COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL CRISTAL MÁGICO
ANÁLISIS DE LA OBRA
Gertrude Käsebier tiene un espacio reservado en la historia del arte al desarrollar una obra muy personal, con un estilo de iluminación y enfoque de marcado carácter creativo, le confiere un matiz sugestivo, de ensoñación, de melancólica levedad a todo lo que estrictamente fotografió, los estados emocionales están a flor de piel, los capta con una precisión solo propia de alguien con una capacidad de análisis y sensibilidad singular, pero también con una habilidad de sustracción de gran eficacia. Un aire de bonita nostalgia visita y reviste todas sus fotografías.
El lirismo resuena como un eco interpelante. El estilo pictorialista embriaga las escenas de un atractivo bucolismo, te evoca al corazón de las emociones, te lleva al pensamiento y al recuerdo, al disfrute del mundo de lo intangible.
Sus fotografías son un exhaustivo ensayo acerca de la intimidad de la mujer, un prisma al que le faltan pocas aristas de la retratística emocional femenina, un ejercicio soberbio de congelación certera y logro de emanación de las emociones representadas desde su paso por la cámara al papel fotográfico, de lo más íntimo y reservado. Son un logrado mecanismo de reminiscencias.

La mujer observa obstinada, con detenimiento y fruición la superficie de una esfera de cristal de grandes dimensiones, que emite múltiples reflejos desde su interior, grandes destellos, diversas formas distorsionadas, que fluyen estrepitosamente, presuntas alegorías de un devenir o una revelación.
Bola de cristal que el mundo esotérico nos arroja a la visión de premoniciones, sucesos o hechos que están sucediendo, una contemplación supersticiosa que embelesa a la mujer del largo vestido de raso perlado, con decoraciones incrustadas al centro, y ribetes en la chaquetilla y las mangas.
Una indumentaria que recuerda a las mujeres de los cuadros de Sorolla, donde el viento mece sus telas, con la tendencia que evita el empaque y el lujo en beneficio de una elegante naturalidad del gesto con distinción de la figura con una mayor sencillez. El recogido del pelo retrotrae a las mujeres protagonistas de los cuadros prerrafaelistas.
Pero también puede ser, que la mujer solo se fascine en el recreo de observar el mundo que le rodea en una concentrada dimensión, posado sobre la transparencia del vidrio, emitiendo una luz peculiar, como una lupa que refleja y a la vez distorsiona la realidad, pero que otros detalles los hace más notables, mientras unos se descubren otros se transforman. Ni que decir tiene que el vidrio es bonito ya de por sí, y merece la pena andar deleitándose por el resplandor de la superficie de muchos de ellos.
El cristal es sugerente per se, de una masa opaca, se ha logrado obtener esta transparencia, lo cual le da un carácter místico, telúrico apasionante. Si te concentras logras ver con más claridad las dependencias de la estancia que refleja en su curvatura vítrea.
A su alrededor el mundo parece girar a mayor velocidad que de corriente lo hace, las manos entrelazadas dan la seguridad de una posición estática para la mujer, pero la atmósfera que la rodea la envuelve de cintura para abajo, parecen haberse quebrado las normas de la física, y le confiere un halo mágico a su alrededor que indudablemente nos profiere un estado de evocación.
Es como si acto seguido la mujer fuese a levitar ante nuestros ojos. No se reconoce muy bien el escenario que hay detrás de su espalda, se alternan claridades fulgurantes, el mundo aparece concentrado y arrebatado al acto que realiza la mujer reconcentrada, la parte superior se disgrega, la parte inferior se retuerce como rápidas olas en retroceso en la orilla del mar.
Además, el soporte de la esfera parece indicar debió de ser de una decoración sofisticada, que a su vez reposa sobre una sencilla mesa. Varios objetos relumbrantes se manifiestan sobre esta mesa pero pierden su identidad en un blanco muy luminoso, hasta el punto de casi ser cegador.
El blanco crea la sensación de que algunas partes se diluyen en el espacio, como si a continuación la luz fuese a cubrir toda la escena, y hacer desaparecer a la mujer llena de bucólico ensimismamiento. La atmósfera mantiene a la obra en los márgenes de lo onírico, declinándose hacia un mundo lírico indisoluble. Mirar el mar tiene su paralelismo con observar un vidrio.
Hay algo de magnético también en él. La técnica de revelado empleada favorece el logro de este estilo imperante en la época, con este cariz tan característico, pero lo habitual no era que se dotaran de estas connotaciones creativas que manifiestamente nos impactan, introduce este apéndice a una fotografía más académica; queda desnuda la personalidad de Gertrude Käsebier. Innumerables veces hay más información del autor/a en una obra, que valor extrínseco.
