalle común de este estilo, y cuenta con un fondo dorado dándole así la magnificencia necesaria para cuando la temática de la obra se trata de santos. En el centro aparece un crucifijo que está enmarcado por dos tablas de santos, que al ser la pincelada bastante ligera, no se puede determinar de que santos se tratan.
La estancia de Doña Blanca de Navarra se cubre con una gran alfombra de color azul azafata con decoraciones en diferentes colores en los extremos, la alfombra aparece algo plegada por la zona del centro, dando así mayor realismo y dinamismo a la escena, porque da la sensación de que no es solo un elemento decorativo, sino que lo incluye en la obra haciendo alusión de que en esa estancia se vive, hay movimiento en ella. Más abajo de la alfombra el autor estampará su firma: «J. Moreno Carbonero«.
Dicho lo cual, analizaré la figura de Doña Blanca de Navarra. Aparece sentada de perfil (nos muestra el lado izquierdo de su cuerpo) sobre un pequeño banco, que más que un banco parece un peldaño de madera que sirviera para alzarse, para darle mayor comodidad a este tiene un cojín verde tras su espalda.
Se apoya en la pared sobre su hombro derecho, está vestida a la usanza de la época, predominando en su vestimenta el color granate (este color pertenece a la gama cromática de color que simboliza el martirio, como es el rojo), por la manera que tiene de darle brillo al vestido parece como si estuviera aterciopelado.
Tiene cola, que se recoge en la obra a base de pliegues. Bajo el vestido, lleva unas mangas de fondo dorado y decoración floral también de tonos rojizos, lleva camisa bajo todo estos ropajes, es de color blanco que lo vemos en la parte del cuello en la tira bordada del mismo, dándole así detallismo a esta parte de la obra.
Destaca la cubrición de su cabello, por la transparencia de la tela y el color blanco roto pudiera ser que el autor pintara una pieza de encaje, con varios pliegues que deja caer levemente por su espalda. Pero lo cierto es que los verdaderos protagonistas de la obra serán tanto el rostro como sus manos.
Blanca tal y como aparece pintada por el malagueño es una mujer bella, de tez pálida, rostro muy marcado y fino, labios también finos, nariz prominente y recta y ojos oscuros y a su vez almendrados. Lo que más destaca de su rostro es su mirada de tristeza, melancolía y dolor, que parece buscar paz y a la misma vez respuestas mientras mira fijamente el tríptico ante el que se encuentra postrada. Parece cansada y da la sensación de que con su mirada también asume su destino.
Las manos de piel muy blanca, dando la sensación casi de terciopelo y también de frialdad. Entrelaza los dedos, por lo que es posible que se recogiera el instante de oración. La luz en la obra parece entrar desde una ventana que pudiera tener el castillo en la parte donde se sitúa el propio espectador, por ello, la luz se proyecta tanto en sus manos como en la pared donde está apoyada Blanca, así como también en su rostro, lo que consigue el autor con esto es que el espectador centre su mirada en estos importantes detalles.
Como conclusión final, decir que Doña Blanca de Navarra es una obra trabajada desde el sentimiento del propio personaje histórico, con pinceladas aunque sueltas en algunos trazos, muy detallista en otros, con un uso prefecto de combinación de colores ocres, haciendo que la zona más llamativa de la obra sea la alfombra donde se sitúa la protagonista, obligando de manera extraordinaria que el espectador fije su mirada en este punto.
El juego de luz le da naturalismo, así como la manera en la que pinta a Blanca de Navarra, que parece tener cercanía y empatía con el propio espectador. Realmente es una obra que es una pena que no se encuentre expuesta para su contemplación.
CURIOSIDADES
Observaremos la cercana relación entre los Reyes Católicos y Doña Blanca de Navarra.
Blanca se desposó con Enrique IV de Castilla (su primo), que era hijo de Juan II de Castilla y de María de Aragón (hermana de Juan II de Aragón). Pero Juan II de Castilla se casaría en segundas nupcias con una princesa portuguesa, Isabel de Portugal, fueron un matrimonio feliz, aunque ella era mucho más joven y guapa que el viejo rey castellano. De este matrimonio nacerían Isabel, infanta de Castilla y posteriormente coronada como Isabel I de Castilla, y el infante Alfonso de Castilla.
Por lo que Isabel y Blanca eran cuñadas. Si avanzamos más en este árbol genealógico, nos damos cuenta que el padre de Blanca, Juan II de Aragón al casarse también en segundas nupcias con Juana Enríquez, engendra dos hijos, Fernando de Aragón y Juana de Aragón.
Fernando, será coronado como Fernando II de Aragón, aunque en la historia lo conocemos como Fernando el Católico. Por lo tanto las familias tanto de la corona castellana como de la corona aragonesa quedan fraternalmente unidas a través de los matrimonios.
Lo cierto es que Fernando no coincidiría con Blanca como consorte de Isabel de Castilla, puesto que cuando Blanca muere en 1464, aún Fernando no se ha casado con Isabel, ya que el matrimonio no tendrá lugar hasta 1469.
También hay que dejar clara la poca estima que se tenían tanto Carlos de Viana (quien nombró heredera a su hermana Blanca) y Fernando, siendo muchos, entre ellos, su padre Juan quien se posicionaba al lado de Fernando como el heredero para el trono de Aragón.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel: Isabel la Católica. Barcelona, Editorial Espasa Libros, 2019.
MUSEO DEL PRADO
GALERÍA DE IMÁGENES
OTRAS ENTRADAS EN NUESTRA WEB QUE TE PUEDEN INTERESAR
- Las hijas del Cid en la Pintura de Historia
- Silencios y soledades en el cine y la pintura
- Las musas en la historia del arte
- El desnudo femenino a lo largo de la historia del arte
- La muerte de Cleopatra en la Historia del Arte
- Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César
- La muerte de Viriato
- Pollice Verso