El taller del pintor

Ficha técnica

Título: El taller del pintor
Autor: Gustave Courbet
Cronología: 1855
Estilo: Realismo francés
Materiales: Óleo sobre lienzo
Ubicación: Musée d’Orsay, París, Francia
Dimensiones: 359 cm x 598 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL TALLER DEL PINTOR

ANÁLISIS FORMAL

Gustave Courbet fue un artista que se formó fuera de las academias y desde el inicio de su actividad como pintor fue consciente de que el clasicismo era un modelo obsoleto que tenía que superarse. Por ello, Courbet, se dedicó a crear un nuevo estilo, mucho más realista y cercano a la vida social y política de su tiempo.

Toda su obra habla de este nuevo estilo que dejará huella en los futuros impresionistas, como Manet, a la hora de representar la naturaleza y su entorno. Asimismo, es relevante entender cómo Courbet realiza estas obras siendo contemporáneo a artistas como Ingres o Delacroix, quienes se aferraron, hasta cierto punto, al academicismo clásico estereotipado.

ANÁLISIS ICONOGRÁFICO

El taller del pintor
El taller del pintor

El taller del pintor es una alegoría a todo su trabajo artístico en el que Courbet quiere dejar claro su paso por el mundo del arte, alardear de sus amistades, pero también dejar constancia de su posicionamiento político.

El llamado a romper con las academias – y también con el romanticismo – le lleva a proponer una pintura realista, teñida de un aspecto subjetivo, que remarca ese yo del artista. Dentro del cuadro encontramos, de izquierda a derecha, alrededor de treinta personajes en tamaño natural.

El entorno que se aprecia en la obra es la representación de un mundo real – dentro de su taller – al que pertenecen toda clase de personas, desde los más pobres hasta los más ricos y burgueses, teniendo en una consideración altísima a los intelectuales, literatos, artistas, sacerdotes y políticos. 

En la parte izquierda de El taller del pintor observamos a obreros, mendigos, a una madre amamantando a su hijo, entre otras personas que son ciudadanos y ciudadanas parisinas que siete años atrás habían vivido el entusiasmo de una Revolución (1848) que terminó con la abdicación del rey Luis Felipe y el establecimiento de una República.

Posterior a este acontecimiento se dieron luchas callejeras que se saldaron la vida de miles de personas y se aprecia claramente que Courbet estuvo al lado de los revolucionarios, ya que desde muy joven su abuelo le había inculcado las ideas antimonárquicas y anticlericales.

De hecho, el artista lo retrata en su cuadro con el sombrero de copa y la chaqueta negra muy similar a los personajes que aparecen en una de sus obras titulada, Un entierro en Ornans (1840-50). Los veteranos para Courbet simbolizan esa tradición revolucionaria y es por eso que ha decidido reflejar ese paso del tiempo en esta galería personal. 

El hombre que aparece que aparece junto a los perros es un cazador y que en algunas interpretaciones se le ha querido asociar con la figura de Napoleón III. No obstante, cabe mencionar que el artista también era cazador y, probablemente, que haya querido representar una afición suya a través de este personaje controvertido.

Entre el cazador y su abuelo encontramos a un comerciante de paños que está ofreciendo su mercancía y que intenta engañar con sus telas a los más pobres, haciéndoles creer que se trata de telas doradas.




Al fondo de El taller del pintor también se aprecia la figura de un obrero que parece observar todos los movimientos de los demás y que está cruzado de brazos, este obrero representa a esa nueva clase del proletariado y se lo identifica porque en vez de llevar un sombrero de copa – como el de los burgueses – lleva una gorra visera.

Aquí, Courbet, hace alusión a la lucha de la clase obrera que en este entonces era fuertemente explotada con horarios de más de 14 horas al día y con salarios miserables.

La nueva industrialización supuso el progreso de la sociedad, de la que solo una pequeña élite se aprovechaba; son momentos de transición hacia una nueva etapa, hacia un nuevo sistema que se está aprovechando de la mano de obra de los más empobrecidos y que el artista no dudó ni un momento en reflejarla.

En el centro de la obra vemos al protagonista principal – que es el propio arista – sentado con una de sus poses tan variadas y pintando un paisaje. Esto podría resultarnos novedoso si no tuviésemos en cuenta la intención del artista de exaltar su propia figura dentro de la pintura – y dentro de su propio taller – y de exaltar la realidad de la naturaleza a través del paisaje y del desnudo. 

Un desnudo que solo se enaltece por el contraste de la luz que proviene desde una ventana y que muestra a una mujer sosteniendo unas sábanas blancas – como queriendo aludir a la técnica de los paños mojados tan reutilizados en el Academicismo clásico -.

Este desnudo contrasta fuertemente con el otro desnudo que se encuentra a la izquierda del artista, en donde vemos a un joven en una pose de martirio – como si se tratara de un San Sebastián asaeteado. 

El autor quiere terminar con esa tradición clásica dando paso a la libertad de la técnica y del manejo de las perspectivas, de ahí que la posición del desnudo de la mujer sea un guiño a la destrucción de aquellos valores academicistas y estereotipados que hacían que las modelos sean retratadas desde una silla, utilizando un solo y único punto de fuga. 

Además, Courbet, quiere demostrar que la pintura debe ir más allá y que no siempre se puede dar valor a la técnica pictórica, sino también a los temas que se pueden tratar. Para Courbet, el artista tenía que pintar temas de su tiempo y lanzar un mensaje ejemplarizante que ponga de manifiesto los problemas sociales y políticos del momento. 

Courbet entendía el arte como una herramienta de denuncia social. Por eso, vemos también la representación de un niño que observa el cuadro que pinta el artista y que nos acerca a una de sus obras más reconocidas llamada Los picapedreros. 

Con este gesto Courbet quiere enfatizar en la idea de que la autoría del artista es lo de menos y que lo importante es visibilizar esa realidad de la sociedad. Evidentemente, esta obra fue criticada por la burguesía como «un insulto al buen gusto». 

A la derecha del cuadro nos encontramos con una serie de personajes que hablan de la buena amistad que mantenía Courbet con algunos literatos y pensadores de su época: el joven poeta Charles Baudelaire (1821-1867), para quien Courbet le dibujó la portada de su revista radical, Le Salut Public, y lo retrata leyendo sobre una mesa; el escritor Champfleury; el filósofo y político Proudhon quien también criticó el cuadro de su amigo manifestando que su obra era poco política.

También, vemos a una pareja burguesa que pasea por el taller del artista observando la obra del mismo.

Este cuadro fue enviado junto con otros trece a la famosa exposición de París de 1855, sin embargo, solo dos de ellas se aceptaron y esta obra fue una de las rechazadas por lo que Courbet decidió realizar una exposición alternativa cuya acogida no fue la esperada por el artista y poca gente asistió.

Courbet fue un artista entregado a la razón de ser de su tiempo reflejando una realidad que invitaba a la reflexión acerca de la vida política y social y de cómo el arte podría influir en dichas transformaciones.

El artista terminó siendo perseguido por la justicia y encarcelado – al igual que sus compañeros – por tener ideas socialistas. Finalmente, se exilió en Suiza en donde murió arruinado en 1877. El taller del pintor, simboliza el debate constante acerca de si el arte debe o no debe expresar una posición política y que en el caso de Courbet, además de reflejarla, la exalta.

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