COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL SUEÑO DE JACOB
ANÁLISIS FORMAL
El tema representado por el genial pintor, dibujante y grabador que desarrolló el final de su carrera en Italia (donde era conocido como Lo Spagnoletto) está tomado de un críptico episodio bíblico. Se trata del misterioso sueño de Jacob, narrado en el libro veterotestamentario del Génesis:
«Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal, y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño: soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Y vio que Yahveh estaba sobre ella, y que le dijo: «Yo soy Yahveh, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra y te extenderás al poniente y al oriente, al norte y al mediodía; y por ti se bendencirán todos los linajes de la tierra; y por tu descendencia. Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho».«
Génesis 28, 10-15
Aparece, pues, el hijo de Isaac y nieto de Abrahán aparece en este magnífico lienzo recostado sobre su brazo izquierdo y sumido en un profundo sueño, en un paraje prácticamente yermo sin más decoración que un árbol.
La figura del patriarca evidencia el naturalismo de Ribera: tumbado sobre el suelo árido, como un pastor cansado o un viajero exhausto, potencia los volúmenes del cuerpo, los rasgos ordinarios del protagonista y el tratamiento de las telas drapeadas de color tierra de su vestido.
Se resalta así el aspecto humano de quien estaba huyendo de su enfurecido hermano Esaú, a quien había suplantado para recibir la bendición paterna que correspondía a la primogenitura que el propio Esaú se había dejado arrebatar por su hermano.
En una diagonal de luz perpendicular al tronco del árbol, aparece sugerida con gran fantasía la “escala de Jacob”, la escalera que llega a la tierra y la conecta con el cielo para que por ella transiten los ángeles, según el relato bíblico. Además de aportar dinamismo a la composición, le otorga un sentido ascensional con un significado concreto que trataremos más adelante.
El resto del fondo está formado por nubes grisáceas abocetadas que cubren el azul del cielo.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO
El sueño de Jacob gira en torno a un elemento muy claro: la escalera. Se trata de un símbolo que en la interpretación judía representaría el exilio del pueblo de Israel antes de la llegada del Mesías, y que en no pocas exégesis se identifica con el Monte Moria, lugar señalado para el sacrificio de Isaac y en el que se levantaría el templo de Jerusalén.
Evocaría también la montaña sagrada del Sinaí, donde Yahveh descendió para dar la Alianza a los israelitas, haciendo de ese lugar una especie de “escalera” entre lo humano y lo divino, entre lo terrenal y lo celestial.
Posteriormente, escritores cristianos como san Benito utilizarían esta metáfora para hablar de la “scala humilitatis” o camino de descendimiento para llegar a Dios; otros, como san Juan Clímaco, recurren a este episodio para aludir a la “escala de virtud” como continua elevación del espíritu.
En esta segunda línea se mueve la doctrina mística de san Juan de la Cruz, de gran éxito desde unas décadas atrás a la realización de este cuadro. De hecho, son numerosas las representaciones pictóricas de este tema que en el Barroco se recrearon en la escalera como símbolo, en muchas ocasiones principal, de las composiciones.
El propio tratamiento pictórico del motivo es una metáfora, ya que, lejos de ser explícita, la escalera está esbozada, y los ángeles que la transitan se insinúan delicadamente como bocetos de pinceladas rápidas. Es una invitación al recogimiento y a la meditación sobre el cumplimiento de las profecías en el Mesías:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre «
Evangelio de San Juan 1, 51
En este sentido, el árbol es también un símbolo de vida, de regeneración: del nudoso tronco sale una pequeña rama con hojas formadas a base de pinceladas sueltas, que más allá del decorativismo de un elemento accesorio, reafirman la idea de un pueblo que, lejos de haber sido abandonado por su Dios, florecerá desde la experiencia profética de Jacob, cuyo nuevo nombre (Israel) será el de su pueblo.
Por último, cabe resaltar la estética: el carácter lírico de la composición encaja perfectamente en la producción del artista, tanto sacra como profana, de finales del primer tercio del siglo XVII, y a la tendencia italianizante de distribuir la amplia y luminosa paleta cromática en paisajes refinados y serenos.
CURIOSIDADES
Hasta el siglo XVIII, esta obra no fue atribuida a José de Ribera: se pensaba que había sido realizada por Murillo.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
BENITO DOMÉNECH, Fernando: F. Ribera. 1591-1652, Madrid, 1991.
PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso: Ribera, Madrid, 1994.
MUSEO DEL PRADO: https://www.museodelprado.es/