Enmarcada su obra en una corriente pictorialista, con un acabado muy artístico, de hecho, hay una clara rememoración con las pinturas impresionistas coetáneas donde el movimiento responde a la propia dinámica de la vida.
Es una fotografía en la que se aprecia una clara intervención de la autora al crear ese efecto de retoque en el cuarto oscuro, donde surge esta suerte de fantasmagoría, combinado con una contundente y original composición, y una gama tonal suave y delicada, que son la marca identitaria que la definió, destacando por encima de todo el potente tratamiento de las emociones.
Otro rasgo característico de su obra es la concesión de un modelado muy escultórico de los sujetos, que son mayoritariamente mujeres, como ocurre en El cristal mágico, donde la mujer aparece reclinada hacia delante en una posición casi cincelada. Su gran empeño era contribuir a considerar la fotografía como un arte más, dado que no era tan considerada como otras disciplinas humanísticas, aunarla en el conjunto de las bellas artes, e impedir que se le denostara, como era de justicia.
Lo expresó con rotundidad en la siguiente afirmación: “¿Por qué la cámara como medio para la interpretación del arte tal como lo entienden los pintores, escultores y dibujantes no debería inspirar respeto?” Labor que apoyó igualmente desde el grupo fotográfico al que perteneció, Photo-Secession y su afamada publicación Camera Work, uno de los propósitos principales siempre fue lograr el reconocimiento de la fotografía como una disciplina dentro del arte. Aunque abandonaría dicho grupo, continúo ayudando a fundar otras organizaciones profesionales.
Así como también reivindicaba fervientemente el papel de la mujer como autora, lo cual incluso se ve reflejado en un hecho que no deja lugar a dudas de la intencionalidad, ya que no es extraño ver firmadas sus obras, siendo un gesto claro y determinante de búsqueda del reconocimiento que le era merecido. “Sinceramente aliento a las mujeres con intereses artísticos a aprender el poco trabajado campo de la fotografía moderna.
Parece estar especialmente adaptado a ellas, y las pocas que han entrado en él están encontrando un gratificante y lucrativo éxito». Mencionar que la grafía de su firma posee un elegante estilo modernista. En su obra la mujer adquiere un papel destacado, central, así como la maternidad va coligada, e inclusive la vida de las diferentes etnias con las que convivían pero con cuyas realidades la sociedad no estaba tan familiarizada.
Alcanzó un gran reconocimiento en el momento como retratista, lo cual no siempre era habitual que sucediese, debido a las dificultades que aún a principios del siglo XX se encontraban las mujeres para su dedicación e instauración en los círculos artísticos y sociales, y al fin mediáticos. Su relevancia llegó hasta al punto de que el influyente fotógrafo Stieglitz la describiera como la “principal fotógrafa de retratos del país”.
Su formación artística se desarrolla en el progresista Instituto Pratt, camino que escogió, pero al descubrir la fotografía en ese tránsito se fija más en ella que en el dibujo o grabado, y aunque encontró oposición familiar, una vez más otro caso de brillantez que se habría frustrado si se hubiera dejado imponer la voluntad ajena, se decantó por la seducción indisociable de la fotografía. Recibió una formación pionera en el campo de la fotografía, aunque supuestamente tardía, a los 37 años.
Aprovechaba cualquier momento y motivo de su alrededor para sacar fotografías. Destacar que continuó siendo influyente tras su muerte, aunque hubiera un cambio de gustos. Para ella resultaba clave elaborar y desarrollar unos pensamientos propios, para garantizar así la trascendencia de una obra artística. El éxito de su obra se debe a su maravillosa sensibilidad, entre atmósferas etéreas, irrumpe como una nueva personalidad en el panorama artístico. La feminidad inunda su legado.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
Michaels, Barbara L. Gertrude Käsebier, The Photographer and Her Photographs. NY: Abrams, 1992.
MUSEUM OF MODERN ART (MOMA)
https://www.moma.org/artists/3008 (Consulta: 26/7/2023)
MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA
https://www.museothyssen.org/conectathyssen/publicaciones-digitales/publicacion-sorolla-moda (Consulta: 26/07/2023)
Roberts, Pam. Alfred Stieglitz. Camera Work: The complete photographs 1903-1917. Bibliotheca Universalis, Taschen. ISBN 978-3-8365-4407-8, 2021.