COMENTARIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO DE LA ERMITA DE SAN JORGE DE CÁCERES
CONTEXTO HISTÓRICO
La Ermita de San Jorge, denominada de esa forma en la actualidad, es una construcción levantada a las afueras de la ciudad de Cáceres, concretamente a doce kilómetros al sur oeste de la población, en la dehesa de los Segura-Mogollones y muy cercana a la torre bajomedieval de los Mogollones.
A día de hoy constituye un caso flagrante de abandono patrimonial, primeramente, al ubicarse en una finca privada y después al pasar a depender de la administración pública correspondiente de cara a su necesaria rehabilitación, la cual a día de hoy todavía no llega pese a la urgencia de su estado de ruina.
De hecho, la situación ruinosa en la que se encuentra le ha valido para entrar en la lista roja de Hispania Nostra a la espera de que la situación pueda revertirse en un futuro cercano, como es deseo de numerosas asociaciones culturales y ciudadanos atentos y amantes del patrimonio que alzan la voz ante esta situación.
La denominación de Ermita de San Jorge es reciente, dada primero por el historiador local Sanguino Michel en 1902 y difundida por Martín Gil, habiéndose denominado también como del Salvador en fechas más recientes, no siendo quizá ninguna de las designaciones correctas, aunque en el imaginario popular el nombre de San Jorge está actualmente ligado a la construcción.
Con todo ello, la cronología de la edificación habría que situarla en las primeras décadas del siglo XVI y vinculada a la cercana Torre de los Mogollones, construida posiblemente a finales del siglo XV por Diego García de Ulloa “el Rico”, siendo de una tipología propia de finales del gótico.
De ahí que la ermita pueda centrarse cronológicamente en las primeras décadas del quinientos, apuntando algunos autores a que en su origen pudiera tener una funcionalidad distinta a la religiosa por determinados elementos constructivos, como se verá a continuación, y teniendo ya uso como capilla al menos en 1565, cuando el pintor Juan de Ribera realizó los frescos que todavía hoy, algunos a la intemperie, decoran varias estancias.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
La Ermita de San Jorge es una construcción semisubterránea de dimensiones pequeñas que consta de una nave de casi diez metros de longitud por cerca de seis de ancho, con muros laterales de sillarejo y mampostería con refuerzo de sillares en las esquinas, arcos y vanos.
Se nota aún el revestimiento de cal allí donde las ingentes humedades no han actuado de manera intensa, estando cerrada con cubierta plana reforzada por cuatro grandes arcos diafragma de medio punto realizados en cantería, siendo reforzado todo el edificio con contrafuertes al exterior.
Precisamente en el centro de la cubierta se abre una oquedad junto a una pequeña pila rectangular, que el profesor García Arranz considera que puede deberse a su funcionalidad original, que sería la de pozo para la extracción de agua, pasando a los pocos años a tener culto religioso.
Todo el suelo de la nave y lo que sería el testero (en el caso de que en algún momento hubiera tenido), del cual no queda nada, está generalmente inundado siendo un abrevadero de ganado vacuno.
La parte mejor conservada y la todavía hoy más cerrada es la zona del coro alto, elevado por dos arcos escarzanos, y donde se puede acceder por una habitación o antecapilla a la altura del terreno, la cual también da acceso a otra minúscula sala que hoy día los diversos estudios sobre el edificio denominan como capilla.
Sin duda, los elementos más interesantes de la ermita de San Jorge se encuentran en estas tres estancias, y son las pinturas murales que decoran todas las paredes y bóvedas que han llegado a día de hoy, aunque en un lamentable estado de conservación que se acrecienta con el tiempo debido tanto a los agentes climatológicos como a casos de vandalismo que desde largo viene sufriendo.
La decoración pictórica es obra del artista Juan de Ribera, la cual se documenta en una columna de la antecapilla con la firma y fecha (desaparecida en los últimos años) del autor, pudiéndose datar por ello los frescos en 1565. Respecto al pintor, se puede señalar que era vecino de Cáceres y su obra se conoce también por otros frescos de varios templos repartidos por la provincia cacereña.
De hecho, no era extraño a lo largo del siglo XVI que paramentos, tanto domésticos como eclesiásticos, se decoraran al fresco, quedando varios ejemplos en la capital cacereña de esta época, como la capilla del Palacio de Carvajal, el friso alto del salón del Palacio Toledo-Moctezuma o los restos de los frescos que decoraban el ábside de la Iglesia de Santo Domingo.
