El Árbol de la Vida

Ficha técnica

Título: El árbol de la vida
Autor: Ignacio de Ries
Cronología: 1653
Estilo: Barroco
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Capilla de la Concepción, Catedral de Segovia
Dimensiones: 290 x 250 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ÁRBOL DE LA VIDA

El Árbol de la vida es una obra cuya temática se encuentra enmarcada en las alegorías del género de la vanitas del periodo Barroco. Ejecutada en 1653 por el pintor de origen flamenco Ignacio de Ries (c.1612 – 1661), discípulo de Zurbarán y cuya actividad artística desarrolló en Sevilla hasta su muerte, fue realizada por encargo de Don Pedro Fernández de Miñano y Contreras para su capilla funeraria familiar, denominada “de la Concepción”, ubicada en la Catedral de Segovia.

Desde su aparición como género propio en torno a 1600, la pintura de vanitas tiene su origen etimológico en unos versículos de Eclesiastés del Antiguo Testamento, que dicen: Vanitas vanitatum et omnia vanitas. Esta frase refleja el origen del pensamiento en torno a la vacuidad de los placeres profanos, la riqueza y lo efímero de la existencia, propiciando así el surgimiento de un género pictórico muy característico dentro de la pintura barroca europea derivado de la naturaleza muerta.




Poco a poco, su iconografía se enriquece con la recurrencia de objetos relacionados con la muerte, como la calavera o el reloj de arena, así como otros elementos simbólicos de mensajes alegóricos y tópicos alusivos a la fragilidad y la brevedad de la vida, al tiempo y la inevitabilidad de la muerte. Este contenido solía ajustarse a frases de la Biblia o de la literatura clásica, pues se busca que el mensaje sea conciso y fácil de entender, haciendo evidente el interés de la Iglesia por proyectar sus dogmas y directrices relacionados con la vanidad, la muerte y la salvación del alma a lo largo del Siglo de Oro.

ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO

El árbol de la vida es una alegoría de origen medieval donde se representa toda una reflexión sobre las vicisitudes del pecado y la muerte, acompañadas de la perseverancia en Cristo para lograr la salvación. Este fue un dogma recurrente del pensamiento religioso contrarreformista, expresado en la pintura mediante varias alegorías donde Cristo se muestra como redentor del pecado.

La representación iconográfica muestra un tema protagonizado por Cristo, que vincula el tema de la muerte con el arrepentimiento de los pecados y la penitencia. Con una notable influencia formal zurbaranesca, la pintura muestra en el centro de la composición un árbol en cuya frondosa copa se sitúan un grupo de hombres y mujeres que celebran un banquete disfrutando de los gozos de la existencia terrenal: ríen, tocan instrumentos musicales y se besan.

A los pies de ambos lados del árbol se sitúan las figuras principales: Cristo a la derecha, y la Muerte, en forma de esqueleto, a la izquierda. El primero sostiene un martillo con el que hace sonar la campana que pende de una rama y avisa a los personajes de la llegada de la muerte para que dejen de pecar. Es por lo tanto testimonio del pecador ignorante ante la llamada del juicio final.

Estos, que hacen caso omiso de las advertencias de Cristo, serán llevados por la Muerte y castigados con la condenación eterna. La Muerte, con su guadaña está a punto de dar el último corte al tronco del árbol, al mismo tiempo que un pequeño diablo tira de una cuerda para derribarlo. Una inscripción alusiva aparece a ambos lados de la copa del árbol, donde se lee:

“Mira que te as de morir, mira que no sabes cuando. Mira que te mira Dios, mira que te está mirando”

Es muy probable que la fuente de inspiración para la realización de esta composición se encuentre en el grabado del flamenco Hieronymus Wierix (1553 – 1619) titulado El Árbol del pecador, perteneciente a la serie de los Memorare novíssima tua y cuya difusión se hace patente en esta obra. En el caso del grabado, también se muestra a Cristo que tañe la campana para advertir a los pecadores; mientras que la muerte, a la izquierda, tala el tronco y un diablo tira de la cuerda. Sin embargo, a diferencia de la pintura de Ries, aparece la figura de la Virgen como intercesora por el alma humana, que pide a su hijo que no abandone a los pecadores.

Tal importancia tuvo esta temática que, tras haber triunfado durante el Siglo de Oro, no son de extrañar algunas reminiscencias que perduraron tras prácticamente su desaparición, volviendo a florecer a raíz de nuevas estéticas y circunstancias. Esto, en definitiva, es el resultado de un hecho tan transversal y universal como es la muerte que, a pesar de cambiar la manera de concebirse a lo largo de la historia, se mantiene como un tema atemporal, universal y omnipresente.

GALERÍA DE IMÁGENES

BIBLIOGRAFÍA

FERNÁNDEZ LÓPEZ, J.: Programas iconográficos de la pintura barroca sevillana del siglo XVII. Sevilla, 2002

SEBASTIÁN LÓPEZ, S.: Contrarreforma y barroco: lecturas iconográficas e iconológicas. Madrid, 1989

VALDIVIESO, E.: Vanidades y desengaños en la pintura española del Siglo de Oro. Madrid, 2002.

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