El baño de Francisco Iturrino

Ficha técnica

Título: El baño
Autor: Francisco Iturrino
Cronología: 1908
Estilo: luminismo, postimpresionismo, orientalismo
Materiales: óleo sobre lienzo
Ubicación: Museo Carmen Thyssen Málaga
Dimensiones: 174×200 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL BAÑO DE FRANCISCO ITURRINO

CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO 

La obra que hoy os presento ha generado en mí una curiosidad y revelación extraordinarias: descubrir a Francisco Iturrino ha sido como trazar un corte topográfico sobre el mapa de España.

Nacido en Santander (1864) y criado en Bilbao durante su infancia, pronto se trasladó a Bruselas, el corazón de Europa, y comenzó a conectar con el mundo del arte, su verdadera vocación.

En este primer viaje el español comenzó a trazar su línea pictórica, que bebió de numerosas influencias: el Español en París, como lo retrató el fauvista Henri Evenepoel en 1889, daba cuenta de su aproximación al arte moderno y a pintores de la esfera postimpresionista europea del momento: André Derain, Gustave Moreau, Henri Matisse o Paul Cézanne.

Iturrino vivió a caballo entre el centro de Europa y el sur de España, estableciéndose temporalmente en Sevilla, Córdoba, Málaga e, incluso, Marruecos; una vez que sus pinturas ya habían sido exhibidas en renombradas galerías y pabellones (Salon des Artistes Indépendants, Société Nationale des Beaux-Arts o el Salon d’Automne).




Entre París y Málaga se trazó, contemporáneamente, sus contactos con Picasso, inmerso en su Época azul en aquellos primeros años de la centuria (1901-1904) y quien le hizo un retrato en tinta sobre papel (1901). 

En su “búsqueda del Sur” (Joos, 2024), Iturrino conoció el luminismo de Sorolla y se detuvo, durante su estancia en Sevilla, en el estudio y representación de las mujeres castizas, gitanas y morenas, dignas del pincel de Julio Romero de Torres, el simbolista por antonomasia de la idiosincrasia andaluza.

Fue en este contexto cuando surgió El baño (1908), conectada con otras obras del mismo carácter como Dos gitanas (1901-1903) o Manolas (hacia 1910, Colección Banco Santander). 

ANÁLISIS FORMAL 

El baño de Francisco Iturrino
El baño de Francisco Iturrino

A lo largo del estudio formal de El Baño puede trazarse un encuentro pictórico entre los artistas y estilos de los que Iturrino bebió y da habida cuenta, tanto en el tratamiento del color como en la estructura de la composición. A saber: 

La escena refleja un retrato femenino de grupo, en el exterior de lo que fácilmente podrían ser unos baños árabes de la ciudad de Sevilla, de forma contrastada, ya que se han constatado unos diecinueve baños del legado islámico de al-Ándalus en dicha ciudad.

Se trata de una escena que transmite bullicio y movimiento, una vitalidad a la que contribuye, además del color, la soltura de la pincelada. Esto acerca a Iturrino al impresionismo francés de artistas como Renoir, quien también pintó Les Grandes Baigneuses (1884-1887) siguiendo la línea del plein air: pintura de exteriores en exteriores, al aire libre.

“Su tratamiento diáfano y decorativo del color le hacía ser fácilmente comprendido por el ámbito francés, que identificaba, sin embargo, sus peculiaridades españolas en la elección de sus temas”

(Cruz, 202O)

El tratamiento de las tres dimensiones y, concretamente, de la profundidad, está determinado por el uso del color, que logra construir proporciones armónicas y ordenadas.

