COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DEL ENTIERRO DEL CONDE DE ORGAZ
ANÁLISIS FORMAL
El Greco (1541-1614), en 1576, tuvo la opción de trasladarse a España a través de la conexión que tuvo con un deán de la Catedral de Toledo.
No sabemos cuáles fueron los motivos que llevaron al pintor a llegar a la Península Ibérica, pero es probable que no se sintiera cómodo entre los artistas italianos, los cuales tenían una concepción distinta a la suya en cuanto a la belleza y a las formas de representar el cuerpo humano. Felipe II en esos momentos estaba concentrado en la construcción del Monasterio de El Escorial y necesitaba la mano de obra de varios artistas para decorar todas las estancias del monasterio.
El Greco opta por primera – y última – vez trabajar para el monarca obteniendo el encargo de un cuadro en 1579, sin embargo, lo que pinta el Greco no le gusta a Felipe II por una cuestión más intelectual que estrictamente estética. A partir de aquí, el Greco, aunque no deja de tener aspiraciones hacia el trabajo con el monarca, queda restringido al mundo toledano hasta el día de su muerte en 1614.
El Entierro del conde de Orgaz fue un encargo de 1585 y el origen del cuadro reside en un acontecimiento milagroso que se produjo en los años veinte del siglo XIV durante el entierro de don Gonzalo Ruiz – que fue un caballero toledano – conde de Orgaz, conocido por ser el protector y financiador de instituciones religiosas toledanas; un hombre pío y religioso.
De hecho, la construcción de la Iglesia de Santo Tomé estuvo financiada por el señorío de Orgaz. Cuando Gonzalo Ruiz fallece dejó en su nota testamentaria que todos los años los habitantes de su feudo debían seguir contribuyendo con una determinada cantidad al mantenimiento de la Iglesia de Santo Tomé y obligó a la villa de Orgaz a que se entregase cada año, tanto al monasterio como a la iglesia: dos corderos, dieciséis gallinas, dos odres de vino, dos cargas de leña y ochocientas monedas.
Doscientos años después, los habitantes del antiguo señorío de Orgaz se cansaron de seguir pagando esta cuota que había dejado el conde y suspenden el pago. El párroco de Santo Tomé – aquel que aparece en el cuadro con una casulla blanca a nuestra derecha – es el Padre Núñez, el cual demanda a los habitantes de Orgaz por el incumplimiento del pago. Debido a la realidad política, social y jurídica de la España de mediados del siglo XVI, la Corte decide dar la razón a la parroquia de Santo Tomé.
Por tanto, los habitantes de Orgaz tuvieron que volver a pagar esta cuota, a la que se sumaron todas las cuotas no pagadas de los años anteriores a la orden judicial. El Padre Núñez estaba inmensamente agradecido al fallecido conde de Orgaz y, gracias a las contribuciones que recibía anualmente, encarga al Greco un cuadro que represente lo que era ya una leyenda toledana en el siglo XVI: el momento del entierro del conde de Orgaz en su capilla funeraria.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

El entierro del Conde de Orgaz está en relación con el espacio arquitectónico y la leyenda cuenta que, durante el funeral, aparecieron dos santos del cielo: San Agustín (representado como un anciano barbudo con tiara) y San Esteban (representado como un joven).
Bajo San Esteban, como si de un cuadro dentro de otro cuadro se tratase, vemos la representación de la lapidación del propio mártir. Estos dos santos fueron los que, según la leyenda, depositaron el cuerpo del conde en su tumba y es así como se los representa.
Los que estuvieron presentes en dicho acontecimiento fueron los caballeros de la época y podemos suponer que todos estos personajes que aparecen en la obra son los retratos de personalidades distinguidas del Toledo de aquel entonces. No obstante, el artista quiso representar la escena desde un punto de vista contemporáneo ya que la moda en la que van vestidos los personajes corrobora la intención del Greco.
Además de la representación de la Iglesia secular vemos la de las órdenes monásticas: benedictinos, franciscanos. Es decir, todos aquellos que de alguna manera habían sido los beneficiados por esa generosidad tradicional que se le atribuía al conde de Orgaz.
Como en tantos otros cuadros de El Greco, El entierro del Conde de Orgaz se divide en dos niveles: el inferior y el superior. El inferior es el nivel terrenal y el superior el nivel celestial. La primera impresión que tenemos es que lo que ocurre en el nivel inferior está bajo los designios de la gloria de Dios.
El poder de Dios gobierna y domina lo que está sucediendo abajo. El ángel que está en el centro de la composición lleva en sus brazos el alma de Gonzalo Ruiz, el conde de Orgaz. El pintor ha querido representar el alma en forma de una figura infantil traslúcida introduciéndola en la gloria celestial, con la intersección de la Virgen y San Juan.
Detrás de la Virgen aparece San Pedro con las llaves y más abajo están los santos del Antiguo Testamento: el rey David con el arpa, Moisés con las tablas de la ley y Noé con el arca. Entre el grupo de santos de la derecha aparece el retrato de Felipe II, lo cual quiere decir que el pintor ya lo introduce entre los santos del cielo induciéndonos a pensar en que el artista aún mantiene esa leve esperanza de trabajar con el monarca.
El Greco cuando llega a Toledo en 1576 ya tiene un estilo definido en el que se aprecia esa tradición medieval de gran carga alegórica. También, vemos la enorme influencia del mundo veneciano en función de los colores fuertes y vibrantes que en Toledo se harán más eléctricos.
Asimismo, hay una presencia progresiva de la elongación de las figuras; esas distorsiones que se irán multiplicando con el paso del tiempo, porque las obras que tenemos en el Museo del Prado, de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, contienen ese canon de la figura humana que, en el caso de El Greco, es de 12-13 cabezas.
Otros elementos importantes a destacar son el caballero de la Orden de Santiago, que está con su mano derecha elevada, mientras que el niño o monaguillo que está en primer término nos mira y nos señala lo que está pasando. La idea de que haya personajes que no estén atentos a la escena, sino que están mirando directamente al espectador, es tradicionalmente representada a partir de los siglos XVI y XVII y se trata de un gancho de conexión con el espectador.
Un diálogo desde el interior al exterior que pretende captar nuestra atención y que nos sintamos conectados visualmente con el cuadro. Los personajes que suelen servir como conexión con el espectador son el propio pintor o personas que están dentro del entorno del mismo. Por eso, entendemos que ese personaje que nos mira es un autorretrato del Greco y que el niño sea su hijo, Jorge Manuel Theotokópulos.
¿Cuál es el mensaje final? En la primera mitad del siglo XVI sucedió un acontecimiento dramático para la Iglesia católica y el Papado: la Reforma Protestante.
Por tanto, se ha perdido a la mitad de la clientela, lo que quiere decir que la la iglesia ha perdido la mitad de los ingresos que recibía.
Tras el Concilio de Trento (1545-1563) la Contrarreforma establece como fundamentos una serie de factores que incita a recuperar a los fieles, a recuperar las tradiciones de la Iglesia, la veneración a los santos apóstoles y la veneración de la Virgen.
Entre todos estos fundamentos también están las acciones caritativas: donar dinero a la iglesia y a otras instituciones religiosas. Por tanto, la lectura de esta obra llegaría al pensamiento del fiel que la contempla, con el único objetivo de aportar donaciones económicas para que su alma sea salvada y mantenida en la gloria de los cielos y del poder divino.
BIBLIOGRAFÍA
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-Martínez-Burgos, P.: El Greco. El pintor humanista, Madrid, 2005
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