El aguador de Sevilla

Ficha técnica

Título: El aguador de Sevilla
Autor: Diego Velázquez
Cronología: 1618–1622
Estilo: Barroco
Materiales: óleo sobre lienzo
Ubicación: Wellington Museum, Londres
Dimensiones: 1,05 m. x 80 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL AGUADOR DE SEVILLA

CONTEXTO HISTÓRICO

El aguador de Sevilla o simplemente El aguador, es una obra que debemos ubicar en la etapa sevillana de Diego Velázquez. Esta etapa se trata de su periodo de formación junto con el que será su suegro, Francisco Pacheco, artista y teórico de las artes que más que como pintor destacaba por ser un gran maestro, además de un hombre de gran cultura como atestigua su tratado el Arte de la pintura.

Velázquez trabajo con Francisco Pacheco seis u ocho años, por lo menos de 1610 hasta 1610, siendo ésta un etapa fundamental en su formación como pintor, ya que con Pacheco adquiere su formación técnica, de ideas estéticas, modelos iconográficos de representación.

La etapa sevillana de Velázquez se caracteriza por un gran naturalismo en su pintura, realiza obras donde la representación de los detalles eleva estas obras a la categoría de obras maestras, como realiza en esta obra y en la Vieja friendo huevos, por ejemplo.

También se encuentra muy influenciado por la novedad que entonces supone la pintura de Caravaggio y el claroscuro que el maestro italiano llevará a su máxima expresión. Sevilla es en estos momentos una de las ciudades más cosmopolitas y a través de su puerto llegan estas novedades en la pintura que Velázquez y otros pintores conocen y llevan a la práctica.

Una de las teorías que más se ha aceptado es que Velázquez pinta este cuadro como carta de presentación cuando realiza su segundo y definitivo viaje a Madrid en 1623, momento en el que se instala en la Corte, tras su primer viaje fallido de 1622.

Este cuadro sería un regalo para el que fue su primer protector en la Corte, Juan de Fonseca y Figueroa, lo que explicaría que desplegase en el lienzo todo ese catálogo de texturas y efectos brillantes en los objetos inanimados, para así mostrar su maestría a la hora de acometer una obra.

ANÁLISIS FORMAL

El aguador de Sevilla
El aguador de Sevilla

Velázquez ordena la composición de la obra para otorgarle el protagonismo al aguador, el personaje de mayor edad del lienzo, que casi parece empujar hacia el otro extremo de la con su poderosa presencia física a los otros dos personajes, un muchacho joven que recibe del aguador una copa de cristal que contiene agua y otro personaje de edad intermedia entre ambos que bebe el contenido de un recipiente.

El personaje de edad intermedia es el recurso que introduce el pintor para introducir al espectador en la escena, ya que es quien mira directamente al espectador y de ese modo le hace partícipe de la obra, un recurso muy barroco. Por otro lado, la escena se desarrolla en un espacio que podríamos calificar de atemporal, un espacio sin forma ni tiempo que otorga a la escena un tono más trascendental, como si la escena que se está desarrollando tuviera más calado del que a simple vista se aprecia.

Por otro lado, la composición se organiza en base a un juego de dobles perspectivas. Es decir, los objetos inanimados, la alcarraza, el cuenco y el cántaro están pintados con una perspectiva de arriba abajo, mientras que el aguador está pintado para ser visto al contrario, con una perspectiva de abajo arriba, como si de un contrapicado se tratase.

Al incidir la luz en los diferentes objetos nos permite apreciar sus diferentes texturas y los brillos que producen al ser iluminados, es aquí donde Velázquez despliega su maestría. Además, coloca un objeto cilíndrico, el cántaro, en un primer plano, conocedor de la dificultad que ello conlleva.

