El jardín de la muerte

Ficha técnica

Título: El jardín de la muerte
Autor: Hugo Simberg (1873–1917)
Cronología: 1896
Estilo: Simbolismo
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Ateneum (Helsinki)
Dimensiones: 16 cm × 17 cm
Escrito por: Julio Iglesias Doval

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL JARDÍN DE LA MUERTE

ANÁLISIS FORMAL 

«El Jardín de la Muerte» es una de las obras más conocidas de Hugo Simberg. Fue creada para su exposición en la catedral de Tampere (Finlandia), por lo que originalmente se elaboró utilizando la técnica del fresco y con unas proporciones mucho mayores en comparación con el actual óleo sobre lienzo que se encuentra en el Museo de Helsinki

En esta obra, observamos una composición equilibrada y simétrica, centrada en la figura de varios esqueletos que se encuentran rondando un jardín. La escena se divide en tres secciones principales, cada una con un esqueleto que cuida, a mi modo de ver, minuciosamente las flores.

Las figuras están dispuestas de manera que guían la vista del espectador a través de la obra, creando un ritmo visual que puede ir de izquierda a derecha desde el primer plano hasta el plano más profundo, o de derecha a izquierda, comenzando por el plano más al fondo y terminando en el esqueleto del primer plano. 

«El Jardín de la Muerte», Hugo 
Simberg (1896): 
Juego de 
perspectiva.

Simberg emplea una paleta de colores suave y terrosa, predominando los tonos marrones, grises, verdes, negros y algunos tonos entre el amarillo y el naranja que parecen incluso «colorear» la atmósfera del cuadro.

Con la pequeña sombra de color que Simberg marca en los contornos del esqueleto situado en el primer plano, el cuadro está rodeado en todo momento de una atmósfera amarillenta y cargada, parecida a la arena, que acompaña al cuadro y ayuda a mostrar una uniformidad cromática sin saltos de color, creando una sensación de calma y serenidad.

El uso de colores apagados contribuye a la atmósfera tranquila del jardín. La iluminación en la pintura es uniforme, sin fuertes contrastes de luz y sombra, lo que sugiere una luz difusa que baña toda la escena de manera uniforme, enfatizando la paz y la quietud del entorno. 

El jardín de la muerte
«El Jardín de la Muerte», Hugo Simberg (1896): Detalle del “sombreado” en colores anaranjados en el borde de la calavera en el primer plano.

Las líneas en la obra son delicadas y precisas, con contornos claros que definen las figuras esqueléticas y las flores. Las formas son orgánicas y fluidas, especialmente en la representación de las plantas y el follaje. Los esqueletos, aunque tradicionalmente asociados con la rigidez, son representados de manera flexible y natural, sugiriendo movimiento y vida en su actividad de jardinería.

Es importante destacar la perspectiva frontal y plana que emplea Simberg. Esta perspectiva consigue dar una sensación de proximidad e intimidad con las figuras representadas. El fondo del jardín está apenas detallado, sugiriendo un espacio infinito y atemporal. Esta falta de profundidad acentúa la atención en las figuras centrales y sus actividades, manteniendo al espectador enfocado en el simbolismo de la escena. 

El jardín de la muerte
«El Jardín de la Muerte», Hugo Simberg (1896) : Detalles en el fondo.

Por ello, todo el cuadro busca una cercanía con el espectador a través de colores no recargantes o complementados entre sí, líneas que acentúan a las figuras y juegos con la perspectiva de las mismas. Simberg juega con una representación alegórica. 

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO 

El tema central de «El Jardín de la Muerte» es la personificación de la muerte en una forma benigna y amable, contraria a lo que estamos acostumbrados.

Los esqueletos, tradicionalmente símbolos de la muerte y el final de la vida, son retratados aquí como cuidadores de flores, un acto que requiere tacto y cariño, dos conceptos que no solemos asociar con la muerte y que pueden simbolizar las almas humanas. Simberg transforma la imagen tradicionalmente aterradora de la muerte, presentándola en cambio como una figura simpática y compasiva.

El jardín de la muerte

Es evidente que Simberg se inspiró en la iconografía medieval de la “Danza de la Muerte”, una tradición artística que personifica la muerte de manera alegórica y, en cierto punto, satírica, para señalar la igualdad de todos en el momento de la muerte.

En muchas de estas danzas se representaban a todos los diferentes grupos sociales, desde los campesinos hasta el monarca. Además, su obra refleja influencias de las representaciones populares de la muerte en Europa, incluyendo las danzas macabras y celebraciones como el Día de los Muertos en México, donde la muerte es vista con humor y aceptación.




Es una amalgama de todas las formas y perspectivas que se tienen sobre la muerte, donde nosotros mismos, al ver este cuadro, participamos de manera inconsciente. Nos puede enternecer el esqueleto que se encuentra en el medio sujetando la flor con sumo cuidado, pero, de la misma manera, nos incomoda la figura de la derecha que se encuentra de espaldas. 

Estamos ante un cuadro puramente simbolista, por lo que cada uno de los elementos que tenemos ante nosotros tiene un significado. Los esqueletos representan la muerte, pero en un papel protector y cuidador. Su actitud cariñosa hacia las flores indica que la muerte no es necesariamente algo que temer, sino una etapa de transición.

Puede entenderse como una banalización de la propia muerte. Las flores simbolizan las almas de las personas. El cuidado de las flores por parte de los esqueletos sugiere la idea de que la muerte preserva y protege las almas, preparándolas para su próximo viaje. ¿Por qué llevamos en Europa flores a los cementerios entonces? 

El jardín de la muerte
«El Jardín de la Muerte», Hugo Simberg (1896)

El jardín en sí mismo es un símbolo de renacimiento y renovación. En la interpretación de Simberg, es un lugar de preparación antes de que las almas asciendan al cielo, sugiriendo una visión cíclica de la vida y la muerte. 

Desde mi punto de vista, este cuadro presenta un intento de superación de la muerte. Se presenta a la muerte como cuidadora y no como malvada; parece semejar una especie de «im-pás» que no se puede evitar. Los gestos amables y poco violentos pueden ser interpretados como un mensaje de que la muerte no es un enemigo, sino un amigo que nos acompaña en el siguiente paso de nuestro viaje.

La obra invita a los espectadores a reconsiderar su percepción de la muerte, viéndola como una parte natural. De la misma forma, podríamos entender su función en el interior de la catedral como significante del cuadro en el más allá y el paraíso.

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA 

WILSON, Matthew: Los símbolos en el arte. Barcelona, Blume, 2020. 

CARR GOMM, Sarah: Historia del arte: el lenguaje secreto de los símbolos y las figuras de la pintura universal. Barcelona, Blume, 2010. 

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