COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL CAMINANTE SOBRE EL MAR DE NUBES
CONTEXTO HISTÓRICO
Caspar David Friedrich (1774 – 1840) nace en un momento muy interesante a nivel cultural en Alemania. Tras largas discusiones teóricas, se emprende una búsqueda de síntesis de diferentes planteamientos. El clasicismo alemán, el Sturm und drang y la Ilustración acabaran coincidiendo en una defensa de la razón y el sentimiento, apoyados en la fantasía y la irracionalidad.
Se trata de conceptos claves a la hora de estudiar El caminante sobre el mar de nubes. De este modo, añadiéndose un profundo carácter nostálgico, se asientan las bases para el que será el movimiento artístico fundamental del siglo XIX: el Romanticismo.
Es preciso, en primer lugar, abordar las cuestiones sociopolíticas. Estas están determinadas por las conquistas de Napoleón, cuyo poder crece tras las victorias logradas a principios de 1800. Tras auto coronarse emperador, pone en marcha un ambicioso plan: demostrar la soberanía francesa. Para ello, es necesaria la incesante actuación de su ejército, que desafía con vehemencia las principales potencias del continente europeo.
Esto supone la desaparición del Sacro Imperio Romano Germánico, que es sustituido por una fragmentación del territorio alemán en diferentes estados. De este modo, el descontento empieza a ser cada vez mas palpable entre la población: la necesidad de insurrección se pone sobre la mesa. Esta situación marca el inicio de un fuerte patriotismo, que es reivindicado, como veremos, por Friedrich en buena parte de su producción pictórica.
No obstante, Napoleón toma una decisión que tendrá como efecto final su derrota, pues opta por marchar a Rusia, que aun oponía resistencia. Tras la batalla de Waterloo, el auto denominado emperador padece una caída inminente. Así, tras un año de negociaciones, los diferentes países del continente recuperan la estabilidad. A pesar de ello, el mencionado descontento llega para quedarse, marcando de manera evidente la producción artística del momento.
Alemania constituye una sociedad con tendencia a la introspección, a encerrarse en sí misma. Por lo tanto, no es de extrañar que en un contexto como este, el arte adopte un marcado componente espiritual y religioso. Los artistas emprenden un viaje por el interior de sí mismos, lo que trae consigo una arrolladora expresión de sentimientos.
Así, el Romanticismo proyecta la divinidad en la naturaleza, que se vuelve evocadora, reflejando el torbellino de emociones que habita en la mente del artista. El arte ya no debe imitar la naturaleza, sino actual como ella: generar sensaciones arrebatadoras, como bien consigue El caminante sobre el mar de nubes.
El antropocentrismo anterior queda relegado a un segundo plano, pues lo importante ahora es la naturaleza, reflejo de la divinidad. Ante ella, defiende Friedrich, el pintor debe plasmar en el lienzo lo que ve dentro de sí mismo.
Partiendo de lo anterior, predomina en el artista un anhelo de vínculo total con el paisaje, que le recuerda su insignificancia. Por lo tanto, este género pictórico despreciado durante siglos, adquiere la voz cantante. Es en este momento que empieza a tomarse en consideración el concepto de lo sublime en la obra de Edmund Burke.
Lo sublime es aquello que afecta con tal ímpetu en el ser, que el ánimo apenas puede soportarlo. En el caso de Friedrich, la naturaleza adquiere, además, una dimensión saturniana: alejada e inalcanzable. Su paisaje no es destructivo, como lo es en Turner, por ejemplo, pero su infinitud es absolutamente abrumadora.
«Tengo que entregarme a lo que me rodea, unirme a mis nubes y rocas, para ser lo que soy»
Caspar David Friedrich (1774 – 1840)
ANÁLISIS DE LA OBRA
En El caminante sobre el mar de nubes Friedrich representa una figura humana ante un paisaje cuyo limite es imperceptible para el espectador. Este personaje aparece de espaldas, situándose en la cima de una montaña compuesta por rocas.
Para ambos elementos, hombre y rocas, el artista ha utilizado tonalidades oscuras, dotando al primero de una apariencia de recortable. Este se muestra además en contrapposto, descargando su peso en una pierna mientras la otra se flexiona, lo que indica una cierta ausencia de tensión.
Es ataviado con el traje típico republicano, usado en constantes ocasiones por el artista para denunciar la pésima situación política del territorio alemán. Ante los ojos de este héroe se despliega la naturaleza. Está habitada por nubes espesas, pero que aun permiten vislumbrar otras estructuras rocosas. Al fondo, montañas y más nubes: es imposible determinar el horizonte.
En cuanto a la composición, el artista ha dividido la obra en varios planos horizontales. El primero, ocupado por el caminante; el segundo, por las nubes que pueden percibirse con mayor claridad, cuya densidad se interrumpe por el nacimiento de rocas afiladas y oscuras; el tercero, por una imagen cada vez mas borrosa compuesta de montañas y niebla.
A medida que se abandona el primer plano, empiezan a predominar los tonos azulados, cuya intensidad es rebajada por el blanco. Este aporta una gran luminosidad y sosiego, pues el arista defiende que ante la inabarcable naturaleza, el alma humana alcanza la purificación. Esta obra refleja, por tanto, «la contemplación de la contemplación».
Del mismo modo, supone una manifestación excepcional del concepto de lo sublime en el pintor. A pesar de que muestra una figura humana en primer término, la mirada del espectador es inmediatamente dirigida hacia la infinitud del paisaje; el primero no es nada, el segundo es divino, lo es todo.
Por otro lado, relacionado con la religiosidad de Friedrich, El caminante sobre el mar de nubes posee una fuerte carga simbólica. En primer lugar, el papel otorgado a las rocas sobre las que se alza la figura humana; en segundo lugar, la niebla; y en tercer lugar; la luz.
Las estructuras rocosas representan la fe, que permite al hombre alzarse sobre las nubes cuyo espesor le impide ver con claridad, que vienen representando la vida pecaminosa que siempre ha mantenido la sociedad. Además, a pesar de haber tenido que hacer frente a numerosas tragedias, Friedrich aun no pierde la esperanza. La niebla es densa, pero del fondo del paisaje emana la luz.
En pocas ocasiones el artista muestra a sus personajes con los pies sobre el suelo, ocurriendo lo mismo con el espectador a través de la angulación escogida. Ambos son suspendidos en el aire, permitiendo una mejor visión del abismo que tienen delante. El objetivo es que no quede ninguna duda del poder revelador de la naturaleza, y que el hombre debe aspirar a la fusión total entre esta y su alma.
Caspar David Friedrich es indiscutiblemente uno de los pilares fundamentales del Romanticismo, un movimiento cuya delimitación en tiempo y espacio supone una tarea compleja.
Marcado por las tempranas muertes de su madre y su hermano, busca refugio en la naturaleza, que le permite una conexión con la divinidad. Otorgando a su obra de una luz de esperanza, nos invita a introducirnos en el mismo paisaje que le proporciona la plenitud que siempre buscó en la vida que tanto le decepcionó.
CURIOSIDADES
La obra de Friedrich fue desplazada a un segundo plano y totalmente olvidada durante mucho tiempo. Afortunadamente, llegado el siglo XX, su aportación fue de nuevo tomada en consideración.
El caminante sobre el mar de nubes ha sido recreado en los últimos años con diversidad de fines. Por ejemplo, es evidente la referencia a la obra del artista alemán en el libro Beethoven, un músico sobre el mar de nubes, de Ramón Gener (2020); así como en la carátula del videojuego The legend of Zelda: Breath of the Wild (2017).
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
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