Por último, destacar la paleta de colores terrosos, propios de esta primera etapa sevillana de formación, no será hasta que llegue a la Corte y sobre todo cuando viaje a Italia cuando suavice su paleta cromática y tienda más a una pintura de pincelada suelta.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

El aguador de Sevilla ha sido fruto de múltiples interpretaciones. Una consideración es que la obra representa lo que se ve a simple vista, un aguador, una persona que vendía agua en las ciudades y teniendo en cuenta lo calurosa que es la ciudad de Sevilla el personaje del aguador sería común en la capital hispalense.

Sin embargo, el modo en el que lo representa Velázquez se aleja de la iconografía común del aguador que gozó de cierta popularidad y se suelen representar fuera de la ciudad cargando el agua que más tarde venderá o bien en medio del desarrollo de la vida diaria de la ciudad.

Sin embargo, la teoría que con más fuerza ha sonado en torno a esta obra ha sido la que afirma que lo que vemos en ella es la representación alegórica de las tres edades de la vida o las tres edades del hombre, aunque también esta teoría tiene sus detractores. De ahí que aparezca un personaje de mayor, un muchacho joven y otro de edad intermedia entre ambos, que además aparece entre ambos físicamente en el lienzo.

En relación con esta teoría, el aguador se presenta como una figura de autoridad que ofrece al personaje más joven una copa de cristal que ha llenado de su cántaro rebosante, entendida esa agua que rebosa como la sabiduría. No tendría sentido guardar esa sabiduría adquirida a lo largo de todo una vida para sí mismo, es más provechoso que otros se sirvan de ella, en especial la juventud.

La copa que le ofrece al joven muchacho tiene un higo en el fondo, un fruto considerado salutífero que se añadía al agua para endulzarla. Su presencia en esta obra podríamos entenderla como un intento de endulzar en la manera de posible (a través de su experiencia vital) o por lo menos hacer más llevadera esa dura etapa de crecer y aprender que se hace, casi siempre, a base de traspiés.

Por último, el personaje de edad intermedia, en la flor de la vida, hace lo que es propio de su edad, bebe ávidamente su bebida, es decir, disfruta de su juventud y de la vida.

Para concluir debemos decir que esta ambigüedad de significados que se pueden extraer de las obras de Velázquez es algo recurrente en el pintor sevillano desde su etapa sevillana hasta el final de su producción. En muchas de sus obras su verdadero significado no se presenta a primera vista para el espectador, precisa de más de una mirada para poderlo desentrañar, exigiendo de este modo la participación activa del espectador.

Valgan como ejemplos de ello, su obra La mulata considerada durante mucho tiempo como una pintura de bodegones y que hoy día se sabe que su tema es religioso o, por ejemplo, Las Hilanderas, considerada durante siglos como una pintura de género que se desarrolla en el interior de un taller de tapices y que hoy identificamos con el mito de Aracne de las Metamorfosis de Ovidio. Es decir, escenas de las que tras reflexionar se puede extraer una lección.




BIBLIOGRAFÍA

Angulo Íñiguez, Diego, (1948), ««Las Hilanderas»», Archivo Español de Arte, Vol. XXI, nº81, págs. 1-19

Brown, Jonathan, (1986), Velázquez. Pintor y cortesano, (Edición española de Fernando Villaverde), Madrid: Alianza Editorial S.A.

Cornejo-Vega, Francisco Javier, (1999), «Un aguador de corral de comedias: ‘El Aguador de Sevilla’ de Velázquez», Laboratorio de Arte. Revista de Historia del Arte, nº12, págs. 119-124

Mena Marqués. Manuela Beatriz, (1999), ««El Aguador» de Velázquez o una meditación sobre la cultura clásica: «Diógenes y los hijos de Xeníades», Archivo Español de Arte, Vol. LXXII, nº288, págs. 391-413

Pérez Sánchez, Alfonso Emilio, (2010), Pintura barroca en España. 1600-1750 (Edición actualizada de Benito Navarrete Prieto), Madrid: Ediciones Cátedra

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