COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL CABALLERO Y LA MUERTE
El caballero y la Muerte es una obra perteneciente al género vanitas atribuida a Pedro de Camprobín (1605 – 1674), un excelente pintor del barroco español especializado en bodegones que desde su juventud hasta su muerte trabajó en territorio hispalense, donde tuvo la oportunidad de relacionarse con los artistas más importantes del barroco sevillano, destacando a Alonso Cano, Murillo o Valdés Leal.
La obra se conserva en el Hospital de la Caridad y fue donada a la institución en 1863 por Don Manuel de la Cámara. Esto significa que no formó parte del encargo realizado por el célebre Miguel de Mañara para decorar sus interiores con un excepcional conjunto de obras de arte realizadas por los mejores artistas de Sevilla que ilustrasen el pensamiento religioso de la Hermandad.
Ese pensamiento quedará recogido en El Discurso de la Verdad, escrito por Mañara en 1671: todo un compendio moral y uno de los escritos más relevantes del siglo XVII en relación con la muerte que supondrá una fuente de inspiración directa para la pintura del género vanitas.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
En esta vanitas aparece un caballero que espera la visita de una dama. Cuando esta llega, se encuentra discretamente cubierta por un velo negro, del mismo modo que iban ataviadas las cortesanas en el siglo XVII. Cuando lo retira para descubrir su rostro, muestra los rasgos de una calavera y el cuerpo de un esqueleto, personificándose en la Muerte.
Sobre la mesa que aparece en primer plano se muestran las representaciones que aluden a otros placeres mundanos y vanidades de la existencia: una guitarra, símbolo del deleite; un arma de fuego y una espada, libros, monedas como representación de las riquezas terrenales; naipes, en alusión al azar y una caracola, fragilidad. En su conjunto se refieren a los placeres, la gloria militar, el juego y el saber, y subrayan así el mensaje de vanitas en la obra.
Se escenifica de esta manera el castigo para el joven por sus actos impuros y el triunfo de la Muerte sobre todos los placeres terrenales quien, con su llegada, trunca al caballero de poder seguir disfrutando de estos placeres. Sin embargo, él no se percata de su presencia, pues se quita el sombrero cortésmente para recibir a la dama. Esta pintura de vanitas advierte contra el pecado de la lujuria, alude a la consciencia de los caballeros para que no busquen nada fuera de sus relaciones matrimoniales, pues pueden encontrar en las mujeres de velo negro que se ofrecen por la calle a la mismísima Muerte.
Si bien esta obra no forma parte del contexto iconográfico programado por Miguel de Mañara, cabe señalar la coherencia de la imagen y su mensaje con El Discurso de la Verdad, en el cual recomienda al cristiano tener la verdad de la existencia ante sus ojos; esto es, la muerte, porque su mortalidad es la única verdad que el cristiano debe aprender:
“Si tuviéramos delante de los ojos la verdad, esta es, no hay otra, la mortaja que hemos de llevar había de ser vista todos los días por lo menos, con la consideración, que, si te acordaras que has de ser cubierto de tierra, y pisado de todos, con facilidad olvidarías las honras, y estados de este siglo.»
A esto cabe añadir que de Miguel de Mañara y sus años de juventud se creó una leyenda, que aún le persigue hoy, donde su figura se confunde con la de Don Juan, poco cristiano y dado a las mujeres.
Representando una intrincada composición basada en diferentes temas provenientes de las fuentes literarias que alimentaron la iconografía de la vanitas, Camprobín desarrollará un estilo muy personal donde se muestra la influencia de Zurbarán, pintor que probablemente conocería teniendo en cuenta que ambos coinciden cronológicamente en Sevilla. La obra está realizada con una soberbia maestría y calidad, a las que se añaden elementos propiamente barrocos, como el efectismo y la teatralidad conseguidos a través del claroscuro, donde la iluminación acentúa los diversos planos y personajes que componen la obra.
La relación entre la temática de la muerte con el erotismo ya existía en numerosas iconografías del siglo XVI y hasta prácticamente el siglo XVIII, innumerables escenas y motivos, tanto en la literatura como en el arte, asociaban el amor con la muerte. Este antagonismo entre el amor y la muerte ya estaba vigente en el mundo clásico, y en el Barroco se adaptó al ámbito cristiano para difundir la idea de cómo tras el amor impuro se escondía la muerte. A través de temas macabros, con este tipo de vanitas se pretendía de algún modo concienciar sobre los peligros de los placeres de la carne para el alma del hombre. Concretamente, la figura femenina juega un papel importante, pues es utilizada para señalar la sensualidad, el pecado y los peligros del amor impuro.
Como vemos, la obra sigue los cánones religiosos y morales de la Sevilla del siglo XVII, se trata de otro mensaje moralizante para quienes se ven tentados al pecado de la carne y el amor impuro, pues tras el placer y la belleza puede ocultarse la muerte.
GALERÍA DE IMÁGENES




BIBLIOGRAFÍA
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