COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL AJENJO
CONTEXTO HISTÓRICO
Edgar Degas nació en 1834 dentro de una familia rica y culta, matriculado en Derecho para así complacer a su padre acabaría abandonando la carrera para dedicarse a la pintura, ingresando primeramente en el taller de Felix-Joseph Barrias y luego en el de Louis Lamothe que había sido discípulo de Ingres, a quien conocería en 1855 y le aconsejaría que dibujara líneas, ya fuera de memoria o del natural, palabras cruciales para Degas pues en ellas encontraría su estilo.
Es importante dejar claro que aunque unido a los impresionistas fue un pintor atípico dentro de ese grupo, despreciaba la vida bohemia que llevaba el resto de artistas y además tenía otra manera de entender la pintura pues ni le interesaba la naturaleza ni el interés por el paisaje prefería callejear por las calles de París interesado por la vida moderna en busca del realismo en el arte.
En 1856 viajó a Italia visitando Nápoles, Roma, Florencia, conociendo las obras de los grandes como Rafael, Botticelli, Miguel Angel, Mantegna… a su vuelta a París mostró interés en participar en el Salón de París centrándose en la temática histórica que tanto gustaba, con influencia de pintores tales como Piero della Francesca, Ingres o Puvis de Chavannes, preocupándose por el estatismo, la línea, el sentido del ritmo y la armonía en la composición.
Tras este intento pasaría a dedicarse a la serie de hipódromos y caballos.
Para Degas era importante captar la figura humana en movimiento como en la instantánea de la fotografía, los recursos que esta ofrecía le permitían indagar en la relación entre el individuo y el espacio, el entorno, el movimiento, el encuadre y la composición, defendió la fotografía cuando otros la despreciaban.
En la Exposición Universal de 1867 dedicada al arte japonés descubrió que era posible romper definitivamente con el tradicional predominio del conocimiento sobre la visión y las rutinas formales propias del academicismo así comenzó a usar encuadres con escorzo fotográficos de los personajes y focos de luz artificiales, también fue capaz de capturar la violencia, la soledad y la incomunicación que latía en el interior del individuo, el aislamiento individual de las personas.
Convertido en un pintor de éxito la muerte de su padre y la quiebra de la empresa familiar lo obliga a la necesidad de vender sus cuadros para poder vivir, para ganar dinero más rápidamente se dedicaría a pintar bailarinas tan del gusto de los coleccionistas, para pintar con mayor rapidez que declinaría por el uso del pastel.
El tema de las bailarinas le otorgarán fama, el mundo del ballet ofrecerá al pintor un amplio repertorio de movimientos: bailarinas atándose las zapatillas, descansando, haciendo ejercicios…además dentro de la élite burguesa de la época se veían como objetos sexuales de ahí la fama aunque para Degas solo eran personas dedicadas a un trabajo que exigía largas y duras horas de trabajo y sacrificio.
Era ante todo Degas un pintor urbano, se movía por los bulevares, plazas, cafés, teatros todos esos espacios públicos le servían para captar a sus modelos, todas ellas sorprendidas en sus quehaceres diarios con las poses más inverosímiles, dentro de estas escenas están sus desnudos considerados obscenos por una sociedad que no los entendía pues los presentaba en su cotidiana intimidad, sus modelos no posan sino más bien parecen sorprendidas como si nosotros las observamos a través del ojo de una cerradura.
El trabajo de la clase obrera, el cansancio de las clases de baile, el desencanto de los clientes habituales de un café, las pequeñas cosas que componían la vida de las personas era lo que le interesaba.
Con el tiempo y es una de las peores cosas que puede sucederle a un pintor Degas perdió la vista, por este motivo el trazo de Degas se hizo más hosco y la línea menos precisa.
Obligados por esos problemas de visión Degas se decantaría por la escultura, pequeñas esculturas de arcilla y cera que representaban caballos de carrera y bailarinas, demostrando su talento para romper con los cánones establecidos de la escultura, despojando a sus figuras de las retóricas academicistas.
Ciego y postrado en la cama moriría a los 83 años en 1917.
ANÁLISIS DE LA OBRA
Edgar Degas era un pintor urbano como ya hemos dicho y esta obra lo demuestra claramente, bautizada como El ajenjo y llamada por el artista En un café, alejado del refinado mundo del teatro, la ópera etc., aquí se asoma a la desoladora realidad de la calle con seres marginados, solos e incomunicados. Para la representación de sus personajes se sirvió de la actriz Ellen Andrée y de su amigo y crítico de arte, Marcellin Desboutin a los que sitúa dentro del café “La Nouvelle Athénes”.
En El ajenjo ambos están degustando la conocida bebida ajenjo o hada verde como se le conocía coloquialmente, los retrata mientras beben ajenos a todo lo que les rodea, en aquella época el ajenjo o absenta, así también llamada era una bebida relacionada con las clases sociales más humildes.
El espacio de El ajenjo está organizado en zig zag, a partir de una enfoque fotográfico y de la doble perspectiva aprendida del arte japonés, el espectador, tiene una visión desde arriba de las mesas y frontal de los personajes, logrando así el empleo de perspectivas.

Nos hallamos ante dos retratos realistas. Para Degas el retrato era muy importante pues con él podía estudiar actitudes y posiciones fuera de lo normal además de investigar sobre la inserción de las figuras en el espacio, así solía insertar a sus modelos en espacios neutros, rodeados por los atributos de su condición o bien en composiciones inspiradas en la fotografía como en este caso.
En El ajenjo, Degas desplaza a los personajes a la derecha, dejando seccionada la mano y la pipa del hombre para crear una sensación de desequilibrio, las sombras reflejadas en el espejo dan profundidad al cuadro, ¿qué sabemos de los personajes?, ¿ se conocen?, a pesar de la cercanía de ambos cada uno está ensimismado en sus propios pensamientos , no sabemos si se conocen, sin embargo están juntos, el hombre ocupa casi toda la mesa, han tenido que desplazar la jarra de agua a la mesa contigua que nadie ocupa , ella tiene las piernas separadas y su pie izquierdo roza el del hombre ambos muestran en sus rostros el hastío y la indiferencia, la amargura que les causa la sociedad industrializada en que viven.
Desde el punto de vista cromático, en nos encontramos con uno de los más hermosos cuadros de Degas, los grises azulados del mármol de las mesas, los blancos de las camisas tanto del hombre como de la mujer y los reflejos de luz en el espejo contrastan con los tonos oscuros del traje de él, el vestido de ella y de la mitad inferior de la pared, la luz ilumina frontalmente a la pareja proyectando sombras tenues y arrancando reflejos al mármol, este juego de luces y sombras, de reflejos, es perceptible en los objetos, ventanas y espejos, todo ello usando una pincelada suelta.
Emile Zola, escritor parisino amigo de Degas y autor entre otras de novelas tan magníficas como “Naná”, “ La taberna”, o “Teresa Raquin” llegó a decir de este que en muchas ocasiones él describe en sus novelas algunos de los cuadros de Degas.
BIBLIOGRAFÍA
Tello Antonio. Grandes maestros de la pintura. Editorial Sol 90. S.L. 2008. Barcelona.
García Imbernón María José. La era de los impresionistas. Globus Comunicación. S.A. 2005 . Madrid.