Con todo ello, Juan de Ribera, aunque conocedor, como se muestra en la Ermita de San Jorge, de la iconografía y motivos decorativos renacentistas provenientes de Italia, carece en su ejecución de una formación técnica apropiada, teniendo problemas a la hora de resolver las proporciones y la perspectiva, algo propio de artistas alejados de los focos artísticos principales de la península.
De esta forma crea un arte propio y ecléctico con reminiscencias góticas como en las letras que indican las escenas, junto a motivos renacentistas e influencias de la circulación de estampas o tratados que circulaban por toda Europa con iconografías realizadas en Flandes o Italia, así como también se ve en algunos aspectos un influjo de la obra de Luis de Morales, activo en la zona en esos momentos, o más probablemente, de sus seguidores.
Retomando la decoración de la ermita, en la zona del coro alto se representan de manera muy rudimentaria escenas del Génesis, concretamente Abraham y los ángeles en el encinar de Mambré y la bendición que Isaac ofrece a Jacob, apareciendo en un friso en la parte superior los correspondientes versículos vetotestamentarios en letra gótica que ofrecen la información sobre las escenas.
Del mismo modo, en esta zona, y en las partes más próximas al arco que separa al coro de la nave, aparecen putti y motivos vegetales renacentistas.
La antecapilla, la cual da acceso tanto al coro alto como a la pequeña sala que se conoce como capilla, presenta la bóveda de arista que la cubría prácticamente caída, pudiéndose apreciar todavía en la actualidad, a pesar de estar al aire libre, escenas del Nuevo Testamento como La Anunciación o el Huerto de los Olivos, junto a personajes como Santa Lucía y Santiago Peregrino, reconocibles por sus atributos.
Por los restos de los plementos de la bóveda se sabe que ésta estaba decorada con los bustos de los cuatro evangelistas junto con sus símbolos.
Pero sin duda, son las pinturas de la pequeña sala a la que se accede desde la antecapilla con las que puede reconocerse la belleza y encanto rural que debió tener aquel espacio religioso.
Además, por las escenas que allí se presentan no cabe la menor duda que era un espacio propio para la devoción particular, presidiendo la misma Cristo descendido de la Cruz ante su Madre, las tres Marías y San Juan, en una composición simétrica dependiente de la pintura de la época.
Existen en la capilla otras escenas como el Bautismo de Cristo o Cristo en su flagelación, imagen apropiada para la meditación religiosa según los manuales de oración de la época como los de fray Luis de Granada.
Así como la Estigmatización de San Francisco de Asís, quizá devoción personal de la familia, y cuya composición recuerda, aunque de forma simplificada, a obra del mismo tema que Luis de Morales realizó pocos años antes, y que se conserva actualmente en el Museo Catedralicio de Badajoz.
Completa la decoración de esta capilla la imagen de Dios Padre en la semiesfera de la pequeña cúpula, con los cuatro Padres de la Iglesia Occidental en las pechinas, observándose también en algunas partes de los paramentos imágenes de santos con hábito dominico, como pudiera ser San Telmo, pero al estar deterioradas las pinturas resulta complicada su identificación.
Una vez indicado todo esto, se hace preciso señalar que en fechas recientes (mediados de noviembre de 2023) por la inacción durante años en su conservación, parte de la cubierta de la nave se ha caído debido a las últimas lluvias, por lo que su rehabilitación integral se hace cada vez más urgente, y aunque desde la administración competente se indica en los medios de comunicación que incluso hay partidas económicas destinadas a tal fin, cada día que pasa la construcción corre el riesgo de venirse definitivamente abajo.
El conjunto arquitectónico, aunque no sea una obra capital del renacimiento extremeño, posee una indudable singularidad y una valía patrimonial que merece ser tenida en cuenta y conservada, al ser un caso excepcional tanto al haber tenido probablemente una doble funcionalidad como edificación para suministrar agua y capilla posteriormente; como, y especialmente, por los frescos que atesora, con un interesante programa iconográfico, que es fiel reflejo de la religiosidad de su época y que ayuda a estudiar y comprender la mentalidad propia del hombre y la mujer del Quinientos.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
ARTE EN RUINAS. https://arteenruinas.com/ermita-san-jorge-caceres/ (Consulta: 22/11/2023).
GARCÍA ARRANZ, José Julio. La ermita de San Jorge (Cáceres, España): un caso singular de transformación de arquitectura industrial en santuario a mediados del siglo XVI. Revista Santuários. Lisboa, 2016.
RAMOS RUBIO, José Antonio. El panorama artístico del pintor Juan de Ribera en la provincia de Cáceres. Actas del XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 2007.