Esta estructura fue altamente lograda por Cézanne en obras icónicas como La Montagne Sainte-Victorie vue de Bellevue (1885-1887), revelando un estudio de la matemática que adelantaba la dirección del cubismo. Por encima de toda perspectiva predomina en La montaña el balance de la composición, que aporta quietud visual, algo también logrado por Iturrino en El baño

El baño de Francisco Iturrino
La Montagne Sainte-Victorie vue de Bellevue (1885-1887)
El baño de Francisco Iturrino
Zoom de El baño, fondo a la izquierda

En cuanto al tratamiento del color, este predomina sobre la línea, como es propio de las artes plásticas del siglo XIX. Sin embargo, El baño no muestra una concepción única de la pincelada y el tono: en primer lugar, encontramos fauves, colores fuertes y protagonistas, colores vivos, especialmente los verdes que construyen el fondo natural de la escena y los marrones que tonifican los cuerpos femeninos.

El fauvismo está presente en Iturrino hasta el punto de confundir sus obras con las de Matisse (Cruz, 2020), logrando ese efecto de colores vibrantes que desdibujan la realidad y predominan sobre ella en su estado primario y salvaje. 

La alegría de vivir, Matisse (1905-1906)
El baño de Francisco Iturrino
Las grandes bañistas, Renoir (1884-1887)

Tal y como tituló Concepción Benavent su artículo para la revista Crítica (1997), y aunque hace ya unos años, Iturrino es: “sobre todo, la luz y el color”.

En este sentido, el tratamiento del color a través de la pincelada también conecta El baño con el luminismo propio de Sorolla: los vestidos blancos, ondulantes, frescos y cuasi transparentes, con pinceladas de color rosa pastel; Paseo a orillas del mar, El baño del caballo, La hora del baño

Los lienzos más representativos de Sorolla quedan sintetizados aquí por Iturrino, incluso los que el valenciano todavía estaba por realizar. 

Por último, no pueden ignorarse como elementos formales el pelo y las flores: ni su presencia ni su color. Ya que las mujeres están semidesnudas, ya que los paños son blancos y la piel morena, el pelo negro tiene un protagonismo evidente: es una seña de identidad.

Además, las flores que lo anudan recuerdan al parecer castizo de la mujer andaluza, floreciendo aquí la impronta de Julio Romero de Torres, autor de La musa gitana, Manola o Viva el pelo, una oda explicita a la importancia de este rasgo definitorio de la feminidad tradicional. 

Manola, Julio Romero de Torres
El baño de Francisco Iturrino
Detalle del pelo de las mujeres en El baño, de Iturrino. 

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO 

En primer lugar, El baño es una amalgama de culturas: desde la temática hasta el escenario, en toda la historia de esta pintura y de su autor se trazan líneas paralelas entre lo oriental, lo islámico, lo castellano-andaluz, lo parisino…

El orientalismo neoclasicista del siglo XIX ya retrató la figura erótica femenina en obras como La gran odalisca (1812), el Baño turco (1862) y La pequeña bañista (1828), ambas de Ingres, o incluso en obras de los propios Cézanne (Las grandes bañistas, 1900-1905) y Matisse (Bañistas con tortuga, 1907-1908), ligados directamente a Iturrino.

El colonialismo decimonónico despertó el gusto por lo exótico y la posibilidad, a los académicos adinerados, de viajar a los confines de la Tierra para comprobar, de primera mano, los modos de vida de las civilizaciones “originales”.

Además, cabe destacar que los baños públicos, tanto en sentido arquitectónico como en su significado ritual, fueron un elemento clave de la cultura andalusí, herencia viva de la historia de la Península Ibérica y, más concretamente, del territorio andaluz y sevillano, conocido de primera mano por el santanderino.

El baño de un grupo de mujeres andaluzas es, pues, una temática autóctona a la par que exótica, lo cual inserta la pintura de Iturrino en la línea de las tendencias francesas del momento. 

La pintura de Iturrino es, también, báscula entre las artes plásticas del XIX y las vanguardias: parte del impresionismo (pincelada suelta, escenas al plein air) para evolucionar la práctica del luminismo, el tímido ensayo de las perspectivas cubistas y la expresión de los colores savages de las fauves.

A partir de El baño puede realizarse un estudio de la historia del arte moderno a nivel técnico, formal e iconográfico, a la par que un estudio histórico de nuestra cultura y sus vínculos, tanto dentro como fuera de España. 

BIBLIOGRAFÍA

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