El mundo de Cristina

Ficha técnica

Título: El mundo de Cristina
Autor: Andrew Wyeth
Cronología: 1948
Estilo: Realismo
Materiales: Temple de huevo en panel de yeso
Ubicación: MoMA, Nueva York (Estados Unidos)
Dimensiones: 82 x 121 cm
Escrito por: CuDiosa

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL MUNDO DE CRISTINA

CONTEXTO HISTÓRICO ARTÍSTICO

Andrew Newell Wyeth es el pintor del pueblo americano. Realista y regionalista, las dos cosas; como mandan los cánones. Y rural, más de campo que las amapolas. Además, Andrew fue famosillo en la época, el pueblo medio le conocía, admiraba y valoraba como muestra fiel del espíritu y nacionalismo estadounidense.

Viendo gran parte de su obra, como la propia protagonista de esta entrada, se puede intuir que le pirriaba el olor a hierba y el rollito generado alrededor de un granja. Cierto es que, empezando con una niñez algo frágil debido a problemas de salud, Wyeth llevó una vida tranquila alternando estancias entre los estados de Maine y Pennsylvania.

No hay que olvidar que el Regionalismo lo petó mucho, muchísimo en EE. UU. en gran parte, como respuesta a la Gran Depresión haya por 1930. Un movimiento artístico que retrató el paisaje rural y, también, urbano del joven país en busca de una identidad común. Y es que, en tiempos de incertidumbre, bien valen un puñado de imágenes hermosas.

Esa obsesión de Andrew por pasear por prados y bosques alrededor de su ciudad natal Chadds Ford, puede llevar a la equivocada conclusión de que no era más que un pintor realista que reproducía cuanto veía. Si me permitís…, argumento pillado con pinzas.

Sus cuadros huelen a querer transmitir algo que supera las meras apariencias porque generan sensaciones extrañas que parten de las entrañas. ¿Tensa calma lo llaman? Demasiada quietud, un tanto artificial que empuja al espectador a detenerse y poner el cerebro en funcionamiento para descubrir si lo que se ve es, simple y llanamente, un paisaje bucólico.

Betsy James, su mujer, parecía saber algo más: “Él no es un artista bucólico que camina alrededor de las granjas en busca de paredes agrietadas. Es una cosa muy diferente. Va al límite”.

ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO

La composición y perspectiva de ‘El mundo de Cristina’ (1948) es incómoda y un tanto angustiosa haciendo que su protagonista tire de escorzo notable.

El espacio está protagonizado por un campo dorado, seguramente al atardecer, en el que su autor se ha esmerado pintando hierba por hierba consiguiendo homogeneidad pero, al mismo tiempo, detallismo, singularidad y tonalidad. La composición está coronada por una franja de cielo nublado y módulos de viviendas grisáceos que destacan sobre los colores pastel y amables del resto de la pieza.

El mundo de Cristina
‘El mundo de Cristina’ (1948), MoMA

No resulta banal que la línea del horizonte esté tan sumamente elevada haciendo que el campo ocupe todo el espacio a partir de un recurso técnico que busca significado. Tampoco es causal el uso de la llamada ‘ley de los tercios’, que significa que la figura principal del cuadro (Cristina) no está en un punto central sino que, en este caso, Wyeth la coloca en la parte muy inferior de su pintura para atraer la atención del espectador hacia la composición, en lugar de seguir la trayectoria habitual de la mirada hacia la centralidad.

Además, la ilumina con gusto y cariño por encima del resto de elementos y la viste con un vestido rosa pastel convirtiéndola en un halo de singularidad y emoción.

Y llegamos al punto culmen de El mundo de Cristina, su iconografía, un tributo a la angustia. Porque está basada en una persona de carne y hueso, Christina Olson, y su mundo real que la obligaba a arrastre por el campo camino a casa debido a que sus piernas quedaron paralizadas por la poleo. Parece ser que era así porque se negaba a utilizar la silla de ruedas ya que prefería gatear y sentir el suelo, la hierba, las flores; que rodeaban la granja en la que vivía con su hermano.

Ejemplo de superación, fuerza y determinación para Wyeth, lo cierto que es esconde necesidad, soledad, debilidad y alerta. Cuando la conoció, Christina tenía 55 años, nada que ver con la muchacha joven que vemos en escena. Esto es así porque, a pesar de buscar la inspiración en la historia de su vecina en Maine, utilizó a Betsy, su esposa, como modelo.

CURIOSIDADES

El cuadro fue vendido en 1948 al director del MoMa, Alfred Barr, por 1.800 dólares y, desde entonces, no se ha movido. Al menos, físicamente porque existen miles de copias esparcidas por hogares (principalmente) estadounidenses como buena muestra de lo popular de su trabajo convirtiéndose en todo un icono de la pintura norteamericana.

Sin embargo, en su momento generó cierta controversia. Por entonces, se estilaba la fuerza del impresionismo abstracto de un lado y la plasticidad del Por Art por el otro. Por lo que su realismo, a pesar de ser un tanto mágico, iba a contracorriente de las teorías imperantes de los súper poderosos críticos.

Bajo estos preceptos, su pintura resultaba anacrónica y esas escenas rurales que tanto gustaban al pueblo llano, eran calificadas como “imágenes de almanaque” desde las élites del arte, tachadas de conservadoras y provincianas.

Henry Geldzahler, especialista en arte del siglo XX en el Museo Metropolitano de Nueva York, llegaría a afirmar con desprecio que: “Sus cielos no tienen rastros de humo y sus personajes no llevan relojes de pulsera”.




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